La ciudad de Buenos Aires, a los días del mes de del año dos mil cuatro, reunidos los Sres


C.2.c.iii) ¿Quiénes estaban presentes en el interior de República 107 el 10 de julio de 1994?



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C.2.c.iii) ¿Quiénes estaban presentes en el interior de República 107 el 10 de julio de 1994?

C.2.c.iii.A) Síntesis de declaraciones.

En sus primeras declaraciones, Telleldín afirmó que al momento de la transacción sólo se encontraba en la casa su mujer. Posteriormente indicó que también estaban Hugo Pérez y Pérez Mejías. También sostuvo que, si bien no lo podía asegurar, creía que éste último y Jessica Schiavone habían visto al comprador. Más adelante, añadió que Hugo Pérez, Pérez Mejías y sus hijos se hallaban en la cocina y en el comedor, por lo que no presenciaron la transacción.

Durante el debate, aseveró que ese día en su domicilio se encontraban Pérez Mejías, Hugo Pérez y otras personas que se abstuvo de mencionar. Negó que Claudio Cotoras fuera una de ellas.

Por su parte, Ana María Boragni durante el debate dijo que en su casa estuvieron sus hijos, Hugo Pérez, Pérez Mejía y Jacinto Cayetano Cruz. Atribuyó a un olvido no haber mencionado a éste último en su declaración de abril de 1995.



Hugo Antonio Pérez sostuvo en sus indagatorias –incorporadas durante el debate por imperio del art. 378 C.P.P.N.– que estuvo presente el día 10 de julio de 1994 en el domicilio de República 107 de Villa Ballester. Afirmó que, además de Telleldín y Ana Boragni, allí se encontraba también Pérez Mejías.

Debe recordarse que posteriormente (en la declaración testimonial del 21 de junio de 1996, ratificada en la prestada el 11 de julio de ese año) cambió su versión negando haber estado en República 107 al momento de la entrega de la Trafic. Precisó que el domingo 10 de julio de 1994 fue a Haedo a visitar a sus hijos y al volver, en horas de la noche, Ana le dijo que habían vendido la camioneta. Una vez que se supo que la camioneta que se utilizó en el atentado era la vendida por Carlos Telleldín, Ana le pidió que dijera que había estado presente pero que ello no era así. La verdad era que sólo estaba Pérez Mejías. No recordó que Telelldin le comentara que la camioneta Trafic la hubiera entregado a una persona sin recibir dinero a cambio.

Sin embargo, tanto Pérez Mejía como Cruz negaron haber estado en República 107 en esa oportunidad.

Efectivamente, Pérez Mejía en la única oportunidad que declaró, dijo que para el 10 de julio de 1994 todavía estaba en Boulogne y no tuvo ninguna clase de contacto con Carlos, la esposa, Sandra o con Luis. Mal pudo haber estado almorzando en lo de Telleldín el 10 de julio cuando no sabía ni dónde estaba viviendo éste. Agregó que en 1993 ni en 1994 estuvo comiendo en la casa de Telleldín.

En el mismo sentido, Jacinto Cayetano Cruz declaró que el día en cuestión tampoco estuvo en la casa de Telleldín, ya que se retiró el 9 y regresó el 11. Agregó que supo por Pérez, el peruano, que el 10 de julio de 1994 éste había estado en la casa de Telleldín.

C.2.c.iii.B) Valoración.

De la lectura de las declaraciones reseñadas surge que, con excepción de Boragni, los demás testigos negaron que hubiesen presenciado la entrega de la Trafic, tal como lo sostuviera Carlos Telleldín.

Tanto Pérez Mejías como Cayetano Cruz, negaron haber estado en el domicilio de Telleldín, sito en República 107, en el horario en que habría tenido lugar la entrega de la camioneta.

Por su parte, Pérez en sus declaraciones indagatorias admitió que estuvo en la casa, aunque, por encontrarse en la cocina, sólo tomó conocimiento de dicha operación por Ana Boragni.

Ahora bien, como se dijera, en la declaración testimonial del 21 de junio de 1996, Pérez modificó radicalmente sus dichos, al negar su presencia en la vivienda de Telleldín ese día.

Este trascendental cambio adquiere aún más relevancia a partir de que explicara que su primera versión había respondido a instrucciones impartidas por Ana Boragni.

Si bien esta declaración no ha sido incorporada al debate por los motivos ya expuestos, procede su valoración en la inteligencia de que no es utilizada como un elemento de cargo sino exclusivamente para verificar la credibilidad de las personas sobre las que se apoya, en gran medida, la imputación al personal policial. Idéntico criterio se ha adoptado respecto de las declaraciones indagatorias de Cruz.

