La Misión del Espiritismo



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Pregunta: Considerando que la función espiritual de la Ho­meopatía es curar el cuerpo físico y no la moral del enfermo, a nosotros nos extraña, que la simple creencia o no, como la na­turaleza de las virtudes y pecados, puedan influir en ese trata­miento. ¿No es verdad?

Ramatís: Las dosis homeopáticas incitan las energías acu­muladas en la intimidad de las fuerzas creadoras, de ese mundo infinitesimal; consecuentemente, ejercen mayor acción en el in­dividuo superior, afectado a las ideas constructivas y a las vir­tudes del espíritu. El hombre interesado en su redención espi­ritual, es una criatura de frecuencia elevada en su contextura periespiritual a causa de su magnetismo y disposición mental optimista. En el ansia de superar el dominio instintivo de las fuerzas ocultas del mundo animal, eleva la frecuencia vibratoria de su psiquismo. Cuando es consciente de su sobrevivencia espiritual, siendo más esperanzado, se vuelve optimista, confiado y ordenado en sus pensamientos, facilitando extraordinariamente la acción homeopática en la delicada contextura del periespíritu. La función de la Homeopatía es "despertar" energías en el cuerpo humano, siendo preciso que el enfermo presente condiciones apropiadas para la medicación, sin rechazar o bombardear su acción sutilísima. Por eso, cuando el médico se ve imposibili­tado para curar al hombre de instintos primarios e inmorales, al­canza notable éxito ante un paciente místico, cuya alma com­prensible, de naturaleza frugal y pacífica, es de óptima "electricidad" para el tratamiento terapéutico.

En verdad, la Homeopatía no tiene por finalidad médica, resolver los problemas morales del ser; sin embargo, como de­pende de las condiciones mentales del enfermo, su éxito consiste en dinamizar las energías de su mente, antes que violentarlas. Del grado de esa receptividad homeopática, depende la cura, como, la exacta prescripción de la dosis, baja o más alta. Por eso, las criaturas curadas fácilmente por la homeopatía, no reaccionan negativamente y jamás cambiarían esa medicación suave, por otra violenta y dolorosa, como son las drogas de acción tóxica o de gustos repulsivos.



Pregunta: ¿Existe alguna otra relación simpática entre el Espiritismo y la Homeopatía?

Ramatís: Bajo el concepto homeopático no existen enfer­medades, pero sí enfermos; bajo el concepto espirita, no existen pecados, pero sí, pecadores. En ambos casos, la acción terapéu­tica debe concentrarse en los individuos "enfermos" o "pecado­res", antes de buscar cualquier entidad enfermiza o responsable.

La cura homeopática dependerá del propio paciente, con­forme al celo, perseverancia, paciencia y confianza en el trata­miento sutil, de lo que el médico le prescriba en las dosis infi­nitesimales. La dieta, reposo, control, emotividad y serenidad mental son los factores positivos y eficientes para una cura más pronta. La Homeopatía se ejerce a través de la mente y de los sentimientos del ser, entonces, alcanza lo íntimo de la contex­tura periespiritual y cual impacto atómico certero, impulsa hacia las vías emuntorias el morbo psicofísico. Mientras que la me­dicina Alopática, en vez de catalizar las energías vitales del organismo humano, penetra bruscamente en el cosmos celular, arremetiendo con el quimismo de las sustancias tóxicas inyectables, provocando las reacciones violentas de la vieja disciplina de los "contrarios" preconizada por Galeno.

Hay religiones que combaten el pecado y se olvidan de es­clarecer al pecador, pues lo excomulgan y le decretan la violencia sádica del infierno; hay doctrinas que esclarecen al pecador y lo ayudan a redimirse en forma tolerante, afectuosa y sin ame­nazas. Siendo así, la Alopatía ataca las enfermedades y la Ho­meopatía ayuda a los enfermos.

Pregunta: En vuestras consideraciones dijisteis que pueden modificarse ciertas situaciones emotivas y mentales, es decir, en el tratamiento homeopático. Preguntamos: ¿ese proceder no in­duce a pensar en una nueva terapia, que es capaz de modificar mecánicamente la, conducta del individuo? De esa forma, ¿no desaparece la responsabilidad y el mérito espiritual del hombre en conocerse a sí mismo y orientar conscientemente su propia evolución?

Ramatís: Pensando las cosas mejor, el ciclo de las reencar­naciones ¿no es una terapéutica divina, que obliga al espíritu a rectificarse y a progresar compulsoriamente, colocándolo en ambientes hostiles o en medio de la familia, cuyos miembros pueden ser adversarios del pasado a fin de purgar sus enfer­medades espirituales? ¿Cuántas veces el hombre es abatido por la deformidad física, por una molestia congénita, que lo paraliza orgánicamente, quedando a merced de las vicisitudes económi­cas y morales, obligándolo a encuadrarse en los dictámenes del Bien? Aunque todo eso parezca calamitoso, el espíritu no pierde el mérito de su rectificación espiritual, pues delante de la es­cuela implacable de la vida física, es su conciencia la que decide respecto a lo que aprovecha o desprecia sobre la inexorable terapéutica kármica, aplicada compulsoriamente por la Justa Ley del Padre.

Las dosis infinitesimales, por el proceso homeopático, real­mente pueden modificar ciertos síntomas mentales del paciente, pues ellas descargan y volatizan los residuos psíquicos que se han acumulado a través del tiempo, ya sea intoxicando al periespíritu, descontrolando las emociones o afectando la dirección normal del espíritu. Es de sentido común, que algunas drogas tóxicas y entorpecedoras como el opio, la morfina, o "aurum metalicum", mescalina, el ácido lisérgico, la belladona o la co­caína, pueden influir en la mente perniciosamente, puesto que provocan distorsiones mentales, delirios alucinatorios, estados es­quizofrénicos o melancolías en el psiquismo del hombre sano. Conforme a la ley homeopática, de que los "semejantes curan a los semejantes" esas sustancias y tóxicos, que en dosis alopá­ticas o macizas, provocan estados de morbidez en los pacientes o viciados, después de haberse dinamizado inteligentemente y suministradas en dosis infinitesimales, pueden efectuar curas en casos cuyos síntomas sean semejantes.

El impacto energético de la dosis infinitesimal libera al psi­quismo de la carga, que se genera por el abuso de los tóxicos, como ser miasmas, virus psíquicos, enfermedades mentales y residuos que son la resultante de los desequilibrios emotivos.


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