La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: ¿Si la Ley del Karma determina que espíritus delincuentes y crueles encarnen en ciertos hogares de la tierra, ¿qué adelantan los padres, el intentar disciplinar desde la infancia a sus hijos, si posteriormente han de demostrar sus instintos perversos?

Ramatís: Los naranjos salvajes, ácidos y tóxicos, también se transforman en frutos dulces, sazonados y nutritivos, gracias al cuidado habilidoso del jardinero. Además, hasta los animales salvajes se vuelven mansos y serviciales cuando son hábilmente domesticados, pues el "caballo salvaje", violento y agresivo, en libertad en las praderas, se reprime y educa, convirtiéndose en inofensivo después de domesticado. Depende de los "jardineros" paternos que los hijos tanto puedan manifestar los valores sublimes del espíritu, como demostrar el linaje instintivo y salvaje que les aflora de lo profundo de la carne.

Los malos instintos de los hijos, tanto pueden aceptarse o corregirse, dependiendo exclusivamente del comportamiento de los padres. Pero los progenitores terrenos, en general, únicamente se preocupan con sus problemas de adultos, pues cuando ejercen alguna acción correctiva sobre los hijos, casi siempre lo hacen por irritación o venganza, que por necesidad de educar al espíritu encarnado. Algunos dejan cómodamente a sus hijos bajo el cuidado de los abuelos, parientes o amigos, mientras aprovechan la vida placenteramente, aunque todo eso resulte en perjuicio de sus hijos en base a la mala educación.



Pregunta: ¿Nos podéis explicar con más precisión esa cues­tión?

Ramatís: En general, los padres ricos contratan preceptores para la educación de sus hijos, liberándose de la obligación de resolver los problemas neurálgicos de la formación de su carácter.

Otros padres internan a sus hijos en colegios particulares o instituciones religiosas, proporcionándoles la educación moral y cívica, pero olvidan que no basta el barniz social y la cultura del mundo profano, puesto que carecen del cariño y el amor que les da vida al corazón. En verdad, esos padres se libran de cuidar y vigilar a sus hijos en la fase delicada y compleja de la infancia, y que además, es la más peligrosa, pues los instintos afloran, imponiendo los estigmas animales.

De ahí en adelante el joven dependerá del tipo de sus amistades, del ambiente que frecuente y de la influencia de las personas en su aspecto moral. Las agrupaciones de estudiantes en los colegios e instituciones religiosas facilitan la eclosión del instinto inferior de aquellos jóvenes que fueron indisciplinados desde la infancia. En esos lugares, no son esclarecidos propia­mente en su contextura "psicofísica", sino apenas reprimidos por una disciplina "Standard" o de grupo, casi siempre aplicada por preceptores coléricos o comúnmente frustrados en su propio hogar.
5 Nota de Ramatís: El ejemplo del gajo bueno, injertado en la na­ranja salvaje ("caballo salvaje" o tronco nativo de la especie inferior), puede servir de analogía para valorar la naturaleza de los principios espi­rituales superiores en franca lucha con las tendencias inferiores, del organismo físico. Hay naranjos de cualidad superior que logran imponer sus frutos dulces y sabrosos, aunque reciben la nutrición por medio del tronco salvaje donde fue injertada. Otras, debilitadas, sólo producen frutos mediocres y ácidos, porque prima la especie inferior y primitiva. Tal sería la imagen simbólica de la lucha del principio espiritual superior, contra la tendencia inferior de la materia, plasmada por la fuerza bruta del instinto animal.

6 Leer el relato "Frustración", de la obra Sembrando y Recogiendo, de Atanagildo, cuyo hecho fue verídico y además, es bastante aleccionador.

Las criaturas de temperamento sano y de buena índole espiritual han de sobrevivir bajo la influencia primaria de esas instituciones, asimilando el contenido superior; mas las que por negligencia de sus padres aún no se liberaron del yugo animal, sin lugar a dudas que han de exponer ante el mundo sus acciones censurables, a pesar del frágil barniz educativo recibido en las instituciones citadas durante la infancia o juventud.

Además, las criaturas internadas en los colegios crean su propia forma de convivencia y mutua comprensión colectiva, resguardando los defectos e intenciones peligrosas impelidas por el instinto de protección contra los adultos. Toda la escoria de los resentimientos provocada por la fuerza de las autoridades preceptoras, pueden emerger fácilmente cuando falta la contención disciplinaria. Y como la mente infantil poco sabe discernir respecto a la diferencia sutilísima de las cosas buenas o malas, peligrosas e inofensivas, cuando se sienten reprimidas por los maestros contienen su instinto inferior hasta el momento de poder manifestarlo. A través de diversas narraciones o autobio­grafías, cuyos autores vivieron como internados en instituciones educacionales de las más variadas corrientes religiosas, compro­bamos que se contaminaron en el medio donde vivieron.

Eso demuestra que tanto la orientación subordinada a un molde único y colectivo como disciplina férrea jamás proporcionan el equilibrio y control del instinto superior, porque las virtudes son los resultados del discernimiento espiritual y del autoconocimiento de cada individuo. Las estadísticas siempre probaron que hay más jóvenes violentos y rebeldes entre los educados en las instituciones, de cualquier tipo que sean, que en aquellos que fueron educados por padres amorosos, pero severos y exceptuados de sentimentalismos perjudiciales para sus retoños. Es obvio que en las agrupaciones estudiantiles, tanto se mezcla lo bueno como malo de los niños, resultando una mezcla inferior, propia de sentimientos y pasiones opuestas.




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