Fisiología del Alma



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Pregunta: En el caso de que el espíritu se reencarne como idiota o retardado mental, ¿cómo podrá beneficiarse en esa encarnación?

Ramatís: El cuerpo de un idiota o de un imbécil, que en realidad es el efecto de las propias condiciones enfermas de su espíritu, funciona como una cárcel provisional, capaz de repri­mir y disciplinar los impulsos peligrosos que descontrolaron el periespíritu en el pasado, cuando se dejó dominar por las pa­siones violentas. Ése espíritu, a semejanza de un caballo sal­vaje, arrastró a su jinete a los mayores desatinos y desequilibrios en sus relaciones con el medio físico y con los seres. Así, en el caso del idiota o del retardado mental, se podría decir que el periespíritu, excesivamente desenfrenado por las fuerzas del ins­tinto inferior, se queda completamente reprimido por la carne, reajustando sus desatinados impulsos.

Cuando por culpa del alma, el periespíritu se sobreexcita en demasía en el trato con el mundo inferior, el recurso aconse­jado es el de su reencarnación compulsoria y su sumisión a un freno carnal, con atrofia del sistema endocrínico del cuerpo físico y desviación del timo-tiroides, lo que, en consecuencia, retarda" en él, en el tiempo justo, el progreso del desarrollo natural, la materia, demorando el reajuste de la memoria etérica) al raciocinio común de la nueva existencia.

El organismo carnal funciona entonces como un biombo o un filtro poderoso que reduce la excitación salvaje del periespí­ritu y lo fuerza a que se acomode dentro del campo de fuerzas ordenadas, de las cuales él abusó en el pasado. Toda la excita­ción pre-reencarnatoria que por excesiva pasión en la vida an­terior desordenaba el ritmo de la conciencia espiritual, termina por ser frenada vigorosamente por la constitución biológica del imbécil. El cerebro letárgico del mismo o del retardado mental, no corresponde prontamente a los impactos violentos de un periespíritu desorientado por sus tropelías anteriores, puesto que, en su atrofia nerviosa, se demora en atender a las solicitudes desatinadas.

La glándula pineal, delicadísima antena del sistema psico-nervioso, central eléctrica o usina piloto del organismo humano, funciona, en ese caso, con cierta dificultad, oprimida como está, en su actuación, volviéndose incapaz de transmitir con claridad el mensaje racional dirigido por las neuronas que constituyen el aparato receptor y transmisor del espíritu a la materia.

El cuerpo imbecilizado, con un sistema nervioso letárgico, reduce la sobreexcitación trepidante y perniciosa del periespíritu, víctima de sus propios descalabros pretéritos y lo habitúa, poco a poco, a la pulsación normal, efectuando las correcciones vi­bratorias que lo hacen accesible al control de la conciencia del espíritu.

Pregunta: ¿Podéis darnos un ejemplo más objetivo, con el cual podamos asimilar mejor vuestras consideraciones anteriores?

Ramatís: Tal como lo hemos hecho muchas veces, recorda­mos, nuevamente, el interesante y viejo ejemplo usado en magia, con la figura del cochero, el caballo y el carro. El co­chero, como principal dirigente del carruaje, la inteligencia, en fin, significa el espíritu; el vehículo representa la materia, que es el cuerpo humano; el caballo, como la fuerza intermediaria entre el cochero y el carro, significa el periespíritu, o sea, el campo energético que funciona entre el espíritu y su organismo físico. El cochero sólo puede mover el carruaje, actuando sobre el caballo que lo empuja, así como el espíritu sólo puede mover el cuerpo físico, cuando actúa sobre su intermediario, que es el periespíritu.

En este ejemplo tradicional de la magia, podéis notar que el caballo es responsable de la tracción del carro. Aunque sea una fuerza inferior y ruda, es, no obstante, más vigoroso que el cochero, a pesar de ser éste la inteligencia que dirige el vehículo. Pero es el cochero quien, por el pulso firme, controla las rien­das y estimula con el látigo los movimientos del caballo. Del mismo modo, el periespíritu es también un campo de fuerzas más violento y vigoroso que el espíritu y el cuerpo carnal, porque está constituido por las más vigorosas energías que pulsan entre el mundo astral y el físico. Este obra exactamente en el límite de esos dos mundos de causa y efecto; es un organismo do­tado de vigorosa energía vital y del magnetismo telúrico de la Tierra, que empleó incontables milenios para lograr su contex­tura actual.

Cuando el periespíritu es excitado en demasía por las pa­siones humanas, puede dominar completamente el espíritu que lo dirige, tal como el caballo, bajo las manos de un conductor bisoño o sin energía, puede tomar el freno en los dientes y cau­sar enormes perjuicios al vehículo. Las exageraciones viciosas, las pasiones violentas y los descalabros de las criaturas, son como el látigo que azota el periespíritu y después lo hace huir al control y a la dirección de su propio dueño. Después de aglo­merar las fuerzas del mundo inferior, el periespíritu sobreexci­tado, se impone vigorosamente al espíritu, su director, y así como el caballo desbocado perjudica su carruaje, también él causa toda suerte de perjuicios al cuerpo físico. De ahí, pues, que tanto la salud corporal como la psíquica, dependan de la perfecta ecuanimidad entre esos tres elementos básicos del ser: espíritu, periespíritu y cuerpo físico; o sean, comparativamente, el cochero, el caballo y el carruaje.


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