Fisiología del Alma



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Ramatís: Ciertos medicamentos excesivamente mineralizan­tes, producen también efectos acumulativos y perniciosos en el organismo humano, proviniendo la posibilidad de que se mani­fieste el cáncer, de la medicamentación intoxicante. En el futuro, también la Medicina se enfrentará con un nuevo rompecabezas sobre la etiología del cáncer, cuando verifique que los antibióticos —actualmente usados a granel ante el resfriado más simple— minan la cohesión y procreación de innumerables colectividades microbianas responsables de importantísimas funciones orgánicas y de la reconstitución anatómica del hombre. Como el antibió­tico no puede seleccionar directamente el germen que fue visua­lizado por el médico, atacándolo exclusivamente, aunque los cla­sifiquen como estafilococos o estreptococos, hiere también a las otras conglomeraciones microbianas que sustentan los complejos fenómenos de la vida física, proporcionando perturbación dañina en la red bioelectrónica, y produciendo terreno apropiado para los neoplasmas malignos.

Os recordamos la inutilidad de represar el morbo que lesiona el organismo carnal proveniente del psiquismo desordenado, y creemos que, en el curso de cualquier enfermedad, lo más sen­sato será siempre despertar las energías espirituales del enfermo, ayudándolo a cooperar con su naturaleza orgánica llena de sabi­duría y de iniciativa terapéutica instintiva.

La farmacología moderna, cuando no es absolutamente ino­cua debido a la falta de escrúpulos de sus responsables que per­siguen el fácil lucro, ciertas veces es demasiado violenta por su metralla mineralizante, provocando reacciones químicas en el cuerpo, que muchas divergen completamente de las experiencias de laboratorio y sobrepasan las previsiones médicas. Existen fac­tores ocultos, en el organismo humano, que todavía escapan al entendimiento del científico muy aferrado al dogmatismo acadé­mico, sobre el comportamiento de la materia. A veces, son sacri­ficados órganos sanos y se perturban funciones armoniosas, de­bido a la masacre indiscriminada de las colectividades microbia­nas destinadas a la recomposición de las células; y eso, apenas para atender a molestias menos graves.

Ese bombardeo indiscriminado en el seno del mundo vivo del microcosmos, perturba de tal modo el sistema bioelectrónico de garantía armónica de las células y dificulta la transmisión de los genes en la línea hereditaria de tal modo, que no será muy difícil que en el futuro, un simple estornudo mal controlado venga a provocar la eclosión del cáncer en el hombre. ¡Tal es la violencia que ese bombardeo ejerce actualmente en las bases de su edificio atómico!



Pregunta: En cierta respuesta a una de nuestras preguntas, dijisteis que la Homeopatía produce también algún efecto cura­tivo en el cáncer. ¿Podríais decirnos algo a ese respecto?

Ramatís: Los medicamentos homeopáticos, principalmente los de alta dinamización, como en las dosis de 1,000, 10,000 ó 100,000, son extremadamente activos en su acción energética y pueden alcanzar profundamente el campo del magnetismo sutilísimo de la contextura del periespíritu. Esos medicamentos homeopáticos, son bastante potencializados o radiactivos, presentando sus cam­pos electrónicos muy acelerados y emitiendo vigorosas comentes de partículas infinitesimales en alta velocidad, que después se transforman en cargas energéticas desintegrantes de las masas de astralidad inferior, adheridas todavía al periespíritu del en­fermo.

Además, la propia Medicina moderna reconoce ya el valor de diversas energías ocultas, pues las utiliza a través de aparatos eléctricos apropiados, tal como los rayos infrarrojos, los ultra­violeta y otros tipos que se hallan en vías de ser descubiertos, que pueden desintegrar manchas, excrecencias y formaciones parasitarias nocivas al cuerpo físico.

La Homeopatía, tal como ya os hemos explicado con mayo­res detalles en reciente comunicación medianímica, es una tera­péutica energética que actúa en el cuerpo humano a semejanza de un catalizador. Su función principal, actuando como notable fermento oculto, tiene por objeto despertar las energías adorme­cidas en la intimidad orgánica y acelerar sus reacciones electró­nicas. Su éxito se deriva justamente, del hecho de que obra con más resultado en la contextura del periespíritu y de que combate por el bombardeo de sus partículas infinitesimales, el propio elemental de astralidad inferior que alimenta el cáncer, No hay duda de que, por tratarse de una terapéutica muy sensible y puramente energética, exige del enfermo toda su colaboración espiritual posible, unida a la mayor economía de sus fuerzas vitales, que se despiertan por la acción catalizadora homeopática. La modificación interior del enfermo, su dominio sobre las pa­siones y sobre los vicios desbordados, no sólo sublimizan sus fuerzas de sustentación espiritual superior, sino que aprovechan también el energismo de la Homeopatía, para lograr la restau­ración del cuerpo carnal.

Conocemos casos en que determinados individuos electivos al cáncer, no llegaron a materializarlo en la carne, porque, es­tando sometidos al tratamiento homeopático con el propósito de atender a otras enfermedades menos dañinas, el médico homeó­pata, al prescribirles el medicamento constitucional y afín de su tipo psicofísico, logró restablecer el energismo perturbado en la red biomagnética.

Pregunta: ¿No podríamos suponer que ese éxito homeopático podría ser una intervención prematura en aquellos que deberían sufrir, por ley kármica, la prueba del cáncer?

Ramatís: El cáncer, no es una prueba determinantemente de expiación, mediante la cual se liquiden culpas pretéritas. Es, simplemente, una fase del proceso sideral para que el espíritu expurgue los venenos que lo convertirán en un desventurado en el Más Allá. El fatalismo, en ese caso, es sólo uno: la necesidad de proceder a la limpieza del periespíritu, drenando un tipo de tóxico específico elaborado en los momentos de desequilibrios espirituales. Si ese drenaje se pudiera realizar sin sufrimiento alguno, no habría, por parte de Dios, propósito alguno de impo­ner el dolor como castigo por las faltas cometidas anteriormente. Entretanto, dentro de lo científico de la Ley del Karma, sólo existe ese medio que, al ser empleado, provoca el sufrimiento en el "descenso" de las toxinas periespirituales sobre la carne.

De conformidad con lo que ya os hemos informado anterior­mente, los individuos curables por la Homeopatía, son apenas aquellos que ya presentan cierta condición psíquica electiva pa­ra esa terapéutica tan delicada. Individuos que son dotados de alguna sensibilidad espiritual y, por tanto, menos animalizados, propicios siempre a la piedad, a la confraternidad humana, a la filantropía y a la simpatía fraterna. Los que son curados del cán­cer por la Homeopatía, ya sea prematuramente o después de hallarse enfermos, es fuera de duda que presentan condiciones íntimas electivas para la terapia de las dosis infinitesimales, y que poseen mejores credenciales espirituales.

Pero aquellos que todavía conservan su periespíritu sobre­cargado de toxinas psíquicas acumuladas en las vidas pretéritas y que continúan acicateándolas con nuevos impactos mórbidos, convirtiéndose en candidatos a nuevas purgas tóxicas en las pró­ximas encarnaciones, es obvio que, aunque se sometan al inten­sivo tratamiento magnético u homeopático, no lograrán ningún éxito, porque el curso de una existencia física les ha de ser in­suficiente para que puedan expurgar todo el veneno, cuya den­sidad y cantidad resisten a la sutileza de la terapéutica ener­gética.




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