Fisiología del Alma



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Pregunta: Esos hombres de genio incomún, pero bohemios y bebedores, ¿sufren también, cuando desencarnan, las mismas consecuencias a que se sujetan las otras víctimas de la embria­guez, pero sin cultura ni talento?

Ramatís: Ya os hemos dicho que los viciosos que pasan por el mundo, aunque produzcan beneficios y sean protegidos con­tra los espíritus malhechores, no se libran de los males producidos en la tesitura delicada del periespíritu, como consecuencia de la ingestión de los tóxicos.

Los hombres verdaderamente sabios, no laboran contra sí mismos, ni se dejan comandar por los vicios que deprimen al ser humano. ¡Realmente, todavía es muy grande la diferencia entre la "inteligencia" transitoria del mundo material y la sabi­duría definitiva del espíritu, que es eterno! La inteligencia pro­visional, es el talento intelectivo afirmado en las configuraciones y experimentaciones del mundo interino de la materia; la sabi­duría definitiva es la conquista inmortal del espíritu; es su memoria milenaria, existente desde el origen de su conciencia, que se proyecta en la vida física. Sabio es aquel que dirige con eficiencia su vida en la materia, en vez de ser apenas una pieza movida por las circunstancias engañadoras del mundo provisional de la carne.



El problema de la ventura espiritual, es, por tanto, profun­damente íntimo e individual, pues conforme dice el Evangelio, "cada uno recibirá de acuerdo con sus obras". Casi siempre los bohemios alegres despiertan en el Más Allá aterrorizados y mie­dosos, ante los panoramas tétricos y atroces que presencian des­pués de la muerte corporal. Ante esa realidad implacable, huye de ellos la arrogancia, el sarcasmo y el lenguaje epigramático con que se aureolaban en el mundo físico para ser el centro convergente de la admiración y de la devoción de un puñado de adeptos entusiastas, pero inconscientes por completo de la vida espiritual. Los hay que se rebelan y apuntan su ironía bajo la crítica mórbida, contra los bienes de la vida y el Creador, imbuidos de despecho, debido a su frustración intelectual; lo que puede llevarlos a engrosar las filas de los ex bebedores des­encarnados e ingresar en la multitud de viciosos que viven a la caza de "vasos vivos", para lograr la continuidad alcohólica en el astral inferior. Pero también existen los que caen en sí, bas­tante arrepentidos, al reconocerse como infelices espantajos frus­trados en su propia inteligencia, que les había parecido de gran seguridad en el mundo terrestre, pero que brillaba solamente entre, artificios incapaces de proporcionarles la paz en el mundo espiritual. Aunque hayan sido cultos en la experimentación hu­mana, bastante ágiles de raciocinio y ricos de epigramas aguza­dos, necesitan apoyarse, después del "fallecimiento", en la diestra que les tiende la esposa abandonada, y hasta en los tardíos en el intelecto que, aunque tan subestimados en la Tierra, con­siguieron su equilibrio en el Más Allá.

Pregunta: ¿Podéis explicarnos con más detalles lo que afir­masteis hace poco, sobre los cuidados y protección que los obsesores dispensan a sus "vasos vivos"?

Ramatís: Reviviendo la leyenda que "el diablo siempre ayu­da a sus ahijados", los obsesores rodean a sus "vasos vivos" de todos los cuidados y experiencias y auscultaciones —que llegan a exigir a veces algunos años de trabajo— para que el encarnado se transforme en una fuente alcohólica desprovista de voluntad propia, sus "dueños" tratan de preservarlo lo más posible de acci­dentes, conflictos y hasta de enfermedades que puedan sujetarlo al lecho e impedir que les filtre los alcoholes deseados. Por tanto, lo ayudan a atravesar puentes y lugares peligrosos; lo guían en las calles y caminos oscuros ¡y se esfuerzan para sostenerlo hasta en sus fuerzas vitales! De ahí las sorpresas muy comunes que nos asaltan cuando observamos que beodos que parecen imposibilitados de moverse, aciertan con el camino de la casa, atraviesan calles de gran movimiento por entre vehículos veloces, sin sucederles nada. El pueblo, siempre observador de ciertos hechos inexplicables, glosa este acontecimiento a tra­vés de la sentencia: "a la criatura y al borracho, Dios les pone la mano por debajo"... Pero la verdad es que no se trata de protegidos por Dios, y sí de infelices "vasos vivos" cuyos "due­ños" desencarnados guían con gran atención, con el fin de no perder tan admirables alambiques que les costaron mucho tiempo de trabajo.


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