La obra básica del Racionalismo Cristiano, no obstante sencilla, es bien profunda y debe ser vista como el cimiento base de conoci-mientos cuya estructura deberá ser levan-tada mediante el esfuerzo de cada uno



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FUERZA Y MATERIA

Muchas tentativas han sido hechas en el sector de las ciencias filosóficas, para explicar lo que es Fuerza y Materia, en su concepción genérica.


Sin embargo, carentes de base real, esas explicaciones - de un modo general no convincentes ni satisfactorias - contribuyeron, en muchos casos, para aumentar la confusión y la duda en el espíritu humano a respecto de la real existencia de la vida fuera de la materia.
Hoy, entretanto, Fuerza y Materia constituyen tema de simple análisis, siempre que se desdoble, sin grandes reflexiones teóricas, dentro de la secuencia de los principios racionales expuestos en esta obra, ajustándose a los moldes de una invulgar sencillez, accesible al raciocinio común.
Fuera del campo de la espiritualidad que es inmenso e inagotable - jamás podrá alguien encontrar solución para los problemas espirituales.
La definición de Fuerza y Materia, se sitúa, pues, dentro de la lógica de los fenómenos psíquicos ampliamente divulgados por el Racionalismo Cristiano.
Mientras el ser humano no obtuviere pleno conocimiento de si mismo como Fuerza y Materia, ninguna divagación filosófica podrá ejercer influencia decisiva en el perfeccionamiento de su conducta individual.
Cuanto más firme, más nítida y realista fuere la comprensión de la acción del espíritu sobre el cuerpo físico, vale decir, de la Fuerza sobre la Matéria, más de prisa la clarividencia del sentido espiritual revelará al estudioso las funciones vitales de la naturaleza universal.
En Fuerza y Materia se resume, se sintetiza, se define, se explica toda la Verdad de la vida.
Los principios reunidos en esta obra apenas encierran la parcela de enseñamientos de aquella verdad que está al alcanze de la comprensión humana, desde que la persona se interese decididamente por su estudio, sin dejarse influenciar por los martillados compendios sacerdotales.
La apuración de los conocimientos relacionados con la vida, reduce los errores en que incurren tantos.
Y que és la vida, sino la acción permanente de la Fuerza sobre la materia?
La materia no posee atributos. Estos son exclusivos de la Fuerza y, como tal, se exteriorizan y manifiestan en la consubstanciación de los tres reinos de la naturaleza.
Los atributos que se evidencian en los seres humanos, constituyen, apenas, reducido número de aquellos que pueden. revelar espíritus más esclarecidos que, en razón de su más, adelantado grado de evolución, no reencarnan más en este Planeta.
La Fuerza mantiene el Universo regido por leyes comunes, naturales e inmutables. Comunes, porque son inherentes a todos, sin la mínima excepción; naturales, porque discurren dentro de una secuencia lógica, en el proceso de la evolución; inmutables, por seren absolutas, y en este sentido no hay lugar para lo imprevisto, para el acaso o las dudas, imperando - solo y siempre la exactitud, la certídumbre, la perfección.
Las responsabilidades y los deberes del ser humano que él necesita comprender bien para convencerse de que toda vez que infringiere a las leyes naturales, retarda, inapelablemente, la marcha de su evolución - están dentro de estos principios
Asi, sin conocer el proceso de su propio desarrollo espiritual, sin atribuir a la materia el papel a que está realmente subordinada y a la Fuerza la supremacía que tiene sobre ella, no puede conducirse la persona - con el necesario aprovechamiento, de ahi resultando tener que someterse, en obediencia a aquéllas leyes - todavía que por libre voluntad y en duras experiencias - a una multiplicidad de reencarnaciones, que serían, de otro modo, grandemente reducidas.
El Universo es compuesto de Fuerza y Materia. La Fuerza es el agente activo, inteligente y transformador. La Materia es el elemento pasivo y plasmable. Ambos, en forma original, indivisible, fundamental e imponderable, penetran todos los cuerpos, estendiéndose por el espacio infinito.
La Fuerza, accionando en obediencia a las leyes evolutivas, se utiliza de la Materia, en el estado primario de ésta, y con ella forma cuerpos y realiza fenómenos incontables e indescriptibles que escapam a la apreciación común, considerados los limitados recursos de este planeta.
En el Universo no hay nada de nuevo, y también nada se pierde. Todo en el está creado. Hay, solamente, transformaciones de la Materia y evolución de la Fuerza.
Los innumerables cuerpos, compuestos en múltiplas combinaciones de las partículas de la materia organizada, nada más exprimen do que esas transformaciones.
Composición y descomposición, agregación y disgregación de los cuerpos, son el resultado de la acción mecánica de la vida.
La ciencia química, en sus constantes investigaciones, clasificó aproximadamente un centenar de elementos básicos de la materia organizada, dándole a la partícula fundamental e infinitésima de esos elementos el nombre de átomo.
Los átomos son científicamente combinados para formar las moléculas, que se clasifican, por su vez, como partículas infinitésimas de los cuerpos compuestos.
Tanto los átomos como las moléculas se mantienen agregados unos a los otros, mientras sobre ellos ejerciere la Fuerza acción cohesiva, y se desagregan, cuando esa misma Fuerza deja de actuar.
La materia organizada, mismo representada por un simple átomo, contiene una suma de energía de extraordinario poder, manteniéndose cada núcleo de alta condensación de fuerza en perfecto equilibrio con los demás, en la composición del Todo, en completa uniformidad, cada cual dentro de la respectiva clase, sin ninguna alteración en su constitución específica. Esto porque lo que las leyes establecieron no puede sufrir modificaciones, ya que no existen imprevistos para la Sabiduría Excelsa, que es una, integral, total.
La Fuerza, utilizándose de la materia, comienza su evolución en la estructura del átomo, passando después, en la composición de las moléculas, a un nuevo orden de acción constructiva.
En todo el constante agregar y desagregar de los cuerpos la intensidad de la Fuerza va aumentando en esos núcleos infinitésimos, con mayor acentuación de vibraciones de la vida, haciendo progresar su grado de inteligencia.
Completado el ciclo iniciado en el primero de los tres grandes reinos de la Naturaleza el mineral -, de donde ascende para el vegetal y el animal, pasan esos núcleos a constituírse en microorganismos, de ínfima especie.
De esos microorganismos, partiendo de la especie ínfima, emprende la partícula de la Fuerza su evolución a través de otras especies y de otros organismos de mayor desarrollo, alcanzando siempre formas mas elevadas.,
En la molécula y sus subdivisiones, la Fuerza Inteligente apenas se torna perceptible por su expresión vibratoria o de movimiento íntramolecular interno. Ya en los microorganismos, además de aquella vibracion, revela acción de movimiento exterior la locomoción.
Asi, de mudanza en mudanza de un cuerpo para otro inmediatamente superior, va evolucionando la partícula de la Fuerza, hasta alcanzar condiciones que le permitan encarnar en cuerpo humano, ya como espírito, en situación de ejercer la facultad del libre albedrío y asumir las responsabilidades inherentes a esa facultad.
Como espíritu, encarna innumerables veces, adquiriendo siempre más inteligencia, más luz, más experiencia, más conocimientos, más clara concepción de la vida y mayor capacidad de raciocínio
El espíritu hace su trayectoria en este planeta en condiciones apropiadas a su estado de adelantamiento, pasando, en cada reencarnación, a vivir en medio adecuado al progreso ya alcanzado, hasta terminar la parte de la evolución que corresponde, a este mundo.
El globo terrestre es una esfera de materia organizada, impregnada de fuerzas que actúan directamente sobre los átomos, constituyéndolos, uniéndolos y manteniéndolos en equilibrio, en la sistemática de una complejidad de movimientos.
El átomo está en constante vibración producida por la energía existente en su interior, y se liga a otro átomo por la fuerza de cohesión, para coponer la molécula. También es esa misma fuerza de cohesión que une a las moléculas entre si.
De un polo a otro de la Tierra, pasan líneas de fuerza, que las propias brújulas lo denuncian.
La fuerza de gravedad ejerce poderosa acción sobre cada átomo, atrayéndolo hacia un centro en el interior del globo.
En todos los movimientos que ejecuta, la esfera terrestre es impulsionada por la fuerza que actúa en el interior de sus átomos.
El diagrama siguiente permite formar una idea, no obstante elemental, de la asociación de la Fuerza y Materia en el planeta, para la composición de los reinos de la naturaleza.
Diagrama demonstrativo do /a acción do fa Fuerza (Universal) sobre la Materia (Universal), en acción y animación de todos los cuerpos, destacándose, en cada caso, sus atributos fundamentales, predominantes en los tres reinos de la naturaleza.
Diagrama
Se ve, pues que es la Fuerza el atributo fundamental predominante en el reino mineral. En e1 vegetal, La Fuerza y la vida, y finalmente en el reino animal - además de estos dos últimos atributos - predomina tanbién la inteligencia.
No se debe inferir, de ahí, la inexistencia de vida en los reinos mineral y en el vegetal. Apenas se menciona la predominación de los atributos fundamentales índicados, para facilitar la comprensión del lector, dado la transcendencia del asunto.
El ser humano que quisiere detenerse en la investigación de este importante tema, encontrará campo abierto para desdoblar el raciocinio, fortalecer sus convicciones y concluír que esas dos fuentes substanciales - Fuerza y Materia - son el principio y el fin, son unidades que se tocan en sus extremos, que corren paralelas y que, en su inconmensurabilidad, abarcan el Infinito, y penetran y envuelven el Universo.
Las expresiones aqui empleadas son relativas, en la falta de otras que mejor. puedan expresar una concepción de orden absoluta.
CAPÍTULO III

