Fisiología del Alma



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Pregunta: En algunas ocasiones, dijisteis qué para la ma­yoría de los hombres modernos es difícil el éxito inmediato por el tratamiento homeopático. ¿Podéis aclararnos mejor, esto?

Ramatís: Antiguamente, el paciente que se sometía al exa­men médico homeópata, era menos complejo en su todo psico-físico y, por tanto, podía predecir con facilidad la naturaleza de su morbo y anotar las causas exactas y perturbadoras de su psiquismo. Pero, al ser la vida moderna tan contradictoria, con­taminada por costumbres perturbadoras, de vicios elegantes y conflictos emotivos que se inician en la infancia y acompañan al hombre hasta la cueva del cementerio, se crea en él una segunda naturaleza humana más artificiosa, que se impone a la característica psíquica del ser. Se sobrepone a la verdadera individualidad fundamental del enfermo. En verdad, oscurece su verdadero retrato psicofísico, lo que induce al homeópata a vacilaciones, para preceptuar la dosis electiva fundamental.

El hombre civilizado del siglo XX, es un individuó habituado a una alimentación defectuosa; abusa imprudentemente de la vitaminoterapia y de los antibióticos a granel; vive intoxicado por la radiactividad exhalada por las experimentaciones atómi­cas, subvertido por los venenos corrosivos y viciosos del alcoho­lismo, el cigarro y de los entorpecedores; atormentado por el bullicio de las ciudades; víctima constante de los tóxicos medi­camentosos; curtido por la violencia de las hipodérmicas y atrin­cherado detrás de los barbitúricos, con el fin de mantener el control nervioso y conseguir el reposo nocturno. Cada día pone en peligro su equilibrio nervioso, que es acicateado continua­mente por las emociones desordenadas, aumentando, así, el nú­mero de los neuróticos. Aumenta la codicia por ganancias exa­geradas; se piensa en la angustia de la guerra atómica, en el alto costo de la vida, de esa vida que se agrava por el exceso de ruidos, de luz, de radiofonía, de humo por la combustión del aceite y la gasolina, y las emanaciones químicas industriales; cosas éstas con las cuales no se enfrentaba en otros tiempos el ser humano.

Ante ese bombardeo incesante, el psiquismo se halla inde­fenso, descontrolado y mórbido; agravado además por la fatiga orgánica, por las intoxicaciones alimenticias y medicamentosas, por las constipaciones crónicas, por las alteraciones barométricas y térmicas consecuentes de las adaptaciones imprevistas del hom­bre al transporte veloz moderno. Entonces, se perturban las colectividades microbianas responsables de la sustentación física, llegando hasta provocar cierta desintegración mórbida del protoplasma. Es cierto que la descomposición microorgánica es necesaria, con el fin de producir el elemento nutritivo a los virus y miasmas psíquicos desconocidos y ocultos, que "bajan" o se "materializan" desde el mundo astral para atender a la progenie de las bacterias y de los vermes necesarios como orga­nismos simbióticos, útiles a la desintegración de los residuos de la alimentación en los intestinos. Pero ese acontecimiento bio­lógico, debe ser realizado a través de ciclos disciplinados y no por fuerza de un psiquismo perturbado, como ocurre general­mente entre los terrícolas. Aun sabiendo que los microorganis­mos son productos orgánicos que resultan de la muerte de las células o por el desorden de las funciones orgánicas, se podría decir que en la intimidad oculta del cuerpo humano, se procesan fenómenos muy parecidos a los cuadros de las estaciones del año, cuando caen las hojas en otoño, descansa la naturaleza, y se activa cuando prolifera la vegetación en la primavera. La excesiva desorganización mental moderna y el estado de irrita­ción constante de la humanidad, actúan perjudicialmente sobre el hombre, tal como sucede en los días tempestuosos cuando la atmósfera sobrecargada de electricidad, pesa y perturba toda la naturaleza.

Pregunta: Habéis aludido a ciertas situaciones emotivas y mentales que pueden ser modificadas por el uso de la homeopatía. ¿Debemos creer en una terapéutica especial, capaz de modificar mecánicamente hasta la conducta del individuo? Bajo tal aspec­to, ¿no desaparecen la responsabilidad y el mérito espiritual del hombre de conocerse a sí mismo y orientar conscientemente su propia evolución?

Ramatís: El ciclo de las reencarnaciones, ¿no es una tera­péutica divina que obliga al espíritu a rectificar y a progresar compulsoriamente, situándolo en los ambientes hostiles o entre la parentela terrestre adversaria, para hacerlo purgar sus enfer­medades espirituales? ¡Cuántas veces, el hombre cercado por la deformidad física, por una molestia congénita, por una pará­lisis orgánica y hasta sujeto a vicisitudes económicas y morales, está obligado a encuadrarse en los dictámenes del Bien! ¡Sin embargo el espíritu no pierde el mérito de su rectificación espiritual, pues ante la escuela implacable de la vida física, su conciencia decide aprovechar o despreciar la inexorable tera­péutica kármica, aplicada compulsoriamente por la Ley Justa del Padre!

