La obra básica del Racionalismo Cristiano, no obstante sencilla, es bien profunda y debe ser vista como el cimiento base de conoci-mientos cuya estructura deberá ser levan-tada mediante el esfuerzo de cada uno



Yüklə 487,39 Kb.
səhifə4/13
tarix30.01.2018
ölçüsü487,39 Kb.
#41776
1   2   3   4   5   6   7   8   9   ...   13

VEJEZ

La vejez representa la última faz de la vida, en cada encarnación. Y esto es comprensible: el cuerpo físico nada más es de que una máquina, al servicio de la Fuerza, también denominada espíritu, de quien recibe el calor, la acción, el movimiento y la vida. Esa má­quina   como todas las máquinas   está sujeta a la acción del tiempo, a los desarreglos y desgastes que son mayores o menores, de conformidad con el trato que le haya dispensado el maquinista   el espíritu.


Y, convengamos, no faltan los desatentos, los in­diferentes y los despreocupados. No son pocos los que se entregan a los vicios, con lo que producen, en el cuerpo carnal, daños no raramente irreparables, ocasionando su ruina.
La vida bien vivida, conduce a una vejez saludable y feliz. En esa faz, sin embargo, mismo que.plenamente lúcido, no puede el espíritu, como es comprensible, ma­nifestar la misma fortaleza.y el vigor y el dinamismo revelados en los periodos anteriores. Y esto, por el na­tural decaimiento de su instrumento corpóreo.
Felices los espíritus que saben dar al mundo, en cada pasaje por la Tierra, inequívocos ejemplos de valor y honradez.
El interés por el bienestar general, el comporta­miento familiar, la preocupación constantemente diri­gída para la educación de la prole, la disciplina y el amor al trabajo, son algunos de esos ejemplos.

MORAL SOCIAL Y AUTO EDUCACIÓN

Las actividades en este mundo son diversas, e muchos son los medios por los cuales se processa la evolucíón.


Mientras tanto, ni todos los seres disponen de iguales posibilidades, pero lo que interesa, por arriba de todo, es ennoblecer el sentido de la vida, mismo sometido a los trabajos más rudos y humildes.
La moral social se define por la formación espiritualista, por la intransigente defensa de las buenas costumbres y la práctica efectiva de hábitos saludables.
Cada pueblo posee una concepción propia de la vida. Pero cuanto más se camina, cuanto más se avanza en el terreno de la civilización, más visibles, más seguros, más fuertes se evidencian los preceptos de la moral y de la honra, principalmente en lo que dice respecto al hogar, cuya formación constituye - como se esclarece en el Capítulo XIV, de este libro, que trata de la Familia - un indeclinable deber de todo ciudadano.
La educación de los seres humanos no se limita, no se restringe, no se circunscribe al período de la infancia, en que más actúan los padres.
Preparados para dirigirse por si mismos, ya en mayoría de edad, deben ir recogiendo el más voluminoso lastre de experiencia que les fuere posible alcanzar, a través de la observación y del testimonio de las cosas que ocurren a su alrededor, o de que hayan tomado conocimiento.
El éxito o el fracaso de los otros, las causas, las razones, los motivos de las alegrías o de los sufrimientos de estos, constituyen valiosos enseñamientos, de los cuales deben tomar provecho todas las personas, a fin de no incurrir en los errores que causaron el dolor y el perjuicio ajeno, y para seguir por los mismos caminos que llevaron el semejante al triunfo y al bienestar.
Si el hombre se disminuye, moralmente, delante del prójimo, cuando, practica acciones condenables, reveladoras de indigencia de principios morales y educativos, aún se sentiría más inferiorizado y con vergüenza de si mismo, si disfrutara de una conciencia espiritual vigilante y en condiciones de poder apreciarlas.
Los varios niveles sociales que existen en la Tierra se justifican, parcialmente, no solo por tratarse de un mundo escuela, sino también por las deficiencias que se observan en la educación de los seres humanos que lo habitan.
El individuo mal educado restringe su campo de acción al propio nivel en que vive, tornándose indesea­ble en los planos superiores de educación, y de ahí la necésidad que tiene el espíritu encarnado de no econo­mizar esfuerzos en el sentido de mejorar sus condicio­nes sociales, contribuyendo para la elevación de los ín­dices de moralización en el planeta.
EJEMPLOS DE HONRADEZ Y DE DEDICACIÓNAL AL TRABAJO
Los ejemplos de honradez constituyen la más alta contribución que los seres pueden dar a la sociedad.
La honradez no se restringe a la puntualidad en los pagamentos, la exactitud en las transacciones y la fidelidad en los ajustes, Ella exige, por arriba de todo, firmeza de caráter, intransigente lealtad e indesviable rectitud en el cumplimiento del deber.
Los que no poseen elevación de sentimientos, des­prendimiento y valor, no pueden tener la pretensión de considerarse honrados, por seren esos importantes atributos inseparables de la honradez.
Los ejemplos de dedicación al trabajo son de los más útiles a la causa de la humanidad.
El Universo, considerado en si mismo, es todo mo­vimiento y acción. Los grandes artífices del progreso del mundo, fueron trabajadores incansables.
Los que viven en la ociosidad no pasan de parásitos sociales y aprovechadores del trabajo ajeno, aún mismo cuando dispongan de fortuna y se juzguen grandes personajes.
Tanto se ennoblece y dignifica el ser humano en el trabajo brazal, como en el intelectual, artístico o cien­tífico.
Lo que da provecho al espíritu no es la naturaleza, pero si el valor moral del trabajo y la satisfacción en que este es realizado.
Deben, pues, todos procurar el trabajo que corresponda a su vocación, para ejecutarlo con alegría y en­tusiasmo, considerándolo, nó un castigo, pero si un pre­mio, ya que, sin él, jamás darían un solo paso en el camino de la evolución.

