Pregunta: Habéis dicho, en cierta ocasión, que las mujeres que fuman sufren mayores perjuicios que los hombres. ¿Queréis explicarnos detalladamente este asunto?
Ramatís: Nos hemos referido, hace poco, a la acción venenosa de la nicotina, que causa deterioro en los vasos sanguíneos, retardando el aflujo de sangre a los centros cerebrales superiores y a las zonas sensitivas situadas externamente en el córtex cerebral. La prueba evidente de esa contracción de los vasos sanguíneos, está en que los fumadores más exagerados sufren a veces de cierto "olvido" y adormecimiento en las extremidades de los dedos, provocado por la exigüidad de la circulación capilar. Muchas clínicas médicas están comprobando ya que las enfermedades del corazón son más frecuentes entre los fumadores, debido a la proverbial contracción que la nicotina provoca en las venas coronarias, aumentando, entonces, la presencia de la "falsa angina", cada vez más común entre los fumadores inveterados.
Esa influencia del tabaco, tóxica, es mucho más suave en el organismo masculino, debido a su naturaleza fuerte y viril; mientras que se hace profundamente molesta y grave en el cuerpo femenino, por ser la mujer portadora de mayor cantidad de vasos sanguíneos que el hombre, para poder atender con éxito los cambios del quimismo en las fases críticas y en las épocas de la procreación. Por poseer un organismo mucho más delicado y profundamente sensible, y por ser el vaso de la procreación de la vida, se sitúa entre las fuerzas astrales de la vida oculta y las energías de la animalidad del mundo material, sufriendo por tanto la mujer, mucho más que el hombre, los efectos peligrosos de las sustancias nocivas contenidas en el tabaco, tales como la nicotina, la amonia, los ácidos oxálico, tánico, nítrico y el óxido de carbono, que se producen durante la combustión del cigarro.
Teniendo en cuenta que la propiedad específica de la nicotina, contrae los vasos sanguíneos, no será difícil imaginar cuan nocivo es el tabaco para los órganos, glándulas y sistema sanguíneo de la mujer, que está mucho más provista de sangre en su red vascular, que el organismo masculino. Es evidente que ante cualquier disminución de la sangre necesaria para irrigar en ella normalmente los órganos y los sistemas procreativos en la función expulsora de las toxinas menstruales, la nicotina, al contraerle los vasos sanguíneos, reduce también el éxito de esa operación bienhechora, aumentando, por tanto, la carga tóxica en su delicada circulación.
Las estadísticas de vuestro mundo, prueban que muchas mujeres que fuman, envejecen más rápido que las que no fuman, pues la contracción sanguínea provocada por la nicotina, le roba poco a poco el sonrosado de la piel, debido a la disminución circulatoria en la superficie del rostro. Entonces, las arrugas surgen más pronto, pues al ser reducida la cantidad de sangre necesaria para irrigar la piel y remover sus impurezas, los residuos nocivos y grasientos se retienen por más tiempo, formándose las petrificaciones subcutáneas que después se revelan en forma de manchas, arrugas, etc. Después de todo eso, nada adelanta la mujer defendiéndose heroicamente con los potes de cremas y tinturas, o por medio de la química que le ofrecen los salones modernos de belleza, ¡pues lo artificial no evita que ostenten una vejez prematura, como que sus dedos y sus dientes sean manchados por la nicotina! Ninguna crema o pomada milagrosa conseguirá sustituir esa deficiencia provocada por la inacción circulatoria y característica de la nicotina, cuyo tóxico, a su vez, actúa aun más en el delicado sistema glandular, interfiriendo en la armonía de la función ovárico-tiroidea, llegando hasta perturbar el temperamento. El uso del tabaco, influye poco a poco en la progenie femenina, y si la mujer se obstina en mantener tal vicio pernicioso a su delicada constitución, es cierto que, muy pronto, los buenos ginecólogos han de reconocer los efectos dañinos y el estigma nocivo de la nicotina, en el metabolismo tan sensible de la mujer.
