Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Podemos llegar a la conclusión, entonces, de que toda enfermedad humana es exclusivamente producida por los desequilibrios y venenos psíquicos que bajan del periespíritu al cuerpo carnal?

Ramatís: No es conveniente establecer una conclusión extre­ma en el caso, toda vez que no todas las enfermedades y todos los sufrimientos son productos exclusivos del psiquismo pertur­bado; pues existen muchas tribulaciones humanas que son es­pecíficas del propio mundo en que vivís. No debéis olvidar la naturaleza del medio terrestre en que vuestro espíritu actúa, el cual es dominado todavía por las fuerzas primitivas agresivas que oprimen y afectan el organismo del hombre en su esfuerzo por adaptarse a las condiciones físicas terrenales. La naturaleza delicada del cuerpo carnal sufre desventaja cuando entra en choque con los elementos rudos del mundo terrestre, cuyo 'acon­tecimiento, no obstante, deja de ser producto de toxicidad del psiquismo y de la desarmonía mental. Si el individuo se despeña desde considerable altura sobre el suelo pedregoso, es obvio que su cuerpo físico quedará hecho guiñapos, pues de acuerdo con las leyes del mundo material, la carne del hombre es menos resistente que la piedra contra la cual él se pueda abatir.

Aunque se considere que la mayor parte de las enfermeda­des humanas son originadas por la desarmonía psíquica, no se pueden olvidar las dolencias y las perturbaciones que provienen de los accidentes, de los cambios rápidos de la presión atmos­férica y del clima que afectan los órganos respiratorios, las en­fermedades venéreas, la glotonería, la mala alimentación, el uso inmoderado del alcohol y del tabaco, el extremismo peligroso de los helados, el exceso de trabajo físico y de ruidos, la desarmonía en el dormir, la fatiga ocular por el exceso en el estudio y en la lectura, las heridas consecuentes de los conflictos humanos, de las revoluciones, o de las guerras, ¡tan al gusto de los terríco­las! Del mismo modo, no se puede atribuir a la toxicidad del espíritu, el sufrimiento ocasionado por el gesto alocado de la criatura que ingiere un formicida, el arsénico o cualquier otro veneno; o que por la abstinencia de alimentos frescos y de la consecuente avitaminosis, es víctima de la discrasia hemorrágica. Hay que considerar, también, el hambre con el cortejo propio de la desnutrición en las épocas epidémicas o belicosas, cuyos sufrimientos, aunque puedan ser kármicos, no son conse­cuentes del "descenso" de toxinas psíquicas.



El hombre que sufre dolores cruciales porque sus dientes están cariados, probablemente no está sufriendo el efecto de la "baja" de tóxicos psíquicos a la carne; sin duda, el dolor pro­viene simplemente de su imposibilidad o descuido en visitar al dentista. Si se trata de un espíritu elevado, es cierto que la me­nor cantidad de toxinas existentes en su periespíritu, reducirá la probabilidad de aumento de los gérmenes dentarios. Es posible que en el cuerpo del individuo accidentado por quemaduras, se encuentre el alma de algún cruel inquisidor del pasado recogien­do la cosecha kármica dolorosa, pero es evidente que también sufre quemaduras aquél que, por .curiosidad o por imprudencia, pone la mano en el fuego o en el agua hirviente, aunque no esté rescatando culpas del pasado. Eso no es un acontecimiento kármico ni consecuencia de venenos psíquicos y sí, sin duda, cosa muy natural, porque es de ley que el fuego queme.

Pregunta: ¿Cómo podríamos comprender más claramente esas conclusiones vuestras?

Ramatís: El principal objetivo de nuestras comunicaciones, es el de haceros comprender las principales condiciones del sufrimiento que afecta al espíritu encarnado en su jornada terrena. Os destacamos las consecuencias funestas causadas por los desequilibrios espirituales del pasado y hasta de la actual existencia, cuando se producen los venenos que después se vier­ten en la carne bajo condiciones dolorosas y desagradables de padecimientos cruciales; así también hemos señalado los dolores que son originados simplemente por las condiciones agravantes del planeta en que habitáis. Si no fuera así, tendríamos que considerar las enfermedades de los animales son también provenientes de culpas kármicas de vidas pasadas o consecuencias del "descenso” de toxinas psíquicas. Pero no existiendo dolores injustos ni im­posiciones draconianas por parte de Dios, la vida del alma en la carne sirve para ayudarla a pulir sus aristas animales y elevarla a las regiones superiores, en donde no actúan las leyes severas que rigen la materia. Él espíritu, cuando está encarnado, no debe entregarse a producir quejas y censuras contra el mundo físico que habita, y sí aceptarlo como su mejor oportunidad para la conquista de su perfeccionamiento espiritual. No conviene que olvide que todavía podrá habitarlo en futuras encarnaciones, así como tener en cuenta que le compete hacer todo lo posible para hacerlo mejor, pues otras almas necesitadas siguen en su retaguardia, como candidatas a las mismas lecciones planetarias.

