La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: ¿Somos culpables si no sabemos qué cantidad de hijos debemos traer al mundo?

Ramatís: Son muy pocas las parejas que no tienen la intui­ción de la cantidad de hijos que deben generar en cada existencia, pues por las noches, cuando el espíritu se aparta del cuerpo físico mientras duerme, sus guías se encargan de avivarles la naturaleza de sus compromisos asumidos en el Espacio, respecto al número de descendientes. Además, los técnicos siderales controlan y disci­plinan los nacimientos en la carne, de forma que no haya injusticia o inmerecimientos por omisión, regulando con inteligencia los renacimientos conforme a los planes efectuados antes de la reen­carnación de los padres. Algunas veces los esposos se encuentran conformes para recibir en sus hogares a una cantidad mayor de espíritus, además del número comprometido en el programa "pre-reencarnatorio". Todo eso les favorece en la vida física y les proporciona nuevos créditos en la Contabilidad Sideral para el futuro, tal como sucede con aquellos que tienen una reserva de bienes para atender a los momentos de serias dificultades.

Pregunta: Suponiendo que los padres ignoren la cantidad de hijos que deben procrear antes de reencarnarse, pero no tienen deseos de frustrar el programa espiritual, entonces, ¿cuál seria la cuota mínima de hijos a tener para no incurrir en faltas con la Ley del Karma?

Ramatís: Considerando que la Divinidad no exige esfuerzos sobrehumanos a los espíritus encarnados, pero sí una recíproca cooperación entre todos, toda pareja que procreara un mínimo de cuatro hijos se ajusta a una medida que es de mucha utilidad en el Espacio. Manteniendo esa cuota con limitación o sin ella, siempre estará contemporizando las necesidades como padres, res­pecto a asumir nuevos compromisos con otras entidades. La Administración Sideral hace todo lo posible para atenuar las cul­pas de los que delinquieron y en su fase desencarnatoria son atendidos, aunque la Ley les exija, en sus vidas carnales posteriores, la compensación de tener que atender a los hijos frustrados.

Pregunta: Las píldoras anticonceptivas, que permiten el control de los nacimientos conforme a las posibilidades de los progenitores, ¿no hace que las relaciones sexuales sean más lícitas?

Ramatís: Sólo existe un proceso que hace lícita la relación sexual y la limitación de los hijos; es la continencia o abstención sexual. Después de la práctica del acto sexual, disciplinado por la naturaleza creadora, las criaturas deben asumir los resultados gesta ti vos, pues será culpable tanto el que aborta voluntariamente, como los padres que frustran renacimientos cuyo compromiso tomaron antes de reencarnar.

Además, el placer sexual o el proceso erótico no es propósito u objetivo de la creación divina sino el medio para atraer e inducir a la criatura para procrear nuevos descendientes, es decir, pro­porcionar nuevos caminos de desenvolvimiento de otras conciencias espirituales. El espíritu se encadena a la carne planetaria para desarrollar el conocimiento de sí mismo pero adquiriendo ese conocimiento es su obligación apartarse de las formas transitorias del mundo material.

Sería absurdo que el alumno, después de saber leer y escribir correctamente, volviese a la escuela primaria para deletrear el a-b-c. Por eso, cuando el hombre más se dedica a la práctica sexual, se imanta y esclaviza a la ley biológica de la vida física, viviendo las sensaciones inferiores de la vida animal en detrimento de su ventura espiritual definitiva.

Los animales, a pesar de su vida instintiva, demuestran bajo la disciplina de las leyes de la genética cómo debe ejercerse la práctica sexual. Ellos practican sus relaciones sexuales únicamen­te en las épocas determinadas por su naturaleza animal, sin explotar o exagerar el aspecto erótico. El placer sexual no es pecaminoso, es un recurso técnico de la naturaleza para atraer al hombre y a la mujer en su función creadora. Mientras tanto, a medida que el hombre se eleva en espíritu, se libera del tan mentado "machismo sexual", puesto que es de sentido común que los sabios, filósofos, científicos, santos e intelectuales, consu­men la mayor parte de su fluido sexual en elevadas actividades mentales y creadoras. También es verdad que el espíritu del hombre, cuando más primario es, más busca y rebusca las satis­facciones sexuales, que son excitadas por la reserva abundante de magnetismo erótico. Sin embargo, usando el mismo fluido, bajo el aspecto creador, lo sublima bajo la actividad mental para alcanzar los objetivos espirituales.




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