Como se ve, existió cierta coincidencia entre Telleldín y Boragni al indicar las personas presentes en su domicilio en la fecha indicada. Así, ambos sostuvieron que allí se encontraban Hugo Pérez y Pérez Mejía. Boragni, por su parte, agregó a ese grupo a Cayetano Cruz.

Las aseveraciones sobre este punto efectuadas por Telleldín y Boragni no fueron corroboradas por los testimonios de quienes mencionaran, sino que, además, fueron refutadas expresamente. Por otra parte resulta llamativa la coincidencia en la mentira, proceder que, como se verá, se reiteró en varios aspectos de sus declaraciones.

C.2.c.iv) ¿Quiénes estaban fuera de República 107 el 10 de julio de 1994?

C.2.c.iv.A) La desmentida presencia de los Malacchia y del albañil.

C.2.c.iv.A.1) Síntesis de declaraciones.

Carlos Telleldín afirmó durante la instrucción que al comprador también lo vieron sus vecinos. Así, aclaró que la camioneta estaba estacionada en la vereda de enfrente a su domicilio y su vecino, cuyo nombre en principio no recordó, preguntó si necesitaba que corriera su automóvil, respondiéndole negativamente. Luego agregó que al comprador también lo vio la mujer de aquel. Posteriormente, precisó que ese lindante tenía un Ford Falcon amarillo, era constructor y se encontraba con su mujer y otra persona. Puntualizó que se trataba de un matrimonio y que la tercera persona era un albañil. Añadió que esta pareja presenció la entrega de la Trafic.

En el debate sólo mencionó que el 10 de julio de 1994 entre los vehículos que se encontraban en las inmediaciones de su domicilio estaba el Ford Falcon de Malacchia.

Por su parte, Ana Boragni durante la instrucción afirmó que, luego de la operación Telleldín y Ramón Martínez se levantaron y salieron a la calle. Vio a éste subir a la camioneta y a su marido saludar al vecino apodado “el Tano” y su hijo.

Durante el juicio oral, inicialmente sostuvo que cuando Telleldín y Martínez subieron al rodado para probarlo, el primero se saludó con el vecino mencionado. No pudo decir si fue en ese momento cuando éste debió correr su automóvil Ford Falcon para poder maniobrar la camioneta que estaba estacionada de ese lado, ni tampoco si estaba con su esposa o algún hijo.

Luego, al ser contrastada con la versión aportada en instrucción, manifestó que era lo que ella había explicado y que incluso el vecino le corrió el auto.

Finalmente, en la versión “ordenada”, a la que se aludiera más arriba, dijo que en algún momento vio que su marido conversaba con “el Tano” y le pidió que le corriera el auto.

Sobre el tema en estudio Claudio Guillermo Cotoras se expidió en su declaración testimonial de fs. 38.691. En esa ocasión sostuvo que el 10 de julio de 1994 concurrió al domicilio de Telleldín a bordo de su Valiant, el que estacionó detrás de la Trafic blanca casi enfrente de la casa. En ese momento observó que Telleldín, acompañado de un individuo, iba a subir a la camioneta.

Agregó que vio que el titular del Ford Falcon amarillo estacionado delante de la Trafic (que se encontraba solo) se acercó al conductor de ésta para ofrecerle correrlo y facilitar la salida.

Nuevamente, reviste sumo interés el análisis de una declaración que no fue incorporada al debate. Su valoración se realizará en los mismos términos que se hiciera respecto de Hugo Pérez y Jacinto Cayetano Cruz.

Antonio Malacchia manifestó durante el debate que construía unos locales sobre la calle República, frente al domicilio de Telleldín, que culminó en el año 1994 o 1995. Recordó que para esa época tenía un Ford Falcon amarillo con el que se desplazaba habitualmente.

Concurría, casi diariamente, a esa obra a controlar su avance. Precisó que lo hacía a las 13, después se retiraba al frigorífico y retornaba a media tarde.

Telleldín acostumbraba estacionar autos, la mayoría viejos, sobre la calle República. Entre ellos había una Trafic, no recordó cuándo la vio ni su color, pero sí que poseía un equipo de gas. Vio esta camioneta en fecha próxima a la finalización de la construcción de los locales.

No pudo recordar el año en que vio la camioneta, pero sí que fue un 9 de julio, aniversario del fallecimiento de su padre. Recordó que el domingo, alrededor de las 17, la camioneta ya no estaba en el lugar, circunstancia que lo alegró por cuanto le facilitaba el estacionamiento en el lugar.

Precisó que con Telleldín nunca cruzó ni un saludo, a excepción de una oportunidad en la que hablaron sobre las tejas de la casa de aquél.

Negó específicamente que en alguna oportunidad Telleldín o su mujer, le hubiesen solicitado que corriera su automóvil Ford Falcon, para poder estacionar o retirar algún vehículo de los que acostumbraba dejar sobre la calle República. Ratificó que la única oportunidad en que mantuvo un diálogo con esos vecinos fue en las circunstancias antes señalada.

