Pregunta: ¿Qué opináis de los nuevos recursos preventivos empleados en los mataderos, aplicando antibióticos para evitar la deteriorización prematura de la carne? Esa providencia, ¿no consigue evitar cualquier peligro en su ingestión?
Ramatís: Se trata, apenas, de un esmero enfermizo de vuestro mundo, que revela el deplorable estado de espirita en que se encuentra la criatura humana. El hombre no se conforma con los efectos dañinos que provienen de su pervertida alimentación y procura a todo costo huir a su tremenda responsabilidad espiritual. Pero no conseguirá burlar la ley expiatoria. A poco, nuevas condiciones enfermizas se harán visibles entre los insaciables carnívoros protegidos por la "profilaxis" de los antibióticos. Además del efecto deletéreo de la carne, que se intoxica cada vez más con la propia emanación astral y mental del hombre desordenado, os habéis de encontrar, con el encanto técnico de nuevas enfermedades situadas en el campo de las alergias inespecíficas, ¡como productos naturales de las reacciones antibióticas en los propios animales preparados para el sacrificio!
¡Nos espanta la contradicción humana, al producir primeramente la enfermedad en el animal que pretende devorar, para en seguida aplicarle la profilaxis del antibiótico!
Pregunta: ¿Podéis darnos un ejemplo de esa contradicción?
Ramatís: ¡Cómo no! Vuestra medicina considera que el hombre gordo, obeso, hipertenso, es un candidato a la angina y a la conmoción cerebral; lo clasifica como un tipo hiper-albuminoideo portador de peligrosa disfunción cardio-hepato-renal. La terapéutica más aconsejable, consiste en un régimen de alimentación hidrosalina y la dieta reductora de peso; se le suministra una alimentación exenta de grasas y predominantemente vegetal, aludiendo el médico al peligro de la nefritis, al grave disturbio en el metabolismo de las grasas y a la indefectible esteatosis hepática. ¡Creemos que si los antiguos indios antropófagos conociesen algo de la medicina moderna y pudiesen comprender la naturaleza mórbida del obeso y su probable disfunción orgánica, en modo alguno permitiría que sus tribus devorasen los prisioneros excesivamente gordos! Comprenderían que eso les causaría enfermedades molestas en vez de salud, vigor y coraje que buscaban al devorar al prisionero en aparente régimen de ceba.
Pero el hombre del siglo XX, aunque reconozca la enfermedad que proporcionan las grasas, devora los cerdos obesos, hipertrofiados por la gordura albuminosa, con tal de conseguir la prodigalidad de la manteca y del tocino: primero, los enferma en inmundo chiquero, donde las larvas, bacilos y microorganismos propios de los charcos, fermentan las sustancias que alimentan los oxiuros, lombrices, tenias, amebas colis o histolíticas. El infeliz animal, sometido a la nutrición putrefacta de las lavazas y de los detritos, se renueva en sus propias deyecciones y exuda la peor cuota de olor nauseabundo, convirtiéndose en un transformador vivo de inmundicias, con el fin de acumular la detestable gordura que debe servirse luego en las mesas fúnebres. Exhausto, obeso, letárgico y sudoroso, el puerco cae al suelo con las grasas hartas y queda sumergido en el lodo nauseabundo; es una masa viva de urea gelatinosa, que solamente puede ser levantada con ayuda, para la hora del sacrificio en el matadero. ¡De qué vale, pues, el convencional beneplácito de "sano" con el cual cree cumplir el veterinario en su autorización para el corte del animal, cuando la ciencia humana permitió previamente él máximun de condiciones patogénicas!
En modo alguno os podrá librar esa tétrica "profilaxis" antibiótica, de la secuencia acostumbrada a la que sois sometidos implacablemente; continuaréis siendo devorados, del mismo modo, por la cirrosis, la colitis, la úlcera, la tenia, el infarto, la nefritis o el artritismo; os cubriréis, también, de eczemas, urticarias, pénfigo, llagas o costras sebáceas; continuaréis, indudablemente, bajo el guante de la ictericia, de la gota, de la jaqueca y de las infecciones desconocidas; cada día, enriqueceréis más los cuadros de la patogenia médica, que serán clasificados como "casos brillantes", en la esfera principal de los síndromes alérgicos.
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