ACCIONES MERITORIAS Y ERRORES

VOLUNTARIOS E INVOLUNTARIOS

Las obras culturales que se escriben, las escuelas. que se instalan, las bibliotecas que se fundan, las or­ganizaciones científicas que se establecen. y los traba­jos que se realizan con la finalidad de instituir e in­crementar, en todas las latitudes, el intercambio intelectual, espiritual y material entre los seres, son accio­nes meritorias, del más alto interés humano.


Bajo este aspecto, se incluyen también las iniciati­vas destinadas a fomentar la producción industrial, mi­neral y agrícola, para elevar el padrón de vida de la­ colectividad.
Todos los habitantes de este mundo escuela son imperfectos. Unos, evidentemente, más de que otros. No hay, pues, quien no esté sujeto a cometer errores. Muchos de esos errores son involuntarios. Otros resul­tan del mal uso del libre albedrío.
Se dice que errar es humano. Nada más exacto. Sin embargo, una vez advertido y convencido de haber ­cometido un error, cúmplele a la persona, honesta­mente, reconocerlo y esforzarse por errar   mismo involuntariamente   lo menos posible.
Esconder los errores, en vez de combatirlos, es práctica muy común, pero altamente perjudicial para él perfeccionamiento del espíritu.
Lá mayoría de los individuos, en la apreciación ín­tima de sus actos, raramente procede con imparcialidad y justicia
Mismo los que encaran severamente a las malas acciones ajenas, para las cuales siempre tienen palabras de censura y condenación, no huyen a la tendencia ge­neral con relación a las propias faltas, que es la de justificativa amplia, indulgente y absolutista.
Con ese procedimiento, los errores.pasan a incorporarse a los hábitos y costumbres humanos, perdiendo, el hombre el respeto que debe a si mismo, corrompiendo, el carácter y la dignidad.
Lo que todos deben y necesitan hacer, es encarar, corajosamente, a las faltas cometidas, y disponerse a eliminarlas, con el poder de su voluntad.

EL PERFECCIONAMIENTO Y EL MAL DE LA IGNORANCIA

El perfeccionamiento debe constituir la principal preocupación del ser humano, en todos los ramos de su actividad.


Todo individuo tiene necesidad de esmerarse en el desempeño de sus obligaciones, procurando ejecutar el trabajo con el devotamiento de que fuere capaz.
Sin atención, interés, conocimiento, esfuerzo, de­cisión, alegría, buen humor e inquebrantable disposición de alcanzar resultados positivos, no se camina para el perfeccionamiento, y éste, indisolublemente ligado a la evolución, es la razón principal de la venida del espíritu a la Tierra. No hay posibilidad de progreso espiritual fuera del campo del perfeccionamiento.
Nadie debe dejar de combatir a la ignorancía, por ser ella la causa de la mayoría de los males que afligen a la humanidad. La ignorancia es una fuerza enteramente negativa. Siempre hace mal y, sí no empuja para atrás, dificulta, en el terreno de la evolución, a dar un paso hacia el frente. Evolución significa luz, luz que cuanto más sea la claridad, cuanto más res­plándece, cuanto más refulge, más ahuyenta, las tinieblas de la ignorancia.
Es la ignorancía, por eso mismo, la gran, la po­derosa, la irreconciliable enemiga del espíritu encarnado. Combartirla, en todas las oportunidades y por todos los medíos, es deber que impone a los que.desean real­mente progresar, aprovechando bien la encarnación.
Éstos, como no tienen tiempo para perder, procuran.aprender hoy lo que hasta ayer no lo sabían, conscien­tes de que cada conocimiento nuevo representa más un bien, más un valor que se incorpora al patrimonio espiritual.
A los que no tuvieron la felicidad de frecuentar escuelas, debemos recordarles que el propio mundo Tierra es una Escuela, donde podrán aprender las más variadas lecciones, pues enseñamientos buenos no faltan.
Muchas son las materias de que se compone el curso que compete al espíritu hacer en este mundo, en las innumerables reencarnaciones. Los alumnos despreocupados, desatentos y reincidentes están siempre a repetir las lecciones.
Si la humanidad se compenetrara de lo que re­presenta, en la vida del espíritu, una encarnación bien aprovechada, no se constatarían tantas fallencias y tan enorme descaso en la Tierra por los valores espiritua­les.
Cuanto más adelantado sea el ser humano, más reconoce la distancia que le separa del saber absoluto que exige una eternidad de estudios. Los verdaderos sabios no pierden la conciencia de sus limitaciones, es­forzándose para aprender más y más. Por lo general, son modestos y sencillos, lo contrario de los mediocres, siempre preocupados en exhibirse y hacerse pasar por personas de gran talento e importancia.
Muchos no se perciben del ridículo a que se exponen, cuando hacen de si mismos   de su inteligencia, de su bondad, de su valor   el objeto de la conversación.
Ese alarde de atributos hipotéticos o reales no que­da bien a nadie. Por eso hay necesidad de comedimi­ento, de moderación en todos los gestos y actitudes, que deberán constituír un saludable hábito en la vida del ser humano, para poder conducirse siempre con ejem­plar dignidad.

