La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: Sin embargo, los sistemas políticos, promovidos por los principales organismos del pueblo, siempre tratan de elegir un buen gobierno, ¿no es verdad?

Ramatís: Los terrícolas ingenuamente crean sistemas de "istmos" y doctrinas cuyo norte son los intereses particulares para dirigir un "todo", cuando el sistema directriz debiera ser el resultado y el producto de un sentido superior para toda la comunidad. Considerando que la reina de un hermoso jardín debería ser la flor más fragante y bella, obviamente el gobierno de una nación debería entregarse al ciudadano de mejor prepa­ración intelectual, moral y sentimental. Como máximo exponente de la cualidad de su pueblo, deberá demostrar con el ejemplo los valores que a través de su vida ciudadana consiguió, y que a partir de ese instante, accionará a favor de la colectividad.

Ninguna nación o pueblo consigue soluciones políticas satis­factorias, dejándose gobernar por cualquier "molde" doctrinario o político, producto de un grupo de personas asociadas por sim­patías y gustos particulares y formando una organización aparte. Es absurdo que un conjunto de criaturas de preferencias políticas y personales pretendan dirigir al resto mayoritario y variadísimo en su gama mental, psíquica y emotiva, como son los integrantes de una nación, es decir, la propia humanidad. ¡No se puede hacer con la masa humana lo que se hace con la masa de confites, donde el molde escogido por el confitero es el que determina la forma del dulce! No es la forma dada al confite lo que determina su cualidad sino lo que corresponde a su contenido. Un sistema, doctrina o partido político es un molde a ser llenado por determi­nado tipo de hombres afines en sus ideas, gustos e intenciones. Son los ingredientes particulares los que a veces no satisfacen al todo colectivo que demuestra ser del más variado contenido.

De ahí la incoherencia de algunos individuos para crear un sistema o partido político para dirigir un todo humano, cuyo sistema debería ser la síntesis del conjunto a ser gobernado. Es algo parecido a lo existente con respecto a la disciplina y al equi­librio en la función de diversos órganos del cuerpo humano que, para sobrevivir mutuamente, se someten a la regencia del cerebro, es decir, la síntesis que dirige a todo el conjunto orgánico. El cerebro no particulariza pero dirige a cada órgano conforme a su función y necesidad, atendiendo específicamente el equilibrio y la armonía del conjunto. Sería poco aconsejable que el hígado, por ejemplo, resolviera crear un sistema basado en su propia función hepática, pretendiendo que ese "hepatismo" gobernara todas las necesidades del cuerpo humano. Un pueblo o una nación, indiscu­tiblemente, es un todo orgánico que materializa la síntesis de una sola voluntad psíquica y que debe someterse a una dirección espi­ritual superior. La elección de un gobernante debería regirse por las normas de un riguroso "concurso", tal como se aplica en las funciones públicas, en vez de ser el producto de un grupo de voluntades, aliadas bajo un sistema o partido político. Es nece­sario que ese hombre seleccionado para tan elevado cargo público, presente, lo más que pueda, su elevado índice de sabiduría, razón y sentimientos investigados por todo el conjunto a ser gobernado. En caso contrario, el todo pasa a obedecer a una dirección pro­puesta por intereses particulares y que no le podrá proporcionar el equilibrio y la armonía, que sólo es posible a través de un conocimiento global.

1 "Y Dios tomó el dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás y le ató por mil años". "Apocalipsis del Apóstol Juan; cap. XX, 2". Bajo el examen de los investigadores del asunto, se considera que tal hecho encuadra perfectamente en el "fin de la Edad Media".

Pregunta: ¿Nos podéis explicar mejor ese asunto?

Ramatís: El gobierno de una nación terrícola comúnmente ignora su inmensa responsabilidad asumida ante la "Administración Sideral", la que en realidad es la que gobierna el planeta. De ahí que se juzga autorizado e independiente detentor de un "poder máximo" sobre la colectividad, sin necesidad de tener ningún tipo de obligación con el Gobierno Oculto que acciona desde el Mundo Espiritual. Mientras tanto, el emperador, el rey, el gobernador o el mismo dictador no dejan de ser los agraciados con la confianza divina, por cuyo motivo les será exigido después de la muerte corporal, las más severas cuentas por sus trabajos en la materia. Jamás serán tolerados cuando distorsionen el sen­tido de su gobierno en favor de sus intereses particulares y del enriquecimiento de su "familia", pues la Ley Espiritual no les perdona la mínima subversión de los intereses del patrimonio público.

El gobierno en la tierra deriva de los compromisos esquema­tizados y asumidos en el Espacio por sus responsables, puesto que en la conducción de una nación se incluye la recuperación kármica de los individuos que conforman el conjunto de los gobernados. Cada espíritu encarnado está vinculado a un organigrama sideral, donde se tasan todas las posibilidades de éxito y fracaso eventuales en la ruta kármica. Después de la desencarnación cada hombre rinde cuenta de sus realizaciones en el mundo material y es res­ponsable de las irregularidades cometidas. Desgraciado del gober­nante terreno que, debido a su ambición política o falta de escrúpulos altera, perturba o modifica la vida de sus gobernados, impidiéndoles cumplir con ciertas tareas kármicas o apartándolos de los objetivos de responsabilidad espiritual. De ahí el concepto sideral tan popular en el mundo espiritual: "¡Más vale ser mil veces un apóstol del Cristo, que un ministro de Estado!"...




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