Jim B. y otros
“Tuve una relación homosexual con Leo durante 21 años, cosa extraordinaria entre nosotros. Yo era pastor de una iglesia cristiana de gays. Durante el mes de mayo de 1988, mi compañero Leo estaba agonizando; él tenía 80 años y yo 50. Un día, yo rezaba por él y me vino a la mente la oración de mi infancia Acordaos de San Bernardo. Recité casi toda la oración, pero me olvidé del final. Después de un rato recordé sin esfuerzo: Madre de Dios, no deseches mis humildes súplicas antes bien escuchadlas y acogedlas favorablemente. Amén.
Había vivido muchos años alejado de María y de la Iglesia católica. Esa noche encontré mi rosario y comencé mi viaje de regreso a casa. Era el 13 de mayo, aniversario de la primera aparición de la Virgen en Fátima.
Leo también decidió convertirse a la fe de su infancia y recibió el sacramento de la unción de los enfermos. En la tarde del 31 de mayo, fiesta de la Visitación, Leo murió. En el camino a casa tuve que esperar un rato en un semáforo y una vocecita calmada me dijo: Jim, estás libre. Ahora puedes hacer cualquier cosa. Al día siguiente, me confesé después de 23 años. Fue un momento emocionante para mí. Había perdido a mi mejor amigo, pero había recuperado mi tesoro perdido: la Iglesia católica. Cristo me trajo de vuelta a la fe católica por medio de su Madre, y estoy muy agradecido”51.
El padre Jorge Córdova cuenta que en cierta ciudad de México se le acercó un muchacho y le dijo:
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Padre, soy homosexual, vivo con otro homosexual como marido y mujer; he ido a muchos médicos, sicólogos, siquiatras, programas de rehabilitación y no puedo salir de esto, aunque sí me gustaría.
El padre Jorge le dijo:
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Mira, quiero hacerte una propuesta sencilla. Vas a ir todos los días a una iglesia y vas a estar un cuarto de hora por lo menos delante de Jesús Eucaristía, pidiéndole que te inunde de su amor y que te cambie. El secreto está en hacerlo todos los días. Pide a Jesús que sane tu área sexual. Esto lo vas a hacer durante un mes. Después vienes a verme.
Antes de un mes, vino a verme y me dijo: “Padre, ¡no lo va a creer! Ya no estoy viviendo con mi pareja, no me pregunte cómo; pero, a pesar de que hasta materialmente estábamos muy unidos, ya todo se acabó”... A los pocos meses tuve más noticias de él. Me dijo: “Padre, no lo va a creer; pero ya no me gustan los hombres, ahora me gustan las mujeres, cosa que antes ni caso les hacía”... Le animé a que siguiera cada día con sus visitas a Jesús sacramentado. Y, después de unos meses, me dijo que estaba de novio y, al año, más o menos, se casó. Ahora tienen un hija y una familia preciosa para gloria de Dios52.
El poder de la presencia viva y real de Jesús en la Eucaristía es realmente fabulosa. Jesús puede curar cualquier enfermedad del cuerpo o del alma. Por eso, decía el religioso y escritor italiano Carlo Carretto: En los casos graves de toxicómanos, homosexuales, drogadictos, alcohólicos, etc., he llegado a tener tanta fe en la fuerza transformadora de la oración ante Jesús Eucaristía que les digo con firmeza: Ten fe; si quieres sanar, haz la cura del Sol. Sí, Jesús es el Sol divino, que bajó a devolver la salud a la tierra con el poder sobrenatural de la Eucaristía.
Si quieres sanar, ponte diariamente, durante un año, en oración, en una capilla solitaria, mejor, delante del Santísimo Sacramento expuesto, y quédate allí en actitud de pobre repitiendo: “Jesús, ten misericordia de mí que soy un pobre pecador”. Hazte guiar por un buen sacerdote. Aprovecha ese tiempo para estudiar la Biblia; pero, sobre todo, ponte ante el Sol divino; deja que la vecindad de Cristo te penetre dentro, allí donde anida la podredumbre, donde está la llaga.
Normalmente, las curaciones han ocurrido antes del tiempo previsto. Alguno tal vez sonría, cosa natural para quien desconoce el poder de Cristo, pero yo os aseguro que la dificultad en realizar esos milagros de curación no depende tanto del poder de Jesús que es soberano, sino que depende casi siempre de la falta de fe en la curación, o incluso de no dejarse curar53.
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