En los locales trabajaban tres albañiles, don Luis –su hijo– y uno más. Ellos nunca lo hacían los domingos.

Refirió que un domingo a la tarde concurrió junto con su esposa a la obra a observar su estado y que la nombrada se encargó de colocar pastina en el umbral de entrada de los locales, para lo cual debió permanecer arrodillada sobre la vereda. Estimó que ello ocurrió para la misma fecha en que apareció la camioneta aludida.

Los días domingo, la zona donde estaban los locales era muy tranquila, con escaso tránsito vehicular, de personas y con pocos autos estacionados sobre la calle República.

Aclaró que cuando concurría a los locales durante los días de semana lo hacía solo y, en los fines de semana únicamente con su esposa. Aclaró específicamente que sus hijos, particularmente el varón, jamás concurrieron a ver las obras.

Con relación al croquis que se le exhibió dijo que no había sido confeccionado por él. Afirmó que sintió un poco de miedo cuando declaró por segunda vez, en el edificio de Retiro, por cuanto el empleado no le creyó que no sabía dibujar cuando le indicaron que confeccionara un plano; recordó que al insistirle con el dibujo sufrió un leve malestar que lo obligó a pedir dos vasos de agua. Tras explicar que tenía problemas cardíacos se hizo presente el doctor Galeano quien le ofreció convocar una ambulancia.

Por su parte, María Manuela Santillo de Malacchia declaró que en la tarde del 10 de julio de 1994, un poco más tarde que las 13.30, fue a la obra a arreglar el umbral de los locales y permaneció arrodillada de espaldas a la calle, y no vio ni escuchó nada. Se retiró del lugar aproximadamente a las 17.30. Era un domingo solitario, sin nadie en la calle. Negó enfáticamente que algún vecino se hubiera acercado a pedirle a ella o a su marido que movieran el auto.

Precisó que cuando dijo esto en el juzgado instructor, la “apretaron” porque no le creían lo que declaraba y le dijeron que “atrás de esta puerta hay veinte personas que están diciendo la verdad y la única que está mintiendo es usted” (sic).

Reconoció un croquis efectuado por ella en una declaración anterior donde ubica la posición de su marido y la de su auto estacionado.

Nunca vio una camioneta Trafic. Negó conocer a los vecinos de la obra, ni a los de enfrente.

Si bien no supo precisar qué rodado poseían con su marido en 1994, sí recordó que tuvo un Falcon amarillo. Generalmente su esposo la dejaba en la obra y se iba a comprar mercadería para su carnicería. Después aquel volvía, le tocaba bocina y ella subía al auto.

Indicó que trabajaban en la construcción de los locales un albañil –y, en ocasiones, su hijo– pero los domingos no concurrían.

Durante el debate, Luis Rey Cabral manifestó que en el invierno de 1994, entre los meses de junio y agosto, realizó trabajos de albañilería en unos locales ubicados sobre la calle República, frente a la casa de Telleldín, que eran del matrimonio Malacchia. Por otra parte, afirmó que concurría a laborar de lunes a sábado, pero nunca lo hizo un domingo, aunque sí en otras obras y que lo hacía tanto de mañana como de tarde.-

Recordó haber visto una camioneta Trafic blanca estacionada en la vereda de la obra durante varios días y siempre en el mismo lugar. Cree que la vio por primera vez alrededor del 4 de junio de 1994. Sin embargo, nunca observó a alguien manejarla o mostrarla. Su estado era regular.

C.2.c.iv.A.2) Valoración.

Nuevamente, resulta palmaria la mendacidad de las afirmaciones de Carlos Telleldín y su entorno, respecto a circunstancias relativas a lo ocurrido el 10 de julio de 1994.

Efectivamente, como se puede advertir el episodio que narraran se ve refutado, precisamente, por los testimonios de los señalados como protagonistas de aquel suceso.

Mientras Telleldín, Boragni y Cotoras afirmaron que Antonio Malacchia ofreció correr su vehículo para facilitar la salida de la camioneta Trafic, tanto el nombrado como su mujer negaron categóricamente no solo ese ofrecimiento sino haberlo visto ese día.

Esta contradicción será resuelta otorgando credibilidad a los dichos de los vecinos de Telleldín, y no a los de este último y su entorno, por las razones que se expondrán luego de reseñar las declaraciones valoradas.

Si bien aparentemente parece observarse una coincidencia en los dichos de Telleldín, Boragni y Cotoras, respecto de la presencia en el lugar de Antonio Malacchia y del ofrecimiento de éste en desplazar su automóvil, esta coincidencia es solo aparente.

