Pregunta: ¿Por qué Brasil ha de ser "El Corazón del Mundo y Patria del Evangelio", si existen otras naciones en el mundo, que por su cultura, moral y condiciones políticas, podrían serlo?
Ramatís: Cada nación terrena representa una lección o experiencia en el curso de la alfabetización espiritual de las almas encarnadas, que nacen y viven entre los pueblos que les son afines a sus necesidades" espirituales. En otras oportunidades hemos dicho que el curso primario de los terrícolas alcanza los 28.000 años, es decir, que comenzó en la vieja Atlántida y termina, en la actualidad, con el examen apocalíptico predicho hace tantos siglos, como período del "Fin de los Tiempos", que ya estáis viviendo.
La organización de los pueblos o naciones, sobre la tierra, obedece al principal objetivo, que le cabe a cierto conjunto de espíritus encarnados. De esa forma, hemos aprendido ciencia en Egipto; comercio y navegación, en Fenicia; revelación divina, en Judea; derecho, en Roma; espiritualidad, en la India; filosofía y belleza, en Grecia; astronomía y magia, en Caldea; arquitectura, en Babilonia; paciencia y estoicismo, en China; y amor patrio, en Persia. En los tiempos modernos, Italia enseña música y canto; Alemania, química y disciplina; Suecia, el respeto mutuo; Rusia, el socialismo; Estados Unidos, la técnica organizada, y finalmente, Brasil, tiene lo más avanzado y tierno del mundo: la Fraternidad.
En consecuencia, el Brasil está destinado a ser "El corazón del Mundo y Patria del Evangelio", puesto que el brasileño es un tipo de hombre compuesto por todas las razas del mundo, en cuya sangre versátil circulan los tonos del sentimiento humano y las tendencias estimulantes del hombre-espíritu.
Pregunta: Los críticos más escépticos dicen que el Brasil es en suma, la fiel expresión de su cualidad en el tradicional "Carnaval"; por tal causa, jamás podrá sustentar un evento tan noble para el futuro, ¿Cuál es vuestro parecer?
Ramatís: Evidentemente, no podemos ponderar las consecuencias desastrosas y desagradables que resultan comúnmente de los festejos de Momo, debido a los descontroles emotivos, de las pasiones que embrutecen y de las alucinaciones alcohólicas, que fluyen de la extroversión de los sentidos físicos, buscando las satisfacciones exclusivamente carnales. Los holgazanes y degradados, astutos e irresponsables, tratan de extraer toda clase de provechos, entre placeres y aventuras censurables, gracias a la situación caótica carnavalesca. Pero esa escoria de viciosos, delincuentes y degenerados, que manchan las fiestas carnavalescas por el vicio y la mala intención, no es el producto de ese ruidoso festejo, los cuales se ahogan en alcohol y cometen los crímenes más abominables, tanto en Carnaval, como en las noches de Navidad, en la puerta de una iglesia, como en la entrada de un prostíbulo. Son malos ciudadanos en la "Semana de la Patria", como hijos degenerados en el "Día del Padre".
Sin embargo, el pueblo brasileño tiene en sus venas la sangre alegre y comunicativa del portugués, la ingenuidad, infantilismo y el requiebro corporal del negro, la fuerza y la libertad incondicional del salvaje. Por lo tanto, la gente expansiva, belicosa y alegre en esas fiestas primarias de la carne, que cultiva los ídolos y el fetichismo, homenajea los fenómenos comunes de la naturaleza, aprecia los colores irritantes y los trajes exóticos, confía en los responsos, bendiciones y brujerías, porque le vibran en el alma primitiva los ritmos ensordecedores y nativos de la vieja África.
La carga emocional reprimida durante los 365 días del año, por fuerza de las obligaciones prosaicas y limitaciones de la vida, explotan ante la libertad de los sentidos en los días del Carnaval. Las vicisitudes, las enfermedades, las angustias, los dolores, los sueños esfumados y los desencantos de la vida física se manifiestan a través de los pintorescos trajes de colores, que hace olvidar al pueblo, durante esos cuatro días pensamientos amargos y emociones desagradables. A pesar de la crítica desairosa al "País del Carnaval", el pueblo brasileño, simple, ingenuo y comunicativo, embebido en las festividades de Momo, sin embargo, expone a la luz del día sus deficiencias y sentimientos primarios, mientras que los países "super desarrollados" consiguen disimular, bajo dorados rótulos de muy buena conducta y erudición avanzada, su moral artificiosa, como son la ambición, la codicia y el egoísmo, además de la crueldad, que como grandes naciones la manifiestan exterminando a poblaciones indefensas, hambrientas y llenas de andrajos.
Bajo el toque divino de lo Alto, donde todo evoluciona y se perfecciona, el Carnaval en vez de eliminarse como una fiesta licenciosa y desagradable, ha de sublimarse en una expresión sana y artística, siendo en el futuro la atracción turística por ser un fiel exponente del folklore del Brasil. La naturaleza expansiva y amorosa del pueblo brasileño no tarda mucho en alcanzar el índice de alegría, pura y sana, en todas las manifestaciones, aun en lo que corresponde al instinto inferior.
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