La Misión del Espiritismo



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Pregunta: También queremos exponer nuestra marcada an­tipatía por el uso de la cachaza, cerveza o vino en los terreiros, pues no podemos admitir, que los espíritus sin cuerpo mate­rial, necesiten de los ingredientes que son por demás nocivos y viciosos para los encarnados. ¿Cuál es vuestro parecer?

Ramatís: Para Dios no existe lo malo o pecaminoso, puesto que la equivocación y el vicio es el fruto de las pasiones hu­manas. El perfeccionamiento es constante en las cosas de la naturaleza, los seres y el propio espíritu del hombre. Todo evoluciona por etapas decisivas y en su justo tiempo.

Obviamente, lo mismo sucede con la Umbanda, pues aun­que ella se occidentalizó, adquiriendo una buena cuota de civilización, no implica que deba destruir ingratamente las prác­ticas, ritos y costumbres que heredó del africanismo. Le cabe higienizar y perfeccionar la herencia recibida, el patrimonio constituido por el experimento, trabajo, aspiración y heroísmo de los negros, impulsados por el sagrado derecho de buscar su propia felicidad. ¿Qué hubiera hecho la Umbanda en Occiden­te, sin el acervo febril y virginal de las relaciones del hombre primitivo con el mundo oculto? ¿Cuántos óbices el negro afri­cano superó en su intercambio mediúmnico? ¿Cuántos traba­jos e inseguridades por parte de aquellos intrépidos sacerdotes y hechiceros negros tuvieron que enfrentar, hasta ejercer su dirección y provecho sobre los elementos de la naturaleza?

El jardinero bondadoso y competente no destruye las plan­tas salvajes que aparecen en su siembra, pues a través del in­jerto y el abono, consigue transformarlas en especímenes deli­cados y provechosos. Sólo las almas insignificantes y malignas acostumbran a realizar estadísticas de los pecados ajenos y exi­gen la destrucción de las cosas imperfectas.

En los antiguos y bárbaros ritos de las doctrinas y prácticas africanistas, donde los sacerdotes y hechiceros negros domina­ban las fuerzas de la naturaleza y convocaban a los espíritus primitivos y elementales para potencializar las operaciones de magia primitiva, les exigían en tales casos, sangre de aves, ani­males y hasta de seres humanos, como así también, las be­bidas expresamente preparadas, pues además de vitalizarles el cuerpo astral, bastante rudimentario, les favorecía el contacto con los encarnados. Actualmente, en los candomblés o terreiros auténticamente africanos, los espíritus elementales todavía chu­pan la sangre de los gallos u otros animales, dejándolos com­pletamente desvitalizados en una fracción de minuto. Los pe­dazos de carne sangrientos encontrados en las puertas de los cementerios o en las cruces de los caminos, son ofrendas pro­venientes de los procesos bárbaros de la magia africana. Ade­más, es una práctica ingenua e inofensiva si la comparamos con las horribles matanzas que diariamente realizan los mata­rifes en los frigoríficos, con la -finalidad de engrosar el cemen­terio de la barriga de los civilizados. Ante ese pródigo abaste­cimiento de sangre fresca y saturada de fluido vital, ofrecida diariamente, los espíritus de las sombras no tienen ningún interés en atender los ritos o negocios malignos en el campo de la magia negra. Los propios civilizados le ofrecen con hartura el éter físico contenido en la sangre y gracias al progreso y a los eventos de la ciencia moderna, que "electroniza" mataderos y carnicerías, matando bueyes, carneros, cerdos y caballos, mientras los espíritus vampiros gozan tranquilamente respecto a su mórbida nutrición sanguinolenta.

De ahí entonces, las entidades con excelente progreso espiritual, que bajan en los terreiros, acompañan las prácticas aceptando el vaso de cachaza, de cerveza, sangre de Cristo, vino tinto o blanco, agua de azúcar o licor o bien un poco de cham­paña, todo eso, con la única finalidad de sustituir la sangre exigida en los viejos barbarismos africanos. Además, los umbandistas esclarecidos, saben que los espíritus de mucha eleva­ción espiritual, o "padre de los secretos", cuando asisten a los terreiros sin sus correspondientes falanges, que no están lla­mados a realizar ningún tipo de tarea específica, optan por tomar una simple copa de agua.


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