PRINCIPIO DE AUTORIDAD

Inseparable de la fidelidad a los dictámenes de la moral, de la moderación y de la justicia, el principio, de la autoridad jamás podrá ser ejercido con despotismo y intolerancia.


A pesar de que muchos se impongan por el temor­ que sus actos infunden, la verdadera autoridad, la más auténtica, la más legítima, es magnánima y justa., y por eso se torna querida y respetada.
Esto no quiere decir que renuncie ella al derecho - y hasta el deber   de usar de energía y severidad, cuando se tornen necesarias. Lo que no debe, nunca, es excederse el individuo que la tenga, tornándose pre­potente y arbitrario.
Antes de adoptar cualquier medida, debe la autoridad reflexionar detenidamente, para reducir al mínimo la posibilidad de incurrir en error y practicar injusticias.

ECONOMIA

Siempre que los recursos permitieren, la economía no debe afectar la buena presentación ni la plena su­ficiencia en la vida material, moral e intelectual del ser humano.


Tan condenable es la disipación, como la mezquindad y la avaricia. Todos deben. abstenerse de lo supérfluo repeler los vicios, oponerse al desperdicio y al derroche, pero sin privarse de lo que necesita.
Es necesario que se comprenda que los bienes ma­teriales pertenecen a la Tierra y en ella quedarán, no siendo los seres humanos más que administradores o depositarios temporarios de esos bienes.
Proceder egoisticamente, esclavizar-se a los valores puramente materiales, en la falsa suposición de que de ellos depende la felicidad, es error, y de los más graves, en que incurre un gran número de seres.
El patrimonio que el espíritu acumula, en el trans­curso de cada jornada terrena, es representado, exclu­sivamente, por las acciones meritorias que pratica.
Esos son, en verdad, los únicos bienes que lleva consigo al desencarnar   bienes que habrán de llenarlo de alegría y felicidad en el plano espiritual.

EL MIEDO, LA EFICIENCIA E EL RESPETO

El miedo es uno de los perniciosos males que más .inquietan, angustian y martirizan a la humanidad. Él tiene raices profundas que comienzan a crecer en la primera infancia, cuando tantas cosas equivocadas son inculcadas en el espíritu de los niños.


Las historietas ridículas que les son. contadas, en que configuran bichos papón, fantasmas, duendes y tan­tas ficciones, responden por el complejo de temor que se apodera de los niños, y por la nefasta influencia que tal complejo pasa a ejercer, durante toda su vida.
Combatir, en el proceso de educación de los ninos, todo cuanto pueda contribuír para tornarlos tímidos, miedosos, evitando, necesariamente, los extremos, que conducen a la imprevisión y la temeridad, es deber que se impone a todos los que tuvieren una parcela de res­ponsabilidad para con ellos.
Vivir con eficiencia, quiere decir vivir plenamente, en el buen sentido, esto es, cuidar de la salud moral y física, participar activamente del esfuerzo común de la humanidad para mejorar las condiciones del mundo, y proceder, siempre, con disciplina, método y orden.
Los seres deben respetarse a si mismos y al pró­jimo, ya que no es concebible una existencia terrena digna y bien ajustada, al interés común, sin respeto.
El respeto debe existir entre padres e hijos, entre marido y mujer, entre hermanos y, de un modo general, de individuo para individuo. No hay germen más per­nicioso, más contaminador, más destructivo del sen­timiento de amistad, de que la falta de respeto. La in­timidad no díspensa, de manera alguna, el tratamiento respetuoso.
Tratar sin respeto al semejante, es revelar carencia de principios educativos y cometer una indignidad, pa­sible de toda condenación. Sin embargo, para que sea respetado y tratado con consideración, debe el ser hu­mano proceder corectamente en todos los actos de su vida.


Yüklə 487,39 Kb.

Dostları ilə paylaş:
1   2   3   4   5   6   7   8   9   ...   13




Verilənlər bazası müəlliflik hüququ ilə müdafiə olunur ©muhaz.org 2024
rəhbərliyinə müraciət

gir | qeydiyyatdan keç
    Ana səhifə


yükləyin