La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: El vicio de fumar, ¿influye en el carácter de las personas?

Ramatís: Sin duda, el vicio de fumar causa perturbaciones de orden fisiológico e intoxicación indeseable, pero no es tan llamativo como el uso indebido de la bebida alcohólica y de los entorpecedores, los que en realidad degradan la configuración psicofísica del hombre. Si es elogioso para el hombre sensato, capaz y de una férrea voluntad que le ponderen su buen carácter ante sus seme­jantes, ¿por qué habría de demostrar lo contrario cayendo en los vicios y, a su vez, desmintiendo su fortaleza mental? Por eso, el fumador es una criatura que perdió el control sobre el uso del cigarrillo, el que se transforma en una entidad perniciosa y que actúa tenazmente, imponiéndole un descontrol indeseable. Aunque el hábito de fumar no indique subversión moral, cuando es impo­sible de dominar, demuestra cierta debilidad psíquica e incapaci­dad para liberarse de la dirección tiránica del "señor tabaco". Le falta la fuerza de voluntad para dominar la situación y apartar al "señor", que pasa a residir en su morada mental, y dirige, por lo menos, una parte de la dirección psicofísica del fumador.

Pregunta: ¿Cuáles son los perjuicios espirituales que pueden afectar al vicioso?

Ramatís: El individuo que pierde su dominio mental y se esclaviza ante el vicio de fumar, es un candidato en potencia para otras embestidas peligrosas, en su psiquismo vulnerable. Ni bien decae en su seguridad moral y pierde el equilibrio espiritual en el mundo donde vive, ha de permitir la oportunidad dé abrir una brecha para la interferencia posesiva de algún espíritu desencar­nado y sediento de satisfacer igual vicio. Obviamente, a quien no puede liberarse de una práctica nociva, como es el vicio de fumar, le ha de ser casi imposible apartarse de una "voluntad oculta", como es la impuesta por el espíritu liberado en el Más Allá, que goza de la libertad de accionar invisiblemente.

Considerando que los espíritus desencarnados son las entida­des que anteriormente se movían por la tierra, a través de sus cuerpos materiales, es obvio que de "este lado" viven las mismas especies de la fauna humana terrícola. En consecuencia, también es grande el número de espíritus de "ex fumadores" inveterados que, no teniendo el cuerpo carnal, siguen aferrados al vicio, aton­tados y sin poder ingerir el humo irritante, como lo hacían con el cuerpo físico. Y como el deseo no es propio del cuerpo físico, sino del espíritu inmortal, los vicios del Más Allá necesitan de un puente vivo y dinámico para ligarse al objeto de su vicio, inexistente en el mundo espiritual. Siendo así, los más inescru­pulosos o sedientos viven tratando de conseguir otros viciosos en el mundo-tierra, que les puedan satisfacer la angustia provocada por el vicio. Tratan de tener a su alcance verdaderos "pitadores vivos" para saciar el vicio, así como lo hacen los alcohólatras sin cuerpo físico, que buscan a los "vasos vivientes” para beber en una simbiosis mediúmnica afín.



Pregunta: ¿Como se manifiesta esa degradante función, en donde los "vivos" se transforman en "pitadores vivos" de los espíritus desencarnados y viciados?

Ramatís: El doble etérico del hombre encarnado es el vehículo de seguridad y protección contra los espíritus desencarnados, siempre que no pierda el control y el dominio en su dirección.3 Es el intermediario entre el cuerpo físico y el periespíritu inmor­tal; es el vehículo donde se centralizan todas las acciones y reac­ciones en el intercambio del mundo espiritual con el mundo físico. En consecuencia, la satisfacción de fumar se produce en el vicioso a través de la acción del doble etérico, que accionando en forma de un sensibilísimo laboratorio construido de éter físico de la tie­rra, transforma el tabaco incinerado en fluidos etéricos, asimilables por la naturaleza sutil e imponderable del espíritu inmortal. Como el doble etérico es un cuerpo provisorio, que existe mientras dura la vida física, y se desintegra algunos días después de la muerte corporal, el que muere en la tierra también pierde ese laboratorio, es decir, pierde el contacto directo con los fenómenos del mundo físico, y por ende, no podrá satisfacer los vicios o pasiones cultiva­das con exceso en la carne.

Eso es lo que sucede con los fumadores inveterados, que se alucinan al verse desligados del cuerpo carnal y se sorprenden al no poder mitigar el deseo ocasionado por el vicio en la tierra, que perdura en el periespíritu. Le falta el doble etérico o ''trans­formado '' adecuado para sublimar la hierba incinerada en condi­ciones fluídicas asimilables. De esta forma, si el espíritu desen­carnado es víctima del vicio del tabaco y es de baja frecuencia vibratoria, de pocos escrúpulos o alucinado, no vacilará en perse­guir a los encarnados viciados por el tabaco, a fin de absorber tanto como le fueran posibles las emanaciones del cigarrillo. Es la "vía crucis" del infeliz vicioso que, una vez emprendida la marcha hacia el mundo de los espíritus, no consigue liberarse de las ataduras que por ignorancia elaboró y que atrozmente lo ator­mentan. Los más estoicos se inclinan ante el sufrimiento y poco a poco se fortalecen para eliminar de sí el deseo vicioso; los más inescrupulosos sólo tienen un objetivo, buscar un vicioso en el mundo material para volverlos a la ridícula función de "pitadores vivos".




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