La Misión del Espiritismo



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Pregunta: Nos agradaría que nos dieseis algunos ejemplos más, sobre el aspecto comparativo que media entre las ense­ñanzas del Budismo y el método directo del Espiritismo, en nuestra época.

Ramatís: Buda y la doctrina espirita, en esencia, dicen una misma cosa, pero, en forma diferente; el primero se dirige a la mente oriental, poética y mística, partiendo de 600 años antes de Cristo, cuando inició su misión liberadora; el segundo (el Espiritismo) se dirige, particularmente, al ciudadano occidental del siglo XX, lleno de dudas o interpretaciones equivocadas.

El budista aun puede alegar, que le falta entrenamiento meditativo para interpretar, a rigor, ciertas máximas budistas; pero, el espirita asimila las enseñanzas, que tanto son accesibles para la criatura como al hombre viejo, al analfabeto como al sabio. En la época de Buda y de Jesús, el conocimiento sobre el mundo oculto podía transmitirse al pueblo en forma "exabrupta", puesto que sólo daría lugar a la superstición, el temor y el fanatismo. De ahí la peculiaridad de las máximas budistas y de las parábolas de Jesús, que revelaban a la masa común, cierta parte de las enseñanzas trascendentales. Por eso, aún hoy, los exegetas bíblicos discuten el sentido de la parábola, por la cual Jesús hizo secar la higuera, porque le traería la guerra y no la paz, o se pretende decir, que Jesús llamó al Templo de Jerusalén (un matadero de aves y animales), en vez de "casa de Dios".

Obviamente, el Espiritismo no pretende superar el Budis­mo, pero en base a la gran disparidad de condiciones evolutivas, realizaciones científicas y descubrimientos técnicos, dominio del mundo oculto y demás avance del hombre actual, la doctrina espirita es apropiada para las masas populares, mientras que el budismo requiere mentes y costumbres más electas a la me­ditación. En la escuela budista, comúnmente, el discípulo debe sacar sus propias ilaciones, después de escuchar el concepto doc­trinario, mientras que en el esclarecimiento espirita, la enseñanza es directa y taxativa.

Decía Buda: "Quien renuncia a los deseos se vuelve un brahmán", es decir, cuando el discípulo buscaba saber lo que significaba un brahmán, entonces asimilaba la enseñanza de­bido a que un brahmán era aquel que ya no reencarnaba más y alcanzaba el Nirvana, región equivalente al Cielo del Catoli­cismo. Mientras tanto, relacionándolo con la exposición de nues­tro concepto, el Espiritismo es rápido, práctico, directo y eficaz puesto que explica, que aquel que se libera definitivamente de la carne, será un ángel. Buda dice: "Quien injuria al hombre virtuoso, es como el que escupe contra el viento." Y la doctrina de A. Kardec, en sus simples enseñanzas, indica la misma cosa a través de lo siguiente: "Quien injuria al prójimo, será inju­riado." La poética y simbólica composición doctrinaria de Buda en otra de sus enseñanzas dice: "Las cosas brotan del corazón y el corazón las dispone; quien habla o actúa con mal corazón, el dolor lo acompaña, como el animal que lo arrastra; quien habla o procede con el corazón, la felicidad lo acompaña como si fuera la propia sombra." El Espiritismo, maravilla de sinterización, simplifica las enseñanzas para todos en general y ex­plica sin rodeos poéticos al traducir los mismos conceptos de la siguiente forma: "El hombre recoge en el presente o en el futuro los efectos felices o desventurados de las causas buenas o malas del pasado." Buda dice en otra de sus enseñanzas para los orientales: "Si tu pides que la orilla opuesta del río venga a ti, ¿ella vendrá? ¡No! Tu debes atravesar el río para encon­traría." Siguiendo los pasos de Jesús y bajo el mismo tema, el Espiritismo es unánime en explicar, que sin esfuerzos, el hombre nada alcanza, por eso, sólo dice algo que encierra mucho en pocas palabras: "Buscad y encontraréis."



Pregunta: Basándonos en el conocimiento, que en vuestra última encarnación fuisteis indochino, ¿qué doctrina profesabais en la vida carnal?

