Fisiología del Alma



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Pregunta: Ante el hecho de verificarse el contagio de ciertas enfermedades ¿no se podría deducir que las enfermedades no dependen siempre del "descenso de las toxinas y que sí son con­secuencia de los factores adversos y naturales de la propia vida física?

Ramatís: El contagio patogénico sólo es posible cuando en los individuos contagiados existe el elemento fundamental "mias­mático" que, entonces, sirve de base para los gérmenes conta­giosos. La mayoría de la humanidad terrestre es portadora to­davía de carga fluídica mórbida o de miasmas crónicos, que vienen siendo nutridos a través de los siglos y de los milenios, por la imprudencia de ella misma. Ese miasma que se sostiene como una carga mórbida colectiva, sirve, por tanto, de hilo fa­vorable para que la enfermedad epidémica se disemine y se produzca el contagio. Es una suma residual de los tóxicos psí­quicos que son elaborados por la criatura en sucesivas encarna­ciones, constituyéndose en la esencia mórbida básica que hace surgir las enfermedades semejantes y alimenta los gérmenes afines.

Pregunta: Pero en vista de los cuidados y de la profilaxis vacunoterapéutica con que los médicos reducen actualmente el peligro del contagio entre enfermedades epidémicas, ¿no queda comprobado que tales molestias son más bien propias del medio ambiente físico y no producidas por cualquier miasma incubado en la humanidad, que sirva de base al contagio?

Ramatís: Durante cualquier epidemia, hay un "erizamiento" del mismo tipo de morbo psíquico o toxicidad colectiva, que permanece latente en los individuos saturados por la misma especie de desórdenes mentales y emotivos del pasado. Los gérmenes, entonces, encuentran fácil acceso en los conjuntos o grupos de individuos que más afinan entre sí, provocando los brotes epidémicos. Mas es evidente que durante las epidemias, no todos los individuos perecen.

La prueba de que no existen enfermedades, sino enfermos, está en que a pesar de extenderse epidemias que atacan gran porcentaje de las poblaciones, muchos seres son completamente inmunes al contagio mórbido, tal como sucede con ciertos mé­dicos, enfermeros, frailes, monjas y auxiliares, que actúan en asilos, hospitales, dispensarios o conventos, algunas veces infecta­dos por enfermedades contagiosas. La verdad es que no existe en esos, individuos la esencia mórbida que debería alimentar el terreno favorable a la proliferación del germen responsable de la enfermedad contagiosa. Les falta pues, el miasma de contacto o el elemento mórbido invisible que nutre y ayuda a la progenie del virus de la enfermedad. {Innumerables seres abnegados, tales como Francisco de Asís y otros, vivieron entre leprosos, tuber­culosos o epilépticos, sin que sus organismos protegidos por su admirable armonía espiritual presentasen cualquier daño o mo­lestia!



Pregunta: Toda vez que el espíritu expurga gradualmente por el cuerpo físico su veneno psíquico acumulado en vidas pasadas, ¿no sería posible que lo descargase todo de una sola vez, o sea, que se librase de él en una sola encarnación?

Ramatís: Los venenos psíquicos que son transmitidos del periespíritu al cuerpo físico, significan los residuos resultantes de las "operaciones bajas" efectuadas por la mente espiritual en el pasado y no en el presente. Por tanto, varían la resistencia y la capacidad estoica de cada espíritu, para aguantar la ope­ración tóxica mediante la cual drenaría dichos venenos en la carne.

Muchos espíritus, después de encarnados, olvidando la pro­mesa valerosa hecha en el Espacio, se desesperan ante la impo­sibilidad de una curación corporal y prefieren huir de la vida terrena por la puerta truculenta del suicidio. Aun aquellos que aceptan una expurgación tóxica muy extensa, pero que todavía se conservan encarnados hasta el fin del plazo combinado en el Más Allá, algunas veces se dejan aniquilar por un pesimismo desolador y mortificante tal, que aumentan nueva dosis de flui­dos mórbidos en su carga enfermiza primitiva traída del pasado. De ese modo, no sólo perjudican grandemente la oportunidad de su higienización psíquica por el excesivo compungimiento y fuerte melancolía, sino que se transforman en los conocidos tipos hipocondríacos faltos de creencia en las experiencias bienhecho­ras de la vida humana, cultivando amarguras aun en los momen­tos venturosos. El optimismo y la fe en los objetivos de la espi­ritualidad, ayudan a diafanizar el periespíritu y favorecen la mayor eclosión de luz interior, que fluirá en socorro del espíritu abatido.

Los mentores siderales, previendo muchas veces el fracaso de los espíritus débiles en la tentativa de expurgar de una sola vez hacia la carne su carga tóxica, toman precauciones para que la curación psíquica se haga gradualmente en varias encarnacio­nes terapéuticas que les permitan soportar hasta el final de k existencia física. Pero aun con eso, existen ciertas almas que conservan estancados en su periespíritu los venenos remanentes de milenios pasados, por haber desperdiciado excelentes opor­tunidades para drenarlos en el mundo material. Su situación dolorosa perdura por mucho tiempo, porque tales entidades, en vez de mantener el sensato equilibrio entre la emotividad y la mente, prefieren contaminarse nuevamente con las explosiones pecaminosas de la cólera, de los celos, de la envidia, de la co­dicia, de la maledicencia, de la lujuria, del odio, de la avaricia y de la ambición. ¡Así, el contenido pernicioso que consiguen expurgar por el sufrimiento purificador a través de la carne, es sustituido constantemente por nueva carga ruinosa, mientras se encadenan otra vez al círculo triste de las reencarnaciones físi­cas rectificadoras y trasponen los milenios atadas al yugo del Karma doloroso!


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