La obra básica del Racionalismo Cristiano, no obstante sencilla, es bien profunda y debe ser vista como el cimiento base de conoci-mientos cuya estructura deberá ser levan-tada mediante el esfuerzo de cada uno



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EL CELO Y EL TRABAJO

El desempeño de cualquier función exige celo, dedicación e interés por alcanzar el mejor resultado po­sible. Mientras tanto, es de arriba que deben partir los ejemplos, puesto que solo tiene autoridad para exigir aquel que sabe cumplir.


La falta de celo en el desempeño de cualquier funcíón, hiere el carácter, disminuye al individuo e infe­rioriza la conducta. Yerra contra si mismo el ser cuya actividad se caracteriza por el descuido, por el abandono y por el relajamiento.
El trabajo humano, mismo cuando parezca aislado es de coordinación, estando directamente interesado en el todos los seres encarnados. Los que ejecutan mal ­su parte, por falta de celo y dedicación, revelan cualidades negativas e indigencia en el sentido de la respon­sabilidad.
Para ser bien aprovechado el tiempo, debe cada uno organizar un plan inteligente de trabajo, de mane­ra que cada compromiso sea ejecutado en su hora pro­pia. Trabajar, recrear y descansar, son tres necesidades igualmente imperiosas para producir un mismo resultado, que es el bienestar físico y espiritual.
Cada cual debe elegir el horario que mejor atienda a sus conveniencias y a las exigencias del trabajo, pero sin descuidar del reposo y del recreo.
Asi procediendo, encontrará placer en el trabajo, provecho en el descanso y alegría en el divertimiento,   factores que contribuirán, decisivamente, para su salud y bienestar

INTEGRIDAD

La integridad deberá constituírse en permanente preocupación del espíritu encarnado, que mucho lucrará si en cada existencia en este mundo consiguiere pulir una de las muchas faces, por lo menos, de ese precioso tesoro moral.


Nadie puede llegar al fin de las encarnaciones terrenas sin haber alcanzado el más alto nivel de integridad.
No faltan pretextos en este mundo astuciosamente creados para proporcionar situaciones ventajosas, pero deshonestas.
Los débiles, ente ellos, capitulan siempre. Los fuer­tes resisten, los que resisten, vencen, y las victorias for­talecen. Pues es de la suma de esas victorias, precisa­mente, que se forma la personalidad verdaderamente íntegra. Pero, entiéndase: no se perfecciona la conducta moral apenas por el hecho de que no se venda la conciencia. Es necesario más, es necesario sentir la vida, en toda su grandeza y plenitud, para reconocer que solo es perfectamente íntegro quien   además de la honra   está siempre dispuesto a contribuir para el bien general, y es justiciero, digno, leal y valeroso.


EL RACIOCINIO

Si tantas cosas erradas se hacen en la Tierra, es porque los seres humanos no se toman el trabajo de raciocinar, maduramente, antes de practicar cualquier acto, para poderem prever sus consecuencias. El racio­cinio, cuanto más ejercitado, más se desarrolla.


Por comodismo, por indolencia, por pereza mental, muchos atribuyen a los otros la tarea de pensar por ellos, y pasan a aceptar, como propias, las ídeas ajenas.
De ahí nacen los movimientos sectarios, con nu­merosos rebaños, estos siempre propensos a creer en lo que los otros creen o fingen creer, por más absurdo que sea el objeto de la creencia, principalmente en el terreno estrecho y resbaladizo del misticismo, en que la investigación espiritualista, para la identificación de la Verdad, no es admitida.
Con el poder penetrante de pesquisa que el racio­cinio posee, no es difícil distinguir lo racional del absur­do, lo que es lógico de lo que no lo es, lo cierto de lo equivocado, y divisar el camino que conduce a la per­sona convictamente hacia la Verdad.

ATRAER EL BIEN, REPELER EL MAL Y CUMPLIR EL DEBER

Todos los seres humanos son dotados, de entre otras, de la facultad de intuición   facultad más sensible en unos de que en otros.


