Pregunta: En otros pasajes de vuestro enunciado habéis manifestado que los encarnados bebedores pueden servir de instrumento para satisfacer a los espíritus de los "ex alcohólatras" desencarnados. ¿Nos podéis aclarar un poco más ese asunto?
Ramatís: Son muy pocos los encarnados que conocen el terrible peligro que se oculta a través de los desórdenes provocados por el alcohol. La embriaguez es una condición propicia, que puede transformarse en un eficiente camino, por parte de los bebedores, para satisfacer el deseo irrefrenable de los espíritus de los "ex alcohólatras" desencarnados. Los espíritus viciados por el alcohol continúan sufriendo en el Más Allá los horrores del deseo insatisfecho, que aumenta considerablemente por causa de las vibraciones rapidísimas del periespíritu liberado de la carne. Entonces, sólo les resta usar un recurso, que los más inescrupulosos y cínicos no vacilan en su práctica de esclavizar a los encarnados para ejercer la detestable función de puente vivo o con más propiedad en vasos vivos para sustentar sus libaciones mórbidas.
El deseo es furioso, aplastador y masoquista; la víctima desencarnada se alucina, viendo visiones pavorosas y aniquilantes. Y cuando eso sucede, los espíritus inescrupulosos son capaces de las mayores infamias y torpezas en contra de los encarnados, siempre que puedan aminorar la sed ardiente de la bebida. Son almas que dejaron su cuerpo quemado por el alcohol y cuando despiertan en el Más Allá, se enloquecen por no poder satisfacer el vicio. Sólo reduciendo el número de almas viciadas en la tierra y no teniendo donde apoyarse para las libaciones etéricas, es que recién se entregarían sumisas a la terapia del sufrimiento purificador y a la eliminación periespiritual de los residuos que los acicatea constantemente. Algunas de ellas, valerosas y decididas, después que se liberan de la crucial opresión del alcohol que sustentaron durante su vida carnal, se entregan al servicio de ayuda para los encarnados, intentando influenciarlos para que dejen el vicio, o atrayéndolos hacia las organizaciones religiosas e instituciones espiritualistas, que les brinden una orientación sana a los fines de saber encauzar sus defensas. Sin embargo, es una cosa muy difícil poder encaminar a los alcohólatras hacia los ambientes religiosos, debido al asedio que les hacen los viciosos obsesores.
Pregunta: En verdad, hemos observado lo trabajoso que es poder llevar a un vicioso a los lugares donde se practica la caridad espiritual. ¿El hermano Ramatís nos podría ilustrar un poco más al respecto?
Ramatís: Los espíritus de las tinieblas se enfurecen y atacan a los hombres e instituciones religiosas que intentan intervenir contra sus propósitos vampirescos.
Muchas veces, cuando el candidato vaso viviente es merecedor de una buena protección espiritual, sus guías provocan algún accidente o enfermedad que lo mantiene en la cama por un largo tiempo, cuya inmovilidad beneficiosa frustra el intento de los obsesores. Entonces, allí se intensifica la presencia de criaturas ordenadas, moralistas y amigas, como así también la presencia de los amigos religiosos, que lo fortalecen cada vez más, tratando de crearle una especie de coraza protectora contra las embestidas traicioneras de los vampiros del Más Allá.
Pregunta: Cuando el alcohólatra llega al final de su vida degradante, ¿sus dueños no hacen alguna cosa para evitar su muerte, debido a la pérdida de su "vaso viviente"?
Ramatís: Conforme hemos explicado, los obsesores trabajan constantemente en su obsesionado encarnado, a fin de eliminarle el control de su raciocinio, que pueda conducirlo a las fuentes de su salvación. Furiosos y vengativos, lo apartan violentamente de los ambientes moralizadores, de los amigos bien intencionados, de las misiones salvacionistas, de los centros espiritas o de los contactos con los impresos y libros de esclarecimiento espiritual, que fueran capaces de liberarlo de su astuta influencia. Cuando les es posible, mediumnizan al infeliz vicioso, provocándole confusión, sarcasmos, posturas censurables, dichos obscenos, ofensas públicas, carcajadas cínicas y agresividad en contra de sus protectores, a fin de alejarlo de la fuente salvadora.
Pero esos vampiros también saben que sus vasos vivos sucumben prematuramente, aniquilados por el exceso del alcohol, y cuando ello sucede, lo dejan abandonado a su terrible suerte, procediendo como los bandidos, que dejan abandonados a sus secuaces heridos ante la fuga desesperada. Como no existe en ellos ningún sentimiento de nobleza, poco les importa la agonía, sufrimiento y degradación de aquéllos que les sirvieron de apoyo para su satisfacción viciosa. Además, el alcohólatra "in extremis" sólo ingiere pocas dosis de alcohol, cosa que no conviene a su obsesor, por no poder saciar el deseo ardiente en el deficiente alambique humano.
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