A poco que se analicen en detalle los dichos de los nombrados, surgen palmarias las esenciales diferencias de sus versiones. Aunque todos afirmaron la presencia de Antonio Malacchia, difirieron al señalar si éste se encontraba solo o con alguien más.

Así, Cotoras solo mencionó a Malacchia, Boragni incluyó en la escena también al hijo de aquél, y Telleldín fue variando su versión. En efecto, inicialmente mencionó a su vecino, luego agregó a su mujer y después a un albañil. Finalmente, en su última declaración del debate no hace referencia a ninguno de los mencionados, pero sí al Ford de Malacchia que ubicó en las inmediaciones de su domicilio.

Pero allí no culminan las contradicciones entre los dichos de Telleldín y sus allegados.

Como se adelantara, también difirieron respecto de la conducta endilgada a Antonio Malacchia y al momento en que ello ocurrió.

En efecto, mientras Telleldín y Cotoras señalaran que Malacchia ofreció desplazar su automóvil, Ana Boragni afirmó que aquél efectivamente corrió el vehículo. Como se nota, la diferencia es clara.

Por otro lado, en cuanto al momento en que ello ocurrió, tanto Telleldín como Cotoras señalaron que el ofrecimiento de Malacchia fue anterior a que dieran la vuelta de prueba con la camioneta. En cambio, Ana Boragni –a diferencia de lo sostenido durante la instrucción– dijo que esto sucedió recién finalizada la operación.

Elocuente resulta la respuesta evasiva brindada por Boragni, al destacársele la contradicción sobre el punto. En efecto, allí simplemente señaló que esta circunstancia ocurrió “en algún momento”.

Ahora bien, distinta es la situación respecto de los dichos prestados por el matrimonio Mala-cchia.

Ya se adelantó que coincidieron en negar fervorosamente haber visto al comprador de la Trafic, y más aún haber ofrecido correr el vehículo para permitir el paso de la camioneta.

Especialmente, sobre este último punto Santillo de Malacchia expresó que fue presionada en el juzgado para sostener lo contrario, y de ahí el énfasis de su negativa.

Pero no fue la única coincidencia, también resultaron contestes al destacar el horario en que llegaron y se retiraron del lugar, la tranquilidad de la zona con poco tránsito vehicular y de personas y los días en que trabajaban los albañiles.

Sobre este último aspecto, también coincidieron con el albañil Luis Rey Cabral, en que sólo trabajaba de lunes a sábados y, por ende, no estuvo presente el domingo 10 de julio.

A esta altura se colige, como ya se adelantara, los motivos que fundan la credibilidad de lo sostenido por el matrimonio Malacchia y Rey Cabral.

Pero a las coincidencias en detalles, y de sus dichos con los de terceros, deben sumarse como elementos que fundan su credibilidad, la inmutabilidad –en sus rasgos esenciales– de lo sostenido inicialmente –desde agosto de 1994– y que hayan dado razón de sus dichos.

Así, justificaron los horarios, la precisión en las fechas y el recuerdo de lo sucedido.

En cambio, en Telleldín, Boragni y Cotoras se advierten las contradicciones de lo declarado entre sí y frente a los terceros ajenos al entorno y las variaciones en el tiempo de Telleldín y Boragni.



C.2.c.iv.B) La insostenible y funcional presencia de Cotoras.

C.2.c.iv.B.1) Síntesis de testimonios.

En la cuestionada indagatoria del 5 de julio de 1996, Telleldín narró que mientras discutía afuera de su domicilio con Ramón Martínez, antes de ir a dar la vuelta, se presentó Guillermo Cotoras, a quien le informó que había problemas, que tenía la casa rodeada y autos “truchos” adentro, que no entrara porque podrían allanar su domicilio.

Explicó que Cotoras permaneció a la altura de un lavadero de ropa ubicado frente a su domicilio; al regresar de dar la vuelta, le solicitó que llamara a Barreda y le avisara que tenía una brigada al mando de un oficial “Pino”.

Aclaró que le anotó el número de teléfono de Barreda en un papel, pero finalmente Cotoras concurrió a ver a Eduardo, quien, a su vez, fue al domicilio del primero.

También ubicó el automotor de Cotoras en el croquis confeccionado a fs. 24.248.

En el debate, se refirió a este tema en la declaración prestada el 9 de diciembre de 2003, al señalar que el párrafo sobre la presencia de Cotoras y la conversación que mantuviera con Telleldín, fue uno de los insertados por el magistrado instructor en la declaración de julio de 1996 como suyos, cuando en realidad no lo eran.

