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Sugerí antes cjue la ciencia se estancaría y perdería su carácter empírico
si no lográramos obtener refutaciones. Podemos ver ahora que,
por razones muy similares, la ciencia se estancaría y perdería su carácter
empírico, si no lográramos obtener verificaciones de nuevas
predicciones: esto es, si sólo creáramos teorías que satisfagan nuestros
dos primeros requisitos pero no el tercero. Pues supongamos que ideá-
-8 He llamado la atención sobre las "nuevas" predicciones de este tipo y sobre
su signifitarión filosófica en el cap. 3. Véase especialmente págs. 1.S8 y sig.
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ramos uiia sucesión ininterrumpida de teorías explicativas, cada una
de las cuales explicara todos los explicanda de su campo, incluyendo
los experimentos que refutaran a sus predecesoras, cada una de las
tíiales fuera también testable independientemente a través tie la predicción
de nuevos efectos, pero cada una de las cuales quedara refutada
inmediatamente al someter a test esas predicciones. Si esto ocurriera,
ellas satisfarían nuestros dos primeros requisitos, pero no
lograrían satisfacer el tercero.
Afirmo que, en tal caso, tendríamos la sensación de estar elaborando
una sucesión de teorías ad hoc, a pesar de su grado creciente de
testabilidad, y de que no nos estamos acercando en modo alguno a la
verdad. En verdad, tal impresión bien pudiera estar justificada: es
fácil que toda esa sucesión de teorías fuera ad hoc. Pues si se admite
que una teoría puede ser ad hoc si no es testable independientemente
por experimentos de nuevo tipo, sino que solamente explica todos los
fxplicanda, incluidos los experimentos que refutaron a sus predecesoras,
entonces es evidente que el mero hecho de que ima teoría sea
también testable independientemente no asegura de que no sea ad
hoc. Esto se hace manifiesto si consideramos que siempre es posible,
mediante una estratagema trivial, hacer a luia teoría ad hoc independientemente
testable, si no requerimos también que resista los tests
independientes en cuestión: sólo tenemos que conectarla (conjuntivamente)
de una u otra manera con cualquier predicción fantástica ad
hoc, testable pero todavía no testada, que se nos pueda ocurrir (o que
se le pueda ocurrir a cualquier novelista de ciencia-ficción).
Así, es necesario nuestro tercer requisito, al igual que el segundo,
para eliminar teorías triviales y ad hoc. ^^ Pero también se lo necesita
por rabones qvie parecen aún más serias.
Creo que tenemos plena razón para suponer, y aun para esperar,
que hasta nuestras mejores teorías serán superadas y reemplazadas |ior
otras mejores (aunque, al mismo tiempo, podamos sentir la necesidad
de estímulo en nuestra creencia de que estamos haciendo progresos) -
Sin embargo, esto no debe inducirnos, por cierto, a adoptar la actitud
de crear solamente teorías que puedan ser superadas.
Pues nuestro objetivo como científicos es descubrir la verdad acerca
de los problemas que abordamos, y debemos considerar nuestras teo-
^8 El Dr. Jerzy Giedymin (en el artículo «A Generalization of the Refutabilit)
Postulate", Stadia Lógica, 10, 1960, véase especialmente págs. 103 y sigs.) ha forniu
lado un principio metodológico general del empirismo según el cual nuestras diversas
reglas de métodos científicos no deben permitir lo que él llama una "estrategia
dictatorial'; es decir, deben excluir la posibilidad .de que ganemos siempre el
juego jugado de acuerdo con esas reglas: la Naturaleza debe poder derrotarnos, al
menos algunas veces. Si abandonamos nuestro tercer requisito, podemos ganar sicm
pre y no necesitamos tener en cuenta para nada a la Naturaleza, en lo que respecta
a la construcción de teorías "buenas": las especulaciones acerca de las respuestas que
la Naturaleza puede dar a nuestros interrogantes no desempeñarán ningún papel en
el n o d o de IM pcoblemaiy que estará siempre determinado totalmente por nuestro
incito pasado.
