Fisiología del Alma


CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL KARMA



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CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE EL KARMA
Pregunta: ¿Cuál es la verdadera significación de la palabra "Karma", tan usada entre los reencarnacionistas, que tiene rela­ción particularmente con las vidas anteriores?

Ramatís: Karma, es una palabra derivada del sánscrito (kri), que significa "hacer". Los hindúes son los que más la emplean, considerándola como el vocablo técnico más apropiado para designar la acción y su efecto correspondiente en las reencar­naciones sucesivas de los espíritus, en la Tierra. Para ellos, toda acción es Karma. Cualquier trabajo o pensamiento que produce algún efecto posterior, es Karma.

Es la ley de Causas y Efectos, como la llamáis, con su saldo acreedor o deudor para con el espíritu encarnado. Los actos practicados por los pensamientos, palabras u obras, en las vidas anteriores, o sea, en vidas subsecuentes, deben traer venturas o acarrear desgracias a sus propios autores, en la protección del bien o el mal que de ellos resultó. Sus efectos, por tanto, actúan posteriormente sobre la felicidad, la voluntad o el carácter y los deseos del hombre en sus vidas futuras. Aunque parezcan anular el libre albedrío, son fuerzas que resultan siempre de los propios actos del pretérito. Es el efecto actuando y dominando la propia voluntad del ser, pero reaccionando exactamente de acuerdo con las propias causas que él engendró. La ley del Kar­ma, procede a realizar el balance de las acciones registradas y da a cada espíritu el "saldo" que le corresponde en resultados buenos o malos.

Metafísicamente, la palabra "Karma" se refiere al destino trazado, imponderable, que actúa tanto en las cosas animadas como en las inanimadas, pues rige y disciplina todos los ciclos de la vida, ¡que van desde el finito al infinito, del átomo a la estrella y del hombre al Universo! Existe, pues, el Karma del hombre, el de la familia, el de la nación, el del continente y el de la humanidad; y, así como se engendran destinos futuros fun­damentados en los actos o en los pensamientos del hombre —que serán regidos y disciplinados por su karma— del mismo modo, los orbes que se balancean en el espacio, obedecen a un determinismo cósmico de reajustamiento de su masa planetaria, en concomitancia con el efecto de las causas colectivas de sus propias humanidades.

Hay que considerar, por tanto, desde el Karma atómico que rige el principio de la vida microscópica en el Cosmos para la formación de la materia, hasta el Karma del Universo, que viene a ser, ya, la Ley Cósmica manifestada fuera del tiempo y del espacio.

Con referencia al Karma del hombre, conviene recordar que Jesús, muchas veces, advirtió sobre la existencia de una ley disciplinadora del mecanismo de relaciones entre los seres, que liga las causas a los efectos correspondientes, cuando afirmó: "Quien con hierro hiere, con hierro será herido", o: "Cada uno ha de recoger de acuerdo con su siembra." Esos conceptos de Jesús, no dejan duda alguna sobre el hecho de que el espíritu ha de sufrir siempre los efectos en la estela de las reencarnacio­nes físicas, sometido implacablemente al determinismo de las causas que generó.

Tales conceptos, vienen a ser los mismos de la Ley de Cau­sas y Efectos; esto es, que todas las causas engendran efectos futuros de igual intensidad y responsabilidad, con la diferencia, no obstante, de que es una Ley inmutable y severa, que disci­plina tanto los fenómenos de la vida planetaria, el amor entre los seres y la afinidad entre las sustancias, como gobierna la co­hesión entre los astros dispersos por el Cosmos.

Ningún caso rige el destino de las cosas. Es la ley del Karma la que lo coordena todo, la que ajusta y opera, interviniendo tan­to en los fenómenos sutiles del mundo microscópico, como en la vastedad inmensurable del macrocosmos. Ella tiene por único objetivo dirigir el perfeccionamiento incesante de todas las cosas y de todos los seres, desde mucho antes previsto en los grandes planos que fundamentan la armonía de la Creación.

Vuestras condiciones psíquicas o físicas, ahí en la Tierra, suceden exactamente de la creación de las causas kármicas que habéis efectuado ya en otras vidas. Si actualmente disfrutáis alegría, paz y ventura, apenas gozáis el efecto kármico de las buenas semillas lanzadas en el ayer. Si os dominan el dolor y la amargura, y si las vicisitudes repuntan en vuestra existencia, no culpéis a Dios ni a cualquier "destino" injusto y fatídico in­ventado por alguien, pues de cualquier modo, ¡sólo estaréis se­gando el resultado de la plantación descuidada del pasado! Las reglas inflexibles de que "la siembra es libre pero la recolección es obligatoria" y de que "a cada uno será dado de acuerdo con sus obras", no tienen excepciones para quienquiera que sea, ajustando todas las criaturas a la disciplina colectiva tan necesa­ria al equilibrio y a la armonía de la humanidad de vuestro orbe.




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