Por su parte Ana María Boragni durante el debate afirmó que Telleldín le comentó que se había encontrado con Guillermo Cotoras en la calle, luego de finalizada la operación, a quien le dio algo de dinero. En un primer momento, dijo que Telleldín justificó su demora en regresar después de que salió con el comprador, debido al encuentro con Cotoras. Posteriormente, afirmó que Cotoras se presentó cuando Telleldín salió a mirar los automotores –que sospechaba que eran de alguna brigada– y cuando ya no estaba ni el comprador ni la camioneta.

Cabe destacar que Cotoras, quien solo declaró en la instrucción por las circunstancias más arriba detalladas, también cambió su versión y explicó que ello se debió a que temía por su integridad y la de sus hijos.

Si bien en sus primeras declaraciones no se expidió expresamente respecto al hecho del 10 de julio de 1994, puede colegirse de sus dichos que no vio a Telleldín en esa fecha. Ello debido a que sostuvo que desde el día en que Telleldín le dejó la camioneta (inicialmente dijo que ello ocurrió a fines de junio o principios de julio de 1994, y en posteriores oportunidades precisó que fue en la primera semana de julio de 1994) no lo volvió a ver hasta cruzarse ya detenidos en sede policial. Añadió que lo llamó al número de abonado 768-0902 a mitad de mes y nadie le contestó. También mencionó que le adeudaba dinero por la extracción del motor de la camioneta Trafic.

Posteriormente, en su declaración testimonial de fs. 38691 y ss., sostuvo que el 10 de julio alrededor de las 14, se dirigió al domicilio de Telleldín para reclamarle un dinero que le debía por haberle ayudado a sacar un motor de una carrocería quemada.

Arribó al domicilio de República 107 en su vehículo Valiant –del que nunca se bajó–, y lo estacionó detrás de la Trafic blanca casi enfrente de la casa. En ese momento observó que Telleldín estaba acompañado de un individuo “como para subir” a la camioneta.

Fue entonces cuando Telleldín se le acercó, le dijo que lo estaba extorsionando la policía y le pidió que se comunicara con Eduardo para que éste a su vez le avisara a Diego que “Pino” lo estaba “apretando”. A tal fin le dio un papel con el número de teléfono de Diego.

Relató el ofrecimiento de Malacchia al que antes se aludiera, y agregó que Telleldín subió del lado del acompañante y partió. Observó a dos individuos en actitud expectante a quienes describió, justificando su atención en esas personas en el “apriete” comentado por Telleldín y el miedo de lo que pudiera ocurrir. Finalmente, a los cinco o diez minutos, vio regresar a la Trafic y a los sujetos.

De las fotografías obrantes en el sobre de fs. 247, identificó la número seis –correspondiente al imputado Ibarra–, al señalar su parecido con una de las personas que rondara la casa de Telleldín el 10 de julio de 1994.

Si bien en un primer momento dijo que vio a la persona que subió a la Trafic por muy escaso tiempo y de espalda, en una declaración posterior señaló que debería tenerlo frente a su vista para poder responder si podría reconocerlo.

Confeccionó un croquis detallando la ubicación de los vehículos, luego aclaró que no podía precisar el momento en que Telleldín le mencionó a “Pino”. Si bien estaba “casi totalmente seguro” de que ello sucediera en las circunstancias relatadas, no descartó que hubiera sucedido en la noche cuando Telleldín concurrió con Ana y los hijos a su domicilio.

C.2.c.iv.B.2) Valoración.

Se reeditan en este acápite las mendacidades de las declaraciones prestadas por Telleldín y su entorno respecto a otra de las circunstancias que caracterizara, según su versión, lo ocurrido el 10 de julio de 1994.

En efecto, no resultan creíbles los dichos de Cotoras y Telleldín al relatar el encuentro que aducen haber protagonizado en esa fecha por las razones que se expondrán.

En primer lugar, debe destacarse que este episodio fue recién introducido en la causa a partir de las declaraciones prestadas en julio de 1996 por Telleldín, Boragni y Cotoras, es decir, dos años después de sus primeras deposiciones y, valga recordarlo, en forma inmediata de concretado el pago ilegal al primero de ellos. Así, mientras Telleldín y Boragni, al referirse a lo sucedido aquél día, omitieron toda referencia a la presencia de Cotoras en el lugar, este último afirmaba –su-cesivamente en indagatorias y testimoniales– que a Telleldín no lo había visto desde que colaborara en la extracción del motor (fines de junio o principios de julio de 1994) hasta que fuera detenido (27 de julio de ese año).

El temor expuesto por los mencionados para tan relevante omisión, no resulta creíble frente al contenido del video del 1º de julio de 1996 que da cuenta de la reunión entre Telleldín y el juez Galeano, el pago que se le efectuara el día 5 de ese mes, y la denuncia formulada por Telleldín en la que señalara como un agregado del juez el párrafo referido al encuentro con Cotoras.