Pregunta: ¿Por qué motivo los líderes espirituales, cuando se hallan en contacto con el mundo físico, sufren también reac­ciones dolorosas en su naturaleza elevada, ya que nos parece que ni deberían verter toxinas del periespíritu ni efectuar res­cates kármicos del pasado?

Ramatís: Tal como el hombre que porte delicadísimo traje, cuando se halle en contacto con el pantano será contaminado por las impurezas del mismo al atravesarlo, los espíritus elevados y sin pecados, cuando bajan a vuestro mundo en misiones de sa­crificio, no pueden eximirse de sufrir las reacciones agresivas del ambiente físico tan rudo. Jesús, aunque fuese un espíritu elevadísimo y de sublime jerarquía en los cielos, no pudo sus­traerse a la acción contradictoria y opresiva del clima de la Tierra, que le provocó reacciones orgánicas bastante aflictivas para su naturaleza angélica. A pesar de ser un ángel descendido de los mundos celestiales, se vio obligado a emprender esfuerzos heroicos para mantenerse satisfactoriamente en el plano de vida inferior del mundo terrestre. El mismo pantano que puede ser motivo d« euforia para el batracio satisfecho con las emanaciones mefíticas del gas de metano será de cruel tortura para el pájaro que tenga que soportarlo apenas por algunos minutos.

Pregunta: Concluyendo nuestras Preguntas sobre el asunto del presente capítulo, deseamos saber lo que nos aconsejáis como más sensato e inteligente, con el fin de que podamos li­bertarnos más pronto del Karma doloroso del pretérito. ¿Halláis más justo que nos entreguemos por completo al sufrimiento y al dolor, toda vez que son efectos resultantes de la "expulsión" mórbida de toxinas que afectan nuestro periespíritu enfermo?

Ramatís: Ya os hemos dicho muchas veces, que no vivís en la Tierra como consecuencia de algún castigo o equívoco por parte del Creador, y sí con el fin de educaros para que en el futuro disfrutéis del derecho a habitar los planos paradisíacos. Aprovechad bien vuestras experiencias espirituales, tal como lo hacen los buenos alumnos en el curso escolar. Aunque el dolor y el sufrimiento sean desagradables, su función es la de transformar la vestimenta periespiritual oriunda de las energías telúricas del mundo animal, en la contextura delicada de la tú­nica angélica. La encarnación del espíritu en los mundos plane­tarios, es bendita providencia que desarrolla su conciencia y le proporciona la oportunidad de alcanzar la ventura por el mérito del esfuerzo personal. Su demora en el contacto con la materia, proviene del deseo siempre insatisfecho y del apego en demasía a la gran ilusión de la vida física, como si esta fuera la verdadera vida. Los entrenamientos ilusorios de la materia y de las pasio­nes peligrosas, cuando son muy cultivados, debilitan la voluntad y la hipnotizan de retorno al linaje animal, que constituye la base del periespíritu. Pero es de ley divina que todas las almas terminen saturándose por la mediocridad de los sentidos físicos y que modifiquen sus planos y destinos, para buscar, en defi­nitiva, las compensaciones elevadas de los mundos espirituales.

¡Y bajo nuestra sencilla opinión, Jesucristo es todavía el "Camino de la Verdad y la Vida" por cuyo motivo os aconsejamos que lo sigáis como la ruta más cierta para nuestra vida y para el logro de la más breve liberación de las cadenas kármicas del pasado! En toda su excelsa obra, permanece la semilla oculta de la senda venturosa. Desde que El, como el inconfundible media­dor del Cielo, aceptó tranquilamente el sufrimiento y el sacrifi­cio que no merecía, para libertar al hombre de las sombras de la animalidad, creemos que podéis entregaros confiados y serenos al dolor que purifica y perfecciona. Sin duda, mientras Jesús era inocente, vosotros sólo expiáis el resultado de la siembra im­prudente del pasado. Pero a través de las enseñanzas evangélicas revigorizadoras del alma, podréis desatar muy en breve los gri­lletes de vuestras culpas pasadas y liberaros del sufrimiento; ¡pues curando las enfermedades del alma, se curarán también las dolencias del cuerpo!

Ningún medicamento portentoso de vuestro mundo puede equipararse a las recomendaciones terapéuticas que el Sublime Nazareno nos dejó en el admirable "Sermón de la Montaña", y que el evangelista Mateo nos transmitió en el capítulo 5:1 al 12, de su evangelio: "Bienaventurados los mansos, los que lloran; los que tienen sed de justicia; los misericordiosos; los limpios de corazón; los humildes de espíritu, porque ellos serán consolados alcanzando misericordia, y de ellos será el reino de los cielos".


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