Pregunta: ¿Podrías exponernos con mayores detalles cómo se produce la intervención o la acción del hombre sobre el elemental primario que le produce el cáncer?
Ramatís: Ya os hemos dejado explicado, que el hombre, en su condición de criatura que piensa, siente, actúa y puede examinar sus propios actos, es tan responsable por las "virtudes" que lo benefician, como por los "pecados" que lo perjudican espiritualmente. En el primer caso, se sensibiliza afinando su indumentaria periespiritual; en el segundo, se perturba por la mente y por la emoción descontrolada, alterando la armonía electrónica de las energías ocultas que sustentan sus energías biológicas. De acuerdo con la naturaleza del pecado o la de la violencia mental que ejerce en oposición espiritual, perturbará el tipo de elemental primario o energía básica primitiva del mundo astral que, en el conocido choque de retorno, produce una reacción lesiva idéntica, en el periespíritu y luego se transfiere del mundo oculto al de la carne, produciendo el estado enfermizo que la medicina clasifica entonces en su terminología patológica.
De conformidad con la naturaleza del pecado, el conflicto mental o emotivo que el individuo crea para con la armonía de su espíritu, irrita el tipo de elemental específico que le sustenta el electronismo biológico, estableciendo el terreno mórbido que se hace electivo para determinada invasión microbiana. Es así como se producen la nefritis, la tuberculosis, el asma, la lepra, la sífilis, la amebiasis, el pénfigo o el cáncer; y de acuerdo como sea la devastación orgánica, puede llegarse a la alienación mental, a la esquizofrenia o a la epilepsia. El proceso morboso que reacciona del mundo oculto a través del propio elemento creador que es perturbado, ataca el sistema linfático, el sanguíneo, el óseo, el endocrínico o el muscular, produciendo enfermedades características y diferentes entre sí; desarmonizando las relaciones entre el periespíritu y la carne.
La mayoría de los casos de cáncer que afectan al hombre, se produce por la disfunción de la base psíquica-electrónica de la organización de las células, debido a que el elemental que fecunda la vida material, se hace virulento. Entonces, esa modificación morbosa se convierte en el alimento predilecto de ciertos bacilos psíquicos todavía inaccesibles a cualquier percepción por parte de los aparatos de los laboratorios terrestres, pues el origen mórbido sólo puede ser considerado en el campo de las conjeturas patológicas. El residual enfermizo, se va acumulando en el periespíritu en las sucesivas reencarnaciones, formando la indeseable estasis, saturándose el organismo físico hasta quedar excesivamente sensibilizado. Es suficiente una sencilla contusión mal cuidada, una estenosis insoluble, una enfermedad demorada en un órgano debilitado, una irritación por agentes químicos, el abuso excesivo del tabaco, del alcohol, de la carne de puerco, de los narcóticos o de los sedativos a granel; de la intoxicación medicamentosa, de la hemorragia incontrolable, de una intervención quirúrgica inoportuna o de una excrescencia parasitaria, para que se inicie la desarmonía celular con la vertencia del morbo fluido en la carne, y la consecuente anomalía en el crecimiento y yuxtaposición de las células.
¡Pocos médicos saben que es suficiente algunas veces un estado de irascibilidad, de odio, de violencia, de disgusto o de insidiosa melancolía, para que se inicie la arenación tóxica y la incidencia cancerosa, que se manifiesta como si hubiese sido accionada por un fuerte detonador psíquico!
La virulencia fluida, en descenso del periespíritu, rompe el equilibrio entre el electronismo biológico del hombre y las colectividades microbianas que garantizan la estabilidad de la vida física, dependiente siempre de la armonía psicosomática. Entonces, la carne es la gran sacrificada por los neoplasmas que, después, la terminología académica distingue en la forma de sarcomas, epiteliomas, etc., o de la implacable leucemia.
Pregunta: ¿Podríais explicarnos de modo más comprensible, cómo se procesa el acometimiento canceroso en el cuerpo de la criatura humana, a través de la subversión del elemental primario de la función creadora? ¿Os sería posible darnos una idea del motivo por el cual es tan difícil la curación del cáncer, no obstante contar la Medicina con aparatos y medios tan eficientes?
Ramatís: Bajo nuestra visión espiritual, hemos observado que el elemental fluídico primitivo y creador, después de haber sido subvertido o irritado por las vibraciones violentas o mórbidas de la mente humana, se vuelve denso como algo viscoso astral y se adhiere al delicado tejido del periespíritu, amenazando con peligrosa petrificación que exige al alma un pesado tributo. Verificamos que en el fondo de todas las tumoraciones físicas cancerosas, se acumula en la forma de manchas, emplastos o excrecencias astralinas que se asemejan mucho al cieno, adherentes a las contrapartes etéreo-astrales, manteniendo allí una vida parasitaria e independiente, como si fuesen manchas negras sobre una vestidura de lino albo.
A través del fenómeno de la osmosis, el fluido contaminado del elemental alterado es absorbido por el periespíritu y sobresale como huésped indeseable en el proceso mórbido del vampirismo fluídico que, por la ley de la vida sideral, precisa ser expulsado de la vestimenta inmortal del espíritu, toda vez que se trata de energía nociva que no pertenece a su circulación normal. En el caso de la leucemia o del cáncer sanguíneo, ese elemento lodoso, primario, y posteriormente agresivo, circula por la contextura del periespíritu polarizándose más fuertemente en las contrapartes etéreo-astrales, que son las matrices ajustadas a la médula ósea, al hígado y al bazo, proporcionando perturbaciones perniciosas al conocido proceso de la hematopoyesis, o sea, de la formación de los glóbulos de la sangre, constituyendo, a nuestra vista, verdadera "infección fluídica".
Si el médico terrestre pudiese examinar esa esencia primaria alterada por el propio espíritu del hombre, como excrecencia lodosa adherida a la organización periespiritual, sin duda la asociaría a las formas características y repugnantes de los lipomas que a veces deforman grotescamente el rostro de las criaturas. Uno de los hechos más significativos, es que ella aumenta su fuerza y su vibración agresiva en perfecta sintonía con los residuos de otras energías deletéreas que el hombre pone en acción por la imprudencia de sus nuevos desequilibrios mentales y emotivos. Se nutre y se fortalece en su virulencia, cuando recibe nuevo combustible fluídico producido por el psiquismo humano durante los estados de odio, cólera, celos, envidia, crueldad, miedo, lujuria y orgullo. He ahí por qué los médicos modernos han verificado que las crisis de los cancerosos, mantienen estrecha relación con sus estados psíquicos.
El hombre, como chispa emanada del Creador, foco de luz oscurecido por la personalidad carnal transitoria, debería mantenerse por encima de las pasiones e intereses inferiores del mundo material, con el fin de que, concentrando las energías que activen su luminosidad espiritual interior, pueda proyectar las fuerzas que disuelven las adherencias y las petrificaciones astrales de su periespíritu, librándolo de los procesos morbosos que oscurecen su transparencia sideral. En el caso del cáncer, solamente la dinamización vigorosa de fuerzas generadas en el mundo interior del espíritu, son las que podrán disminuir la acción agresiva del elemental primario que, después de haber sido perturbado, es el causante del cáncer.
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