En la aludida entrevista filmada, se puede advertir que Telleldín luego de anunciar que traería a unos testigos a quienes debía convencer para que declaren, presentó a Cotoras –aunque sin dar el nombre– como el testigo que estuvo presente en el lugar.



Estos son algunos de los párrafos que se pueden destacar referidos al tema en cuestión:

  • Telleldín: “... faltan cositas, pi, pi, cosita como ser el día que yo entrego la camioneta, que esto no se lo dije yo, pero que hay un testigo fundamental de la causa, que es lo que me pide la Cámara, que es un testigo que justo me vienen a cobrar un dinero y estaba la policía, conmigo, justo afuera en mi casa, le dije mira, que estoy apretado, toma este teléfono llamálo a Barreda, decile que con un tal Pino (I) problema, y le doy un papelito que el tipo hasta hoy tiene el papelito en su poder. ... !No anotes!, !no anotes!, porque esto, no anotes, !para!, no lo van a encontrar, a parte lo van a voltear al tipo, lo van a mo­ver y el tipo te va a decir a muerte que no sabe nada; ..., entendés, lo tengo que convencer a que declare la verdad y que traiga el papelito que le di en ese momento y toda la historia, es así, ustedes se ríen, pero ... lo único que van a hacer, es conseguir que el ti­po tenga más miedo, aparte que no lo van a encontrar, porque no es ninguna de esta gente que usted tiene ... un tipo que vino a cobrar un dinero justo y yo le dije, mira pibe tengo un problema con la policía, ... voy a ver si transo por­que tengo auto trucho adentro, así que no entres a mi casa, quédate afuera”. ...

...

  • Telleldín: ... tengo un testigo del día que estuvo ahí... me vino a cobrar y que estaba atrás de la camioneta mía que tengo que convencerlo.

  • De Gamas: ¿Usted vio todos los movimientos?...

  • Telleldín: Le di un papelito para que llame a Barreda, porque tenía la Brigada de Investigaciones, le dije, le dije, mirá que tengo una Brigada, y este me dijo Pino, a mi no me dijo que era Leal, yo nunca supe que era Leal

  • Galeano:¿Era el movicom de Barreda?

  • Telleldín: Le di, No ... de la casa particular de Barreda.. le dí un papelito, le dije llama a Barreda urgente, que se empiece a conectar, porque creo que vamos todos presos, yo no pensé que él ... (superposición de voces).

  • De Gamas: ¿A qué hora fue él...?

  • Telleldín: Dos, dos de la tarde, dos y pico. Este tipo, entonces le dije, vos quédate afuera y que pareciera como que era comprador de la camioneta, porque yo la tenía publicada, entonces al policía yo le dije era un comprador, no le dije que era una persona conocida ...

...

  • De Gamas: Si ves la cara de todos, ¿los reconoces?

  • Telleldín: No, a Ramón Martínez nada más, porque los otros estaban en la esquina, a la vuelta. Entonces yo le hice un papel al pibe, le digo le voy a decir que esta vendida la camioneta todo, cuando volvimos estaba el pibe ahí; le dije, no entres a mi casa porque va ser allanada se va a armar y vas a quedar preso, le digo te doy este teléfono, llamá acá y decíle que tengo un problema y que el que está a cargo del procedimiento se llama Pino, para mí Pino es el apellido, para mí. Me enteré después por Página 12 de que... y ese papel lo tiene guardado, y la persona la tengo, no tiene antecedentes, ­no tiene problemas, no es conocido vino de pedo me la mandó Dios como estos tres paraguayos, o sea que ahí tenemos para demostrar, usted tiene el cierre totalmente del apriete ese día ...

La elocuencia de los párrafos precedentes eximiría de mayores valoraciones. No obstante, la gravedad de la situación impone advertir que se trasluce una negociación entre el magistrado y el secretario con el imputado acerca del contenido de su declaración y de la concurrencia del testigo en cuestión.

Por otra parte, de lo expuesto y del necesario “convencimiento” previo de Telleldín, se colige que la declaración que prestaría Cotoras era parte de lo negociado entre el imputado y el juez instructor, es decir, carente de la espontaneidad pretendida.

Adviértase, que la declaración testimonial de Cotoras donde alude al encuentro con Carlos Telleldín, fue prestada el 10 de julio de 1996, cinco días después de la delictiva indagatoria de éste, y en forma absolutamente conteste con esa pieza.

Todo ello, de acuerdo a los lineamientos esbozados en la filmación de diez días antes.

A lo expuesto debe sumarse, para valorar sus dichos, y más allá de la irregularidad detallada en otro lugar de este pronunciamiento, que Cotoras prestó declaración testimonial estando imputado.

