La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: Perdonad, pero nosotros insistimos, la píldora anticonceptiva, ¿no es un recurso lógico para controlar la nata­lidad?

Ramatís: No importa la lógica, la coherencia y la sensatez de los medios utilizados para la "limitación de los hijos", pues el hecho concreto es el siguiente: cuanto más cuerpos carnales, más espíritus encarnados, cuanto más espíritus encarnados, más pro­greso y solución a los problemas espirituales que nos envuelven a todos en general.

El hombre, egocéntrico e ignorante de la función y de los objetivos de las leyes divinas, perturba; la regencia normal de la vida y después pretende corregir los seudo equívocos de Dios. Es obvio que el Omnipotente después de crear lo más difícil, como ser el Universo, no iría a confundirse con simples detalles, como es poblar y distribuir demográficamente las humanidades en los mundos de su creación.

No fue necesario el uso de las píldoras anticonceptivas para limitar la procreación de los monstruosos animales antediluvianos, como eran los dinosaurios, pues fueron mermando bajo el control de la ley que los creó. Esa misma ley, que provoca la fertilidad de los conejos, también los hace morir con la misma facilidad a fin de no saturar a la especie. Mientras tanto, a los cóndores y águilas de los Andes, que cargan en sus garras un ternerito y lo transportan hasta sus elevados nidos en la cima de la montaña, sólo les vive un huevo de cada cien en la postura, evitando la procreación excesiva, que de ser fructífera diezmaría las especies menores sobre la superficie de la tierra. Gracias a la forma de la garganta de la ballena y a su voracidad, engulle toneladas de sardinas y evita la saturación de los mares.

Las píldoras anticonceptivas evitan la procreación, pero no eliminan la primordial función del mecanismo sexual destinado a multiplicar las especies. Dios no prohíbe el placer en la práctica sexual, pero el hombre debe asumir la responsabilidad de su acto en lo que se refiere a la posibilidad de procrear. De otra forma, violenta la reacción normal de la naturaleza, cabiéndole sufrir las consecuencias al negarse a asumir el resultado procreador.



Pregunta: En las ciudades populosas, en donde cada día se hace más difícil la educación y el sustento de la numerosa prole, ¿es censurable la limitación de los hijos?

Ramatís: No importa si la limitación de los hijos es justifi­cable en las ciudades o injustificable en los campos. El hogar y la familia humana es el bendecido camino de perfeccionamiento espiritual; el hombre y la mujer no se unen por simple coinci­dencia u accidente ello es el resultado de las recíprocas obliga­ciones asumidas en el Espacio. Cuando el hombre y la mujer se casan y forman el hogar terreno, eso indica que les costó valiosos estudios y programación de vida, bajo la orientación de los técnicos y auxiliares de las encarnaciones.

Por eso, la fuga deliberada de procrear hijos puede implicar el menosprecio a los trabajos ajenos, que son preventivos y traba­josamente elaborados en el Más Allá, porque impide el renaci­miento físico de los espíritus vinculados al mismo programa kármico de determinada familia espiritual. Los culpables tendrán que indemnizar todos los perjuicios transcurridos por su negativa espiritual, y aun agravase su condición espiritual, puesto que han de tener que "formar fila" en las futuras reencarnaciones; así podrán evaluar en sus propias almas los efectos de su limitación culpable.



Pregunta: ¿Cada matrimonio terreno debe procrear tantos hijos como les sea posible en su existencia física, dado que les está prohibido limitar la prole a fin de no ser culpables ante la Ley Divina?

Ramatís: Repetimos: cada matrimonio debe tener tantos hijos, como los que haya generado por sus uniones sexuales si desean ajustarse al determinismo de la "Ley de Procreación" y no exclusivamente al placer erótico. Quien desee tener menos hijos conténgase en sus relaciones sexuales, puesto que éstas son específicas de la naturaleza procreativa, y no placenteras. Dentro del concepto bíblico del "Creced y multiplicaos", cada matrimonio está obligado a procrear hijos. Existen familias que tienen un solo descendiente a pesar de sus reiterados deseos de aumentar la prole, mientras que otras llegan a procrear veinte hijos. Todo eso sucede según la Ley del Karma, debido a que la criatura recoge en el presente aquello que sembró en el pasado, pues es un principio universal que "no cae un solo cabello de vuestras cabezas, sin que Dios no lo sepa"...


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