La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal


Capítulo IV PROBLEMAS DE LA ALIMENTACIÓN



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Capítulo IV

PROBLEMAS DE LA ALIMENTACIÓN
Pregunta: ¿Qué perjuicios acarrea al hombre la nutrición carnívora? ¿Qué conveniencia le aporta la nutrición vegetariana?

Ramatís: Es razonable y comprensible que las especies ani­males y los hombres primarios todavía se alimenten de vísceras sangrientas, puesto que es un hecho normal de su estado evolutivo, y no es pecaminoso. Mientras el instinto animal y agresivo domine al hombre, es obvio que el principio espiritual superior no podrá imponer su linaje sublime. Además, el concepto evangélico de que "La carne alimenta a la carne y el espíritu alimenta al espíritu", confirma la distinción lógica de que el "alimento carnívoro" es afín al hombre carnal o animalizado, mientras que el alimento vegetariano condice con el hombre predominantemente espiritual.

Así como las costumbres del hombre mejoran conforme a su posición social o grado de jerarquía profesional, a medida que el alma progresa, también se debe ajustar a las necesidades de su ropaje carnal, como al progreso espiritual alcanzado.

El hombre primario puede hartarse tranquilamente devo­rando vísceras preparadas de sus hermanos inferiores porque aún vive esclavizado a las sensaciones de la vida material, y la Divi­nidad no lo juzga como un pecador. Pero es aberrante y censu­rable que hombres vinculados a los trabajos espirituales, como son los espiritas, umbandistas, esoteristas, rosacrucianos, teosofistas o yogas, que se harten o regodeen con la alimentación inferior, repugnante, que proviene de la carne de nuestros hermanos infe­riores.

Existe mucha diferencia con respecto a la alimentación de los seres en el mundo, pues es la naturaleza evolutiva de cada especie la que determina el tipo de necesidades nutritivas. La oruga se alimenta de los desperdicios del suelo, pero ni bien se transforma en mariposa, se nutre del cáliz jugoso de las flores. Tanto el buitre como el picaflor son aves; mientras tanto, el primero se satisface con trozos de carne y el segundo requiere el delicado néctar de las flores. La misma carne que los hombres alegan que es de suma necesidad para su conformación física, puede ser alimento repugnante e indigesto para otras criaturas de naturaleza más delicada. Además, conforme se comprueba en Oriente, a medida que el hombre se perfecciona, su psiquismo abandona, poco a poco, la nutrición grosera para adecuar otra, que sea de confor­midad a su graduación espiritual.



Pregunta: ¿En qué sentido la alimentación carnívora puede influir negativamente en el psiquismo humano?

Ramatís: Las emanaciones primarias y etéreo-físicas de los despojos sangrientos del animal no sólo impregnan la contextura energética del "doble etérico" del hombre, sino que afectan al periespíritu y lo excitan en el atavismo residual de las pasiones, que a través del tiempo modeló las bases de la organización carnal. La ciencia médica explica las tendencias hereditarias y atávicas del hombre; los psicoanalistas reconocen la eclosión de ciertos complejos y estigmas originados por los ancestros biológicos del ser. A pesar de que tales influencias o fenómenos se producen a través de los genes o cromosomas responsables del metabolismo genético, lo cierto es que esa influencia ancestral o atavismo psíquico se transmite y prolonga desde el mundo oculto del psi­quismo hacia la descendencia física humana. En consecuencia, el espíritu modela una configuración "psico-física" agradable, pacífica y coherente, cuando dispone de un material anátomo-fisiológico de buena calidad; pero si el atavismo animal lo domina y le acicatea los estímulos energéticos de las pasiones primarias, entonces las criaturas, bajo tal influencia, pueden generar estig­mas animalescos inconfundibles.

Así como el alcohol, las drogas o un excitante químico pueden afectar a los descendientes, desfigurándoles las líneas de fuerzas de la ideoplastía humana normal, las energías psíquicas del primarismo animal también pueden influir en el periespíritu del hombre y plasmar en el "rostro" el aspecto porcino por la glotonería, el bovino por la estupidez, el equino por la brutalidad, y el caprino por la lujuria.1 El carnivorismo, por lo tanto, excita en el hombre la influencia psíquica atávica de la animalidad, pudiendo desfi­gurar la configuración humanoide por la interferencia de los fluidos degradantes absorbidos durante la nutrición zoofágica.2 Es por eso que el sentido común de la sabiduría popular asocia a los pecados humanos las figuras grotescas de ciertos animales y estigmatiza a algunas personas con el apodo humillante de "cara" de caballo, de cerdo o de mono. Mientras que la figura pacífica, frugal y amorosa de Jesús se compara a la ternura, humildad y resignación de un cordero.




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