GRANDE FOCO




Dioses y Religiones

Este capítulo es destinado especialmente a aquellos que estuvieren dispuestos a romper con las cadenas sectáricas para, por la liberación espiritual, tornarse capaces de ascender a las regiones que el materialismo religioso jamás podrá alcanzar.


Es perfectamente comprensible que el indio de las selvas no tenga una concepción de la espiritualidad que vaya más allá de la mística de adoración al fuego, al rayo, al sol o a los animales inferiores, por faltarle bases de raciocinio para demoverlo de la perplejidad adoratoria a que se entrega.
La primera idea de dios repelida por los más civilizados y acepta por esos seres primitivos, surge, precisamente, en las condiciones precitadas.
La lei de la evolución es infalible. En lo que respecta al espíritu, ella se procesa - como ya fué explicado - a través de incontables encarnaciones, y solo por medio de ellas el raciocinio se va desarrollando en el amplio camino de la espiritualidad, bajo cuya luz el misticismo pierde la forma, el sentido, la significación, para dar lugar solamente a aquello que el buen sentido y la lógica admiten como verdadero, con fundamento en las lecciones aprendidas en el voluminoso libro de la vida.
Luego que comienza e raciocinar, en la primera fase de encarnadol en forma humana, el espíritu siente, no obstante de una manera vaga y confusa, la existencia de una Inteligencia Superior que no le es posible definir.
Y de ahí nace su inclinación adorátoria, perfectamente justificada por las condiciones de ignorancia en que vive.
Al observador atento no le es difícil avaliar el grado de espiritualid de los seres, por la tendencia que manifestan hacia la adoración.
De un modo general, se adora para mendigar favores y protección. La adoración, pués, acusa una condición de inferioridad espiritual.
Es en el estado primitivo en la condición. de salvaje, que el individuo siente el primer impulso, el primer gesto, el primer movimiento adoratorio.
De encarnación en encarnación, asciende él a las clases dichas civilizadas, conservando ese mismo sentimiento, aunque modificado en la forma, ya más pulido, más refinado para satisfacer las condiciones sociales del medio ambiente per aún manteniendo en lo más hondo de su. Yo, el mismo pensamiento y la misma idea generada. en el pasado.
Las religiones recurren siempre a. la aparatosidad, a las pompas para impresionar a sus adeptos e incentivar la adoración.

DIOS - CREACIÓN HUMANA

Grupos análogos se reúnen para adorar, de un cierto modo, a un cierto dios. Cada pueblo, cada raza, creó la imagen de ese dios a su propia semejanza.


Un chinés, por ejemplo, jamás admitiría un dios con facciones occidentales, asi como un occidental, encontraría absurda, y hasta ridícula la idea de la divinidad en um rostro asiático.
Los dioses poseen, invariablemente, los caracteres físicos de los seres umanos que los concibieron.
No importa que é, stos, invirtiendo la realidad de los hechos, sostengam que fué Dios quien al hombre a su imagen. Sin embargo la verdad es otra, y no es necessario poseer gran imaginación para identificar el engaño multisecular de que ha sido víctima la humanidad.
Fué el hombre quien imaginó, quien concibió, quien creó los dioses. Los crió mentalmente, con la misma forma y las mismas cualidades y defectos que posee.
Em esa creación están claramente reflejados los sentimientos de los creadores.
El dios corpóreo figura en todas las religiones. En el credo - que es la oración principal de una de ellas - aparece con el hijo sentado a su lado derecho, componiendo un cuadro común de la vida material.
El concepto de la divinidad, aunque variando de raza para raza, no modifica la tendencia generalizada relativamente a la concepción del dios-rey todo poderoso, distribuyendo premios y castigos.
En la Biblia, en el Viejo Testamento - libro sagrado e intocable para tantos adoradores - existen varias referencias al dios de temperamento iracundo y vengativo de la época.
Ese vergonzozo sentimiento, especialmente en un dios, nada más es de que el reflejo dele sentimiento del propio pueblo que lo imaginó.
La carencia de conocimientos impone cierta condición de dependencia. Esta verdad, que se constata en la vida terrena, aún es mas evidente cuando envuelve cuestiones espirituales.
Lo que interesa resaltar - para que quede bien claro - es el modo por el cual se procesa su marcha evolutiva, en que conquista, paso a paso, la independencia espiritual.
Cuando la criatura humana, de evolución en evolución, llega a comprender lo que es como espíritu, Fuerza, Inteligencia y Poder; cuando se convence de que posee atributos morales para vencer, racionalmente, cualesquiera dificultades, cuando adquiere la conciencia de su condición de partícula de un Todo armonioso - de Él inseparable -, que es el propio Universo Espiritual, caen por tierra, por ridículas e inaceptables, las ideas primitivas del dios protector, a que vivía uncido.
Las religiones subsistirán mientras pudieren contar con adoradores para protejerlas y sustentarlas. No importa que los objetos de adoración sean los astros, las manifestaciones de la naturaleza, los animales inferiores o las imágenes alegóricas de barro, de madera o mismo de oro.
La verdad es que los adoradores pertenecen todos a una clase idéntica, no obstante de diferentes categorias. Son candidatos a reencarnaciones sucesivas en este laboratorio psíquico, que es el mundo Tierra, hasta que el amaduramiento espiritual los haga comprender la realidad de las cosas.
En el conocimiento de la vida fuera de la materia, están los lúcidos elementos de convicción, por medio de los cuales el ser humano adquiere suficiente valor para liberarse de las falsas concepciones que lo mantienen prisionero en las doradas fantasías de los misterios, del milagro y de lo sobrenatural.

CONOCIMIENTOS SECRETOS

Ya es tiempo de que la humanidad pase a entender que no existen conocimientos secretos. Existen, eso si, intereses secretos, inconfesables, y por causa de ellos, la verdad ha sido duramente sacrificada.


Es lamentable que en un siglo de tanto avanzo tecnológico, predomine, todavía, arraigado en tantos espíritus, la concepción deísta, divinal, del sentido adoratorio.
El espíritu es Fuerza, es Inteligencia, es Poder, con iniciales mayúsculas. Todos, sin excepción, están sujetos a los mismos principios, a las mismas reglas, al mismo proceso evolutivo. No hay espíritus privilegiados, como lo serían los dioses y sus supuestos hijos.
La sistemática de la evolución se encuadra en el régimen de las leyes naturales e inmutables, que son absolutamente iguales para todos. Invariablemente todos hacen el mismo curso, recorren el mismo derrotero, lo que constituye un alto y meritorio principio de justicia.
Los que hoy rinden culto a un dios abstracto, juzgarán - al cabo de tantas encarnaciones cuantas fueren necesarias para alcanzar el suficiente esclarecimiento tan necio ese culto, como ridícula los civilizados entienden, ahora, ser la idea, que también ya alimentaron, de adorar dioses representados por elementos de la naturaleza o de animales inferiores.
Para la mayoría, dios es una entidad que se presta para promover castigos, distribuir gracias y labrar, en carácter éterno, o temporario, condenaciones o absoluciones.
Grandes espíritus, portadores de ideas reformadoras, se transladoron a este planeta, encarnando, con enorme sacrificio, en la intención educativa de desbrutalizar la mente humana, absorbida por el sentimiento de gozo y de los placeres apenas materiales.
Sin embargo, esos valerosos espíritus, más allá de no haber sido comprendidos, resultaron ser divinizados por la masa ignara, como aconteció con Jesús, Buda, Confúcio y Mahoma.
Concretizada la idea de la divinización fueron criadas las religiones respectivas que corresponden a varias formas especuladoras de adoración, sumándose, en seguida, los adeptos de cada una.
En un mundo como este, en que se confunden almas encarnadas, de varias clases, y en el cual la mayoría aún vive mas para la materia de que para los valores espirituales, no fué difícil agrupar, bajo la flámula de cada religión, millones de adoradores.
Obsérvese en la estadística que se cita, a continuación, el numero aproximado de adeptos de las religiones mas conocidas. (*)


Católicos ………...

