Fisiología del Alma



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Pregunta: Ese destierro de espíritus delincuentes para otros orbes inferiores, ¿no podría considerarse mejor como un castigo divino que como una oportunidad para la aproximación frater­nal?

Ramatís: Las autoridades policiales, ¿no se ven obligadas a veces a aislar de la sociedad a los delincuentes que se vuelven refractarios a todos los procesos de reajuste social, y que desa­fían todos los esfuerzos razonables llevados a cabo para regene­rarlos? Del mismo modo que la sociedad aguarda primeramente por su regeneración para aceptarlos después en su seno, los espíri­tus rebeldes, deben reducir su crueldad y su despotismo para que tengan luego el derecho de retornar a su viejo hogar te­rrestre.

Pregunta: ¿Cuál es el significado exacto de la expresión "quemar el Karma", que se encuentra muy comúnmente en las obras de ocultismo?

Ramatís: Es una definición pintoresca, muy usada en el Oriente, de lo que sucede al espíritu que, a través del sufrimien­to y de las vicisitudes humanas, consigue reducir el fardo de sus obligaciones kármicas del pasado. Cuando el dolor, la humi­llación y las decepciones afligen vuestros espíritus a través de la carne sufridora, es una realidad que ello promueve la quema imponderable de la materia viscosa y perniciosa que aun está adherida al espíritu, como producto generado por el psiquismo descuidado. El sufrimiento acerbo, es como el fuego purificador que quema los residuos kármicos del periespíritu. ¡Muchos espíritus que inmediatamente a su desencarnación caen especí­ficamente en los charcos de la purgación astral inferior, llegan muchas veces a convencerse de que están envueltos por las llamas abrasadoras del infierno! Ante la naturaleza absorbente y cáustica de los fluidos de esos charcos, éstos funcionan como implacables desintegradores de los miasmas viscosos y deletéreos incrustados en la vestimenta periespiritual.

Desde muy temprano, el espíritu del hombre se halla con­dicionado gradualmente para el sufrimiento, que va purgando las impurezas de Su periespíritu, siendo a eso a lo que la tradi­ción oriental llama "quemar" el Karma, esto es, pagar uno o más préstamos de una deuda que contrajo.

Cuando el espíritu se resigna a la acción kármica rectifica­dora, se ajusta a la Ley, y ésta desarrolla su voluntad y orienta su sentimiento para el logro de su futura configuración angélica. Es como acontece a la criatura que, bajo la orientación de los adultos, y adquiriendo confianza en sus piernas, se levanta y camina para explorar mejor el mundo que lo rodea. El mismo Jesús, cuando curaba a los enfermos, les recomendaba que que­masen el karma, diciéndoles: "No peques más, para que no te suceda algo peor". Y lo decía así, porque, mientras los pecados "engendran" más Karma doloroso para el futuro, las virtudes lo queman, porque liberan al alma del yugo de la materia y evi­tan que ella cometa nuevos desatinos. La recomendación de que el alma debe sustituir continuamente lo que es pésimo por lo que es bueno, lo falso por lo que es verdadero, o la violencia por la paz, tiene por principal objetivo modificar kármicamente el tenor futuro de vuestra vida, como procede el hombre prudente y cuidadoso en su juventud, para disfrutar de una vejez saludable y tranquila.

Pregunta: ¿Pero no pueden existir situaciones en la vida humana, que nos impidan reducir el fardo kármico?

Ramatís: ¡De cualquier condición de la vida humana, re­sultan siempre beneficios para vuestro espíritu! No hay retroceso del grado ya consolidado por el espíritu en su trayectoria evo­lutiva. Lo que puede suceder, es que sobrevenga su estanca­miento por obstinación o rebeldía, si se deja dominar por senti­mientos de odio, de orgullo o de crueldad, en lugar de inclinarse al perdón fraterno a aquéllos que lo hostilizan. Por muy criminal o indigno que haya sido el espíritu mientras estuvo encarnado, en última hipótesis, ha de retornar él al plano que le es común en el mundo astral, con las cualidades con que partió de allí al reencarnar.

El espíritu solamente podrá revelarse en la materia exacta­mente de conformidad con lo que ya consolidó concienzudamente. Podrá ser mejor, pero nunca peor. Al hallarse reencarnado, ha de manifestar aquello que ya poseía potencialmente en su intimidad, como naturaleza exacta de su grado espiritual; pero nunca inferior a la que ya había alcanzado en su escala sideral. No obstante, bajo cualquier hipótesis, el espíritu sale siempre beneficiado de la vida física, aunque sea de naturaleza rebelde o mala, pues cada encarnación termina por dejar siempre en él, su marca correctiva en su contextura espiritual.




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