Pregunta: ¿Por qué se considera santificado al hombre casto, cuando la castidad puede censurarse ante el egoísmo de negarse a procrear nuevos cuerpos a fin de asistir a los espíritus necesitados?
Ramatís: En primer lugar, debemos reconocer que Dios no es inmoral, ni insensato al punto de estimular el acto sexual como valioso camino para la procreación de nuevos seres, y después culpar su práctica, cuando por otro lado conceptúa al hombre casto.
Ya hemos dicho que el rechazo deliberado de la práctica sexual, fuera de las entidades en misión sublime, como en el caso de Jesús, tal abstinencia puede producir estigmas indeseables. Además, el hombre casto no engrandece su condición, puesto que durante las relaciones sexuales, el hombre y la mujer intercambian energías mentales, astralinas y etéreo físicas, fortaleciéndolos recíprocamente aún más allá de lo que compete al acto puramente físico. De ahí la importancia de la afinidad psíquica o emotiva que debe existir entre el hombre y la mujer para el buen éxito sexual, pues la simple unión de dos cuerpos excitados por el placer genésico jamás demuestra el vínculo espiritual de las almas. El erotismo es un recurso de la naturaleza para atraer al hombre y a la mujer en el cumplimiento del enlace genésico procreativo, antes de ser una acción estimulante para el placer. He ahí por qué los animales no alteran esa deliberación instintiva, manteniéndose en continencia después del período procreativo.
Pregunta: ¿Se ofende a Dios cuando traspasamos el sentido objetivo del acto sexual, y lo buscamos como un medio para el placer?
Ramatís: Dios jamás se ofende por los errores cometidos por sus hijos ni tampoco los castiga por sus acciones censurables. Sin embargo, es el hombre mismo quien sufre las consecuencias desagradables de sus actos cuando contraría las leyes responsables por las actividades técnicas y científicas de la vida psíquica y física del universo. Así como en la tierra existen leyes que rigen el fenómeno del calor o del frío, los cuales, cuando son violentados o contrariados, causan perjuicios a los imprudentes o ignorantes, de la misma forma deben sufrir los resultados quienes alteran o perturban los principios que disciplinan las relaciones coherentes y lógicas entre el espíritu y la materia.
Cuando el hombre traspasa el real sentido del acto sexual, como función lícita de propagación de la especie humana, entra en conflicto con la ley que disciplina tal función. En consecuencia, pecan los hombres que abusan de la facultad genésica, y pecan las criaturas que huyen deliberadamente para no cumplir con el concepto creador del "creced y multiplicaos". Hay personas que prefieren vivir cómodamente en la materia, sin tener responsabilidad o deberes que sobrepasen su bienestar, evitando la prole que puede perturbarles los placeres de la vida humana. De ahí entonces, que tanto sufre el espíritu que sobrepasa las fronteras de la práctica sexual, y el que pretende salvarse a sí mismo por la castidad egocéntrica de no procrear cuerpos para los desencarnados afligidos. Ser casto no es sólo evitar el acto sexual sino ejercerlo bien, asumiendo bajo cualquier condición los efectos de su acción.
Pregunta: En consecuencia, la causa que limita la procreación de los hijos es únicamente de origen espiritual, ¿no es verdad?
Ramatís: El renacimiento de los espíritus en la materia es de vital importancia en el Espacio, puesto que proporciona a esas entidades el camino apropiado para pagar su indemnización y a su vez, mejorar su graduación espiritual y apresurar la ventura angélica del ser. La procreación de hijos debe encararse como un hecho técnico o científico y no como un melodrama social o moral, puesto que es un principio favorable y espiritual.
Un cuerpo de carne es un valioso recurso para el espíritu desencarnado a los efectos de proseguir su ascenso venturoso, mientras que puede olvidar transitoriamente sus culpas del pasado. El cerebro físico no puede participar de los hechos que no tomó acción en el pasado, por eso, cada existencia ofrece nuevos estímulos rectificadores, que son muy beneficiosos para el espíritu en falta. El cuerpo carnal funciona como una especie de papel secante que absorbe, en el presente, todas las actividades que laten en el espíritu. Ese olvido "concienzal" hace que el espíritu pueda obrar con mayor libertad en la nueva existencia carnal, pues ignorando las pruebas que deberá afrontar en otros lugares, se anima y organiza tratando de sobrellevar una vida saludable y provechosa. Si al hombre le fuera dado recordar perfectamente la trama de su vida anterior, calculando los provechos a recoger, como así también las crisis, los sufrimientos y desesperaciones morales de los efectos kármicos, no tendría jamás ninguna iniciativa en la vida física, puesto que no tendría fuerzas para sobreponerse a aquello que parecería ser un destino fatalista.
Por eso, la limitación de los hijos, en vez de ser un asunto apropiado al sentimentalismo lagrimoso de la moral humana, o de entorpecimiento para el aspecto demográfico del mundo, es un acto que perturba a la técnica espiritual al no procrear más cuerpos físicos, mientras aumenta la infelicidad de los espíritus afligidos. En consecuencia, cuando más cuerpos físicos se procrean, más caminos de progreso espiritual se facultan; menos cuerpos físicos, en el plano tierra, más aflicciones y problemas en el Más Allá. Obviamente, los limitadores de hijos, fuera de cualquier prevención diferente a la creada por la continencia sexual, tendrán que sufrir, más tarde, los efectos de sus actos, puesto que la Ley también los hará esperar un prolongado tiempo en la fila de los desencarnados que suplican como si fuera una limosna, un cuerpo bienhechor.
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