578 millones

Musulmanos……..

529 millones

Brahamanismo…..

478 millones

Protestantes……...

323 millones

Confucionistas…..

303 millones

Ortodoxos……….

123 millones

(*) Esos datos son del Almanaque Abril, 1975, página 346, que reproduce estimativas del "The Official Associated Press Almanac" extraídas, a su vez, del 1973 Britannica Book Of The Year".


Existen, además de estos, millones de adoradores distribuidos en todo el planeta en alrededor de ocho mil sectas.
En el Brasil, y en muchos otros países se adora a Jesús. No hay, entretanto, cualquier diferencia entre tales adoradores y los otros que se inclinan para Buda, Confúcio y Mahoma.
Por detrás de las apariencias de todos ellos, se esconde la acción servil y adulatoria, con la cual esperan recibir mayores recompensas, presentes o futuras, o el perdón para sus faltas.
Esas actitudes constituyen una práctica destructiva que promueve el debilitamiento del propio carácter
Si a los seres encarnados, esclarecidos, repugnan las adulaciones, los actos de servilismo y los inciensos, no es difícil imaginarse lo que eso produciría en espíritus desencarnados de alta evolución, si tales sentimientos pudiesen llegar a ellos.
Los fieles pueden adorar un pedazo de palo tallado con formas humanas, porque el libre albedrío no les niega el derecho de satisfazer su irracional voluntad adorativa.
Ningún adorador será capaz de disociar la idea de adorar, de la de pedir. La razón es obvia: adorar y pedir son dos muletas iguales, para una sola invalidez mental.
Y, obsérvese: el dios, a quien son dirigidos los pedidos, es de tal manera inadvertido y vive tan ajeno, tan retraído, tan indiferente a los problemas humanos, que su atención para esos problemas solamente es despertada por los llamamientos que le llegan.
Es necesario que se le pida piedad, para que pueda apiadarse; que se le suplique misericordia, para tornarse misericordioso; que se le implore paz, para que pacifique; que se le ruegue justicia, para que sea justo.

FANATISMO CONDENABLE

Si todo el fanatismo es condenable por el poder que tiene de obliterar la razón e impedir el raciocinio, el religioso es más nocivo todavía, porque generando odios y pasiones, es capaz de llevar a las criaturas humanas a cometer los actos más desalmados y los crímenes más abominables.


En la historia de la, humanidad no existen guerras tan bárbaras, tan implacables, tan cruentas, tan feroces, tan brutales, tan espantosamente perversas y deshumanas, como las religiosas.
Jamás el mundo asistió a acciones de tamaña crueldad y vandalismo como las que practicaron los cruzados, cuyo odio los llevó a despedazar indefensos y aterrorizados viejos, mujeres y niños.
La pavorosa noche de S. Bartolomé, y las hogueras encendidas por la Inquisición para quemar, vivas, después de horriblemente martirizadas y mutiladas, las víctimas del odio que el fanatismo religioso generara en el espíritu de los propios sacerdotes inquisidores, son un ejemplo bien ilustrativo de los extremos a que ese fanatismo puede llevar al hombre.
En la mejor de las hipótesis, el fanatismo religioso - y nadie, por mas que demuestre estar por él dominado, se considera fanático -, debilita, aliena y reduce a la impotencia la voluntad humana.
El hombre, que es un espíritu creador por excelencia, influenciado por la falsa idea del milagro y de la ayuda divina, a la espera de los cuales se detiene, inerte, en lugar de esforzarse, para ayudarse a si mismo, llega, muchas y muchas veces, al fracaso, por no saber utilizar las dos poderosas fuerzas que posee en si mismo y que, debidamente ejercitadas, pueden conducirlo al triunfo.
Esas fuerzas que, en la mayoría de los seres, yacen ignoradas y adormecidas, se llaman - VOLUNTAD y PENSAMIENTO.
Los dioses mitológicos también hicieron milagros, en la imaginación fantasiosa de los adoradores, y de ahí la autoridad y el prestigio que ejercieron junto a sus fieles.
Por eso, no existe diferencia sensible entre los dioses milagreros de la mitología y los no menos milagreros de las varias religiones actuales. Estas apenas han progresado y perfeccionado los métodos de adorar, que se tornaron, como ya fué dicho, más distintos, más elevados.

LIBROS SAGRADOS

Las religiones poseen, en regla general, libros considerados sagrados por sus adeptos. Se entiende por sagrado lo que es puro, lo que no posee mácula, lo que es perfecto e intocable. Dentro de esos libros, sin embargo, pueden existir los mayores absurdos, la más clara ofensa al decoro y al buen sentido, puede la verdad ser transformada en mentira, lo justo en injusto, lo honrado en deshonrado, puede, la lógica sufrir todas las agresiones y violencias, que, ninguna crítica es admitida.


Leyendo tales cosas y observando tantos disparates, el lector puede indignarse, pero no tiene el derecho de hablar, y mucho menos de analisar.
En la Bíblia, todos lo saben, fueron alterados diversos textos originales, con la finalidad de favorecer a un ventajoso sistema capaz de propiciar fondos suficientes para sostener la legión sacerdotal que se sirve del referido sistema.
Solamente la palabra "perdón", habilmente intruducida en aquel libro, proporciona enorme, incalculable renta.
Durante muchos siglos, las religiones propugnaron por la ignorancia de los seres. Esa ignorancia convenia a los intereses de los orientadores religiosos. Estos, porque ricos e ignorantes, siempre vivieron a las mil maravillas con las sectas religiosas que introducieron, en la Bíblia, este versiculo, repleto de malicia: "Bien aventurados los pobres de espíritu, porque de los tales es el reino de los cielos."

OBSESIÓN RELIGIOSA

La obsesión religiosa tiene sus fuentes, sus orígenes en la infancia de los seres humanos, cuando comienzan a sentirse deslumbrados delante de los cuadros que les pintan del cielo, del infierrno, del padre celestial y de la corte de ángeles, arcángeles y querubines.


Lo que más los impresiona, por sobre todo, son las narraciones en torno de los milagros, de las recompensas y de los castigos divinos.
No es necesario poseer mucha imaginación para comprender lo que esas fantasías representan en el delicado período de la formación del carácter y de la personalidad del ser humano, y de como ellas contribuyen para embotarles el raciocinio y dificultar, o tornar imposible, su expansión en el amplio terreno de la espiritualidad.
De entre los más graves errores de las religiones, ocupa lugar de destacado relieve el perdón para las faltas y, hasta mismo, para los crímenes cometidos por sus adeptos. La absolución de los pecados satisface al rebaño, produciendo gran alivio en la conciencia de este. El alma queda supuestamente libre de culpas. Con esa impunidad que la absolución le asegura, no titubea en cometer nuevas faltas, nuevos errores, nuevos crímenes, de los cuales sabe que recibirá absolución en el confesionario, o cuando le sea dada la extrema-unción, en el momento final.
Se rescatan las deudas morales mediante las confesiones, como las mercantiles con el dinero. Y el buen pagador mantiene siempre abierto el crédito, para nuevas, operaciones...
Es comfin atribuirse a dios, cuyos designios afirman ser impenetrables, la responsabilidad de gran parte de las cosas que acontecen en la Tierra.
De esta manera, si desencarna una persona de la familia, fué dios quien la llevó. Si acontece un desastre, dios asi lo quiso. Si alguien escapa de quedar bajo las ruedas de un automóvil, a dios se atribuye la salvación de la casi víctima.
La individualidad siempre queda subordinada a la acción de una tercera entidad, y esa subordinación ejerce aplastante influencia sobre el espíritu humano.
Por ahi se ve cuanto las religiones son incapaces de transmitir a sus adeptos la verdadera noción de la vida espiritual, por la completa ignorancia en que se mantienen con relación a la existencia de la vida fuera de la materia.

