La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: Entonces, ¿es preferible generar hijos criminales o marginados, aunque los padres no puedan darles educación o res­guardarlos como ciudadanos pacíficos? ¿No sería más razonable limitarlos?

Ramatís: Bajo el rigor de la indemnización determinada o exigida por la Ley del Karma, la sociedad humana recibe, en la actualidad, el retorno de los efectos buenos o malos de su actividad sana o enferma del pasado. El mundo carga hoy con el peso de los desajustados, por la falta de amor y de tolerancia, cometidos en el pasado, y nada tienen que ver las dificultades de alimentos, vestidos y educación, que en el presente se alega. Todo ello se comprueba cuando el criterio del bien se expone como norma de una sociedad sana, puesto que un ciudadano marginado de una villa de emergencia, cuando se le da la oportunidad, se vuelve un ciudadano activo y bien dispuesto para cumplir con la responsabi­lidad asumida; es el caso de los cantores de radio, artistas de la televisión o ídolos del fútbol. Se invierte el papel, pues en vez de ser mirados como posibles facinerosos, debido a su condición humilde, pasan a ser ejemplos para la sociedad y reconocidos por el público en general.

Muchos hombres marginados de la vida intentan hacer su bien por medio del trabajo honroso y sacrificado, pero se perturban ante la implacable ofensiva ajena, cuando constatan su origen dudoso. Además, no todos son delincuentes o producto de una perversidad innata, pues cuando ingresan en las filas de los criminales se debe a que fracasaron ante los tropiezos insolubles encontrados en el largo camino de la soñada ventura. La felicidad es un derecho que Dios concede a todos sus hijos, aunque algunos no son favore­cidos, de inmediato, debido a sus deudas pasadas. El hombre, por malo que fuera, es un espíritu puesto en la corriente de la vida humana para realizar su angelización. Los que delinquen en esa realización, casi siempre lo hacen por falta de discernimiento espiritual, verdadera inmadurez, que entonces requiere la ayuda y orientación de los más aptos. Ante su primitivismo espiritual, los desajustados fuerzan el camino con la intención de ser felices, pero en su imprudencia y precipitación lo hacen por vía condenable. Por lo tanto, el delincuente retorna en espíritu al seno de la misma sociedad que le ignoró su ansiedad y deseos venturosos, debiendo sumarse los estigmas que pesan en el concepto social y moral del mundo.



Pregunta: ¿Qué debe hacerse con los criminales irrecupera­bles, hostiles y que rechazan cualquier orientación y ayuda en su favor?

Ramatís: Una vez que la fiera está desesperada, es inútil in­tentar su domesticación. Cuando el delincuente perdió el sentido psicológico de su actuación en el mundo y su frustración total lo vuelve un enemigo de la civilización, estigmatizado odiosamente en las páginas de los diarios, ya quedan pocas esperanzas de su redención, puesto que fracasó cuando usufructuaba de las mejores condiciones humanas. Considerando que un hombre prudente, activo y cortés puede terminar en la miseria por falta de coopera­ción de los más pudientes ¿qué se podrá decir respecto a la reden­ción de un criminal, que destruyó los derechos para una vida normal?

Cuando las personas felices se ocupen sinceramente en ayudar a los más desventurados, cooperando para resolver sus angustias y aflicciones, entonces desaparecerá el ladrón, el criminal y el mar­ginado, substituyéndolos por el ciudadano tranquilo, amigo de los demás. En general, los criminales, que hoy aterran a la comunidad, son el fruto de la avaricia, impiedad y. del egoísmo humano de aquellos que son más felices. La sociedad tendrá que aguantarlos, aunque no les agrade, porque son el efecto por la falta de amparo y trato fraterno, que les niegan los favorecidos por la fortuna 1.



Pregunta: ¿Nos podéis explicar mejor ese asunto?

Ramatís: La civilización terrícola se mueve bajo la determina­ción de un ciclo vicioso, en donde las víctimas del pasado se vuel­ven a situar en los hogares de sus verdugos, con la finalidad de procesarse la rectificación kármica y los debidos ajustes espiritua­les. Los pioneros americanos invadieron el territorio de los pieles rojas, matando viejos, jóvenes, mujeres y criaturitas para robarles

