Fisiología del Alma



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Pregunta: Creemos que para nuestra comprensión occiden­tal, se hace sumamente difícil abarcar el sentido exacto de lo que es el Karma en su acción inflexible, aunque la reconozca­mos justa. ¿Podéis ofrecernos algunas consideraciones más, al respecto?

Ramatís: El Karma, para un sentido de comprensión gene­ral, es la propia Ley del Progreso Espiritual, pues aunque sea implacable en su acción disciplinadora, es ley que sólo se aplica bajo el decursar de nuestra propia voluntad. Tanto apresura como inmoviliza temporalmente nuestra ventura espiritual; pero siempre lo hace de acuerdo con nuestro entendimiento y nuestro grado de conciencia despierta. Su finalidad principal es la de promover el progreso y la rectificación de los orbes y de sus humanidades, ajustando las causas o males, a sus efectos co­rrespondientes.

He ahí por qué el próximo acontecimiento profético del "Juicio Final" o “Fin de los Tiempos", que ya se desarrolla en la superficie de vuestro orbe, es un electo de la acción irreduc­tible de la ley kármica, que tanto procura reajustar la masa pla­netaria para presentar mejores condiciones astrofísicas en el tráfico sideral, como encaminar las almas rebeldes hacia objeti­vos superiores. El Karma, pues, como la ley que actúa ininterrum­pidamente en los eventos progresistas entre seres y orbes, actúa tanto en lo macro como en lo microcósmico, teniendo por único fin impulsar todas las formas de la vida hacia expresiones cada vez más altas y exquisitas.



Pregunta: ¿Podéis darnos algún ejemplo más objetivo para demostrar que la criatura humana se beneficia siempre aunque sea sometida a la más terrible prueba kármica?

Ramatís: Suponed, como ejemplo, un espíritu encarnado en un cuerpo físico con parálisis total en sus miembros inferiores. Eso, para él, es un mal, porque debido al efecto kármico que impide el movimiento de sus piernas, deja de participar placen­teramente en el curso de la vida transitoria del mundo material. No obstante, en tal caso, la acción restrictiva de la Ley no tiene por objeto hacerlo expiar de modo doloroso sus errores del pre­térito y sí desarrollar en él un sentido mejor en sus futuros pasos. Si le impide participar activamente en los movimientos co­munes de la vida física y lo mantiene en la parálisis, o hace así para obligarlo a vivir una existencia más introspectiva y a realizar un constante esfuerzo reflexivo que purifica su psiquismo.

La parálisis o deformidad que lo sujeta a una silla de rue­das o al lecho de sufrimiento, no sólo lo obliga a vivir una vida más psíquica, sino que lo aparta de las pasiones peligrosas y de las ilusiones que brotan en los caminos del fácil tránsito de la materia. El paralítico, pues, puede desarrollar mejor los bie­nes del espíritu e instruirse más fácilmente, pues son mucho menores sus necesidades materiales y le sobra mayor cuota de tiempo para compensar los perjuicios del pretérito. Lo que puede parecer castigo o expiación espiritual a las criaturas igno­rantes del sentido creador y de la recuperación kármica del alma, en ese caso no pasa de ser una rectificación de la onda de la vida, que estaba desarmonizada con la conciencia del ser.

Del mismo modo, cuando se represa el curso de los ríos, no se hace para castigarlos y sí solamente para que de la acu­mulación de sus aguas resulte una mayor fuerza para la usina bienhechora. Por tanto, cuando muchas veces la Ley del Karma, ajustando el efecto a la causa correspondiente represa la libertad del espíritu o lo paraliza en el ergástulo de carne rec­tificador, no lo hace con el propósito de promover una venganza divina, sino para corregir el desvío psíquico peligroso y reconducir el alma nuevamente a su curso venturoso.

Pregunta: Pero es evidente que el sufrimiento humano es aun un acontecimiento que muchas veces abate el espíritu de tal modo que, probablemente, no lo compensa de sus errores pasados y hasta puede volverlo más refractario a la lección de rectificación espiritual. ¿No es así?

Ramatís: La enfermedad física, es apenas un efecto transi­torio que tanto, ajusta el energismo espiritual descuidado en el pretérito, como se constituye en el medio por el cual el espíritu expele los venenos psíquicos que impiden la diafanización del periespíritu. Como el hombre es el producto de su pensamiento y por tanto se convierte en aquello que piensa, termina plas­mando las líneas sanas y el vigor energético para sus futuros cuerpos, cuando se habitúa a cultivar solamente las expresiones de armonía que fundamentan la intimidad angélica de toda cria­tura. El poder mental, cuyo dominio es tan pregonado por los teósofos, yogas y esoteristas, cuando es ejercido de modo positivo y sensato, templa sanamente la personalidad futura, porque es una fuerza ilimitada que actúa en el mundo oculto de las causas dinámicas del espíritu creador.

Por ello se verifica que aun la criatura más desheredada en la vida física, puede servirse de su voluntad y actuar en el origen o en la esencia de su vida inmortal, usando la fuerza mental positiva para romper las cadenas de la infelicidad o sobrepujar en espíritu los propios efectos kármicos de su pasa­do delictuoso. Entonces, es la propia ley kármica la que pasa a ser dirigida por el espíritu en prueba, el que, inteligentemente, procura ajustarse al exacto curso evolutivo de la vida espiritual, integrándose al ritmo natural de su progreso. El se abstiene de resistir al impulso sabio que le viene del mundo oculto del espíritu y se armoniza paciente y confiado, a los objetivos del Creador.

Vuestro mundo presenta muchísimos ejemplos de almas re­signadas y heroicas que, en lugar de entregarse a la rebeldía o al desaliento irremediable, han superado los más atroces padecimientos y correcciones kármicas, mientras otros menos desfa­vorables se dejan aniquilar bajo la queja insoportable, creando aun gran melodrama entre los sufrimientos más sencillos. Las criaturas confiadas en el sentido educativo de la vida humana, no sólo extraen las más vigorosas energías del propio dolor, sino que superan su acerbo sufrimiento y producen obras y trabajos notables. ¡Richelieu dominaba un reino, a pesar de su atroz e incurable fórunculosis; Dostoiewski, no obstante ser epilép­tico, escribió las más profundas obras de introspección humana; Chopin, un tísico, obsequió al mundo con las más sensibles melodías; Maharshi, pese al cáncer que sufría en el bazo, con su bondad santificó hasta el local en que vivía, y Cervantes, un desheredado, ofreció al mundo la sátira genial del Don Quijote!

Innumerables criaturas, sin brazos, sin piernas, paralíticas, ciegas, deformadas o epilépticas, realizan tareas tan gigantes­cas, que sirven de directrices morales y de mensajes definitivos, comprobando la victoria del espíritu sobre la materia. Helena Keller, sorda, muda y ciega, todavía encarnada en vuestro mun­do, ¡es un testimonio elocuente de que el espíritu, aun cuando se halle soterrado en la más sombría de las mazmorras de carne y privado de sus principales sentidos de relación con el mundo exterior, consigue comprobar su inmortalidad, su gloria y su poder creador! En verdad, esas criaturas, aunque cumplan los efectos kármicos dolorosos generados en el pasado, movilizan poderosos recursos existentes en lo íntimo de todo su espíritu y, en lugar de entregarse a la desesperación, hacen de sus en­fermedades, admirables poemas de heroísmo y superación es­piritual. Sus vidas sirven, entonces, como una enérgica protesta contra aquellos que, aunque sanos de cuerpo, j viven sumergidos en el más triste pesimismo destructor, rebelándose irasciblemente contra los principios superiores del espíritu inmortal!




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