POR QUE NEGAR LA REENCARNACIÓN ?

Por que las religiones occidentales tanto se empeñan, tanto se obstinan en negar la reenearnación? Por que tan intransigentemente la combaten, a pesar de las resonantes e irrefutables pruebas de su existencia real? Por que persisten en el desconocimiento de tantos y tantos hechos que exaustivamente la comprueban, de los cuales está llena la historia de la humanidad?


La respuesta es fácil: reenearnación y salvación, son ideas que se rozan, que se agriden, que se chocan, porque son antagónicas e irreductiblemente incompatibles,

y en el concepto de la salvación - íntimamente ligado a los favores del perdón - está, precisamente, la base en que se apoyan esas religiones.


Si las organizaciones religiosas revelasen la verdad a sus adeptos, en lo referente a la fantasía de los perdones, de la salvación eterna, de la mansión celeste, del divino padre, del infierno, del diablo, del purgatorio y de tantas otras invenciones, ninguna de ellas se mantendría de pié.
Desaparecerían las fuentes de renta representadas por la industria de los santos de madera y de barro, de las reliquias, de los diezmos del "señor", de las limosnas para los "santos", de rezos y de muchas otras prácticas artificiosas.
Cuando el individuo se convenciere de que al practicar el mal, tendrá, sin ninguna clase de apelación, que rescatarlo, sin posibilidad de perdón; que en una encarnación se prepara para la encarnación siguiente; que esta será más o menos penosa, de conformidad con el uso que haya hecho de su libre albedrío, en la práctica del Bien o del Mal; que las acciones buenas revertirán en su beneficio y las malas en su perjuicío; que no puede contar con el auxilio de nadie para liberarlo, de las consecuencias de las faltas que cometiere y que tendrá que rescatarlas con acciones elevadas cualquiera sea el número de encarnaciones necesarias para eso, por cierto pensará más detenidamente, antes de consumar un acto indigno.
Los que saben avaliar el peso de la responsabilidad que arrastran con sus propios actos, hacen todo lo posible para consubstanciarse en los enseñamientos reales que transmiten el conocimiento de la Verdad, rompiendo con las entorpecentes mentiras religiosas.

DESPERTAR PARA. LA REALIDAD

El Racionalismo Cristiano - sin otra ídea, otro intento, otro interés que no sea el de hacer, despertar a la humanidad para la realidad de la Vida - se propone revelarle los esclarecimientos que ella necesita para salir, de la oscuridad espiritual en que todavía se encuentra, tan dañosa, tan perjudicial a su, evolución.


Por no ser religión, y sí una escuela espiritualizadora, es que esta doctrina no posee dioses ni adoradores.
Almas liberadas de la esclavitud sectárica, los estudiosos del Racionalismo Christiano aprendieron a confiar en si mismos, en su capacidad espiritual y en el poder de la voluntad para luchar y vencer.
Por eso, no son adoradores ni pidientes, ni quejumbrosos ni harapos mentales. Todos saben que son grandes los obstáculos que surgen, a cada paso, en el camino de la vida, pero que podrán vencerlos, con los propios recursos morales, de que disponen.
En toda esta obra se enseña que el espíritu es una pequeñita fracción de la Inteligencia., Universal, en evolución. En ella también se demuestra que el Universo es compuesto de Fuerza y Materia. La Fuerza, presentada, en esta obra, bajo una denominación común (Fuerza, Inteligencia Universal o, todavía, Grande Foco), incita y movimenta todos los cuerpos que llenan el Espacio Infinito, utilizando, para esso, la Materia, en sus muchos estados.
Fuerza es la expresión empleada cuando consubstanciada em su asociación con la Materia, y Grande Foco, cuando se quiere exprimir el agente Universal, en su concepción infinita. Sin embargo, son términos sinónimos, de igual sentido.
Nadie, por más sofista que sea, podrá señalar, en cualquiera de esas dos expresiones, la más leve afinidad con el vocablo "dios", ya tan desmoralizado - por el sentido mezquino y materialista que le han adjudicado los adoradores de todas las religiones.
No se puede expresar la grandeza infinita de un valor absoluto, con palabras de sentido relativo, como son las del lenguaje común.
Las palabras Grande Foco o Fuerza, aún cuando no expresan toda la realidad de su sentido, son adoptadas en falta de términos más expresivos.
Grande Foco da la idea de luz y también de intensidad de brillo.
Ese Grande, con "G" mayúscula, quiere decir Total.
Es, sin duda, una expresión bastante accesible a aquellos cuya mentalidad todavía. no puede penetrar, más profundamente; en las cuestiones demasiadamente abstratas
Los que se interesan, realmente por esre estudio de transcendental importancia, encontrarán, en el Capítulo "Fuerza y Materia", los elementos de que necesitan para un juzgamiento perfecto.
CAPITULO IV

EL ESPACIO

Por más que el ser humano de expansión a sus conocimientos, por más que los analise y en ellos se profundice, no podrá penetrar - de la limitada posición que ocupa en este planeta - , toda la extensión infinita del Espacio.


La mente puede avanzar hasta un cierto punto, pero queda siempre sin alcanzar la meta extrema, que se encuentra bajo el dominio de los valores absolutos.
Pierden su tiempo los que se preocupan demasiadamente con la definición integral del problema espacial para abarcalo en su concepcion total, porque solamente la Inteligencia, Universal tien absoluto dominio de tan completo saber.
Antes de llegar a los problemas máximos del Universo, necesita la persona, adquirir, apenas, los conocimientos imprescindibles para su evolución, esforzándose por aprender las innumerables lecciones que aún ignora, y que anteceden, grandemente, a aquellas que envuelven las transcendentales concepciones del Espíritu.
Lo que a respecto del Espacio la inteligencia humana ya puede comprender, viene siendo revelado por la ciencia que estudia tales conocimientos.
Este planeta - que sirve, a un solo tiempo, de escuela y crisol depurador a más de cinco mil millones de seres encarnados es, como miríada de otros planetas, semejante a una particula de polvo, en relación al Espacio Infinito.
Él pertenece al modesto sistema solar de una gran familia estelar, que se llama GALAXIA.
El sistema solar, del cual hace parte la Tierra, se compone de reducido número de planetas, que giran alrededor del Sol.
Ninguno de esos planetas tiene luz propia. Ésta proviene de los rayos solares que en ellos se reflejan, como acontece con l .luna, cuyo brillo resulta de la luz solar reflejada en su mitad iluminada.
Excluídos los planetas, otras estrellas que brillan en el firmamento son soles y, por lo tanto, centros de sistemas solares. Hay sistemas solares menores de que el que contiene el nuestro planeta, como también los hay mucho mayores.
Existen otros todavía, bastante complejos, con varios soles, y estos de colores diferentes, producen cambiantes de luz de diversas tonalidades, en combinaciones que se alternan con el poner y el nascer de cada sol.
La luz emitida por los cuerpos solares - idéntica a la de cualquier cuerpo material - no puede ser confundida con la Luz Astral que representa la Fuerza inteligente y llena el Espacio Infinito, por ser ella de constitución enteramente diversa.
Las tinieblas de la noche nada significan para el espíritu, pues este ve a través de la Luz Astral que penetra todos los cuerpos, hasta el más recóndito lugar en el Espacio. Día y noche expresan períodos apenas relacionados con la vida material.
Varios son los movimientos de la Tierra en el Espacio, sobresaliendo el de rotación alrededor de su propio eje, el de translación alrededor del sol, el que es efectuado, con todo el sistema solar, en torno del eje de la galaxia, y el que resulta del movimiento de la propia galaxia.
Todos estos movimientos son perfectamente conjugados en velocidades uniformes y rigurosamente ajustadas.
La medida usada para avalorar las distancias astronómicas, es la extensión que la luz recorre en el Espacio, en un año, tomándose por base su velocidad que es, aproximadamente, de trescientos mil kilometros por segundo.
Con esa altísima velocidad, ella va, de un polo a otro de la Tierra, en una insignificante fracción de un segundo.
La distancia del Sol a la Tierra es atravesada en quinientos segundos, aproximadamente, Sin embargo, para atravesar la galaxia de nuestro sistema solar, de un extremo, opuesto al otro más alejado, demora millares de años.
Y es bueno no perder de vista que existen galaxias incomparablemente mayores, como también hay soles en la galaxia a que pertenece el pequeño planeta en que vivimos, decenas de millones de veces mayores de que el nuestro, a pesar de ser este tan grande, en relación a la Tierra, que llega a contener bien más de un millón de veces su volúmen.

