Fisiología del Alma



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Pregunta: ¿Cómo consiguen perturbar a sus víctimas cuando se hallan protegidos por la atmósfera de sus hogares ordenados?

Ramatís: Hacen todos los esfuerzos para que esos indivi­duos sufran toda suerte de irritaciones, ya sea durante el trabajo o durante el trayecto del local del trabajo al hogar, procurando, así, inducirlos a provocar conflictos en la familia. Los incitan a las críticas, a las censuras y a los desentendimientos en los loca­les de trabajo, en los vehículos de transporte, en los locales de deportes y casas de diversión, llegando hasta provocarles dis­cordias entre las afecciones más sinceras. No satisfechos con eso, procuran encaminar a las manos de sus víctimas la revista obscena, el panfleto irascible y venenoso, el periódico escan­daloso que les despierta la íntima rebelión contra todo, atribu­yendo a explotaciones ajenas y a intenciones deshonestas, los hechos más corrientes del mundo.

De ahí el motivo por el cual muchos padres, hijos, esposos y hermanos, al hacer sus comidas, se mantienen ceñudos a la mesa, irritados e impacientes, dando lugar a discusiones por cualquier motivo frívolo, pues son raros los que confían en la oración colectiva antes de dar comienzo a la comida, con el fin de calmar los nervios de los que llegan de la calle con el ánimo sobreexcitado. En general, las familias terrenales están separa­das en su intimidad espiritual; comúnmente, los cónyuges man­tienen entre sí una familiaridad artificial, intercambiando sonri­sas hipócritas o convencionales, para satisfacción de la sociedad.

En realidad, la mayoría de los hogares terrestres no pasa de ser melancólica hospedería para la alimentación y reunión de los cuerpos cansados, mientras las almas viven casi siempre distantes unas de las otras. Es la catadura feroz y consuetudi­naria del jefe de la familia que viene a desahogar la acritud de su carácter y desarreglos; son las escenas de celos animalizados que avivan incendios de cólera y de brutalidad, que llegan a degenerar en dramas o tragedias irreparables; es el hijo privi­legiado que transforma su lujoso automóvil en trazo de unión entre el hogar y el prostíbulo; es la joven caprichosa, ruda en el trato casero pero afable y sofisticada en el ambiente social; es la esposa que sólo piensa en la "toilette", preparándose para exhibirse en los té danzantes, cargada de pendientes; es el hijo más joven exigente y autoritario, transformado por negligencia o incomprensión de los padres, en dictador dentro del hogar; son las escenas deprimentes que transforman la mesa doméstica de las comidas en un palco de desavenencias, haciendo surgir un ambiente de guerra en una reunión que, por todos los mo­tivos, ¡debería ser de bendiciones y paz!

Debido a estas escenas y hechos dolorosos, se multiplica el número de los que pasan a cultivar amistades reprobables al no comprender la grandeza moral y espiritual del sentido exacto de la familia. La mayoría de los componentes de la familia te­rrenal, desinteresada del problema del individuo como espíritu eterno, convierte los hogares en arena de luchas y discordias, perdiendo la feliz oportunidad —que sería bendita— de utilizar­los para la consagración y la unión bajo la égida de la fraternidad espiritual.

¡Cuántas veces uno u otro miembro de la familia se levanta colérico de la mesa, con los labios húmedos todavía por el alimento que ingería neurótico en la hora sagrada de la comida, desapareciendo bruscamente en la calle, rebelado contra la estupidez del hogar y de sus familiares! ¿Qué sucede, entonces? Al trasponer la puerta, grupos de obsesores le salen al encuentro con vivas demostraciones de alegría, festejando el éxito alcan­zado, recordando una bandada de aves agoreras volando en torno, imprudentes ¡que debilita sus defensas debido a la iras­cibilidad con que salió del propio hogar! Los malhechores de las sombras, le sugieren, entonces, que debe olvidarlo todo con la bebida; lo guían al encuentro de otro individuo desilusionado de la vida y de la familia. Entre ambos, cambian lamentos y las quejas son recíprocas. No tarda, entonces, el desahogo por medio del alcohol deprimente. ¡He ahí logrado el objetivo de los alcohólicos de las sombras!


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