Pregunta: Hemos oído decir que el vicio de fumar en la mujer, puede influir también en la procreación de los hijos. ¿No será ésta una opinión absurda?
Ramatís: Las mujeres que fuman exageradamente, tienden a gestar menor cantidad de hijos, y algunas llegan, antes de tiempo, a la esterilidad. Las que fuman durante la gravidez, son más propensas a náuseas, vómitos, salivación, ataques nerviosos, perturbaciones digestivas y reducida filtración hepatorenal, pues la nicotina contrae el calibre de las células cónicas hepáticas y de los basinetes renales. En algunos casos, es viable el aborto provocado por la inanición circulatoria, cuando la nicotina cerca en demasía el crecimiento del feto por la contracción de los vasos sanguíneos, acentuando, también, el peligro del colapso nervioso de la parturienta. La producción de la leche materna, es también perturbada, pues algunos de los venenos contenidos en el tabaco, llegan a destruir o atrofiar gran parte de los gérmenes lácteos, mientras el óxido de carbono que es absorbido en la inhalación del humo, inflama la tráquea y reduce los alvéolos bronquiales, causando las tradicionales disneas de muchas gestantes.
Es evidente que muchas campesinas fuman desde jóvenes, sin que por ello confronten dificultad alguna de su prodigalidad creativa, pues aun superan a muchas mujeres residentes en las ciudades, protegidas por los más modernos tratamientos obstétricos. Pero ello se debe a que la vida casi toda animal, simple y libre de los campos, a distancia de las opresiones nerviosas de las ciudades, favorece la reserva de las mejores defensas orgánicas y neutraliza con éxito los peligros ocasionados por el tabaco en las gestaciones.
No obstante, las mozas que crecen en el torbellino de las ciudades sumergidas en el seno de los residuos impuros, aficionadas a la alimentación artificiosa, tóxica y errónea, sin disfrutar del oxígeno puro y recuperador de las campiñas y de los árboles vitalizadores, si caen en el vicio del tabaco, serán siempre víctimas de su imprudencia, toda vez que sus organismos se encuentran ya bastante debilitados en sus defensas naturales.
No pretendemos reprobar a la mujer por su debilidad en fumar, pero consideramos que la figura femenina es la convergencia delicada de la poesía divina modelada en la forma humana. Nunca su porte delicado debería humillarse ante los vicios detestables y propios de la imprudencia masculina, tales como el tabaco, el alcohol o la glotonería. Sólo podrá quedar algo tierno y valioso en la vida humana, si la mujer se conserva como la esperanza y el símbolo de una elevada inspiración espiritual de la propia organización humana.
La mujer moderna que se pervierte cada vez más en el vicio del cigarro y la bebida, se vuelve grotesca y ridícula, pues imitando los vicios del hombre y sin poseer su fuerza original, apenas se exhibe en infeliz masculinización, que poco a poco destruye su encanto milenario. Así no se nivela en los mismos derechos masculinos a los que busca hacer justicia en la comunidad humana, y sí en el rol de los vicios perniciosos preferidos por los hombres negligentes y desinteresados en su propia ventura espiritual. Aunque sea mujer, no se eximirá de sufrir en el Más Allá los terribles efectos de la nicotina-astral que circulará por su periespíritu, obedeciendo fielmente a la ley de que "la siembra es libre, pero la recolección obligatoria".
Para muchas mujeres que fuman desordenadamente, será muy triste en el futuro, que por efecto de su negligencia espiritual se transformen también en "pitilleras vivas" de otras infelices mujeres torturadas y vencidas por el deseo del mismo vicio del tabaco, en el Más Allá. Como el sexo es solamente una señal exterior sobresaliente en el mundo físico, en la intimidad del cuerpo masculino o femenino, reside siempre el alma recogiendo conforme con lo que sembró y uniéndose a las esferas de la vida en el Más Allá, de acuerdo con su propia afinidad espiritual para con el Bien o el Mal, para con lo digno o el vicio.
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