UNIVERSO DE GALAXIAS

La galaxia es una inmensa familia de sistemas solares que se cuentan a millones. La de que nuestro planeta hace parte, tiene la forma aproximada de un lente biconvexo o huevo frito, y situase, más o menos, a un tercio de la distancia radial del eje a su periferia extrema.


Todo cuanto los ojos desarmados del cuerpo humano pueden ver en el firmamento, es parte integrante de esta galaxia, de la cual la Via-Láctea representa el aro exterior.
La distancia de una galaxia a la otra más próxima es de tal magnitud, que ultrapasa, la capacidad de apreciación del espíritu encarnado, de percepción normal.
A pesar de eso, una galaxia con sus millares de millones de sistemas solares, no representa más - en Comparación con la extensión infinita del Espacío - que una insignificante isla en el océano o, menos aún que un punto en el Universo.
Esa relación de grandezas invita a meditar en la magnificencia del Universo y en la modestísima participación de nuestro planeta en la composición del Todo.
Y si el planeta es de composición modesta, de igual modo deberán serlo sus habitantes, modestos en el saber, en la inteligencia, en la espiritualidad y en la evolución.
Si todos viviesen compentrados de esa realidad, no habría lugar para vanidades y presunciones, que apenas reflejan un estado propio de la Tierra, poniendo en evidencia la ignorancia y la inferioridad espiritual de sus habitantes.
Para hacerse una idea, aunque, sin precisión, de cuantos billones o trillones de espiritus están en evolución en cada galaxia, basta considerar que en torno de cada sistema solar gira incontable número de planetas.
Si en este mundo, que es de los menores, evolucionan más de tres mil millones de espíritus, lógicamente en los otros planetas, en promedio proporcional, esa cantidad no lo será menor.
La Inteligencia Universal, de la que el pensamiento, en su expresion máxima, emana, tiene poder ilimitado. Nada existe en el Universo sin su razón de ser. Ninguna creación fue obra del acaso, ya que todo obedeció a una determinación rigurosamente preestablecida, mismo en los más insignificantes pormenores.
El sentido de la creación, aqui empleado, indica, transformación de la materia por la acción de la Fuerza Inteligente. La idealización de los mundos corresponde a las exigencias de la evolución.
Asi, de encarnación en encarnación, promueve el espíritu su evolución en este planeta, hasta determinado límite. De ahí por delante, prosigue en otro medio, en que las condiciones psíquicas y físicas obedecen a una sistematización diferente.
Desarrollando una velocidad, en el Espacio, cercano a los treinta kilómetros por segundo, describe la Tierra su órbita, en torno del sol, con precisión matemática en un período de tiempo absolutamente exacto.
Arrastrando, por su vez, los componentes de su propio sistema, en una órbita que tiene por foco un punto en el eje de la galaxia, con velocidad semejantemente elevada, el Sol completa, de igual modo, su trayectoria en tiempo rigurosamente exacto.
También la galaxia, transportando, con perfecta uniformidad, todos los sistemas solares de que es compuesta, en una velocidad del mismo modo grande, cierra su órbita en un período no menos regular.
Toda esa revoloteante disposición de movimientos, precisos e inalterables, es obra de la Inteligencia Universal, con una sola finalidad: proporcionar medios a las partículas del Todo para poderen progresar y subir, uno a uno, los extensos peldaños de la evolución.
No hay cualquier exagero en afirmar que una única de esas partículas es tan importante cuanto el propio Todo, porque este no podría existir sin ella, y ni ella sin ÉL.
La obra de la naturaleza no contiene errores ni imperfecciones. Sus leyes son inmutables, los movimientos matemáticamente exactos y los acontecimientos mas sorprendentes que puedan ocurrir, en incursiones variantes, no pasan de consecuencia lógica del desdoblamiento de la propia vida, llena de acciones y reacciónes, de causas y efectos, pero siempre en busca del equilibrio final.
Asi como los satélites tienen sus movimientos combinados con los de los planetas, éstos con los de los soles de cada sistema y el de los sistemas solares con todos los movimientos de los otros sistemas de cada galaxia, también los espíritus accionan y evolucionan coordinados unos con los otros, en fiel obediencia a un régimen regulador de todas las funciones.
El espacio está repleto de Fuerza y Materia. Nada pierde ni gana. De lo que tiene, nada sobra, ni posee de menos. El equilibrio de las leyes se revela tanto en el macro como en el microcosmos, tanto en lo inconmensurablemente grande, como en lo inconmensurablemente pequeño.
Fuera del alcanze visual del cuerpo humano, en el infinito como en lo infinitesímal, la vida se expande sin interrupción, integral, armonizante, con la manifestación de las más variadas vibraciones.

ESPACIO Y TIEMPO

Para el espíritu, todas las grandezas se confunden, porque él está en toda parte y en cualquier tiempo.


Espacio y Tiempo, alias, con iniciales minusculas, son dos relatividades que solo interesan a los medios físicos. Con letras mayúsculas, entretanto, representan concepciones absolutas, que el lenguaje humano es demasiado pobre para definir, delante de la grandeza del Infinito.
Para la Inteligencia Universal hay, solamente, - con respecto a Espacio y Tiempo -, una especie de Presente Eterno, idea que no puede ser bien comprendida en este mundo de tamañas limitaciones.
Asi, las velocidades, por más altas que sean, no pasan de expresiones relativas, igualmente subordinadas al medio físico, pues en el campo espiritual otros principios, otras leyes rigen la vida..
En su esencia primordial, apenas como Fuerza, el cspiritu podrá hacerse presente, instantáneamente, tanto en un mundo como en otro, dentro de su radio de ácción, utilizándose, tan solamente, del campo imantado, afín, de la Fuerza Infinita, componente del Todo..
Esa Fuerza, penetrando y envolviendo todos los cuerpos del Universo, llena literalmente el Espacio.
Deteniéndose el hombre en la contemplación del Universo, en meditación sobre las inconmensurables grandezas del Infinito, a escrutar el sentido creador de la vida y el poder ilimitado de la Inteligencia Universal, habrá de percibir - si no estuviere demasiadamente dominado por las emociones terrenas -, que no pasa de un ser de reducidísimas dimensiones, delante de la grandiosidad del Universo.Y se compenetrará, entonces, de la inmensa caminata que tendrá que hacer en la larga, en la interminable senda de la evolución.

NI PADRES NI HIJOS

Los grandes espíritus que encarnaron en este mundo para auxiliar el progresso de la grey humana, lo hicieron impulsados por la acción consciente del deber. Nunca para atender la voluntad de quien quiera que sea, y mucho menos de un supuesto padre celestial.


En la esfera espiritual, no hay padres ni hijos. Lo que hay, lo que existe, en verdad, es una enorme co-munión de espíritus, en una infinita graduación evo-lutiva, en que todos los seres - todos, sin excepción, son constituidos de un mismo principio, denominado Fuerza.
En los mundos dispersos por el Espacio, se encuentran - usando de reducidos números para facilitar la comprensión humana - millones y millones de espíritus en cada plano de evolución
Aqui mismo, en la Tierra, han encarnado, aunque raramente, espíritus de evolución superior al medio ambiental, siendo que innúmeros otros, del mismo grado de evolución, están desarrollando actividades espirituales en otras regiones del Universo.
Cuanto más adelantado sea el espíritu, tanto mayor es el deseo que siente de auxiliar a evolucionar a su semejante.
De ahi la razón de someterse, voluntariamente, al sacrificio de encarnaren en mundos de la especie de este, cuando, en los planos correspondientes a su adelanto, la vida - aunque siempre trabajosa -, discurre en un ambiente de incomparable bienestar común.
Negar a Jesús el valor, el mérito de haber conquistado su evolución espiritual a costa de grandes luchas, de trabajos, de sufrimientos, de desencarnaciones, y reencarnaciones, atribuirse las cualidades, la nobleza, los altos atributos que posee ese gran espíritu al privilegio de una supuesta filiación divina, es error grave que cometen, además de una demonstración de lamentable ignorancia en lo que respecta a la vida espiritual.
Quién revela mayor valor, el líder que ascendió a su posición mediante el esfuerzo y méritos propios, después de haber vencido todas las etapas que lo elevaron a la más alta cumbre de la experiencia y del saber, o el que fué singularmente colocado en esa posicíón, con fundamento en la jerarquía de antepasados?
Los adoradores de Jesús lo clasifican, obcecadamente, en esta segunda posición, influenciados por la concepción deísta. Para esos, el valor de tan admirable y evolucionado espíritu está más en la filiación al hipotético dios padre, do que en sus propios méritos, cuando, en la realidad, lo debe exclusivamente a si mismo todo cuanto adquirió y continúa a adquirir para aumentar, aún más, sus valiosos atributos espirituales.

