Pregunta: Considerando esa gran sensibilidad de la memoria periespiritual, que manifiesta estímulos del pasado vegetariano, de la misma forma, ¿no podríamos saber que el carnivorismo es gravoso para el espíritu?
Ramatís: El hombre terrícola escapa a cualquier análisis frío sobre su personalidad en lo que respecta a su vida física, por cuyo motivo jamás se impresionaría sobre cualquier advertencia o estímulo psíquico del pasado. Actualmente, sabe y siente los efectos perniciosos y destructivos del alcohol, del tabaco, de los somníferos, mientras tanto es deliberadamente ciego para esas graves consecuencias. En lo íntimo de su alma tiene temor de convencerse, que los vicios son perjudiciales, evitando inmediatamente, hacer un examen riguroso e incondicional, capaz de apartarlo de la viciosa esclavitud. Evita escuchar la "voz silenciosa" que le advierte sobre el "pecado", es decir, aquello que es perjudicial al espíritu para su ascenso sideral.
Así, el placer epicúreo de la alimentación carnívora es una consecuencia de la negligencia espiritual en que vive la mayoría de los terrícolas, y que presienten el curso equivocado de la vida humana, dotada de razón. Acusado íntimamente por su acción censurable de devorar vísceras animales, se deja conducir pasivamente por la sugestión de los menús excéntricos, donde los trozos de carne carbonizada o hervida son denominados "platos sabrosos" o "asados apetitosos", bajo toque de salsa, sal, pimienta y cebolla. Prefieren admitir el aroma fétido de la carne, como si fueran olores estimulantes. De ahí entonces que el paladar y el olfato se emboten bajo la mente descuidada, la que no analiza la realidad chocante, de que tanto repugnan las vísceras de un cerdo carbonizado en el incendio del chiquero, como dorándose a fuego lento, bajo el toque hábil del cocinero.
Pregunta: Creemos que no se justifica la censura espiritual que recibe el hombre terreno sobre su carnivorismo porque se trata de un espíritu primario, conforme lo expresáis en vuestros conceptos, ¿No es verdad?
13 Nota del Médium: Durante la infancia de M., en nuestra familia, era víctima de ciertas convulsiones frecuentes, y que el médico intentaba solucionar con soporíferos, como son el gardenal, el luminal y otros. Mientras tanto, el espíritu de Nho Quim, en un trabajo mediúmnico en nuestra casa, cierta noche dijo a mi esposa: "¿Por qué le da sopa de carne a ese cristiano? ¡No ve que fue hindú en otras encarnaciones y siempre fue vegetariano!" Lo cierto es, que las convulsiones de M. desaparecieron instantáneamente suspendiendo su alimentación a base de carne, y de allí en más, gozó de perfecta salud. Más tarde, Atanagildo nos explicó que el periespíritu de M. chocaba con los fluidos groseros y pesados de la carne de los animales.
Ramatís: No pretendemos censurar al terrícola, especie de alumno matriculado en un curso de alfabetización espiritual, como es la Tierra, porque se alimenta de carne. Apenas le transmitimos la necesidad de liberarse cuanto antes de su alimentación grosera, porque en la constitución de la nueva humanidad del tercer milenio lo Alto planificó la eliminación de carnicerías, mataderos y frigoríficos. En consecuencia, los espíritus seleccionados a la derecha del Cristo, conforme se está procediendo en el llamado "Juicio Final" o eximen para la graduación de quienes tengan que participar del Tercer Milenio, necesitan ejercitar desde ya la alimentación vegetariana. No hay resentimientos ni motivos sobre un castigo divino porque el hombre ingiera carne; pero es una decisión superior que los espíritus que reencarnen en el próximo mileno sean vegetarianos.
Todo esfuerzo selectivo y de mejoría "psicofísica", es decir, cuerpo y espíritu, tiende a elevar a las criaturas para una frecuencia espiritual superior y, en consecuencia, se ha de ir sublimando en sus preferencias nutritivas. La alimentación carnívora no sólo acondiciona al hombre a los fluidos esclavizantes de la animalidad sino que lo retiene por más tiempo en las regiones densas o desventuradas del astral inferior. El ambiente terráqueo, en el próximo milenio, ha de ser descongestionado del exceso de magnetismo mórbido y viscoso, ya sea producido por los vicios y pasiones degradantes, como por el fruto de los gemidos angustiosos de los animales sacrificados para la gula del hombre.
Quien cultiva el vegetarianismo desenvuelve en sí mismo una condición afín al nuevo ambiente del próximo milenio, y vive equilibrado entre las criaturas de sentimientos pacíficos y piadosos. Además, el propio Jesús ejemplificó y dejó bien aclarado los inconvenientes que aporta el carnivorismo, pues en la última cena con los apóstoles bendijo el pedazo de pan y no el trozo de carne humeante.
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