Fisiología del Alma


LOS CASOS TÉRATOLÓGICOS DE IDIOTEZ Y DE IMBECILIDAD



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LOS CASOS TÉRATOLÓGICOS DE IDIOTEZ Y DE IMBECILIDAD
Pregunta: ¿Podéis aclararnos si los nacimientos teratológicos son siempre consecuencia de un Karma pecaminoso, del pasado?

Ramatís: Los orientales os enseñaron ya, que el espíritu engendra su karma usando su propio libre albedrío, que el Padre otorgaba todos sus hijos, y que sólo es limitado cuando comien­za a causar perturbaciones a la colectividad y a la propia criatu­ra, en lo concerniente a su ventura espiritual. Dios permite que sus hijos engendren sus destinos hasta el punto en que sus actos no perturben la armonía de la vida en común. Aquellos que se dedican a una vida digna, de amor al prójimo y en armonía con las leyes espirituales, crean para el futuro, una existencia tal, que los sitúa entre almas afectas a los mismos propósitos elevados y ya cultivados en la vida anterior.

No obstante, la violencia, el odio, la deshonestidad, la hi­pocresía o la crueldad, fuera de toda duda, en el futuro han de constituirse en moldes kármicos, actuando constantemente en la vida de sus propios agentes del pretérito. Innumerables madres que arrojaran sus hijos en los albañales después del criminal aborto, engendran el terrible karma que las lleva, en otras vi­das, a procrear "monstruos" repulsivos. Estos, a su vez, pueden muy bien ser criaturas que fueran "destructoras de ángeles", en vidas anteriores, o sea, abortadores profesionales y adversarios de la vida, apañados por la ley de rectificación espiritual, re­encarnando deformados por las propias líneas de fuerzas genéti­cas espirituales que perturbaran en el pasado.

El engendramiento kármico está clarísimo en la adverten­cia de Jesús, cuando dice que aquello que fuese ligado en la Tierra, será también ligado en el espacio. Es por eso que los espíritus, cuanto más se odian en la trama apasionada de la vida física, más los aproxima la ley kármica, y más los reúne, hacién­dolos sufrir, entre sí, sus propias tropelías, hasta que logren des­ligar lo que fuera ligado en la Tierra. La Ley, en su fundamento esencial, es Amor y no odio, y las cadenas odiosas no pueden ser rotas violentamente, sino desatadas cordialmente por sus propios autores, y bajo la mutua condescendencia espiritual fra­terna.

Nadie podrá vivir aislado en el seno de la vida, y mucho menos se aislará dentro del odio, contra cualquier otro ser al que considere su adversario, pues la Ley se encargará siempre de aproximar a los que se odian, hasta que, a través de recursos kármicos eficientes, consiga hacer que se reúnan y que se amen. Por más endemoniado que sea el odio entre aquellos que se detestan, la cura definitiva está implícita en la recomendación indiscutible de Jesús: "Reconcíliate con tu adversario mientras te halles con él en el camino, para que no suceda que él te entregue al alguacil, que el alguacil te entregue al juez, y que seas enviado a cadena, de donde no saldrás hasta que pagues el último céntimo".

No hay otra solución para el problema del odio, pues es de ley sideral que todo se una y que todo se ame; que los astros se armonicen por la cohesión cósmica, que las sustancias se unan por la combinación simpática, y que los seres se unan por la reciprocidad del afecto espiritual.

Pregunta: ¿Cuál es la ley kármica que hace que una cria­tura nazca con dos cabezas en un mismo cuerpo?

Ramatís: Tal acontecimiento, puede ser consecuencia de una poderosa plasmación mental del espíritu encarnante que, habiendo trucidado a alguien en la vida anterior, se deja influen­ciar en demasía por el remordimiento o por el temor durante su permanencia en el mundo astral, alimentando vigorosamente la imagen de su víctima junto a la estructura de su periespíritu. Habiéndose dejado dominar completamente por el estigma del delito cometido en el pretérito e imaginándose incesantemente perseguido por su víctima, concluye por forjar otra figura adhe­rida a la región mental, la cual, después, irá a perturbar las líneas de fuerzas constitutivas de la formación del feto durante el período de la gravidez. La fuerte modelación de la imagen virtual, actuando en la aglutinación molecular del cuerpo físico en gestación, puede dar margen al nacimiento de la criatura con dos cabezas; una, realmente sede cerebral del encarnante, y otra, el producto plástico de las líneas de fuerzas del pensa­miento conturbado por la continua evocación de la figura de la victima.

Justamente, debido a las leyes que regulan la plasticidad del periespíritu, es por lo que los suicidas del pasado renacen con los estigmas consecuentes a los tipos de muerte por medio de los cuales se trucidaran, los cuales se acentúan después, dando margen a sus deformidades y desdichas, ahí en el mundo físico. Generalmente, aquél que se ahorca, plasma, en la reencarnación siguiente, la figura ¿el jorobado; el que ingirió un ácido corro­sivo, lesiona también la contraparte etérica de su periespíritu, y plasma en la carne, ulceraciones en la laringe, en el esófago o en el estómago; el que se apuñaló, malamente consigue vivir en el futuro, por el hecho de renacer con grave lesión en su cora­zón; el que se destruye alojándose una bala en el cráneo, regresa sordomudo; y el que se hace destrozar bajo las ruedas de un vehículo o al dejarse caer de las alturas, transitará, por el mundo arrastrando un cuerpo maltrecho.

En todo esto, es la mente del espíritu que funciona vigo­rosa y violentamente sobre la delicadeza del periespíritu, haciéndolo revivir continuamente los últimos momentos terribles del suicidio destructor, y activando sus lesiones, que luego serán materializadas en el cuerpo carnal, en la operación kármica del ajuste espiritual. En el caso, pues, de la criatura que nace con un sólo cuerpo y con dos cabezas, sin duplicidad en otros órga­nos vitales que puedan identificar la fisiología distinta de dos seres, tenemos la poderosa plasmación de la mente del espíritu turbado por el miedo o por el remordimiento, que, al reencar­nar, modela junto a sí aquella otra figura de la cual se imagina estar constantemente perseguido.


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