DIECISIETE CLASES

Los espíritus que hacen su evolución en este planeta, pertenecen a las primeras diecisiete clases, de una serie de treinta y tres.


Esas clases y esas series son aquí mencionadas, apenas, - tal la importancia. de la materia para facilitar la comprensión al lector.
De más arriba de la clase décima-séptima, sólo eventualmente uno u otro espíritu encarna en este mundo, no por exigencia de su evolución, pero para auxíliar a la humanidad a levantarse espiritualmente, en una bella y espontánea manifestación de abnegación y desprendimiento.
Millones de otros, de igual categoría, no obstante no encarnando, se dedican - principalmente por intermedio de las Casas Racionalistas Cristianas - a auxiliar astralmente el progreso de sus semejantes menos desarrollados espiritualmente, encarnados en este Planeta.
Distribuídos en la serie de treinta y tres clases, de acuerdo con el grado de desarrollo de cada uno, los espíritus hacen su evolución, partiendo de la siguiente orden de mundos:


a) mundos materializados

espíritus de la

1ª a la 5ª clase

b) mundos opacos

espíritus de la

6ª a la 11ª clase

c) mundos blancos

espíritus de la

12ª a la 17ª clase

d) mundos diáfanos

espíritus de la

18ª a la 25ª clase

e) mundos de luz puríssima

espíritus de la

26ª a la 33ª clase

Los mundos se dividen, todavía, en dos grandes categorias: mundos espirituales y mundos-escuelas.


Para los primeros, van los espíritus que desencarnan y dejan la atmósfera de la Tierra, cada cual ascendiendo al mundo correspondiente a su propia clase, pues en ellos no permanecen espíritus de clases diferentes.

MUNDOS-ESCUELAS

A los mundos-escuelas llegan espíritus de varias clases, para promover, entre sí, intercambio de conocimientos intelectuales, morales y espirituales.


La Tierra es un mundo-escuela, en que las diecisiete primeras clases, de la serie de treinta y tres, promueven su evolución, partiendo de la primera y llegando a la décima-séptima, en períodos que varian mucho, de espíritu para espíritu, pero que se elevan, siempre, a millares y millares de años.
Para ascender de una clase a otra inmediatamente superior, no existen privilegios ni protecciones. El principio de la justicia se funda en la ley de la igualdad. Todos tienen que enfrentar idénticas dificultades y llegar al triunfo por el esfuerzo propio.
El mal aprovechamiento de una encarnación, re­sulta, inapelablemente, en la necesidad de repetirla, de­biendo el espíritu repasar por las mismas tribulaciones hasta conseguir dominar los vicios y las debilidades, y recuperar el tiempo perdido.
Conforme está explicado en el Capítulo VI de ésta obra, en el mundo que le es propio le es dado al espíritu desencarnado el conocimiento de lo que pasa en los mun­dos de clases inferiores a la suya, pero ignora lo que ocurre en las superiores.
Sin embargo, constatando las enormes ventajas de la ascensión a clases más elevadas, vive bajo el incontenido deseo de pasar más al frente, a fin de al­canzar nuevos conocimientos y conquistar más amplios atributos espirituales.
En el mundo correspondiente a su clase, el espíritu traza los planes para la nueva encarnación, que desea, ardientemente, aprovecharla, en lo máximo. Su mayor esperanza es no perder tiempo en la Tierra, no fracasar, no tornar inútil el sacrificio de encarnar.
Los espíritus de las clases inferiores, especialmente los de la primera, encarnan bajo la orientación de otros que ya poseen más evolución. Ellos son, comparativamente, como los niños que necesitan de que alguien los acompañe para ir al Jardín de Infancia.
En los mundos escuelas, las emociones hacen parte de la vida cuotidiana. Esas emociones son experimen­tadas, indistintamente, por todos sus habitantes. Cuando el hombre se toma superior a las sensaciones de la po­breza y de la fortuna, que completan el cuadro de las referidas emociones, ahí, sí, el sentido de la vida espiritual comienza a despertar en él.
A medida que evoluciona, va el espíritu tornándose conocedor de las cosas del Espacio. Si en la Tierra tanto hay para aprender, mucho más lo hay en el Universo. A éste, ofrece campo el Espacio. El Universo representa. la evolución en marcha.
Se sincronizan unas a las otras   como eslabones de una misma cadena   estas tres expresiones: Espacio, Universo y Evolución. Pesquisar el Espacio, por eso, es estudiar el Universo y reconocer la Evolución.
Existe un deber que les comprende a todos por igual: Trabajar para evolucionar. Cada cual necesita ocupar su lugar y esforzarse en el cumplimiento de sus atribuciones, seguro de que tiene en el Espacio una posición definida e insustituible.
Millones de espíritus encarnados en este planeta se sienten preocupados por la falta de una brújula orien­ladora.
Si la que trajo Jesús, hace aproximadamente veinte ­siglos, no hubiese sido parcialmente desimantada par la ganancia especuladora, muchos y muchos millones de seres aún encarnados habríam concluído, hace mucho tiempo, el curso. en la Tierra, y estarían ejerciendo sus actívidades en otras regiones del Espacio.
Tiempo perdido no se recupera. Es como agua ya pasada, que no mueve molinos. Al Racionalismo Cristiano le incumbe una gran y sublime misión, hasta entonces bien árdua y aún no comprendida por muchos: restable­cer la Verdad y reimplantar los magníficos enseñamien­tos de Jesús en la Tierra.
CAPITULO V
EL ESPIRITU
El espíritu es luz, es inteligencia, es vida, es poder creador. En él no hay materia en ninguno de sus esta­dos. Es, por lo tanto, inmaterial. Partícula individuafi­zada, asi se conserva en toda la trayectoria que hace en el proceso de su evolución.
Él es indestructible, indivisible, eterno, y evolucio­na para el perfeccionamiento, cada vez mayor. Como partícula del Todo, es inseparable, de él y subsiste a cualquier transformación, nada habiendo que lo pueda destruír.
En el Capítulo “Fuerza y Materia”, quedó eviden­te la evolución de las partículas de la Fuerza, desde su estado primario, inicial, hasta cuando adquiere su­ficíente desarrollo para incitar y movimentar un cuerpo humano.
Se le da a la partícula de la Fuerza, desde que ini­cia el proceso evolutivo en cuerpo humano, la denomi­nación de espíritu, denominación que mantiene, de ahí por delante, en su larga caminata evolucionaria.
En el espacio inconmensurable del Universo, en que la Inteligencia vibra, sin interrupción, acusando per­manente acción consciente y constantes demonstracio­nes de vida, agita el espíritu su fuerza intranuclear, que se exprime, en todas sus actividades, por movi­mientos vibratorios.
Son essos movimientos irradiados por un núcleo de Fuerza, que es el espíritu, en el océano de una esencia idéntica, que es el Todo, señalando el poder atractivo que hace con que atributos de ese Todo converjan para el núcleo, desarrollándolo y dándole mayor potencialidad.
Son atributos del espíritu, inherentes al Todo:


  1. la fuerza de voluntad

  2. la conciencia de si mismo

  3. la capacidad de percepción

  4. la inteligencia

  5. el poder del raciocinio

  6. la facultad de concepción

  7. el equilibrio mental

  8. la lógica

  9. el dominio de si propio

  10. la sensibilidad

  11. la firmeza de carácter



FUERZA DE VOLUNTAD Y CONCIENCIA DE SI MISMO

La fuerza de voluntad es la más poderosa palanca de que dispone el espíritu para llegar al triunfo, no existiendo dificultad u obstáculo - dentro, natural­mente, de las limitaciones humanas que no sea capaz de superar.


