La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: ¿Qué nos podéis decir de las criaturas que son abandonadas en las puertas de las iglesias, orfanatos o arrojadas en los tachos de residuos? 7

Ramatís: La filosofía oriental y el Espiritismo enseñan, que el hombre recoge en el presente los frutos buenos o malos de la siembra hecha en el pasado. En consecuencia, la Ley del Karma no es una Justicia punitiva sino un proceso de rectificación espiritual que proporciona al espíritu en falta el camino de integrarse nuevamente al derrotero espiritual para su pronta felicidad. A pesar del 'dolor mineral" a que está sometido el carbón extraído del suelo, sin embargo, una vez trabajado, se transforma en una preciosa joya. Los granos del trigo y de la uva, a pesar del "dolor vegetal" al ser triturados, luego se con­vierten en la preciosa harina y en generoso vino.

Es evidente que los espíritus encarnados en hogares dignos y bajo la tutela de padres magnánimos, que desprecian la situación favorable y cometen toda clase de infortunios, es natural que en su próxima encarnación no han de usufructuar de las mismas condiciones del hogar y del protector amigo. Bajo la legislación kármica deberán nacer huérfanos y desamparados, puesto que no supieron corresponder al amor y cariño de quienes se lo profesaron anteriormente.



Pregunta: Nosotros creemos que las familias terrenas, todavía apegadas a las convenciones e intereses materiales, muy pocas veces saben que el hogar es una escuela de educación espiritual. ¿Cuál es vuestra opinión?

Ramatís: Las familias humanas son agrupaciones de seres interligados por los lazos consanguíneos, pero funcionan como escuelas temporales y educativas para las almas encarnadas, que se hallan comprometidas kármicamente desde el pasado. El hogar terreno es la escuela providencial, donde los espíritus adversarios apagan el incendio del odio encendido en el pasado y se promueven con suaves lecciones de amor, aunque bajo los intereses de las relaciones protectoras de la familia. Pero sobre todas las finali­dades que encierra el hogar terreno y la familia, su principal cometido es preparar o entrenar a los espíritus para que desenvuelvan el amor universal por encima de cualquier preocupación racial.

Cuando Jesús advirtió que debíamos abandonar a nuestro padre y a nuestra madre para seguirlo incondicionalmente, se refería a la necesidad que el hombre tenía de liberarse de los lazos consanguíneos, que en realidad es el sustentáculo de la familia humana, aislada en el seno de la humanidad. El Maestro invitó a los hombres a integrarse definitivamente a la familia universal, que es externa.


7 Leer el cuento "Así Estaba Escrito", de la obra Sembrando y Reco­giendo por el espíritu de Atanagildo, el que analiza con el máximo rigor espiritual lo concerniente a esos espíritus abandonados y recogidos por las instituciones de caridad.

No aconsejó el desamor ni la rebeldía entre los miembros de la misma familia, pero supo exponer la necesidad de mantener los principios espirituales por sobre todas las tendencias inferiores y transitorias de la carne. El hombre debe aprender a superar el amor egocéntrico, estimulado por la sangre del linaje familiar, a fin de integrarse al Amor del Cristo, que es universal.

El hogar terreno, además de su función de escuela de educa­ción espiritual, puede tomarse en cuenta como si fuera un taller donde los espíritus deben rehabilitarse y rectificarse, en donde unos son atraídos por el amor contraído hace milenios, y otros, imantados por las pasiones y el odio vivido en el pasado.

Pregunta: ¿Qué otras finalidades tiene el hogar terreno en el plano de la Creación, además de unir a las almas comprometidas y entrenarlas hacia un amor fraterno?

Ramatís: El hogar terreno también es un excelente curso de alfabetización espiritual, que prepara al espíritu para comenzar el trato con el lenguaje universal y vivir los sublimes eventos futuros entre las humanidades angélicas. A través de los lazos consanguíneos y de las obligaciones recíprocas entre los mismos familiares, el hogar aproxima a las almas y les desarrolla el entendimiento de la vida espiritual superior. De esa forma, el criterioso jefe de familia se ausenta en determinadas horas para conseguir el sustento, los jóvenes se alejan en busca de empleos o se dedican fuera del hogar en sus actividades educativas, mientras que los menores concurren bien temprano a la escuela. En ese entrenamiento singular, ya sea por ir al trabajo, al estudio o las obligaciones personales, los miembros de una misma familia se preparan paulatinamente, grado por grado, para el momento neurálgico de la separación desencarnatoria.

De ahí entonces que el enamorarse, noviar y casarse, se desvía bastante el afecto de los hijos hacia sus padres, puesto que deben dedicarse al elegido de su corazón. La formación de los nuevos hogares, por parte de los hijos y demás parientes, frag­menta, aunque involuntariamente, el fanatismo consanguíneo y canaliza nuevos afectos hacia los nuevos descendientes. Bajo la legislación amorosa del Creador, los espíritus adversos se unen bajo el simple disfraz de la vestimenta carnal de la familia, y terminan idolatrándose, envueltos en las mismas vicisitudes, ale­grías y favores recíprocos. Todo eso se vuelve doloroso ante la muerte física y se matiza un tanto, en base a los deberes y activi­dades que los aleja del hogar, pues la acostumbrada ausencia entre los parientes o familiares, es el camino educativo que les suaviza el dolor.

Dios, en su Magnanimidad y Sabiduría, creó el hogar humano como la oportunidad para convocar a la vida y unión de los espíritus adversos, comprometidos en vidas pasadas a fin de que se amen por medio de los lazos consanguíneos de la familia terrena. Y conforme a los favores y deberes recíprocos terminan desper­tando afectos y hasta pasiones fanáticas entre los adversarios de otrora, cuyo olvido beneficioso les permite concentrarse en la confraternización espiritual. Sin lugar a dudas, que están aquellos que se adivinan, entre sí, la posición que aún sustentan de verdugos y víctimas, naciendo de allí la mayoría de los conflictos en los hogares. Pero el generoso disfraz del cuerpo carnal, plasmado por la sangre, no sólo favorece el acercamiento afectivo, sino que aun despierta nuevos afectos que llegan a producir serios sufrimientos en la hora de la partida hacia el Más Allá.

He ahí por qué la vida humana fue esquematizada por los Maestros de la Espiritualidad, de forma tal que promueve las "ausencias" recíprocas de los miembros de una familia, acostum­brándolos para que sufran menos ante la muerte eminente. Ade­más, la separación aumenta, a causa de la diferencia del desen­volvimiento mental, puesto que es bastante grande el abismo existente entre la persona bulliciosa e instintiva, y la experimen­tada y conservadora mente de los abuelos, veteranos de la vida y descreídos de las ilusiones que dominan a los jóvenes.

También es cierto que la simple convivencia de los cuerpos vinculados por la misma sangre no es suficiente para unir a los espíritus adversarios y dirimir conflictos milenarios que transcu­rrieron en diversas encarnaciones. Pero el apego a la ancestralidad biológica, los intereses comunes y la autoprotección de la personalidad en el hogar, suaviza y termina, poco a poco, las diferencias antipáticas del pasado, a tal punto, que verdugos y víctimas derraman sentidas lágrimas ante el deceso corporal


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