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rías como intentos serios de descubrir la verdad. Si no son verdaderas,
pueden ser, sin duda, pasos importantes hacia la verdad, instrumentos
para ulteriores descubrimientos. Pero esto no significa que podamos
contentarnos con considerarlas como nada más que escalones, nada
más que instrumentos; pues esto llevaría al abandono hasta de la idea
de que son instrumentos para descubrimientos teóricos; nos obligaría
a considerarlas como meros instrumentos para propósitos observacioiíales
o pragmáticos. Y sospecho que tal enfoque! no sería muy exitoso,
ni siquiera desde un punto de vista pragmático: si nos contentamos
con considerar a nuestras teorías como meros escalones, entonces la
mayoría de ellas ni siquiera serán buenos escalones. Así, no debemos
tender a elaborar teorías que sean meros instrumentos para la exploración
de hechos, sino que debemos tratar de encontrar genuinas teorías
explicativas: debemos hacer genuinas conjeturas acerca de la estructura
del mundo. En resumen, no debemos contentarnos con los dos
primeros requisitos.
El cumplimiento del tercer requisito, por supuesto, no está en nuestras
manos. Por grande que sea el ingenio que se aplique a ello, no
hay nada que pueda asegurar la construcción de una teoría exitosa.
También necesitamos suerte, y necesitamos un mundo cuya estructura
matemática no sea tan intrincada que haga imposible el progreso. Pues
si dejáramos de progresar, en el sentido de nuestro tercer requisito, si
sólo lográramos refutar nuestra teoría sin obtener algunas verificaciones
de predicciones nuevas, podríamos inclinarnos a creer que nuestro.s
problemas científicos se han hecho demasiado difíciles para nosotros
porque la estructura del mundo (si la tiene) está más allá de nuestros
poderes de comprensión. Aun en este caso podríamos seguir durante
un tiempo construyendo teorías, criticándolas y refutándolas: la
parte racional del método de la ciencia continuaría funcionando durante
algún tiempo. Pero creo que, especialmente para el funcionamiento
de su parte empírica, ambos tipos de éxito .son esenciales: éxito
en la refutación de nuestras teorías y éxito de algunas de nuestras teorías
para resistir al menos algunos de nuestros más decididos intentos
por refutarlas.
XXI
Podría objetarse que esto es solamente un buen consejo psicológico
acerca de la actitud que debe adoptar el científico —cuestión que, después
de todo, es un problema privado— y que una teoría del método
científico digna de tal nombre debe ser capaz de elaborar argumentos
lógicos o metodológicos en apoyo del tercer requisito. En lugar de
apelar a la actitud o la psicología del científico, nuestra teoría de la
ciencia hasta debe ser capaz de explicar su actitud y su psicología
mediante un análisis de la lógica de la situación en la cual se encuentra.
Esto plantea un problema para nuestra teoría del método.
Acepto el desafío y 'trataré de aducir tres razones: la primera deri-
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vada de la idea de verdad; la segunda, de la idea de acercamiento a
Ja verdad (verosimilitud) ; y la tercera, de nuestra vieja idea de los
tests independientes y los tests cruciales.
(1) La primera razón por la cual es tan importante nuestro tercet
requisito es la siguiente. Sabemos que si tuviéramos una teoría independientemente
testable que fuera, además, verdadera, nos suministrana
prfdiicioiu'.s exitosas (y solamente las exitosas). Las predicciones
cxiiosas —aunque no sean, por supuesto, condiciones suficientes para
establecer la verdad de una teoría— son al menos condiciones necesarias
para estaljlecer la verdad de una teoría testable independientemente.
En este sentido —y sólo en este sentido— puede decirse que
iniestri) tcrcei- requisito es "necesario", si aceptamos seriamente la verdad
ionio itiea regidadora.
(2) La segunda razón es la siguiente. Si nuestro objetivo es reforzar
la verosimilitud de nuestras teorías o acercarnos más a la verdad, enlonces
debemos estar ansiosos no solamente por reducir el contenido
de falsedad de nuestras teorías, sino también por reforzar su contenido
de verdad.
Admitimos que es posible hacer esto en ciertos casos simplemente
de la vieja teoría ("salvando los fenómenos", en este caso las
refutaciones.) Pero hay otros casos ele progresos científicos que muesiran
cjue esta manera de aumentar el contenido de verdad no es la
única posible.
Los casos a los que aludo son casos en los que no hubo refutación.
Ni las teorías de Galileo ni las de Kepler fueron refutadas antes de
Newton: lo que Newton trató de hacer fue explicarlas a partir de
suposiciones más generales y, de este mcnlo," unificar dos campos de
investigación hasta ese momento inconexos. Lo mismo puede decirse
de muchas otras teorías: el sistema de Ptolomeo no fue refutado cuaníio
Copérnico creó el propio sistema. Y aunque antes de Einstein se
había realizado el desconcertante experimento de Michelson y Morley,
éste había sido explicado exitosamente por Lorentz y Fitzgerald.