Ella no conoce la timidez ni permite el desánimo o el debilitamiento, y tiene el poder de subyugar todas las flaquezas, todas las pasiones, todos los vicios, todos los deseos intemperados, cuando el ser humano, sabe utilizar, conscientemente, ese superior atributo.
Es común en los seres confundir la voluntad con el deseo, muy a pesar sean verdaderamente elementos completamente antagónicos.
Cuando el espíritu encarnado es asaltado por un deseo inferior y posee la voluntad suficientemente ejer­citada, esta interviene, dominadoramente, venciendo ese deseo.
Llama interior que conduce a la víctoria a los que la saben alimentar, mismo en las luchas más árduas y difíciles de la vida, la fuerza de voluntad es el resul­tado de una serie de sucesos alcanzados, con esfuerzo y decisión, en las encarnaciones anteriores, y como ex­presión de valor, una fortaleza inexpugnable para el espíritu.
La conciencia de si mismo hace con que el espíritu no ultrapase sus posibilidades, en pura pérdida, disper­sando las energias que posee.
Ella significa, pues, la auto apreciación, en su real, en su verdadero sentido, no dando lugar a la exalta­ción de la vanidad ni a la falsa modestia, ya que la magnitud y el valor espiritual son encarados siempre dentro de una rigurosa visual normal
En posesión de la conciencia de si mismo, procede el espíritu con sencillez, ecuanimidad y respecto a su semejante, por saber que todos tienen un origen común y hacen, sin distinción, el mismo curso evolutivo.

CAPACIDAD DE PERCEPCIÓN E INTELIGENCIA

En la capacidad de percepción, pesan determina­dos factores psicológicos que el lenguaje común no los puede definir, no obstante representen valores reales y fácilmente reconocibles.


De ella son fuertes componentes los recursos de la intuición y de la inspiración, que poseen destacada importancia entre los demás atributos espirituales y las propias acciones humanas.
La capacidad de percepción, que está íntimamente ligada al poder de penetración del espíritu, a su agudez, perspicacia y sensibilidad, ejerce, más allá de eso, no­table influencia en el terreno de la observación, reve­lándole aquello que las conveniencias tantas veces escondem.
Cuando la prudencia interviene, cautelosa, en las disposiciones del ser humano, es también la capacidad de percepción que le provee los elementos de decisión.
La inteligencia, como facultad maestra del espíritu, interviene en las demás, purificándolas y contribuyendo para tornarlas mejores y más eficientes.
De la inteligencia dependen los otros atributos espirituales que se crean, expanden, crecen, amplian y perfeccionan, a medida que el espíritu evoluciona.
Gran aliada de la perfección, la inteligencia hace al espíritu reconocer sus errores para. corregirse.
Permanece ella detrás del raciocinio, proveyéndole ­los medios necesarios par a su desarrollo.
Facultad iluminativa, por excelencia, la inteligencia dilata los horizontes del espíritu y es el instrumento capaz de disipar las tinieblas y destruír la ignorancia donde quiera que ellas se encuentren.

PODER DEL RACIOCINIO Y FACULTAD DE CONCEPCIÓN

El poder del raciocinio constituye valioso atributo de que dispone el espíritu para analisar los aconteci­mientos de la vida, extrayendo de los hechos las leccio­nes que le pudieren ser útiles.


El raciocinio es como una luz que se proyecta sobre los problemas difíciles de la existencia, para tornar­los claros y comprensibles.
Más allá de nortear al espíritu en el transcurso de sua evolución, representa él, todavía, una poderosa ar­ma de defensa contra el convencionalismo mundano, contra las creencias místicas que producen la ceguera de la fé y otras subordinaciones indicativas de formas agudas o amenas de avasallamiento.
En la facultad de concepción están las creaciones ­del pensamiento, el genio inventor y la ingeniosa fuerza realizadora de todas las transformaciones y mejora­mientos.
Esencialmente constructiva, a ella se debe, como elemento propulsor, el desarrollo progresivo de la evo­lución universal.
Tanto en las artes, como en las ciencias y letras, ocupa posición de inconfundible relieve.
La formación de las riquezas se debe a su con­cepción, así como las abnegaciones, los desprendimien­tos y las renuncias, por ser ella cultivada, via de regla, en beneficio de la colectividad.

EL EQUILIBRIO MENTAL Y LA LÓGICA

El equilibrio mental proviene de la purificación de. los sentidos, del temperamento bien ajustado a las rea­lidades de la vida, de la serenidad, de la comprensión. exacta de las posibilidades y de la justa apreciación de­los hechos.


La calma, la serenidad, la moderación, las actitudes ponderadas, la reflexión, el criterio y el buen sentido, son cualidades reveladoras del equilibrio mental, por­ medio del cual el espíritu, en el torbellino de la existencia terrena, procede con más seguridad y se abstiene de­ la práctica de los errores comunes.
El perfeccionamiento de esa facultad deberá ser motivo de constantes cuidados e interés del espíritu en­carnado, por desempeñar ella un papel de la más alta significación en el desarrollo de su evolución.
La lógica es un atributo que proporciona, a cada uno, coherencia en sus actitudes, congruencia en la condensación de las ideas y ordenación en los pensa­mientos.
Sin educación, sin esmeramiento espiritual, la ló­gica es del todo imposible.
Ella es, por excelencia, una facultad que resulta de la educación y de la superación del espíritu, possibili­tando a éste la formulación de sus conjeturas sobre bases firmes, seguras, objetivas y reales.
Ninguna afirmación, pues, podrá tener bases sóli­das, si no fuere firmemente apoyada en ese importante atributo.

DOMINIO DE SI MISMO Y SENSIBILIDAD

El dominio de sí mismo asegura al espíritu humano el control íntimo, evitando los actos impulsivos y las actitudes impensadas que puedan conducirlo a cometer desatinos irreparables, de los cuales viene a arrepen­tirse, más tarde, como acontece en la mayoría de las veces.


El ser humano necesita permanecer siempre alerta y vigilante, consciente de que es una fuerza que traba­ja incesantemente, vibrando, atrayendo o repelendo. Corrientes favorables y desfavorables a su progreso y bienestar llenan el espacio, cruzándose en todas las direcciones.
De ahí la necesidad del dominio propio, para no dejarse influenciar por las irradiaciones adversas, pro­cediendo, únicamente, de acuerdo con su voluntad.
La sensibilidad es la facultad de que dispone el espíritu para sentir las corrientes vibratorias del medio ambiente y, por detrás del involucro de las apariencias, la verdad.
Es por la sensibilidad que se percibe el sentimiento afin que congrega, que une, que hermana los seres de ­idénticos ideales y de iguales aspiraciones.
Es la sensibilidad, todavía, el intrumento de la ale­gría y del dolor   dolor que hace, no pocas veces, al es­pírítu desatento, indiferente y transviado concentrar se en si mismo, despertar y enfrentar a la realidad de la vida.

FIRMEZA DE CARÁCTER

La firmeza de carácter, como tantas otras faculta­des, patentiza, inequivocadamente, la evolución espiri­tual del ser humano.