Ramatís: Era el Budismo, pero nos dedicábamos esencial­mente a su forma iniciática, al espíritu de la doctrina, excep­tuada de cualquier símbolo embarazoso, alegorías o sugestiones indirectas, tal como hoy lo hacen muchos espiritualistas que saben distinguir entre el Evangelio de Jesús o "el espíritu que vivifica y la letra que mata". Además, íbamos más allá del as­pecto contemplativo de ciertas normas budistas, pues desenvol­víamos los poderes psíquicos y latentes en el alma, a través de prácticas esotéricas. El magnetismo, la psicometría, levitación, voz directa, radiestesia, materialización y psicografía, eran del conocimiento común de los sacerdotes budistas, dispersos por decenas de templos en la enorme extensión del territorio indochino.

El Budismo, como el Espiritismo, asienta sus bases en la Ley del Karma y de la Reencarnación, como principal finalidad para esclarecer a los hombres y liberarlos de las supersticiones, mentiras, lubricidad, avaricia, miedo, sufrimiento, orgullo, am­bición y de todo deseo que esclaviza y mantiene unido al es­píritu a la materia. El ideal pregonado por Buda no tiene ninguna diferencia con el ideal asentado en el Evangelio del Cristo Jesús, aunque algunas veces divergen en sus formas de expresión.

Buda fue un esclarecido, una entidad de luz y dominante en el plano mental —hoy más conocido por el plano búdico— su doctrina es fuente de profunda belleza moral. Así como Jesús fijó al Cristianismo la simplicidad y la dulzura de su santificada vida, el Budismo imprimió en sus bases, la humildad de un príncipe glorioso y poderoso, que cambió los ropajes de seda y piedras preciosas del cuerpo por la túnica de lana del humilde peregrino.

Sin embargo, debemos distinguir el Budismo, doctrina iniciática dirigida directamente al corazón de los hombres, sin ritos ni supersticiones, a una religión organizada por la clase sacerdotal oprimiendo la Verdad pura y simple bajo el peso de las liturgias.



Pregunta: Los sencillos principios del Espiritismo, ¿conse­guirán influenciar a los budistas religiosos, que todavía se en­cuentran aferrados a los dogmas seculares?

Ramatís: Sería mucho más fácil que el budista abandonara la pompa, la liturgia y el temor a las clases sacerdotales y se devotara al Espiritismo con fuerza y sinceridad, porque ya apren­dió las Leyes del Karma y de la Reencarnación, mientras que el Católico y el protestante son muy adversos a esos postulados.

No obstante la diferencia y el condicionamiento de razas, climas, preconceptos y costumbres, en todas las latitudes geo­gráficas, siempre resulta ser la misma carnada de espíritus apro­piada a la escuela educativa de la tierra. En verdad, en todos los pueblos y razas, existen tipos espirituales de graduaciones y sentimientos semejantes. Tanto en Oriente, como en Occidente, las religiones tuvieron principios simples y puros, pero a me­dida que pasaron los años y los siglos, fueron perdiendo la simplicidad iniciática, sofocada por las supersticiones, temores, li­turgias, sistemas eclesiásticos y fanatismo sectaristas. Así como sucede con el Catolicismo, que debido a su pompa y al poder interfiere en la política de varios países, el Budismo de hoy, también sacrificó la pureza y simplicidad de las enseñanzas pregonadas por Buda a la luz de las estrellas, en medio de los arbustos del campo y en las puertas de las casas.

Por esa causa, en el seno del Budismo también se en­cuentran insatisfechos millares de budistas, cuya madurez espi­ritual los hace más conscientes de la realidad de la vida superior. Algunos son religiosos tradicionalistas, por cuestión de familias, de tolerancia o situaciones políticas, pero en la intimidad de sus almas ya perdieron la fe en los postulados consagrados por el mundo exterior, más vacíos de la fuerza angélica del inigua­lable Buda. Esos adeptos, vibrarían con más facilidad al son del Espiritismo, que los católicos, protestantes y otras sectas tradicionales de Occidente. Si alguna vez, la doctrina espirita se allegara a ellos, con su tradicional forma de atravesar la costra de las inutilidades pomposas y dogmas atrofiantes del Bu­dismo, les resultaría muy fácil aceptar y profesar una doctrina occidental de gran semejanza con las raíces fundamentales de la Ley del Karma y de la Reencarnación, contenidas en las en­señanzas budistas. Además, rápidamente se adaptarían, satis­fechos, a la disciplina lógica y sensata de la comunicación con los muertos sin la proverbial obstrucción de las supersticiones y temores, que transforman a los familiares fallecidos en seres irreales y moradores de un mundo ridículo.


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