Pregunta: ¿Nos podéis dar una idea de esa "fila" de espíritus candidatos a la reencarnación en la tierra, pero que se encuentran seriamente perjudicados por haber engrosado la fila de los "limitadores de hijos"?
Ramatís: Sin lugar a dudas, que en el mundo espiritual no hay "filas" en el sentido propiamente dicho, tal como se hace en la tierra para disciplinar al pueblo. Nos estamos refiriendo, simbólicamente, a la cantidad de espíritus desencarnados que están a la "espera" de encarnar conforme al orden de sus merecimientos.
La tierra es una escuela de educación espiritual, un curso primario que abarca un período de 28.000 años del calendario terreno para alfabetizar a sus alumnos. El cuerpo carnal es el banco escolar que el espíritu utiliza para concurrir a clase; por eso, el mayor número de cuerpos generados aumenta las probabilidades para la admisión de nuevos alumnos. Además de los billones de espíritus, que actualmente concursan en la escuela terrena y que conforman su actual humanidad, aún existe en el Espacio, alrededor de la tierra, una carga espiritual de 20 billones de almas desencarnadas. Diez de esos billones citados son espíritus que todavía pueden permanecer equilibrados y tranquilos en el Espacio, algunos quinientos años, otros mil o un poco más, sin aflicciones o necesidades de reencarnar prontamente. Los otros diez billones restantes necesitan reencarnar inmediatamente, pues son entidades cuya capacidad vibratoria se agotó en el ambiente sideral, volviéndose desajustadas o frustradas en la frecuencia superior del mundo espiritual. Esos espíritus, en su mayoría, se encuentran desesperados, melancólicos e infelices, aunque usufructúen panoramas y condiciones agradabilísimas, debido a saturación emotiva y agotamiento psíquico. Aunque parezca paradójico o excéntrico, ellos cambiarían inmediatamente el ambiente de venturas por el placer de las emociones groseras del mundo carnal. Nos recuerdan al salvaje, que en vez de sentirse atraído por la luminosidad y la disciplina de las grandes ciudades, prefiere volver a la selva, en medio de los peligros y habitar la modesta choza de barro. El mundo carnal todavía ejerce gran atracción sobre ese tipo de espíritus primarios y demasiado condicionados al placer de las sensaciones físicas y que no lograron liberarse en sus vidas anteriores. Son muy parecidos a los monos, que no cambian la selva y las bananas por el fino plato ofrecido en la hermosa jaula de un lujoso palacio.
Un tercio de esos diez billones de espíritus necesitan urgentemente reencarnar, pues son entidades de baja graduación espiritual, con un gran porcentaje de satánicos, habitantes del astral inferior, maquiavélicas y vengativas. Jamás perdonarán a los encarnados que les nieguen los cuerpos prometidos antes de su reencarnación y como futuros padres; son almas primarias y muy pecadoras. Les sirve cualquier cuerpo, a fin de poder sumergir su conciencia en la carne y olvidarse del torturante remordimiento; la carne les resulta una especie de esponja que les absorbe el pasado y les permite el reconocimiento provechoso y sin frustraciones. En fin, son espíritus, que cuando están encarnados transfieren constantemente al Espacio sus problemas mentales y emotivos, fruto de sus desequilibrios e indisciplinas de la vida física. Son una especie de árboles, cuya copa aflora en el cielo, pero sus raíces se introducen en lo más profundo del lodo. Enfermos de todos los tipos; unos, tediosos por la atmósfera superior, que no pueden disfrutar por falta de entrenamiento angélico; otros, alucinados, arrepentidos o atontados por el peso del remordimiento en las sombras del astral inferior, y los más, sufrientes, se debaten en los charcos, sometidos a la purificación. Por lo tanto, son almas infelices, desesperadas y arrastradas por el magnetismo carnal, hambrientas de un cuerpo redentor.
Pregunta: Si hubiera disponibilidad de cuerpos para todos esos espíritus, ¿serían inmediatamente reencarnados?
Ramatís: Sin duda alguna, pues la mayor parte de esas almas torturadas de inmediato se precipitaría hacia el mundo de la carne, tal como lo hacen los animales hambrientos con su presa. Sin embargo, no todos se encuentran debidamente ajustados para su ingreso inmediato en un cuerpo físico, debido a su gran desequilibrio periespiritual ocasionado por sus acciones del pasado. Son alienados mentales, flagelos humanos, que debido a la intoxicación de los venenos psíquicos adheridos al periespíritu, cual fuego fluídico que los quema constantemente y sólo les permitiría nacer hidrocéfalos, mongoloides, atontados, psicópatas agresivos, microcéfalos y portadores de taras muy perjudiciales. Primero, deberán drenar en los charcos infernales cierta parte de ese tóxico circulante y estimulado por odio, celo, orgullo, crueldad, avaricia, lujuria y venganza.
Los más agotados de la carga periespiritual, con algo de conciencia de su desventurada situación, no vacilan ante el destino más atroz en la materia, desde que puedan renacer y mitigar la hoguera inextinguible que les devora las entrañas. Y los espíritus inescrupulosos, perversos y vengativos jamás perdonan a la mujer que les niega un cuerpo para el camino del renacimiento físico. Ellos ponen en acción cuantos recursos están a su alcance en lo que respecta a la obsesión y agresividad, es una especie de ofensiva colectiva y planeada en común, proyectándola contra las mujeres que rechazan la idea y el hecho de generar hijos. Para el espíritu es tan valioso como difícil conseguir un cuerpo para su redención; de ahí, que el suicida comete el peor de los crímenes, porque traiciona la confianza dispuesta por el Creador al brindarle un organismo, que bien podía haber servido para otro compañero desgraciado en el Espacio.
Dostları ilə paylaş: |