Los que la poseen, siempre dan los mejores, los más nobles, los más admirables ejemplos de rectitud en todos los actos de la vida.
Como resultado de su combinación armónica con los demás atributos ya mencionados, revela suficiente amaduramiento espiritual y efectivas condiciones para ascensión a clase evolutiva más elevada.
Son innumerables los atributos del espíritu, que au­mentan y se desenvuelven en la razón directa de su crecimiento, como ser evolucionario.
CAPITULO VI
ENCARNACIÓN DEL ESPIRITU
El planeta Tierra no es habitación permanente de ningún espíritu. Es un mundo escuela, un laboratorio depurador, una oficina de aprendizaje, de trabajo, donde él se instruye, se perfecciona, se desarrolla, en tiempo más o menos largo y en ambiente adecuado para promo­ver su evolución.
Conforme lo esclarece el capítulo IV de esta obra, los espíritus están distribuídos por clases, en mundos propios, de acuerdo con la evolución de cada uno.
Los espíritus que evolucionan en este planeta, per­tenecen a las primeras diecisiete clases, separadas, unas de las otras, en el espacio, en el orden de su importancia.
Sin embargo, al encarnar, se mezclan, intensamente, para la formación de pueblos de estructura hetero­genea, como conviene a un mundo escuela.
Los que saben más, los que disponen de mayor aprendizaje, de mayor lastre de experiencia, enseñan a los que saben menos aquello que, por su vez, aprendieron de otros. Exactamente por ese hecho es que se ven, con frecuencia, seres de espiritualidad bastante diferente en una misma familia.
Para bien aprender las lecciones de la vida, necesi­tan las personas encontrar, en su semejante, cualida­des y conocimientos que aún no lo poseen.
El espíritu es inmaterial. Material es su cuerpo astral, también conocido como periespíritu o cuerpo animico, compuesto de flúido quintaesenciado   pero materia   de la misma naturaleza de la substancia flúidica del mundo en que se aloja, en el intervalo de las encarnaciones.
Semejantemente, su cuerpo carnal corresponde a la materia componente de este planeta. Cuanto más adelantados los mundos de luz a que va ascendiendo el espíritu, en su evolucionar, más diáfana es la materia quintaesenciada de que se compone su respectivo cuerpo astral.
Esto explica la razón de seren los cuerpos astrales - no obstante de substancia idéntica   más diáfanos unos de que otros.
Ningún hecho, ningún acontecimiento de la vída humana puede ser ocultado a los planos espirituales. Es que todo lo que pensamos o hacemos produce mo­vimientos vibratorios que se cruzan en todas las direc­ciones.
Por eso es que tan prontamente se opera una fe­cundación, ésta es inmediatamente constatada en esos planos, y un espíritu acude a cumplir una de las más importantes determinaciones de las leyes naturales – la reencarnación   de entre los que aguardan, sin te­mor o reluctancia, dentro del más riguroso orden, cada uno por su vez, compenetrado de los deberes que le están designados.
Determinado a reencarnar, e identificada aquella que le va servir de madre, el espíritu acompaña la ges­tación hasta el tercero mes, cuando entonces toma li­gazón, mediante cordones flúidicos, al cerebro y al co­razón del feto
El cuerpo carnal, en formación, comienza a ser envuelto, molécula a molécula, por el cuerpo flúidico del espíritu, que sobre él irradia apostado en el lado de afuera del cuerpo de la gestante   hasta el momento de ser dado a luz, cuando entonces toma entera posesión de él.
Consumada la encarnación, queda el espíritu yuxta­puesto al cuerpo de la criatura, del lado izquierdo, apoya­do en su cuerpo astral.
Seguidamente de la encarnación del espíritu, queda el ser humano constituído de tres cuerpos:
1   cuerpo mental (espíritu)

2   cuerpo astral (materia flúidica)



3   cuerpo carnal (materia organizada compuesta)
Con esa constitución deberá ejercer sus funciones terrenas y vivir, distintamente, las dos vidas: la ma­terial y la espiritual.
El cuerpo mental   para el cual están dirigidas las atenciones de los estudiosos   es el agente vivo e inteligente que gobierna a los otros dos cuerpos – el astral y el material   siendo, por lo tanto, responsable por todas las manifestaciones de la vida.
La ley de transformación de la materia, a que están sujetos los dos últimos cuerpos, jamás lo alcanza. Eter­no e inmutable, en su esencia, el ofrece, a medida que evoluciona, admirables demonstraciones de potencialidad y valor.
El cuerpo astral es la ligazón, la unión entre los cuerpos mental y carnal. Él está preso, partícula por particula, al cuerpo mental, en virtud de la vibración permanente de éste, y envuelve a todo el cuerpo carnal uniéndose, por cordones flúidicos, a sus órganos prin­cipales   el cerebro y el corazón.
Durante el sueño, el espiritu se aleja, con su cuerpo astral, (del cual no se aparta nunca) sin interrumpir, no obstante, la unión con el cuerpo carnal, al cual con­tinúa transmitiéndole calor y vida, a través de los cor­dones flúidicos ya mencionados.
Por mayores, por más extensas que sean las distan­cias que separen el espíritu de su instrumento corpó­reo, jamás interrumpe la ligazón con este, no solo por­que tal interrupción significaria la desencarnación, sino porque la naturaleza de los cordones flúidicos les per­mite distanciarse, remotamente.
De este modo, solamente en el acto de la desen­carnación dejan, los cuerpos mental y astral, definiti­vamente al carnal.
El cuerpo carnal es una máquina admirablemente concebida por la Inteligencia Universal para propor­cionar al maquinista   el espíritu   los recursos, los elementos, los medios con los cuales lleva a efecto, en el planeta Tierra, un curso de perfeccionamiento, en múltiplas, en innumerables encarnaciones, indispensa­bles para su ascensión a ambiente de mayor espiritua­lidad, en un plano más alto de evolución.
Toda ciencia médica de él se ocupa, estudiándolo, en sus mínimos detalles. Y no es pequeño el número de científicos que ya admiten ser los desordenes del es­píritu   en los cuales se incluyen, con destaque, las perturbaciones emocionales  , la causa de gran parte de los desarreglos físicos, formando todo un cuadro, de anormalidades y enfermedades cuya etiología no constituye más un secreto para ellos.
Definido por trazos normales, el cuerpo carnal pue­de ser presentado como una perfecta y acabada pieza escultural.
El espíritu, cuando encarna, se aisla de su pasado, olvidándose, por completo, de las anteriores encarna­ciones.
Esto representa, para él, un gran bien. Primero., porque la cortina de materia, impidiendo que se reco­nozcan desafectos de otras encarnaciones, posibilita la reconciliación de éstos, aproximándolos, sin resentimi­éntos o malquerencias. Segundo, sin la visual temporaria. de los errores del pasado, que muchas veces disminuyen, avergüenzan y hasta subyungan y alienan la voluntad, el espíritu encarnado se ambienta como iniciándose en una nueva existencia, en cada pasaje terrena.
Asi lo han hecho, y continúan a hacerlo, miles de millones de ellos en su trayectoria por este mundo, en una larga serie de encarnaciones.
Cuando encarna, el espíritu apenas retiene, en su subconsciente, el resultado de las lecciones aprendidas, la experiencia de las pruebas por las cuales pasó y las lendencias del uso que hizo de su libre albedrío.
Todo cuanto de bueno adquirió, con esfuerzo y tra­bajo, conserva para siempre, y esa conquista, esos bie­nes, ese patrimonio le prestan valiosa colaboración en cada encarnación, facilitándole la adquisición de nuevos conocimientos, de nuevas cualidades y de mejor rectí­ficación de sus atributos.

DEBERES DEL ESPIRITU, DESPUÉS DE ENCARNADO

El espíritu cuando encarnado, pasa por fases distintas, en cada una de las cuales podrá cosechar valiosos enseñamientos.


Esas fases son: La infancia, la juventud, la ma­durez y la vejez. En todas ellas tiene deberes a cumplir, trabajos a realizar, obligaciones a satisfacer.
La dinámica de la vida exige acción permanente. Pero acción dignificante, provechosa y constructiva, en beneficio propio y del semejante.
Las cuatro fases mencionadas sólo poseen sentido en el plano físico. Ellas se relacionan, únicamente, con el desarrollo y duración de la máquina humana, sirvi­endo para establecer la diversidad de experiencias y enseñamientos, en el transcurso de una encarnación.

INFANCIA JUVENTUD Y MADUREZ

Al período que se prolonga del nacimiento a la pubertad, se le da el nombre de infancia. En ella se construye, por asi decirlo, toda la base, todo el soporte que habrá de sostener el edificio de la encarnación.


Por eso, es de fundamerítal importancia los enseña­mientas que fueren suministrados al ser humano en esa delicadísima faz de la vida, a través de lecciones del más alto sentido moral y, sobre todo, de ejemplos reple­tos de valor, para que sean bien asimilados y contri­buyan para la formación de una valerosa y noble per­sonalidad
Le siguen a la infancia los años de la juventud que se sitúan entre lo que generalmente se conoce por menor y por adulto.
La juventud comieriza en la pubertad, prolongan­dose hasta la madurez. Es la edad de la razón, en la que están presentes, de un modo general, las más altas aspiraciones y, los grandes ideales de la vida, y a esas aspiraciones, a esos ideales, no es extraño el sentimiento de espiritualización, desde que en la infancia haya teni­do el ser humano la felicidad de recibir principlos edu­cativos elevados.
Una nación será más grande, en la medida en que pudiere confiar en su juventud, para la cual se dirigen, permanentemente, las esperanzas de los más viejos.
A la juventud le sigue la madurez, en la que el ser humano tiene, a su favor, la experiencia conquistada en los períodos anteriores de la vida. Podrá ser él en esta face, un timonero firme y competente, valiéndole de mucho la suma de conocimientos adquiridos.
En la madurez, alcanza la persona su apogeo. Sus células orgánicas   notablemente las cerebrales   al­canzaron la máxima vitalidad, permitiendo al espiritú, transmitir la plenitud de su capacidad constructiva.


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