La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Capítulo III

PROBLEMAS DE LA LIMITACIÓN DE LOS HIJOS
Pregunta: La procreación indiscriminada de hijos, ¿no satu­raría el orbe terráqueo, lo que haría imposible alimentar a toda la humanidad?

Ramatís: ¡Sería absurdo suponer que Dios, tras crear lo más difícil y complejo, como es el Universo, tendría más tarde que afrontar el más simple de los problemas, que es alimentar a la humanidad de un solo orbe! Por otra parte, sería bastante inferiorizado, si el hombre tuviera que solucionar los equívocos divi­nos. Sin lugar a dudas, la perspectiva del "hambre mundial" por exceso de habitantes, que tanto preocupa a los científicos y neurólogos del mundo, demuestra que desconocen las providen­cias de la "Administración Sideral de la Tierra", en tal emer­gencia.

No es difícil comprender que el crecimiento demográfico de la población de un planeta sucede en concomitancia con la me­joría de su padrón alimenticio, en donde la "calidad" pasa a superar la "cantidad". El primitivo hombre de las cavernas devoraba un tremendo trozo de carne a diario a fin de llenar su estómago voluminoso e insaciable; al ciudadano del siglo XX, aunque siga siendo un tremendo glotón, le bastan unos pequeños trozos de carne para satisfacerse. Es la Ley de la Evolución Sideral que el hombre ingiera más energía y menos masa a me­dida que el espíritu supera el instinto animal para sustentar el organismo humano. Los yogas del Himalaya consiguen vivir con una sola taza de arroz cocido; los monjes del Tibet se alimentan con té caliente y un puñado de cebada torrada, conocida por "stampa", mientras que algunos derviches árabes sobreviven semanas tras semanas con algunos dátiles y aceitunas.

Por otra parte, los alimentos modernos ofrecen al hombre terrícola esa tan pregonada "calidad" sobre la "cantidad" de masa, presentados en forma de gelatinas, vitaminas, fideos, pas­tas, jugos y extractos de frutas, trabajados bajo control científico, poseyendo los coeficientes de vitaminas, calorías y proteínas nece­sarias para la buena salud del hombre. Así, las diminutas porcio­nes de elementos nutritivos concentrados, que el hombre ingiere actualmente, no le sobrecargan el sistema digestivo y reducen el metabolismo peristáltico intestinal de asimilación, selección y ex­creción. Bajo la ley de que "la función hace al órgano", el ex­tenso intestino se va atrofiando por falta de movimiento, predo­minando la mayor absorción de la energía de los alimentos y la menor exigencia por la cantidad de los mismos. El desgaste ener­gético del cuerpo humano se reduce por la alimentación menos voluminosa, habiendo menos exigencias de jugos gástricos, bilis, fermentos pancreáticos, linfa y sangre, proporcionando la reserva de energías que pueden aprovecharse en otros sectores más deli­cados, como es el metabolismo mental.

En base a la vulgarización de la ciencia yoga sobre la respi­ración, la que prepara al ciudadano terrícola para mejorar su padrón respiratorio para el Tercer Milenio, desaparecerá paulati­namente la mayoría de las molestias pulmonares como pleuresía, neumonía, asma, gripe, bronquitis y tuberculosis pulmonar. La constitución psicofísica del hombre del tercer milenio deberá su­bordinarse a una vida sana por la capacidad total respiratoria y en base a la alimentación vegetariana, elaborada científicamente para suprimir los desgastes orgánicos. La disminución del tracto intestinal, debido a la reducción nutritiva voluminosa, permitirá una mayor estética y eliminará definitivamente la deformación ventral, consecuencia de la alimentación maciza.

A medida que el hombre evoluciona en espíritu, prefiere la nutrición menos animalizada, pues mientras Atila, Gengis Kan o Nerón exigían vísceras sangrientas para alimentarse, Francisco de Asís vivía con un pedazo de pan y un poco de leche y, a su vez, Buda se satisfacía con una taza de arroz, mientras que el delicado Jesús comía bollitos de miel y tomaba jugo de cerezas.

Pregunta: El aumento progresivo y descontrolado de la po­blación de la tierra, además de agravar la escasez de alimentos, dificulta la necesidad imprescindible del vestido, habitación, pre­servar la salud, educación, asistencia en la niñez, escuelas, asilos y albergues. ¿No es verdad?


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