Por medio de ella, espíritus desencarnados que de­ambulan por la atmósfera de la Tierra, en estado de perturbación, (en esta obra mencionados, genéricamen­te, por la designación de astral inferior) interfieren en la vida y en los pensamientos de los seres encarnados, llevándolos   cuando estos no reaccionan por el pensamiento, accionado por la voluntad consciente   a cometer las peores acciones, y haciéndolos llegar, frecuentemente, a la obsesion.
Contra esas influencias, son totalmente inútiles los pedidos a los hipotéticos dioses y santos, generalmente formulados por los que desconocen estos principios básicos y fundamentales de la Vida Universal: ATRAC­CIÓN Y REPULSIÓN   ACCIÓN Y REACCIÓN  CAUSA Y EFECTO.
Por eso mismo, necesitan los seres conocer la acción del pensamiento, el poder de la voluntad, la fuerza psíquica de atracción   que tanto podrá ser ejercitada para el bien, com o para el mal, conforme la naturaleza de los pensamientos que la dinamizaron y, consecuen­temente, los recursos, los medios, los elementos que to­dos, indistintamente, poseen para atraer el bien y re­peler el mal.
Solamente los ignorantes podrán no aceptar la Verdad espiritualizadora - tan claramente consubs­tanciada en los principios racionales de esta obra   para entregarse al materialismo, religioso o nó, que tan­tos y tantos fracasos y fallencias ha producido en los seres humanos.
Los deberes materiales y morales necesitan estar ciempre presentes en la conciencia de cada uno.
La vida reclama de todo individuo, a cada paso, una actitud, un movimiento, un gesto, una palabra que traduzcan el cumplimiento del deber.
Cumplir el deber significa ser honrado, respetarse a si propio y proceder con dignidad, elevación y con­ciencia esclarecida.
Cada deber cumplido significa el rescate de una obligación, un paso adelante, la marcación de más un punto en el cuadro de la evolución.
Cúmplele, al espíritu encarnado, mantenerse siem­pre vigilante, siempre alerta, siempre atento a sus debe­res, convencido de que no cumpliéndolos en una encarnación los estará aumentando, infaliblemente, para las encarnaciones subsiguientes.
CAPITULO VII
DESENCARNACIÓN DEL ESPÍRITU
La vida humana está de tal manera organizada, que los acontecimientos ocurren en época propia, así considerada cuando no son contrariadas las Leyes Na­turales, en el transcurrir de la existencia.
Es la violación de esas leyes la causa frecuente de perturbaciones y desequilibrios que, alterando el ritmo natural de la vida, acarrean para el espíritu profundos sufrimientos.
La evolución requiere tiempo, trabajo y sacrificio. Normalmente, la desencarnación deberá ocurrir en la vejez. Pero, para que esto acontezca, es necesario cui­dar de la salud física y mental.
Muchos factores. en la Tierra, tales como las mu­danzas bruscas de temperatura, el aire sucio, la insa­lubridad de ciertas regiones, los brotes epidémicos, las abundantes vias de contaminación y la influencia per­niciosa de los espíritus del astral inferior, contribuyen para la desencarnación prematura de los seres humanos.
Todavía hay a considerar determinados fenómenos socíales, generadores de conflictos y guerras de exter­mínio.
De cualquier modo, la desencarnación, antes de la época propia, representa siempre un lapso en la evo­lución, y solamente existe un recurso para su repara­ción: es la reencarnación inmediata.
Pero esta reencarnación no es un problema fácil. Los candidatos a reencarnar son numerosísímos, ultra­pasando las posibilidades existentes. De ahí la necesidad de espera.
Para no perder tiempo, muchos espíritus deciden encarnar en medios desfavorables, dispuestos a enfren­tar cualesquiera dificultades.
La constatación de que otros, de la misma clase, porque se esforzaron más y supieron mejor aprovechar el tiempo en la vida terrena ascendieron a clase superior no que deja de causarles sufrimientos, no propiamente por esa ascención, pero:por el hecho de no poderlos acompañar y de ellos , tener que distanciarse, en la jornada evolutiva
El espíritu de una determinada clase puede abservar lo que se pasa con otros espíritus de la suya y de las clases inferiores. No lo puede hacer, mientras tanto, en lo quese relacion con las clases superiores.
Los que quedan, los que estacionan, pierden el contacto con viejos y queridos amigos, compañeros de largas jornadas en muchas y muchas encarnaciones, y sufren, por eso, el dolor que sienten los que ven en la Tierra desencarnar los entes queridos.
Ese contacto entretanto - lo saben los seres en los planos espirituales   podrá ser restablecido. Pero, de que manera? La respuesta es obvia. Si una persona anda más despacio en conparación con otra que camina más de prisa, luego se distancian ambos. Y si el que vá adelante no está dispuesto a reducir sus pasos, el que está en desventaja tendrá que aumentarlos, si quisiere alcanzarlo.
Pues es precisamente eso que hacen muchos espi­ritus cuando toman la decisión de encarnar, dispuestos a enfrentar todoslos sufrimientos de la vida terrena, que saben ser pasajeros, para enriquecerse de conoci­mientos y valores morales que los habiliten a ascender a la clase inmediata
Con ánimo fuerte y redoblado esfuerzo, consiguen recuperar el tiempo que perdieron y reaproximarse, fraternalmente, de los que les habían pasado al frente.
La desencarnación deberá ocurrir, normalmente, en la vejez. El cuerpo humano es como una flor o un fruto: nace, cresce, alcanza el máximo desarrollo y, finalmen­te, fenece. Cuando fenece, deja de tener cualquier utilidad para el espíritu. Se impone, pues, una solución natural, espontánea y sabia, que es la desencarnación.
Solamente en casos excepcionales, la desencarnación podrá darse antes del encarnado haber completado las cuatro fases de la existencia terrena, sin perjuicio para él. Es cuando, por ejemplo el espíritu pertenece a clase superior a la 17ª y baja a la Tierra en mísion especial de hacer despertar a la humanidad o contríbuír para transformaciones morales que puedan acelerar el ritmo de la evolución en el planeta.
Qué es, al final, la desencarnación? En qué con­siste? Cómo se procesa?

