La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: ¿El cuerpo no dispone de energías suplementa­rias, para adaptarse a la nicotina sin afectar otros sectores orgá­nicos y causar perjuicios ulteriores?

Ramatís: El tabaco no sólo es nocivo por la nicotina, pues además contiene otros venenos peligrosos, fácilmente identifica­dos en el análisis de laboratorio, tales como el ácido pectósico, málico, oxálico, y otras sustancias ofensivas.

Pregunta: Los filtros modernos, incorporados en los cigarri­llos, ¿no bastan para eliminar la sustancia tóxica de la nicotina?

Ramatís: Si el hombre usa filtros para evitar el pasaje de nicotina, también está admitiendo, en su conciencia, la nocividad del cigarrillo. Pero, en base a la tradicional negligencia o ten­dencia viciosa, el hombre automáticamente pasa a fumar el doble de cigarrillos que fumaba anteriormente, porque los encuentra débiles, debido a la carencia de la cuota acostumbrada de nicotina en los pulmones. Indudablemente, si el hombre encuentra que fumar es malo, debe abandonar su uso, en vez de buscar paliativos como son los filtros.

Las toxinas del humo atacan la delicada mucosa gástrica, perturban las funciones digestivas y alteran los fermentos pan­creáticos, además, se incorporan a la circulación sanguínea en forma de residuos nocivos, pasando a deprimir el sistema nervio­so, porque es un entorpecedor mal drenado por los riñones. El fumador veterano jamás es un hombre saludable, pues vive cons­tantemente expulsando toxinas por las vías emuntorias. Envol­viendo el cuerpo del fumador con una sábana húmeda, se genera una aceleración de la transpiración por los poros, a punto tal que se reproduce la forma corporal por la nicotina expulsada a través del sudor.



Pregunta: Quien fuma 20 cigarrillos por día, ¿cuánto ab­sorbe de nicotina?

Ramatís: Considerando que un cigarrillo debe contener cer­ca de un gramo de humo, el fumador aspira 20 gramos de humo al consumir 20 cigarrillos. Dicen los científicos que un gramo de tabaco contiene 2,5 % de nicotina, de lo que se desprende que 20 cigarrillos, o sea, 20 gramos de humo, han de contener 50 mili­gramos de nicotina. Quien consume un atado de 20 cigarrillos por día, absorbe de 350 a 400 miligramos de nicotina en una semana. El hecho es de preocupar, pues apenas 5 ó 7 miligramos de nicotina, por vía subcutánea o endovenosa, matan a conejos y cobayos fácilmente, así como ciertas aves mueren rápidamente aspirando el vapor de la nicotina. Por esa causa el fumador novel sufre disturbios respiratorios, salivación anormal, trastor­nos hepáticos, falta de visión o audición, inclusive dolor de ca­beza, vómitos, debilidad, cólicos y demás fenómenos cuando fuma el primer cigarrillo. Con el tiempo se acostumbra al veneno nicotínico, pero en general quedan los estigmas del asma y demás disturbios en las vías respiratorias, que hemos mencionado.

Por otra parte, es bueno saber que la lengua del fumador puede quedar atrofiada por los venenos del humo, que afecta las "papilas gustativas", formadas por minúsculos conjuntos de nervios que tienen la función de transmitir al cerebro la sensa­ción del gusto de las sustancias y líquidos a ingerir. Ni bien el fumador termina su desayuno o el acostumbrado cafecito, le aparece la voluntad imperiosa de fumar, pues las antitoxinas que se liberan, estimuladas por la cafeína, exigen el tóxico tradi­cional para combatirlo. En fin, son fuerzas permanentemente puestas en acción sin necesidad alguna, que sólo actúan bajo el automatismo vicioso y que por otra parte, se excitan por medio de los pensamientos incontrolados del fumador veterano.



Pregunta: ¿El fumar no será un recurso subjetivo del espí­ritu del hombre para atenuar la vida angustiosa y desconcertante que lleva?

Ramatís: Si esa idea fuese tan sensata tendríamos que expli­car por qué la humanidad consiguió vivir normalmente, sin necesitar el tabaco, hasta el día que Colón llevó el tabaco de América hacia Europa, puesto que desde entonces comenzó la difusión del vicio. Los salvajes, como criaturas primitivas e inge­nuas, aspiraban el humo de las hojas del tabaco preparadas en forma de canutos, por diversión un tanto infantil, mientras que los civilizados pasaron a imitarlos en forma bastante ridícula. El sistema bastante antihigiénico de quemar esa hierba maloliente tuvo comienzo después que Monseñor Nicot, embajador francés en Portugal, comenzó a cultivar la planta en su huerta, como si fuera de excelente beneficio para la humanidad. Si los salvajes hubieran tenido un poquito del sentido del humor, se hubieran reído del civilizado, que tomó en serio aquello que para ellos era un simple gozo.

En un comienzo, los hombres y las mujeres de mala reputación eran los que fumaban, pero hoy fuman las personas de todas las clases, y hasta el médico que se instruyó para garan­tizar la salud del cuerpo humano, hace un alto en las chupadas de su cigarro, para atender al enfermo, al que pocos minutos después le advertirá que si desea conservar su salud, ¡deberá dejar de fumar!...




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