Es en casos como los anteriores cuando los experimentos decisivos
adquieren una importancia decisiva. No tenemos ninguna razón para
más a la verdad— hasta no haber derivado de la nueva teoría nuevas
predicciones imposibles de derivar de la vieja teoría (las fases de Venus,
las perturbaciones, la ecuación de la masa-energía) y hasta no haber
hallado que estas nuevas predicciones se cumplen. Pues sólo este éxito
puede mostrar que la nueva teoría tiene consecuencias verdaderas (eslo
es, un contenido de verdad) allí donde las viejas teorías tenían consecuencias
falsas (esto es, un contenido de falsedad).
Si la nueva teoría hubiera sido refutada por cualquiera de esos experimentos
cruciales, no habríamos tenido razón alguna para abandonar
la vieja teoría en su favor, aun cuando la primera no fuera totalmente
satisfactoria. (Éste fue el destino de la teoría de Bohr-Kramers-Slater.)
300
En totlos esos casos importantes, necesitamos una nueva teoría para
descubrir los puntos en los que es deficiente la vieja. Sin duda, la
limación es diferente si ya se conoce la deficiencia de la vieja teoría
untes de inventarse la nueva; pero lógicamente, el caso presenta baslaine
semejanza con los otros casos como para considerar una nueva
teoría que conduce a nuevos experimentos cruciales (la ecuación de
la masa-energía de Einstein) superior a otra que sólo puede "salvar"
los fenómenos conocidos (Lorentz-Fitzgerald).
(3) La misma observación —acerca de la importancia de los tests
cruciales— puede hacerse sin apelar al objetivo de incrementar la verosimilitud
de una teoría, sino usando un viejo argumento mío: el de
la necesidad de dar independencia a los tests de nuestras explicaciones.
^" Esta necesidad es un resultado del desarrollo del conocimiento,
de la incorporación al conocimiento básico de lo que fue antes un
conocimiento nuevo y problemático, con la consiguiente pérdida de
poder explicativo de nuestras teorías. Tales son mis principales argumentos.
XXII
Podemos dividir en dos partes nuestro tercer requisito: primero, requerimos
de una buena teoría que tenga éxito en algunas de sus nuevas
predicciones; segundo, requerimos que no sea refutada demasiado
pronto, esto es, antes de tener éxitos notables. Ambos requisitos pueden
sonar un tanto extraños. El primero, porque la relación lógica
entre una teoría y cualquier elemento de juicio corroborador no puede
ser afectada, según parece, por la cuestión de si la teoría es temporalmente
previa al elemento de juicio. El segundo, porque si la teoría
está condenada a ser refutada, su valor intrínseco no puede depender
del aplazamiento de la refutación.
Nuestra explicación de esta dificultad un poco desconcertante es
muy simple: las nuevas predicciones exitosas que exigimos a la nueva
teoría son idénticas a los tests cruciales que debe aprobar con el fin de
adquirir suficiente interés como para ser considerada un avance con
respecto a su predecesora, y digna de ulterior examen experimental,
que puede conducir eventualmente a su refutación.
Pero la dificultad no puede ser resuelta con una metodología inductivista.
No es sorprendente, por ello, que inductivistas como John
Maynard Keynes hayan afirmado que el valor de las predicciones (en
el sentido de hechos derivados de la teoría pero no conocidos anteriormente)
es imaginario; y en verdad, si el valor de una teoría residiera
solamente en su relación con los datos que la sustentan, entonces carecería
de importancia, lógicamente, que los elementos de juicio precedieran
o siguieran en el tiempo a la invención de la teoría. Análogamente,
los grandes fundadores del método hipotético acostumbraban
••"' Véase especialmente mi articulo "The Aim of Science", Ratio, I, 1957.
301
a destacar la importancia de "salvar los fenómenos", es decir, de la exigencia
de que la teoría explicara la experiencia conocida. La importancia
atribuida a la nueva predicción exitosa —a los nuevos efectosparece
ser una idea tardía, por razones obvias; quizás £ue mencionada
por vez primera por algunos pragmatistas, aunque nisiKa se hizo explícitamente
la distinción entre la predicción de efectos conocidos y
la predicción de efectos nuevos. Pero me parece totalmente indispensable
como parte de una epistemología que concibe a la ciencia progresando
a través de teorías explicativas cada vez mejores, vale decir,
no meramente a través de instrumentos de exploración, sino a través
de explicaciones genuinas.