1 Nota del Médium: Entre los casos de impiedad que me fue dado observar, debido al egoísmo y a la índole perversa del ser humano, cito los siguientes: "Cierto amigo mío, millonario, contribuyó con $ 500.000 para comprar el 'vitraux' de una iglesia que se estaba remodelando; al otro día, sin consideración alguna, protestó un titulo de $ 1.000 de un “ex empleado”, alegando que procedió así para darle una lección de moral". Un turco emigrante, que llegó a Curitiba portando andrajos y hoy es dueño de una rica mercería, sorprendió a un negrito robándole una naranja, y fue tal su reacción, que casi lo arrastró por la calle hasta la comisaría más cer­cana. El señor M. E. cuya última joya que adquirió en la Argentina le costó $ 50.000 y se negó a pagar $ 800 a la empleada, la cual fue despedida bajo amenazas de ser denunciada a la policía, porque la encontró hurtando leche y fruta de la heladera, a fin de proporcionarle alimentos a su hijita de 8 años. La señora A.T.F. excesivamente sentimental, derramaba co­piosas lágrimas ante las novelas proyectadas por la T.V.; en un momento dado encontró en la cocina a su hija adoptiva, una niña media sonsa, to­mando ávidamente una "coca-cola" Aún con los ojos humedecidos por las sentimentales lágrimas, la abofeteó varias veces y finalmente la puso en penitencia en un cuarto oscuro. Un conocido industrial, dirigente de un movimiento espiritualista, sólo admite a sus empleados en sus trabajos si antes firman papeles y recibos en blanco, a fin de ser despedidos sin com­plicación alguna. Finalmente, la señora H., entregada a la filantropía, hizo llevar presa a la lavandera que le había robado tres pañuelos, por el solo hecho de "darle una soberana lección".

las tierras y los bienes; la Ley Kármica, mientras tanto, obligó a la civilización americana a recibir en su seno a los infelices y desajustados pieles rojas. Por esa causa, esos mismos violentados de otrora se mueven en medio de la civilización americana, como almas agresivas y primarias que, en la actualidad, se denominan "gangster" cuya perversidad y osadía los lleva a cometer toda clase de tropelías contra la conceptuosa moral moderna. Esos seres mataban en el pasado impelidos por su código de honra, que les glorificaba el heroísmo de matar al valiente enemigo. Los negros que fueron cazados en el África por los capitanes de vuestras naves, hoy son los "marginados" que proliferan en las favelas y bajan a las ciudades provocando disturbios y delitos indeseables. Eran criaturas espiritualmente inmaduras e irresponsables, tal como lo hacen los pequeñitos, que viven por sus instintos y no por sus sentimientos.

Vuestra civilización tendrá que soportarlos con sus problemas primarios y desajustes censurables, porque en la actualidad viven la misma vida instintiva sin preconceptos ni convenciones, que les eran peculiares en sus encarnaciones pasadas. En consecuencia, tendréis que ser tolerantes, comprensivos y amorosos con ellos, cuyos espíritus de "ex africanos" aún vibran en consonancia con su condición primaria de vida innumerables padres, pobres y ricos, se quejan con los hijos prevaricadores, delincuentes e irresponsables que los obligan a un reajuste kármico por fuerza del propio desajuste social. Natural­mente, que esos progenitores ignoran que bajo el vestido de la carne consanguínea de la familia, vive el espíritu del negro africano, que otrora fuera aprisionado en medio de la selva y posteriormente transportado como ganado, en el fondo de los navíos negreros y destinados al infortunio de la esclavitud. Los negros africanos eran venturosos en sus chozas primitivas, puesto que cultivaban su música primaria, tenían su arte grosero e in­fantil y vivían placenteramente las costumbres salvajes, sin los preconceptos de la civilización. Mientras tanto, los civilizados les invadieron su comunidad primaria y aprisionaron a los capaci­tados, arrojándolos en medio de la civilización como si fueran animales, sin valor alguno.

Sin lugar a dudas, sería un absurdo que esos explotados por los blancos, esos infelices desajustados en la civilización, fueran apartados del medio de vida de sus propios verdugos. Pero la justicia sideral, infalible, los hizo nacer en medio de los respon­sables por sus desventuras pasadas, cuyo primitivismo e instintividad crea los problemas de marginalismo, violencia, desajuste social y ociosidad, porque aún son criaturas inadaptadas al am­biente de los civilizados. Mas los blancos, verdugos del pasado, en su furia impía y orgullo condenable, continúan explotándolos y maltratándolos, pues los matan como animales, acorralándolos en las favelas o en lugares apartados.2

Por lógica consecuencia, cada vez se agrava más la responsa­bilidad de los pseudos civilizados, posiblemente capitanes de navíos negreros, cazadores de salvajes, fugitivos, hacendados crue­les, vendedores de la carne negra de las doncellas, que en vez de ayudarlos e indemnizarlos por los abusos cometidos hasta hace pocos años, aún hoy se les persigue y mata bajo el sofisma de la inviolable justicia humana. Sin embargo, la Ley inflexible los espera en el Más Allá de la tumba donde tendrán que gemir por muchos siglos y siglos de reparación espiritual en las zonas purgatoriales.


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