Pregunta: Basándonos en vuestras elucidaciones, ¿sería contraproducente, por ejemplo, emprender la curación del tuberculoso, sabiendo que se trata de un espíritu que está expurgando cierto tipo de veneno psíquico acumulado en otras vidas? Su curación física, ¿no sería una perturbación al propio curso bienhechor de rectificación espiritual?
Ramatís: Volvemos a recordaros que es muy justo el empeño de los médicos al procurar aliviar las enfermedades humanas, lo que debe ser hecho sin cualquier preocupación por saber si la enfermedad es expulsión tóxica del espíritu enfermo o solamente una enfermedad específica de la carne. Lo que tenemos que lamentar, es que no obstante tantos esfuerzos loables y tantos sacrificios de abnegados científicos y estudiosos, desgraciadamente, la humanidad nunca ha estado tan enferma como en la actualidad, pese a que se verifiquen los más admirables progresos terapéuticos y quirúrgicos de la Medicina moderna. A pesar de haber conseguido ella algunas soluciones felices sobre viejas incógnitas patológicas, nuevas enfermedades han sustituido a las antiguas, desafiando los más eficientes recursos actuales y burlándose de la terminología médica, elaborada a costa de exhaustivos esfuerzos de laboratorios e investigaciones minuciosas.
Las estadísticas terrestres, advierten el temible aumento del cáncer y de otras varias molestias exóticas y desconocidas. La poliomielitis, las anemias, las afecciones exóticas, las dermatitis graves, las úlceras gástricas y el aumento incesante de las enfermedades hepáticas, afrontan el talento y la previsión médica de los más significados científicos. Aumentan la neurosis, la alienación mental, y los asilos de psicópatas son insuficientes para atender tantos desequilibrios nerviosos y a tantos desaciertos mentales. Aunque la humanidad terrestre esté todavía disfrutando de los favores de la penicilina, de la estreptomicina, de la aureomicina, de la terramicina y de otras conquistas de la terapia moderna de los antibióticos, por desgracia, ¡la Medicina no puede vencer aun con éxito la mortificante carrera del dolor y del sufrimiento, humano!
La patología del cáncer, la morfea nerviosa y los terribles efectos remanentes de la sífilis, continúan exigiendo el heroísmo de los más devotos y geniales científicos que se responsabilizan por la salud humana. Los destacados médicos y los investigadores brillantes, reflexionan gravemente sobre las últimas teorías terapéuticas indicadas en los momentos farmacológicos; pero por desgracia, se ven en la necesidad de considerar como obsoletas, muchas de las prácticas y terapias que pronostican éxitos incomunes, pero que fueron inútiles. Médicos sensatos y prudentes, advierten el peligro de los inocuos medicamentos fabricados a última hora, que sólo atiende a los intereses comerciales y a las ganancias inescrupulosas, sin garantía de sostenida experimentación preventiva.
Las enfermedades continúan exigiendo las más demoradas reflexiones de los clínicos avanzados, mientras los hospitales se vuelven insuficientes para abrigar los enfermos de todas clases. En realidad, la Medicina ha combatido o impedido la extensión de muchas enfermedades peligrosas para la especie humana, gracias a sus excelentes recursos de laboratorio y de radiología. Consiguió cierto éxito contra la tuberculosis, la lepra, la brucelosis, el tifus y determinadas afecciones reumáticas, impidiendo la proliferación microbiana indiscriminada y oponiéndole las fuertes barreras de los antibióticos y de la farmacología pesada de última hora.
Pero es evidente que a pesar de la liquidación apresurada de los gérmenes específicos de tales enfermedades y el estancamiento de la molestia mediante hábiles aplicaciones medicamentosas, no se ha podido impedir que siga vertiéndose el tóxico producido por el psiquismo enfermo. Bajo la ley de la biología psíquica, las toxinas fluyen del periespíritu a la carne, cuando son reprimidas por el éxito médico de la Tierra, apenas aguardan oportunidad más favorable para verterse otra vez en dirección al campo material. J Ninguna fuerza humana conseguirá impedir tal expulsión del periespíritu hacia el cuerpo físico, ya sea en la actual o en la próxima encarnación! Y aunque la Medicina vuelva a arrasar los microbios responsables de las enfermedades de la terminología médica, las toxinas volverán a "bajar" al condensador vivo de la carne.
¡La curación real y definitiva de la tuberculosis o de cualquier otra enfermedad, sólo se concretizará después de haber sido efectuada la limpieza completa de los venenos acumulados en el periespíritu, o cuando el espíritu se entregue definitivamente a la observancia cotidiana de los principios terapéuticos establecidos por Jesucristo, el Médico Divino! De otro modo, aunque reconozcamos y elogiemos la sabiduría y los esfuerzos heroicos de los médicos combatiendo las más graves enfermedades, estad seguros de que, sin la sanidad espiritual, el morbo psíquico reprimido o estorbado por la terapéutica del mundo, ¡siempre encontrará oportunidad para proseguir nuevamente en la carne, su curso o "descenso" implacablemente expurgatorio!
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