La objeción de Keynes (segiin la cual es un accidente histórico el
que ese sustento sea conocido antes de proponerse la teoría o sólo
después, con lo cual puede alcanzar el carácter de una predicción) pasa
por alto el hecho sumamente importante de que es a través de nuestras
teorías como aprendemos a observar, es decir, a plantear interrogantes
que conduzcan a observaciones y a interpretaciones de las mismas. Es
así como aumenta nuestro conocimiento observacional. Y los interrogantes
planteados son, por lo general, interrogantes cruciales que pueden
conducir a respuestas que permitan decidir entre teorías rivales.
Mi tesis es que el desarrollo de nuestro conocimiento, de nuestra manera
de elegir entre las teorías, frente a determinados problemas, es
lo que da carácter racional a la ciencia. Ahora bien, tanto la idea de
desarrollo del conocimiento como la de situación de problemas son, al
menos parcialmente, ideas históricas. Esto explica por qué otra idea
parcialmente histórica —la de genuina predicción de datos (que puede
referirse a hechos pasados) no conocidos al ser propuesta la teoríapuede
desempeñar un papel importante en este contexto, y por qué
puede adquirir importancia el elemento temporal, en apariencia no
atinente a la cuestión. ^^
Resumiré ahora brevemente nuestros resultados con respecto a la
epistemología de los dos grupos de filósofos a los que me he referido,
los verificacionistas y los refutacionistas.
Mientras que los verificacionistas o inductivistas tratan en vano de demostrar
que es posible justificar o, al menos, establecer como probables
•'1 Los verificacionistas pueden pensar que la discusión precedente sobre lo que
he llamado el tercer requisito constituye un desarrollo totalmente innecesario de
algo que nadie pone en duda. Los refutacionistas pueden pensar de otro modo, y
estoy muy agradecido, personalmente al Dr. Agassi, por llamarme la atención sobre
el hecho de que nunca expliqué anteriormente con claridad la diferencia entre
lo que llamo aquí el segundo y el teicer requisito. Por ello, me indujo a formularlo
aquí con algún detalle. Debo mencionar, sin embargo, que discrepa conmigo en
lo referente al tercer requisito, «1 cual —segiin explicó— no puede aceptar porque
considera sólo como un residuo de modos verificacionistas de pensamiento. (Véase
también su artículo publicado en el Australasian Journal of Philosophy, S9, 1961,
donde expresa su desacuerdo en la pág. 90.) Admito que puede haber aquí un
matiz de verificacionismo; pero me parece que se trata de un caso en el cual debemos
aceptarlo, si no queremos caer en alguna forma de instrumentaUsmo que considere
las teorías como meros instrumentos de exploración.
302
(y de esta manera estimular, con su fracaso, la retirada al irracionalismo)
las creencias científicas, nosotros, los miembros del otro grupo,
ni siquiera deseamos una teoría altamente probable. Al identificar la
racionalidad con la actitud crítica, buscamos teorías que, por falibles
que sean, progresen más allá de sus predecesoras; lo cual significa que
puedan ser testadas más severamente y resistir algunos de los nuevos
tests. Y mientras que los verificacionistas trabajan en vano para descubrir
argumentos categóricos válidos en apoyo de sus creencias, nosotros,
por nuestra parte, estamos convencidos de que la racionalidad
de una teoría reside en el hecho de que la elegimos porque es mejoi
que sus predecesoras, porque la podemos someter a tests más severos,
porque hasta puede resistirlos —si somos afortunados— y porque, de
este modo, puede aproximamos más a la verdad.
APÉNDICE: UN ENUNCL\Dü NO EMPÍRICO PRESUMIBl.E.MENTE
F.VLSO PERO FORMALMENTE MUY PROBABLE
EN EL curso de este capítulo, he llamado la atención sobre el criterio
de progreso y de racionalidad basado en la comparación de grados de
testabilidad, o grados de contenido empírico, o del poder explicativo
de las teorías. Lo hice porque hasta ahora esos grados han sido muy
poco discutidos.
