Pregunta: En virtud de haber distinguido muchas veces los términos "enfermo" y "enfermedad", ¿podríais explicarnos con más detalles las diferencias fundamentales que existen entre ambos conceptos?
Ramatís: Ciertamente, sabéis que la enfermedad es más propiamente un desorden funcional y no una anomalía cualquiera aparte que se aísle completamente de la unidad atómica, fisiológica o mental. Aunque por el concepto anatómico del ser vivo, todavía tienda la Medicina a hacer de cada órgano o sistema enfermo una enfermedad y de ésta una especialidad que requiere tratamiento específico, no cabe duda que siempre hay enfermos y no enfermedades. Á pesar de que el diagnóstico médico sea normalmente condicionado a una enfermedad especial en el cuerpo humano, es evidente que si en ese cuerpo todavía continúa manteniéndose la misma unidad y la predominancia del espíritu inmortal en su comando, es el "todo-individuo" quien realmente está enfermo y no solamente un órgano o cualquier parte anatómica aislada.
Es necesario distinguir, pues, entre "enfermedad", que es el diagnóstico dado por la Medicina oficial, considerado únicamente en razón de un órgano o de un sistema orgánico enfermo, y el "enfermo", que es el individuo (el todo psicofísico, el alma y el cuerpo), que precisa ser examinado en toda su extensión y profundidad psicosomática. Mientras el paciente sea considerado apenas en función de varias enfermedades, que surgen y desaparecen por las piezas vivas de su cuerpo carnal, es cierto que él continuará visitando los consultorios médicos hasta el fin de su vida, bajo la melancólica tarea de sustituir enfermedades, del mismo modo que las mujeres cambian de moda en las diversas estaciones del año. En la enfermedad, basta con que se considere el órgano enfermo; mientras que en el enfermo, ante todo, ¡es necesario descubrir cuáles son las desarmonías de su espíritu, en relación con los principios vibratorios de la vida cósmica!
Pregunta: ¿Podéis ilustrar la cuestión con un ejemplo adecuado, que nos haga comprender mejor la diferencia que existe entre enfermo y enfermedad?
Ramatís: Suponed que determinada criatura trae del médico el diagnóstico de que sufre una "colitis". No hay duda de que en ese paciente fue clasificada y señalada una enfermedad aislada en un órgano, en un ángulo de la parte del todo-individuo, separada de su cosmos psicosomático. El diagnóstico, en el caso, no se refiere al enfermo, y sí, indudablemente, a una enfermedad llamada colitis, o sea, inflamación del colon intestinal. El médico común, puede ignorar, en ese caso, que se trata de un morbo psíquico, oculto a su vista física y a las pruebas de laboratorio, y que, después de haber circulado por cierto tiempo por la contextura del periespíritu del paciente, afloró en la región abdominal y se presentó exactamente en el colon intestinal, por ser éste el punto más débil y vulnerable de todo el organismo. Sin duda, la enfermedad "colitis", ha de ser tratada aisladamente bajo la terapéutica específica más eficiente, condicionada a los últimos descubrimientos médicos, investigaciones patológicas y recursos elogiables de la farmacopea moderna.
El colon intestinal inflamado, será protegido e inmunizado bajo adecuada medicación y dieta razonable, no obstante se ignore que se trata de un impacto mórbido bajando directamente del campo psíquico que perturbó las funciones nutritivas, irritando cualquiera de los ángulos del intestino grueso. Es cierto que la apresurada protección medicamentosa al colon enfermo, irá a aumentar la resistencia contra la acción mórbida de los residuos tóxicos bajados de la mente desorganizada o producidos por las emociones descontroladas; tal vez impida la mayor difusión por el delicado tejido o reprima el impacto mórbido del mundo oculto, dificultando el mayor estancamiento de las toxinas. No obstante verse estas toxinas impedidas de esparcirse por la región inmunizada, no por ello hay solución de curación definitiva, pues esas toxinas se desviarán en seguida, para condensarse en otro órgano o región orgánica que, después del colon intestinal, se presente más vulnerable a su acción virulenta.
Desde el momento que el paciente persista en sus desequilibrios mentales y emotivos, que nutren el morbo psíquico circulante en su periespíritu, aunque la Medicina le cure una enfermedad llamada "colitis", ¡lo cierto es que él mismo no quedará curado! Algún tiempo después, se ha de quejar del duodeno, de la vesícula, del hígado, del estómago, del páncreas o de los riñones, necesitando reiniciar la antigua peregrinación por las clínicas médicas y luchar nuevamente con todos los tormentos acostumbrados. Quizás tenga que recurrir a los tubos tradicionales para agotar la bilis estancada, o a los medicamentos colecinéticos para activar la vesícula. Necesitará nuevas pruebas radiográficas, alcalinizantes, anestésicos o antiespasmódicos, ¡viviendo de la esperanza de que el médico, muy pronto, ha de descubrir su verdadera enfermedad! No hay duda de que no demorará la nueva sentencia médica, afirmada en la brillantez académica: tal vez sea una hepatitis, una úlcera duodenal o una gastritis; una colecistitis o amebiasis; esplenitis, nefritis o una grave apendicitis! Pero, aunque el médico consiga curar la vesícula, el estómago, el bazo, el duodeno, los riñones o el hígado enfermos, o el cirujano extirpe los órganos afectados, no por eso el enfermo se puede considerar curado. El hecho de librarse de los síntomas dolorosos o de los órganos que enfermaran bajo la acción del veneno psíquico vertido por el periespíritu, no comprueba la curación del doliente, y sí, apenas, la transferencia de la carga enfermiza. La curación se hace necesaria en el enfermo, en el todo-individuo, esto es: no basta tratar solamente los órganos enfermos, sino que será necesario obrar en la mente del individuo enfermo, para que se renueve en la composición de sus pensamientos perturbadores y evite, por tanto, nuevas cuotas de toxinas psíquicas que, por ley de gravedad física, han de fluir hacia el cuerpo indefenso.
No basta que el médico señale en su tabla patológica el tipo de la enfermedad diagnosticada con habilidad y después siga la terapéutica más aconsejable en el momento; en el subjetivismo del alma del enfermo, permanecerá la afirmación de que no fue curado, sino, apenas, contemporizado en su estado molesto. Siempre ha de persistir su temor: ¿en qué órgano el indeseable huésped oculto y mórbido, se habrá de manifestar nuevamente para producir otra "enfermedad"? Evidentemente, después que el morbo psíquico haya efectuado el recorrido por todos los órganos más vulnerables del organismo carnal, expulsado a cada paso por el bombardeo medicamentoso o porque el cirujano extirpa su punto de apoyo material, cesará su marcha destructora en la última estación de parada: ¡el corazón!
¡El paciente, a pesar de tantas enfermedades diferentes hábilmente curadas, termina sus días más enfermo que cuando compareció por primera vez en el consultorio médico, porque además de las enfermedades propiamente dichas, se encuentra lesionado por la intoxicación medicamentosa o marcado por las cicatrices dejadas por las operaciones!...
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