La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal


Capítulo X PROBLEMAS DE LA RELIGIÓN



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Capítulo X

PROBLEMAS DE LA RELIGIÓN
Pregunta: ¿Por qué los hombres necesitan la religión?

Ramatís: Los hombres, como espíritus encarnados, llevan en sí el sentimiento religioso, puesto que es el vínculo divino entre la criatura y su Creador. Por lo tanto, ese sentimiento es común e innato a todos los seres humanos, sin importar su raza o credo. Aunque varíe en su expresión, jamás desaparece, permanece como una manifestación espontánea, propia de la criatura humana e independiente de cualquier fórmula u organización exterior. En el hombre siempre existió la tendencia innata de volcarse hacia lo sobrenatural, en un proceso de relación entre él y Dios. La necesidad de un intercambio con una divinidad superior, siempre fue objeto de las apreciaciones de los seres humanos. Es la mani­festación universal del sentimiento divino, que vivifica y liga a la criatura con el Omnipotente.

El propio ateo, a pesar de su esfuerzo inútil y vanidoso de negar su origen divino, jamás podrá desligarse de la Fuente Inmortal que lo creó.1



Pregunta: En una palabra, ¿queréis decir que el sentimiento religioso nada tiene que ver con la creencia o el culto del indi­viduo hacia la Divinidad?

Ramatís: La religión no está compuesta por los cultos y ceremonias realizadas en los templos e iglesias, ni siquiera marca una diferencia entre el "mundo sagrado" y el "mundo profano", puesto que es un sentimiento o estado de espíritu extraterreno. En su manifestación natural, es la esencia divina vibrando cons­tantemente en la intimidad del hombre; existe y permanece la­tente, sea cual fuere la actividad, el pensamiento o la actitud humana. El culto, mientras tanto, es una forma peculiar de la criatura para demostrar ese sentimiento religioso e innato, me­diante fórmulas, símbolos y diversos rituales, como expresión de su creencia a la luz de la conciencia física.

De ahí la gran diferencia que existe entre la "conducta religiosa" manifestada por los adeptos en los templos, iglesias e instituciones espiritualistas, y la "conducta profana" de los ateos. Por eso el hombre creyente adoptó fórmulas, símbolos y rituales expresados con cánticos, música y poesía, tratando de demostrar que su sentimiento religioso sea agradable a Dios. La vida profana alcanza a las actividades prosaicas y comunes, afec­tadas en la lucha por la sobrevivencia física; y la "vida religiosa", es el culto por la devoción o conducta superior en los templos.



Pregunta: El hombre primitivo o salvaje ¿tenía noción de ese sentimiento divino o religioso?

Ramatís: Aun sometido al poderoso yugo del instinto ani­mal, el hombre primitivo siente la fuerza divina o sentimiento religioso como si fuera algo que emana centrífugamente de lo íntimo de su ser. En verdad, es el propio "Ego Superior" que trabaja contra la obstinada limitación del "ego inferior" de la personalidad humana. El hombre es una centella emanada de la "Llama Cósmica Divina''; es una conciencia individualizada en el seno de la ''Conciencia de Dios". Gracias al impulso interior del sentimiento religioso, esa conciencia crece constantemente, abarcando una mayor área divina. Por eso, cuando "crece" esféricamente la individualidad angélica, se diluye gradualmente la personalidad separativista del "ego inferior" del mundo car­nal. Prevalece el concepto de Pablo de Tarso, en donde la cria­tura sólo encuentra la Verdad después que el "hombre nuevo" y totalmente espiritual elimina al "hombre viejo" de linaje animal.

1 Nota del Médium: En el admirable librito Trovadores del Más Allá psicografiado por el médium Chico C. Xavier y Waldo Vieira, existe una excelente trova del espíritu de Alberto Ferreira, en la página 49, que se ajusta muchísimo a lo manifestado por Ramatís y que dice así:

"Ateo, enfermo que sueña

En la ilusión en que persiste;

Un hijo que tiene vergüenza

En decir que el Padre existe."

El salvaje demuestra ese sentimiento oculto con el respeto o temor a las fuerzas de la naturaleza, adorando al sol, la luna, el mar, las estrellas, el trueno y el viento. Siente que tales elemen­tos y sus fenómenos vibran en forma misteriosa dentro de su ser, cuyos reflejos positivos, todavía no puede reconocer en su con­ciencia primaria. Al comienzo hacía ofrendas sangrientas a los dioses, valorando la naturaleza de la Divinidad, por su naturale­za salvaje; sus apetitos, costumbres y pasiones instintivas también debían ser proferidas por el misterioso Señor y Creador del mundo.

Sin lugar a dudas, el hombre debe creer primero en algo en el augusto silencio de su alma para luego manifestarlo al mundo exterior a través de expresiones adecuadas a su comprensión hu­mana. Por eso, tanto el hombre salvaje como el civilizado tratan de demostrar en forma sensible y comprensible, aunque diferente, el sentimiento divino de la religiosidad, que les palpita en lo íntimo del alma. Y al hombre, a medida que evoluciona en su capacidad de afrontar y desenvolver sus conocimientos en la faz del mundo físico, el sentimiento religioso le aflora con más inten­sidad a la luz de la conciencia, pudiendo interpretarse y manifes­tarse en su real naturaleza espiritual. Esto se asemeja a la luz que ilumina con intensidad si se le quita el polvo que cubre la cobertura exterior.

Por eso, es muy grande la diferencia que existe entre los cultos y símbolos grotescos utilizados por los salvajes, y las fór­mulas, liturgias y ceremonias inspiradas por los cánticos, olores agradables, música, poesía y oraciones, que los civilizados demues­tran en su culto religioso.




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