Fisiología del Alma



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Pregunta: Cuando los espíritus nos dicen que la muerte del cuerpo físico no extingue la voluntad de ingerir alcohol, queda­mos confundidos, pues si el cuerpo es físico, ¡todo hace creer que la tumba sea la frontera definitiva de las sensaciones físicas! ¿Estamos equivocados en nuestro raciocinio?

Ramatís: La desencarnación no destruye los deseos, pues éstos son psíquicos y no físicos. Después de la muerte corporal cuando el alma se ve impedida de la satisfacción alcohólica, es precisamente cuando su deseo se recrudece más y la idea de la imposibilidad de saciar el vicio le produce atroz desesperación.

Hace mucho tiempo que la tradición ocultista os enseña que el cuerpo astral, como uno de los vehículos que componen el periespíritu, es el "cuerpo de los deseos" en el cual radica el deseo del espíritu y se conservan todos los residuos producidos por su emotividad y por las pasiones vividas durante los milenios pasados, A través de ese sutilísimo cuerpo astral, constituido por toda la esencia psíquica emotiva desde su origen planetario, es por donde se manifiesta el deseo del espíritu. En esa contex­tura delicadísima, es por donde actúan, gritan y dominan, todos los ecos y estímulos de las pasiones, deseos y vicios que hayan vibrado en el alma a través de sus anteriores encarnaciones físicas. Por eso, la simple perspectiva de no poder saciar la an­gustiosa sed del alcohol traída de la Tierra, deja a esos infelices alcohólicos ciegos y enloquecidos bajo los más cruciantes acon­tecimientos. Se rompen en ellos las cadenas de cualquier con­vención o deber afectuoso, llevándolos a practicar viles torpezas para conseguir el alcohol. Aquellos que han presenciado los ataques etílicos de los alcohólicos y se compungieron ante sus alucinadores delirios, ¡no han observado, sin duda, ni el veinte por ciento de lo que acontece a esos desgraciados dominados por el vicio, cuando son lanzados brutalmente al astral! Además de eso, las entidades de las sombras procuran auxiliar a los viciados recién llegados al espacio, enseñándolos a tener paciencia y a buscar su "médium electivo" en la superficie de la Tierra a fin de convertirlo en un dócil "vaso vivo" que, en forma de un ser­vidor, les mitigará en el mundo material la sed ardiente del alcohol.



Preguntas ¿Cuál es la idea más clara que podemos formar­nos de ese infeliz que denomináis "vaso vivo"?

Ramatís: Designo como "vaso vivo", a la criatura que se deja dominar completamente por el vicio del alcohol, volviéndose débil psicológica y espiritualmente. Cuando sucede eso, los viciosos del Más Allá, que afinan con su constitución psíquica, la vigilan y actúan incesantemente sobre ella, con el fin de con­seguir situarla bajo la frecuencia vibratoria con que operan en común, para subvertirle completamente su voluntad y su carác­ter. De acuerdo con la ley de afinidad espiritual, es preciso que el candidato a la función de "vaso vivo", vibre en la misma faja vibratoria del malhechor desencarnado, pues solamente de ese modo éste consigue actuar con éxito e interceptar cualquier ins­piración superior que pueda ser enviada a su víctima con el propósito de librarlo del vicio. Cuando el obsesor consigue do­minar por completo al bebedor encarnado, trata de cercarlo de cuidados y protegerlo contra otras entidades desencarnadas que intenten usarlo como "vaso vivo".

El alcohol ingerido por el alcohólico terrestre, después que llega a su estómago, se volatiliza en operación progresiva, hasta alcanzar su forma etéreo-astral, en cuyo momento los espíritus viciosos pueden succionarlo mediante el aura del infeliz borra­cho. Se trata de una especie de repulsiva operación de vampirismo que, para satisfacer en parte a los desencarnados, agota la vitalidad de la victima. En algunas ocasiones, se aglomeran va­rias entidades viciosas sobre el aura de un mismo bebedor, ¡cons­tituyendo una grotesca y degradante escena de succión de alco­hol! Esas entidades se muestran irascibles e irritadas cuando sus pacientes no los atienden satisfactoriamente, dejando de beber la cantidad deseada por ellas para lograr por completo su mórbida satisfacción. Trabajan furiosamente para que el infe­liz aumente su dosis de alcohol, pues representa el transformador que debe saturarse cada vez más a fin de cumplir la repulsiva tarea de dar de beber a los viciosos del Más Allá.

He ahí el motivo por el cual muchos alcohólicos insisten en afirmar que una fuerza oculta los obliga a beber cada vez más, hasta que llegan a caer al suelo inconsciente. Saturados entonces de alcohol, cual míseros harapos humanos exudando los vapores repelentes de la embriaguez, atraviesan el resto de sus existencias transformados en víctimas de sus obsesores, que astu­tamente se ocultan en las sombras de Más Allá del Túmulo.


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