Pregunta: Pero esas enfermedades como el sarampión, la varicela y hasta el mismo coqueluche, que en la infancia pueden servir de entrenamiento al espíritu con el fin de que se prepare para afrontar mayores sufrimientos en lo futuro, ¿no atacan también a los adultos?
Ramatís: No es conveniente que encaréis de modo dogmático las distintas manifestaciones sobre el sufrimiento en las criaturas, puesto que se ejerce más por fuerza de necesidad espiritual del ser, e independientemente de la edad o de cualquier otra imposición personal. Las enfermedades características de la infancia, que pueden también atacar a los adultos, son verdaderos ensayos que preparan el espíritu para su mayoría de edad terrestre.
El dolor, que varía de espíritu a espíritu, no es específico de determinada edad o época, pues se manifiesta de acuerdo con las causas íntimas de cada individuo, independientemente de la raza, del color, del temperamento, del sexo o de la edad. Los gérmenes causantes de las enfermedades humanas, sólo proliferan peligrosamente cuando en el organismo del hombre se establece el terreno electivo para la eclosión de la enfermedad. El éxito microbiano depende fundamentalmente de la condición mórbida o "miasmática" que el propio espíritu crea en el cuerpo, debido a su desarmonía psíquica. Es el miasma del psiquismo enfermo, el que atrae los gérmenes patogénicos y los alimenta, haciendo que se acumulen en determinados órganos o sistemas del cuerpo físico. Los microorganismos, en realidad, son los hilos intermediarios que se constituyen en puentes virulentos y ayudan a los espíritus a transmitir a la carne torturada sus venenos psíquicos, de cuya acción y presencia resulta un tipo de enfermedad característica, debidamente clasificada en la terminología médica.
Generalmente, la enfermedad que después es señalada por el médico, casi siempre viene presentándose durante años y hasta siglos, en las sucesivas reencarnaciones del espíritu. Poco importa, pues, que se asegure un diagnóstico feliz y que se detalle minuciosamente el curso evolutivo de la dolencia, así como que el conocimiento académico sepa que la coqueluche es una afección producida por el germen de Pertussi, el sarampión una enfermedad exantemática y cutánea, la difteria, proveniente del bacilo de Klebs, la tuberculosis originada por el bacilo de Koch, y que otras son provenientes de virus extraños.
Sin duda alguna, tales explicaciones técnicas y médicas, ayudan muchísimo al facultativo a restringir la molestia y a evitar los peligros del contagio, combatiendo los gérmenes atraídos por el terreno subvertido y reforzando la defensa orgánica. Pero nada de eso impide o soluciona la verdadera causa mórbida psíquica, que nutre el cuerpo enfermo y alimenta el microbio invasor. La armonía psíquica es la salud del cuerpo físico. En la tradición espiritual, no nos consta que Jesús hubiese sido perturbado en su infancia por enfermedades que la Medicina clasifica en sus tablas patológicas. Tampoco se sabe que Francisco de Asís hubiese desencarnado víctima de cualquier enfermedad adquirida por el contagio entre los infelices que él atendía cotidianamente; ¡pues es indudable que esos espíritus sublimes no tenían terreno electivo y favorable para el desarrollo patogénico!
Pero aquellos que sobrecargaron el periespíritu con tóxicos lesivos al cuerpo carnal, cuando reencarnan, tanto pueden expulsarlos en la cuna del nacimiento físico, como durante su infancia, en la fase adulta o en la vejez. Tal como las flores y las plantas sólo brotan y repuntan en épocas apropiadas, obedeciendo a los ciclos lunares y a las estaciones peculiares del año, los gérmenes proliferan en el organismo de acuerdo con ciertas condiciones y leyes biomagnéticas. Desde el momento que encuentran fluidos mórbidos que los puedan nutrir, comienzan a reproducirse con facilidad. Conforme sea ese fluido enfermizo o ese tipo de miasma, puede plasmarse en el coqueluche, la escarlatina, el sarampión, la varicela, el cáncer o la tuberculosis. No es la clasificación académica ni el tipo del germen aislado con éxito, lo que realmente se responsabiliza por la naturaleza esencial de la enfermedad y sí el espíritu enfermo, repetimos, que por su descarga psíquica deletérea, produce las condiciones favorables para la eclosión de la enfermedad.
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