La Misión del Espiritismo



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Pregunta: La mayoría de los kardecistas no creen en el he­chizo. ¿Qué opináis?

Ramatís: Hechizo es un vocablo originado de la raza negra y de la magia oriental, que implica genéricamente, la práctica del mal. El hechicero es la persona que perjudica al prójimo; no importa de qué forma, ni tampoco su raza o color.

Obviamente, si los espiritas no creen en el hechizo, tam­poco debieran creer en el mal. Es cierto que el término he­chizo se conoció en occidente como aquello que define la prác­tica maligna a través de los objetos, residuos humanos o ani­males, los cuales, los magos negros utilizan trabajándoles las fuerzas destructivas y violentas del mundo oculto, en contra del prójimo. Sin embargo, ¿cómo deberíamos determinar a los "he­chiceros blancos", a esos hombres que consiguieron dominar la energía oculta y poderosa de la bomba atómica, que con solo arrojarla desde un diminuto avión, asesinó a millares de criatu­ras humanas en Japón?

Es indiscutible, que ellos también se apoderaron de una fuerza destructora, oculta en lo invisible, pero que sabiamente la emplearon maléficamente contra las personas humanas, quedando encuadrados, también, en la moral contenida en el afo­rismo de que el "hechizo se vuelve contra el hechicero".

Pregunta: Entonces, ¿debemos creer ciegamente en el he­chizo, cuando "algo" indescifrable interfiere en nuestra vida, transcurriendo todo de mal en peor?

Ramatís: Muchas veces, ese "algo", como vosotros lo de­nomináis, penetra en el seno de una familia debido a la carga del hechizo, ocasionado por algún envidioso encarnado, aun­que la mayoría de esos "encantamientos" o "hechizos" obede­cen con más particularidad a las iniciativas de los espíritus desencarnados. Cuando los espíritus de las tinieblas no pue­den actuar directamente sobre los encarnados por causa de su protección o defensa, entonces tratan de movilizar las fuerzas agresivas de la naturaleza, recurriendo a los magos negros de la tierra, que se dedican a la preparación especial de objetos y otros elementos adecuados. De esa forma, inexplicablemente cae enfermo el jefe de la familia, sus seres queridos se des­orientan, las personas sufren accidentes frecuentes, la esposa se enferma por exceso de trabajo, se pierden los objetos valio­sos, se deterioran los aparatos domésticos, se rompe fácilmente los utensilios de loza, las aves y los animales entristecen, los negocios van mal, mientras que el dinero prácticamente des­aparece por los gastos excesivos, provocado por los casos im­previstos, debiendo agregar una serie continua de vicisitudes, denominadas cosas del "azar".

Sin embargo, es necesario no generalizar, pues los "casos" de infelicidad también obedecen al rescate kármico o a la negligencia e imprudencia de los humanos. Además, los com­ponentes de una familia, a veces, reciben de retorno los mismos fluidos de celos, codicia, venganza o maledicencia generados imprudentemente contra otras criaturas. Mucha gente genera fluidos hechizantes en las conversaciones intencionadas y por el juzgamiento precipitado sobre el prójimo; la cólera, la in­conformidad sobre la buena suerte de los ajenos, la frustra­ción del noviazgo o casamiento, la pérdida por los malos nego­cios, la imposibilidad de alcanzar una buena promoción, las mejores notas escolares de los hijos del vecino, todo eso y mucho más, puede ser la fuente creadora de los malos fluidos. Y la carga fluídica, alimentada por la imprudente forma de pensar y hablar mal, incorpora nuevas energías destructoras en el transcurso de la acción hacia el blanco prefijado, retor­nando aún más virulenta en busca de la descarga a tierra en la propia fuente que la emitió.

En ese “auto hechizamiento", las personas envidiosas, celo­sas, ambiciosas, irascibles, despechadas, maledicientes e insa­tisfechas, son verdaderas usinas productoras de fluidos dañinos, una especie de depósitos de carga negativa y violenta, muy bien dispuesta, que los magos negros refuerzan con sus tra­bajos de hechicería. Hay personas que al visitar un hogar, lo dejan minado de perturbaciones, pues su sola presencia, con su aura de influencia negativa, vive emitiendo y recibiendo fluidos perniciosos en base a su descontrol mental. Son verda­deras estaciones de emisión y recepción, que esparcen emana­ciones perturbadoras a su alrededor; y a veces, llegan a enfer­mar hasta los vegetales, animales y aves, como también producen el tradicional "mal de ojo" en los recién nacidos, que más tarde requiere la asistencia de la "curandera" o entendida, que en base a los "pases fluídicos" u oraciones, terminan dis­persando la carga nociva.


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