La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Ramatís: Dios no permitió el descubrimiento del alcohol para que el hombre se embriagara, de la misma forma, el ácido sulfúrico no tiene la función de matar a nadie. Dios quiso proveer a la humanidad de un elemento útil para aliviarle en los problemas propios de la vida. Si el Señor hubiera considerado el alcohol como una bebida para ser tomada sin control alguno, es lógico que habría creado las fuentes, riachos y ríos de vino, cerveza, whisky y afines, y no de agua, como existe. Es la concupiscencia, la ganancia, la codicia, la avidez y la falta de escrúpulos para lucrar, lo que induce a las personas a explotarse mutuamente con el intercambio del alcohol.

De ahí que la propaganda sobre las bebidas alcohólicas esté hecha por hábiles artistas, a través de cuadros atrayentes y muy bien pintados, que sugieren hipnóticamente las más excéntricas bebidas corrosivas, como si fueran verdadera ambrosía. La prensa, la radio, la televisión y los grandes carteles en las calles y en las rutas seducen a los incautos y les avivan el deseo para optar por cierta bebida de moda. Además, la industria introdujo maquiavé­licamente en los dulces, chocolates y bombones finos, el alcohol, a fin de habituar desde muy temprano a las criaturas al condicio­namiento tóxico y garantizar nuevos y eficientes clientes para el futuro. Á los hombres egoístas e inescrupulosos ¿qué les importan la ventura del prójimo si lo único que desean es aumentar las ven­tas de sus productos?

Ciertas descripciones de la Biblia aparentemente citan el uso del alcohol; Jesús y sus apóstoles nada manifestaron al respecto. Además, Pablo de Tarso es bastante claro cuando advierte: "No os engañéis; pues ni los fornicarios, ni los adoradores de ídolos, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los de pecados nefandos, ni los ladrones, ni los avaros, ni los dados a la embriaguez, ni los maldicientes, ni los robadores poseerán el reino de Dios". (Corin­tios, 6-9 y 10) y antes de Pablo decía el célebre profeta Habacuc: '' ¡Ay de aquél que da de beber a su compañero!''

Pregunta: ¿Por qué los hombres de prestigio y capacidad creadora se dejan dominar por el vicio del alcohol?

Ramatís: No hay duda que fueron víctimas del alcohol hom­bres de avanzada sensibilidad, como Edgar Allan Poe, Charles Baudelaire y otros, que dejaron una estela luminosa sobre la faz de la tierra. Mientras tanto, los hombres consagrados en las esferas del arte y la ciencia del mundo material, también pueden ser analfabetos espirituales. No siempre el talento del mundo es señal que identifique el verdadero valor sobre la vida del espíritu inmor­tal. En general, tales hombres se agotan demasiado en la inves­tigación sobre los valores de la vida física, en una especialización que se aparta rotundamente del panorama espiritual, ignorando la Ley del Karma y el justo proceso de la Reencarnación, que bien les podría solucionar innumerables problemas de la vida en común. Algunos se atribuyen un excesivo valor respecto a su personalidad incomún, y hasta se sienten humillados, porque el destino los ligó a la vulgar condición de la familia humana. Infelices en el hogar, ante el clima prosaico y primario de la parentela consanguínea, ignoran que la Ley los imantó a las criaturas sin educación, que explotaron en el pasado. Algunos se rebelan contra un pseudo-Creador que los hizo nacer pobres, ignorando que la trama kármica los desvía constantemente de la fortuna material que fuera el descarrío de su pasado. Los más inteligentes transforman su des­ventura personal en un melodrama cósmico y viven protestando constantemente contra las motivaciones divinas. Otros exaltan la bohemia, saturándola de alcohol, justificando su propio vicio, como válvula de escape por medio de la poesía, la pintura, o literaria­mente promueven los dramas novelescos.

Mientras tanto, muchos de esos bebedores intelectualizados son hombres vulgares, que atormentan a sus hijos o provocan la infelicidad en el hogar, a pesar de sentirse genialmente dispuestos. Sean escritores, poetas, dramaturgos o artistas, cuando se embria­gan regresan al nivel de hombres primarios, cuyos sentimientos se ahogan en las ondas del instinto animal. En general, la heroica esposa se inclina sobre la pileta de lavar ropas, madruga para acudir a su trabajo, o se humilla limpiando las casas ajenas, tra­tando de sustentar, vestir y educar a la prole hambrienta, mientras su esposo, de gran talento, recorre los bares, haciendo gala de una verba inteligentísima o componiendo poesías de elevada emotividad. La bohemia sustentada por la grapa o el whisky, aunque se trate de bebedores capaces de componer las más bonitas poesías u obras de incalculable valor, no ofrece ningún motivo para sumergirse en los vahos etílicos.




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