Fisiología del Alma



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LA SALUD Y LA ENFERMEDAD
Pregunta: Antes que nos trasmitáis vuestras consideraciones sobre la eficacia del tratamiento homeopático, prometidas hace mucho, desearíamos que nos explicaseis cómo se originan las molestias, particularmente en el mundo oculto de las fuerzas que alimentan el pensamiento y el sentimiento.

Ramatís: La salud y la enfermedad, son producto de la ar­monización y desarmonización del individuo con las leyes es­pirituales que actúan desde el mundo oculto sobre el plano físico. Las molestias, por tanto, ponen de manifiesto en el mundo psíquico e invisible a los sentidos de la carne, cuando ¡el alma está enferma! La cantidad de cólera, envidia, lujuria, codicia, celos, odio o hipocresía que el espíritu haya acumulado imprudentemente en el presente o en las existencias físicas an­teriores, forman un patrimonio "morbo psíquico", una carga insi­diosa y tóxica que, en obediencia a la ley de la Armonía Es­piritual, debe ser expurgada de la delicada intimidad del periespíritu. El mecanismo ajustador de la vida, actúa drásti­camente sobre el espíritu que incurrió en falta, al mismo tiempo que el fardo de sus fluidos nocivos y enfermos se van difun­diendo por su cuerpo físico.

Durante el período gestatorio de la nueva encarnación, esos residuos psíquicos venenosos provenientes de energías gastadas mórbidamente, se condensan gradualmente en el cuerpo físico a medida que éste crece y, por fin, lesionan las regiones orgánicas que por hereditariedad sean más vulnerables. Ese proceso me­diante el cual el espíritu drena su psiquismo enfermizo a través de la carne humana, la Medicina lo estudia y lo clasifica bajo grave terminología técnica, preocupándose más de las "enfermedades" que de los "enfermos". Aunque la ciencia médica cla­sifique ese drenaje en su nomenclatura bajo la denominación de lepra, pénfigo, sífilis, tuberculosis, nefritis, cirrosis o cáncer, se trata siempre de un espíritu enfermo que evacua en la carne su carga residual psíquica y deletérea que acumuló en el pasado o en el presente. La causa de la enfermedad, además de diná­mica, es oculta a los ojos y sentidos físicos. El enfermo siente el estado mórbido en sí mismo, pero el médico no lo ve ni puede palparlo como si fuera una cosa objetiva. Cuando ocurre su ma­nifestación física enfermando la carne, alterando los tejidos, de­formando los órganos o perturbando los sistemas vitales, es por que el morbo psíquico alcanzó su final, después, de una larga excursión oculta por el organismo del enfermo, hasta alcanzar la periferia de la materia en donde se acomoda o acumula. Es que el espíritu, a través de virosos esfuerzos, termina focali­zando los residuos en una zona orgánica vulnerable, en su ten­tativa de eliminación tóxica. Por eso, no es en el momento exac­to en que el individuo acusa los síntomas materiales de la enfer­medad, que realmente está enfermo, aunque su mundo exterior no hubiese tenido conocimiento del hecho.

Las inflamaciones, úlceras, tumores, fibromas, tuberculosis, sarcomas, quistes, hipertrofias, cirrosis, adenomas, amebiasis, etc., son apenas las señales visibles que identifican la manifestación mórbida que "descendió" del psiquismo enfermo, exteriorizán­dose en la materia.

Pregunta: ¿Qué podríamos entender por el aforismo que dice que la salud y la enfermedad vienen "de arriba para abajo" y "de adentro hacia afuera?"

Ramatís: Samuel Hannemann, consideró que la enfermedad como la salud, tienen su origen primordial en la mente, emocio­nes, sentimientos y sensaciones de la criatura, como un todo vivo; es decir, cuerpo y alma. De ahí, pues, haber consagrado la ley que tanto la salud como la enfermedad, vienen de adentro hacia afuera y de encima hacia abajo, o sea, del alma para el cuerpo; o con su germinación en lo alto, que es la mente, o en el centro, que es el sentimiento de la criatura humana.

Ese concepto, extremadamente valeroso para el siglo XVIII, despertó muchas sonrisas irónicas y sarcasmo tonto contra el ge­nio de la Homeopatía. No obstante, la nueva escuela psicológica moderna, que investiga la causa de los desequilibrios orgánicos en la vivencia psíquica, se familiariza cada día más con él y comprueba la justicia de los conceptos hannemanianos. Actual­mente, la medicina no opone duda que las perturbaciones men­tales, emotivas y sentimentales, alteran profundamente el cos­mos orgánico. El espíritu humano, piensa por lo mental, siente por lo astral y actúa por lo físico, acarreando, hasta la periferia de su cuerpo, toda la carga mental y emotiva que se origina en su profundidad espiritual, produciendo las distintas modifi­caciones de fondo en ese trayecto oculto para el objetivo.