La pretendida justificación de tal proceder basada en la supuesta autonomía de dos causas distintas, la 1156 (causa A.M.I.A.) y la 1598 (causa Brigadas), como se dijo, no puede resultar exitosa. Nótese que Cotoras es imputado y aún reviste dicha condición, como partícipe del atentado a la sede de la A.M.I.A. y se lo interroga testimonialmente sobre ese mismo tema.

Se podrá decir que en realidad la participación imputada consistiría en el armado de la camioneta Trafic y que en la declaración jurada, en cambio, se le preguntó por la entrega de ese vehículo. Sin embargo, tolerar dicho proceder, sería algo así como permitir que a un imputado por la sustracción de un objeto se lo pudiera interrogar testimonialmente por su encubrimiento.

Por todo ello, se advierte claramente que la incorporación por Cotoras del teórico encuentro mantenido con Telleldín el 10 de julio de 1994, se debió al cumplimiento de la negociación entablada con el magistrado instructor. Por esa misma razón debe rechazarse el temor alegado por Cotoras en esa declaración testimonial como razón del ocultamiento previo de ese encuentro.

Es en este contexto que debe ser analizado el cambio de versión de Cotoras, en punto a la existencia del encuentro en análisis, reflejado en la declaración testimonial de julio de 1996.

Pero más allá de las observaciones expuestas, que enmarcan la declaración de Cotoras, debe señalarse que las circunstancias allí incluidas respecto al encuentro con Telleldín resultan contrarias a la lógica y la experiencia, elementos éstos de la sana crítica. Como se verá, las insalvables inconsecuencias de esta versión se advierten no sólo a partir del análisis separado de esta pieza, sino que aún se profundizan al contrastarla con los dichos de Telleldín.

Estas contradicciones ya se advierten respecto al preciso instante, dentro del marco de aquel encuentro, en que Telleldín le indicara a Cotoras que era “Pino” quien lo apretaba. Carlos Telleldín dijo que lo hizo luego de dar la vuelta con la camioneta en compañía del extorsionador. Por su parte, Cotoras señaló que estaba casi seguro que ese comentario se lo efectuó Carlos antes de dar la vuelta, pero también sostuvo que era posible que hubiera sido a la noche cuando Telleldín y Ana concurrieron a su domicilio.

La versión de Telleldín sobre este aspecto resulta incompatible con la brindada por Cotoras toda vez que éste explicó que no llegó a ver el estacionamiento de la Trafic y el descenso de sus ocupantes porque ya había partido al encuentro de Eduardo Telleldín. En otras palabras, para cuando Telleldín sostuvo que se encontró con Cotoras, éste negó haber permanecido en el lugar, por lo que, claro está, no podía haber mantenido conversación alguna con Telleldín.

Por su parte, la primera hipótesis sostenida por Cotoras, en cuanto a que Telleldín le habría transmitido antes de dar la vuelta que “Pino” lo apretaba, difiere sustancialmente con la versión de Telleldín. En efecto, recuérdese que este último afirmó que recién al dar la vuelta a bordo de la camioneta se le presentó la persona que se identificara como el oficial “Pino”. En consecuencia, mal le podría haber transmitido dicho dato a Cotoras, cuando todavía no había sucedido.

También la segunda hipótesis manejada por Cotoras resulta incompatible con los dichos de Carlos Telleldín, porque mientras el primero manifestó que Boragni y Telleldín fueron a su casa el 10 de julio de 1994 por la noche, este último sostuvo que esa noche fue a la casa de Diego Barreda. A ello debe agregarse que Eduardo Telleldín sostuvo que su hermano Carlos y Ana Boragni estuvieron en su domicilio ese día a las 19, circunstancia ésta que no fuera afirmada por ninguno de éstos.

En otro pasaje de su relato –la entrega por parte de Telleldín a Cotoras de un papel con el teléfono de Barreda– nuevamente se advierte la presencia de circunstancias que resultan poco creíbles.

Si bien Telleldín y Cotoras coincidieron en dicho traspaso, difieren en cuanto al momento en que se llevó a cabo. Tal discrepancia temporal es la ya referida cuando se trató el momento en que Telleldín le informara a Cotoras que era “Pino” quien lo apretara.

Pero más allá de esta discrepancia, resulta sorprendente el margen de libertad con el que, según la versión de Telleldín y Cotoras, actuaran éstos en el marco de un proceso extorsivo. En ese contexto es absurdo no sólo que haya podido entablar una conversación el extorsionado con un tercero, sino que incluso tuviera el tiempo suficiente como para escribirle el teléfono de Barreda y entregárselo. Basta reparar en el riesgo que ese proceder implicaba a los extorsionadores, para sostener que resulta ilógico que toleraran esa comunicación.

Aquí no se agotan las afirmaciones contradictorias, ilógicas e incoherentes sobre lo sucedido aquel 10 de julio de 1994 en el encuentro entre Telleldín y Cotoras.

