La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: ¿La generalidad de los fumadores inveterados, una vez desencarnados, sufren en el mundo espiritual los efectos perniciosos del vicio de fumar?

Ramatís: El sufrimiento o placer de cada espíritu, después de la desencarnación, depende de la esclavitud o sumisión con que se ha entregado al vicio en el mundo material. Como el deseo continúa exigiendo al espíritu después de la desencarnación, el mismo ha de sufrir conforme sea la intensidad de ese deseo, y también, acorde a las perspectivas de poder satisfacerlo. En el caso del fumador, el espíritu evoca al cigarrillo, habano o pipa, con la misma aflicción que lo hacía en la tierra, cuando se encon­traba capacitado para fumar regularmente. Y como percibe que aún es más difícil calmar los deseos en el Espacio, entonces se vuelve más desesperado y centuplica el sufrimiento.

Saben los espiritualistas estudiosos y los médiums, cuando incorporan entidades sufrientes, que el hambre, la sed, el deseo de la bebida alcohólica o el vicio de fumar, no se eliminan por la simple liberación del cuerpo físico; también se hacen sentir a tra­vés de la posesión provisoria en que ceden la materia, en la divina función de aleccionar a los necesitados, para reconvenirlos en su necesidad de apartar el vicio de su mente. La muerte no es un baño milagroso, dado que no transforma diablos en santos, anal­fabetos en sabios, viciados en espíritus sanos. En consecuencia, todos los fumadores han de sufrir, en el Más Allá, los efectos por haber perdido la dirección de su organismo físico, estigmatizando al periespíritu con vicios, que después lo imantan al mundo de la tierra.



Pregunta: ¿Estamos interesados en saber qué le sucede en el Espacio a un espíritu de muy buen linaje espiritual, que en la tierra se entregó descontroladamente al vicio del tabaco?

Ramatís: El alma sublime, pero estigmatizada por el vicio de fumar en el mundo físico, se asemeja a una especie de globo cautivo, que después de liberarse de 99 amarras, lucha afanosa­mente para desprenderse de la última cuerda, que aún lo imanta a la carne. Aunque se encontrara en el Paraíso 5 entre los elegidos del Señor, se ha de sentir inquieta y afligida por el acoso que proviene del mundo carnal por causa del deseo vicioso.

Por eso, Jesús fue bastante explícito cuando advirtió sobre la esclavitud del hombre en los vicios de la carne. "En verdad os digo, que todo cuanto ligareis sobre la tierra, será ligado en el cielo, y todo lo que desligareis en la tierra, será desligado en el cielo." (Mateo, 18: 18.) Aquel que fuma desconsoladamente, se envicia en la bebida alcohólica o es un carnívoro insaciable, sin lugar a dudas quedará ligado por los lazos etéricos a esos placeres de la tierra, hasta que su espíritu reasuma la dirección mental, o se prepare para nuevas experiencias reencarnatorias, donde el sufrimiento lo ayudará a extirpar los vicios esclavizantes.



Pregunta: Si fumar es un vicio detestable, entonces, ¿por qué Dios creó la planta "nicotina tabacum", cuyas hojas sirven para fumar?

Ramatís: No existe nada pernicioso creado por Dios, es el abuso o el mal empleo de las cosas lo que produce perjuicios al hombre. La medicina ha salvado innumerables vidas humanas utilizando los ácidos, venenos de las cobras, escorpiones y arañas, que son mortíferos.

5 Párrafo extraído de la obra Cartas y Crónicas, capítulo "Entrena­miento para la Muerte", del espíritu del Hermano X, por Chico C. Xavier. "Habiendo visto a muchas almas de origen aparentemente bueno y com­prensible, sin embargo están dispuestas a cambiar el cielo por el whisky aristocrático o por nuestra cachaza brasileña. Tanto como le sea posible evite el abuso de fumar. Infunde pena la angustia de los desencarnados amantes de la nicotina.

El tabaco no fue creado para que el hombre lo mastique o absorba quemando las hojas, irritando sus narices y pulmones. Además, los salvajes quemaban las hojas del tabaco sin elegancia o preparados atrayentes, mientras que los civilizados no los superan por el hecho de guardar el tabaco en artísticas bolsitas de cuero, cajas de madera o paquetes dorados de atrayentes colores, cuya función principal es chuparlos a través de elegantes canutos confeccionados de papel acetrinado, paja de mijo o papel de arroz.



Pregunta: ¿Existe algún método que sea infalible para que el hombre deje de fumar?

Ramatís: Es obvio que el problema no se soluciona con el simple dicho "dejar el cigarro", sino que debe comprenderse la realidad sobre los resultados dañinos que arroja el quemar hojas de tabaco, sin que haya argumento posible que lo justifique. En primer lugar es necesario analizar y solucionar el hecho en el orden mental, y liberarse de la esclavitud excéntrica. Algunos hombres recuperan su fuerza de voluntad instantáneamente y expulsan de sí a la indeseable entidad viciosa; otros prefieren eliminar al intruso a través de etapas sucesivas y reconquistar palmo a palmo, el terreno perdido. El psiquismo a veces necesita retomar el punto de partida del vicio; analizarlo desde los primeros efectos fisioló­gicos desagradables y perniciosos, inclusive respecto a la infantilidad de chupar "canutitos de papel con hierba maloliente", que producen residuos en los pulmones, irritan la garganta y ponen amarillos los dedos de la mano. Hay que reflexionar sobre la incomodidad causada a las personas amigas o no, en los restaurantes, salones; ómnibus, trenes y ascensores, además de las cenizas y agujeros causados en las ropas, como así también el poder asistir tranquilamente a una ceremonia o film cinematográfico sin fu­ mar. Debemos agregar que el hombre se titula dueño de sí mismo, pero se encuentra en la humillante situación de estar esclavizado a un poder oculto, primario y nocivo, como es el ridículo vicio de fumar.

La liberación del tabaquismo ha de ser mental, sin cambio alguno por bombones, caramelos o diversas golosinas, que siendo inofensivas, demuestran la debilidad y la sustitución por elementos que suplan a los del vicio. El fumador debe convencerse que el humo no causa placer o distracción, no calma los nervios ni pro­duce inspiraciones sublimes. Es un vicio ridículo, que humilla a cualquier hombre inteligente y sensato. Y, por encima de todo, el vicioso no debe olvidar el terrible y angustioso sufrimiento que le sobreviene después de la muerte física, dado que en el Más Allá ¡no existen cigarrerías! Es degradante para un espíritu razonable que intente el escabroso recurso de fumar a través de un "pitador vivo" y vicioso de la tierra.

Es por demás agradable comprobar, para quienes se liberan del vicio de fumar, que hay un desahogo en el sistema circulatorio y respiratorio, y que desaparecen los proverbiales dolores de ca­beza y vuelve la sensibilidad a los sentidos físicos, como el paladar, el olfato, antes "nicotinizados". Pasan a sentir los sabores y olores naturales de los alimentos, mientras que el sistema nervioso se calma, poco a poco, sin la excitación mórbida del cigarrillo. Finalmente, sentirán orgullo por su gran victoria al liberarse del humo que les dominaba los pensamientos y se hallarán fortalecidos para iniciar la ofensiva contra cualquier pasión o vicio que intente sobrevenirles por descuido, dado que los mismos atan al alma entristecida a los ciclos de las reencarnaciones físicas.


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