DESENCARNACIÓN, FENÓMENO NATURAL

La desencarnación es un fenómeno natural en la vida de todos los animales. Ella significa lo opuesto a la encarnación. El espíritu encarna en la ocasión en que se posesiona del cuerpo, en la natalidad, y desen­carna, en el exacto momento en que abandona definiti­vamente ese cuerpo.


Cuando esto acontece, el espíritu hace con que se desprendan los lazos flúidicos que transmitían la vida al cuerpo físico, anteríormente ligados al cerebro y al corazón de éste, y de el se aleja, con su cuerpo astral.
No perdamos de vista, entretanto, que la denominación de espíritu solamente es dado a la partícula de la fuerza que haya adquirido condiciones evolutivas para encarnar en cuerpo humano.
Una vez abandonado, por el espíritu, el cuerpo fí­sico, nada más es de que un compuesto de materia. Su fuente de vida ya no existe. Al cesar ésta, por el aleja­miento del espíritu, cae en el dominio de las leyes quí­micas, desintegrándose, y sus moléculas pasan a componer otras formas y a constituír otros organismos.
Es natural el sentimiento de los que quedan, por la ausencia de los que van. El sentimiento, si, el de­sespero, nó. La añoranza es comprensible, y se admite. La mortificación jamás.
El esclarecimiento a respecto de como se procesa la evolución es un gran bien, por ser el único medio capaz de llevar la persona a encarar, con naturalidad, la desencarnación, por el reconocimiento de tratarse de acontecimiento normal en el desdoblamiento de la vida.
Por no perder de vista a sus amigos encarnados, el espíritu desencarnado no siente, como estos, la se­paración. En verdad él no puede conversar como lo hacia anteriormente. Dispone, entretanto, del sentido telepá­tico, por medio del cual es capaz de transmitir pen­samientos al espíritu de los seres encarnados, que los reciben como si fuesen sus propios pensamientos.
Y, lo que es peor: no transmiten, mientras aprisio­nados a las influencias terrenas, apenas pensamientos. También transmiten sentimientos, muchos enfermizos, perniciosos, obececantes.
Necesitan, pues, los seres encarnados auxiliar, con pensamientos elevados, a los entes queridos a ascender a sus mundos, donde la vida es sentida en toda su rea­lidad, sin las influencias perturbadoras del plano ter­restre.


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