Como se dijo, Telleldín sostuvo que le encomendó a Cotoras que le comunicara a Barreda que lo estaba extorsionando una brigada al mando del oficial “Pino”. Cotoras, en cambio, sostuvo que le pidió que se comunicara con Eduardo para que éste a su vez le avisara a Barreda que “Pino” lo estaba “apretando”.

Se advierte entonces que en la cadena de llamados que le encomendara Telleldín en la ocasión, Cotoras incorpora a Eduardo Telleldín.

Todo el relato con relación a este pedido de comunicación resulta absolutamente irreal ya que no se explican las contradicciones entre los protagonistas en un tramo esencial sobre lo sucedido.

Pero también carece de una justificación razonable que Telleldín prefiriera utilizar como emisario a Cotoras en vez de comunicarse directamente con Barreda. Las razones de celeridad que podrían argüirse para refutar esta afirmación no resultarían eficaces al no encontrar correlato en la actitud desplegada por Cotoras, que permanece en el lugar hasta que Telleldín regresa, aún desconociendo que exclusivamente daría una vuelta manzana.

No deja de advertirse en este denunciado intento de comunicación con Barreda una coincidencia con la llamada del 14 de julio de 1994 entre Carlos Telleldín y Barreda reconocida por este último. Es válido interpretar que esta comunicación fuera utilizada para reforzar la versión extorsiva del 10.

Además, resulta incompatible esta comunicación que Telleldín encomendara a Cotoras con el secreto en que aquél pretendía mantener la situación. En este sentido debe recordarse que Telleldín sostuvo que transmitió a Boragni en forma limitada lo sucedido, a requerimiento de ésta, con la advertencia de que no lo comentara con las demás personas que vivían en la casa, lo cual fue ratificado en lo pertinente y esencial por Ana Boragni.

Por otra parte, resulta inverosímil la permanencia de Cotoras en el lugar durante quince minutos, sostenida por Cotoras y Telleldín, luego de que éste le advirtiese que tenía la casa rodeada por personal policial que podría allanar su domicilio en búsqueda de los autos de origen ilícito que allí tenía. Menos aún, se comprende esta actitud al contrastarla con el temor que dijo sentir Cotoras frente a lo que presenciaba.

Si a ello se agrega que –según Cotoras– Telleldín le encargó, antes de partir a bordo de la camioneta junto al extorsionador, que le pidiera a Eduardo que se comunicara con Barreda para informarle que estaba siendo objeto de un “apriete policial” en el que participaba “Pino”, su permanencia resulta absolutamente inexplicable. Ello, toda vez que lo lógico parecería ser que, de un modo urgente, Cotoras hubiese realizado la tarea encomendada por Telleldín.

Es menester reiterar que resulta sorprendente el margen de libertad pretendido en el marco de un proceso extorsivo. Ello se evidenció en la ya valorada comunicación entre Telleldín y Cotoras, como así también en la permanencia de este último en un lugar de riesgo.

Como se dijera, en la declaración del 9 de diciembre de 2003, Telleldín modifica sustancialmente, también en este aspecto, la versión de lo sucedido aquel 10 de julio.

Precisamente, en el anexo de la ampliación de denuncia glosada a fs. 117.250/65 al que se refiriera durante el debate, y donde detallara los párrafos de la declaración indagatoria del 5 de julio de 1996 que el magistrado instructor incorporó falsamente, incluyó el referido al mentado encuentro con Cotoras.

Amén de las contradicciones destacadas entre los dichos de Telleldín y Cotoras no puede dejar de destacarse que Boragni, en contradicción con lo sostenido por los dos primeros, afirmó que la presencia de Cotoras se produjo una vez finalizada la operación de entrega de la camioneta. Pero aún dentro de esta hipótesis, planteó dos alternativas inconciliables. En un primer momento sostuvo que el citado encuentro se produjo cuando Telleldín salió con el comprador, y posteriormente que ello ocurrió cuando ya no estaba ni el comprador ni la camioneta.

De lo hasta aquí reseñado se colige, como ya se adelantara, que no resulta creíble que se produjera el alegado encuentro entre Telleldín y Cotoras el 10 de julio de 1994. Ello, a partir de la evidenciada contradicción, incoherencia e inverosimilitud de todas y cada una de las circunstancias en las que se lo circunscribió.

A ello debe adunarse que en la ampliación de denuncia ya referida, Telleldín destacó que el párrafo de su encuentro con Cotoras mencionado en su declaración del 5 de julio de 1996, fue introducido por el magistrado instructor.

También es digno de destacar que la mención de Telleldín de su encuentro con Cotoras, fue sucedida, en el escaso plazo de cinco días, por la misma actitud de Ana María Boragni y Guillermo Cotoras.


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