Siempre pensé que la comparación de esos grados conduce a un criterio
más importante y más realista que el criterio de refiitabilidad,
más simple, que propuse al mismo tiempo y que ha sido ampliamente
discutido. Pero este criterio más simple también es necesario. Para mostrar
la necesidad del criterio de refutabilidad o de testabilidad para
determinar el carácter empírico de las teorías científicas, discutiré a
título de ejemplo un enunciado simple, puramente existencial, formulado
en términos puramente empíricos. Espero que este ejemplo servirá
también para dar respuesta a la crítica, repetida a menudo, de que es
absurdo excluir de la ciencia empírica los enunciados puramente
existenciales y clasificarlos como metafísicos.
Mi ejemplo consiste en la siguiente teoría puramente existencial:
"Existe una sucesión finita de dísticos elegiacos latinos tal que, si
se la pronuncia de la manera adecuada y en un cierto tiempo y lugar,
se produce inmediatamente -la aparición del diablo, es decir, de un
ser semejante al hombre, con dos pequeños cuernos y pezuñas hendidas."
Evidentemente, esta teoría no es testable, pero es —en principio—
verificable. Aunque mi criterio de demarcación la excluye por considerarla
no empírica y no científica o, si gustáis, metafísica, no queda
excluida por el criterio de esos positivistas que consideran empíricos y
científicos a todos los enunciados bien formados y, especialmente, a
todos los verificables.
Algunos de mis amigos positivistas me han asegurado que consideran
empírico mi enunciado existencial acerca' del diablo. Es empírico
pero falso, han dicho. Y me indicaron que yo confundía los enunciados
empíricos falsos con los no empíricos.
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Pero yo creo que la confusión, sí la hay, no es mía. También yo
creo que el mencionado enunciado existencial es falso, pero yo creo
que es un enunciado vielafísico falso. ¿Y por qué, pregunto, quién
piensa que es empírico debe considerarlo falso} Empíricamente, es irrefutable.
Ninguna observación del mundo puede demostrar su falsedad.
No puede haber fundamento empírico alguno para demostrar su falsedad.
Además, puede mostrarse fácilmente que es muy probable: como
todos los enunciados existenciales, se encuentra en un universo infinito
(ó suficientemente grande) casi lógicamente verdadero, para usar una
expresión de Carnap. Así, si lo consideramos empírico, no tenemos ninguna
razón para rechazarlo; por el contrario, tenemos toda clase de
razones para aceptarlo y creer en él, especialmente desde el punto de
vista de una teoría subjetiva de la creencia probable.
La teoría de la probabilidad nos dice aún más: puede probarse fácilmente
no sólo que los datos empíricos no pueden refutar nunca un
enunciado existencial casi lógicamente verdadero, sino que tampoco
pueden reducir nunca su probabilidad. ^* (Su probabilidad sólo puede
ser reducida por alguna información que sea al menos "casi lógicamente
falsa" y, por lo tanto no por un enunciado observacional que exprese
un dato.) Así, la probabilidad empírica o grado de confirmación empírica
(en el sentido de Carnap) de nuestro enunciado acerca del hechizo
para invocar al diablo debe ser siempre igual a la unidad, sean
cuales fueren los hechos.
Por supuesto, me resultaría bastante fácil modificar mi criterio de
demarcación para incluir entre los enunciados empíricos esos enunciados
puramente existenciales. Me bastaría con admitir entre los
enunciados empíricos no sólo los enunciados testables o refutables,
sino también los enunciados que, en principio, pueden ser "verificados"
empíricamente.
Pero creo que es mejor no modificar mi criterio original de refutabilidad.
Pues nuestro ejemplo muestra que, si no queremos vernos
obligados a aceptar el enunciado existencial acerca del hechizo para
invocar al diablo, debemos negarle carácter empírico (a pesar del hecho
de que se lo puede formalizar fácilmente en cualquier lenguaje
modelo suficiente para la expresión aun de las más primitivas afirmaciones
científicas). Al negarle carácter empírico a mi enunciado existencial,
es posible rechazarlo sobre bases distintas que las de los elementos
de juicio observacionales. (Para una discusión de estas bases
ver el capítulo 8, sección 2, y el capítulo 11, especialmente págs. 275-277
para una formalización de un argumento similar.)
Lo anterior muestra que es preferible, como he tratado durante mucho
tiempo de aclarar, no suponer acríticamente que los términos
32 Se trata de una consecuencia de] "principio de estabilidad" del cálculo de
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