Las dosis infinitesimales por el proceso homeopático, pue­den realmente modificar ciertos síntomas mentales del paciente, pues descargan y hacen volátiles los residuos psíquicos que pue­den hallarse acumulados hace largo tiempo, ya sea intoxicando el espíritu, ya sea descontrolando las emociones, o afectando la dirección normal del espíritu. Es de sentido común que ciertas drogas tóxicas y determinados tipos de estupefacientes, tales como el opio, la morfina, el aurum metalicum, la mescalina, el ácido lisérgico, el gas hilarante, la belladona o la cocaína, pue­den influir en la mente de modo pernicioso, pues provocan dis­torsiones mentales, delirios alucinatorios, estados esquizofrénicos o melancolías, en el psiquismo del hombre sano. De acuerdo con la ley homeopática en donde "los semejantes curan a sus semejantes", esas mismas sustancias tóxicas que en dosis alopáticas provocan estados mórbidos en sus pacientes o viciados, después de ser inteligentemente dinamizadas y administradas en dosis infinitesimales, pueden realizar curaciones en los casos cuyos síntomas mentales se asemejen.

Sucede también, que los estados frecuentes de rabia, me­lancolía, cólera, tristeza, exaltación íntima, injuria o celos, pro­ducen varios tipos de miasmas, virus psíquicos, toxinas y residuos mentales, que sobrecargan el psiquismo y lanzan al espíritu a un círculo vicioso, encadenándolo, indefenso, a la mente rebelde y a la emotividad mórbida, a pesar de querer modificar su patrón psíquico enfermo.

La función homeopática, pues, es la de administrar la dosis catalizadora extraída de la misma sustancia, capaz de provocar estados mórbidos semejantes en el individuo sano. El impacto energético de la dosis infinitesimal, libera el psiquismo enfermo de la carga que allí se condensó por esos virus tóxicos, residuos o miasmas, que impregnan el aura mental e influyen en la región astralina de los sentimientos.

Es cierto que más tarde, el mismo paciente ha de encole­rizarse, posiblemente de nuevo, así como odiar y sentir celos, ya que si la Homeopatía puede aliviarlo de la carga mórbida que pesa sobre su psiquismo, su función no es la de violentar su *libre albedrío" o efectuar modificaciones definitivas en su ca­rácter espiritual, lo que únicamente podría ser concretizado por la sublime evangelización recomendada por Jesús, el Médico Divino. Las dosis infinitesimales pueden actuar en la mente y proporcionar la curación emotiva, pero eso no sucede porque se haya alterado mecánicamente el temperamento o el carácter del paciente y sí por haber reducido el morbo acumulado, como resultante de las contradicciones psíquicas. Ellas producen de­terminadas modificaciones temperamentales y hacen cesar al­gunas tendencias e impulsos mórbidos que estén excitados bajo la presencia excesiva del residuo psíquico tóxico, pero no poseen la fuerza suficiente para imponer definitivamente los principios morales superiores. La criatura descontrolada, podrá con el tiempo enfermarse nuevamente en su psiquismo, aun después de haber sido aliviada por la Homeopatía, si es que vuelve a cometer los mismos desatinos espirituales acostumbrados.

La Homeopatía consigue actuar en la intimidad del ser, así como lo ayuda a mantener un control psíquico desahogado durante la fase de su tratamiento, porque distribuye armoniosa­mente la energía potencializada en el seno de la vitalidad orgá­nica, ayudando al espíritu a conseguir las modificaciones urgen­tes y saludables en su cuerpo físico. Obviamente, es el psiquismo el que modifica el quimismo orgánico, por cuyo motivo —conforme a su mejor disposición emotiva y energética—de él depende el auxilio necesario al cuerpo carnal y a su equilibrio fisiológico. El impacto energético que se produce en el campo mental y psíquico del paciente con la penetración de la energía extraída de la sustancia material potencializada, eleva la fre­cuencia vibratoria emotiva del espíritu enfermo, proporcionán­dole condiciones optimistas y estimulantes para sus reacciones favorables. Sin duda, mejorando el estado mórbido, se reduce también el pesimismo y la melancolía.

De todo lo que dejamos expuesto, verificaréis por qué mo­tivo existen individuos electivos para el tratamiento homeopá­tico, al paso que otros no obtienen éxito inmediato a través del tratamiento.


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