A través de la mente, circulan "de arriba para abajo" los pensamientos de odio, envidia, sarcasmo, celos, vanidad, orgu­llo o crueldad, incorporándose, en su pasaje, con las emociones del llanto, miedo, alegría o tristeza, que tanto pueden modificar la ética de los sentimientos como actuar sobre el temperamento, perturbando la solidaridad celular del organismo físico. El ce­rebro es el principal campo de operaciones del espíritu; es el productor de las ondas de fuerzas que descienden por el cuerpo y se gradúan conforme a su campo energético. La onda de la rabia, cólera o irascibilidad, es fuerza que hace crispar hasta las extremidades de los dedos; mientras que la onda emitida por la dulzura, la bondad o el perdón, afloja los dedos en un gesto de paz.

Se sabe que el miedo ataca la región umbilical a la altura del nervio vagosimpático, pudiendo alterar el funcionamiento del intestino delgado; la alegría afloja el hígado y desopila la bilis, mientras que en el sentimiento de piedad se refleja instantánea­mente en la región del corazón. La oración colectiva y sincera de la familia ante la mesa de las comidas, es suficiente para calmar muchos espasmos duodenales y contracciones opresivas de la vesícula hepática, predisponiendo también a la criatura para la armonía química de los jugos gástricos. El cuerpo físico es el prolongamiento vivo del psiquismo; es su forma condensada en la materia, por cuyo motivo sufre los más graves perjuicios de los estados mórbidos de la mente. La envidia, por ejemplo, comprime el hígado y el derrame de la bilis llega a causar bro­tes de ictericia, confirmando el viejo refrán que "cuando el indi­viduo se pone amarillo, es de envidia". El miedo produce sudores fríos y la adrenalina defensiva puede hacer que se ericen los cabellos; mientras que la timidez hace afluir la sangre a la cara, causando rubor. Ante el enemigo peligroso, el hombre se pone blanco, dominado por terrible palidez mortal; la cólera conges­tiona la sangre del rostro, paralizando el aflujo de la bilis y debilitando al colérico; la repugnancia vacía el contenido de la vesícula hepática, cuyo contenido, penetrando en la circulación, produce náuseas y atontamiento. La Medicina reconoce que exis­te eczema producida por cólera o injuria, pues sobreviene la intoxicación hepática, y las toxinas y los residuos mentales pe­netran en la circulación sanguínea; la urticaria es muy común en aquellos que viven bajo tensión nerviosa y preocupaciones men­tales. No son raras las muertes súbitas producidas por emociones de alegría o debidas a catástrofes morales inesperadas.

Por tanto, todas las partes del ser humano son afectadas por la influencia de la mente, que actúa fuertemente a través de los distintos sistemas orgánicos, como el nervioso, el linfático, el endocrínico o el circulatorio. Las recientes investigaciones mé­dicas bajo la orientación de la medicina psicosomática, están confirmando que el psiquismo altera profundamente la compo­sición y funcionamiento de los órganos del cuerpo físico. En consecuencia, debido a su penetración infinitesimal, es la Ho­meopatía la terapéutica más acertada y capaz de operar e influir en la raíz de las emociones y pensamientos perturbadores, mo­dificando los efectos de enfermedad que se manifiestan después en la organización carnal.

Principalmente, los estados de enfermedad que provienen de las alteraciones del sistema glandular, son los más sensibles, particularmente al tratamiento homeopático, puesto que tienen su principal base de perturbación en las condiciones mentales del espíritu. Las dosis infinitesimales potencializadas por el pro­ceso homeopático, expelen del psiquismo el potencial peligroso generado por la mente desordenada que sobrecarga el periespíritu con la carga mórbida de residuos tóxicos provenientes de sus contradicciones. En el caso de un hígado exhausto y abatido por la excesiva carga mórbida, que aflora "de adentro hacia afuera", o sea "del espíritu hacia la materia", ese órgano precio­so, filtro heroico y responsable de la producción de las hormonas de la nutrición, necesita alivio inmediato y socorro energético, en vez de ser flagelado violentamente por la medicación tóxica que, viniendo desde afuera, lo obliga a un trabajo excepcional.

En ese caso, la Homeopatía es la que mejor puede actuar a través de su procedimiento científico ordenado y exacto, sin obligar a los órganos abatidos a un drenaje intempestivo, reac­tivándoles las energías, con el fin de lograr una función terapéu­tica endógena y sensata.


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