La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: Se dice que la carne solamente puede brindar al hombre la necesaria energía biológica, debido a que contiene las proteínas y las cuotas de minerales organogénicos indispensa­bles para el sustento humano. ¿Cuál es vuestro parecer al respecto?

Ramatís: Existen en vuestro mundo animales corpulentos y fuertes, de un vigor extraordinario y, sin embargo, son riguro­samente vegetarianos, tales como el elefante, el buey, el camello, el caballo y tantos otros, que son verdaderos desafíos al carnivorismo.

Hace varios milenios, los instructores espirituales de la Tierra enseñaban que todas las cosas y los seres están impregnados de la energía llamada Prana, 9 respiración o soplo de vida, susten­táculo de las estructuras atómicas del mundo físico y oculto. Por lo tanto, donde hay más prana hay más vida, y consecuentemente, donde hay más acción y movimiento, también hay más desgaste de prana.

Mientras tanto, los vegetales y en especial los frutos contienen más prana, porque en ellos debido a su forma de vida, consumen menos de esa energía pránica, mientras que los animales absorben y consumen mayor cantidad, por causa de su constante actividad y desgaste con el medio exterior. Por lo expuesto, la carne ani­mal es pobre en prana y sólo contiene un residuo de lo empleado, mientras que los frutos ricamente pranizados funcionan como per­fectos acumuladores, y de la más pura calidad. El prana es la base fundamental del ectoplasma en la Naturaleza y en el hombre, lo cual se completa con el éter físico, el agua y otras sustancias químicas; entonces los espíritus directores de los trabajos de fenómenos de efectos físicos y materializaciones acostumbran a reco­mendar que en los días fijados para tales realizaciones, los pre­sentes y especialmente los médiums sólo deben ingerir frutas.10

Los que se alimentan de carne tienen la ilusión de que esa alimentación les produce lo necesario para la energía biológica, pero confunden la reacción orgánica y volumétrica de su materia densa como si fuera dinamismo energético cuando no pasa de ser un vitalismo inferior. No obstante, bastaría inyectarse diez cen­tímetros de glucosa en las venas y el hombre aumentará el doble su energía, como si hubiera devorado un kilo de carne de buey, pues recibe directamente más "calidad" y menos "volumen".

Por otra parte, la reducción vibratoria que los fluidos grasosos de los animales producen en el periespíritu, dificultan al médium su intercambio con los guías espirituales, cuya barrera fluídica y viscosa se vuelve un excelente punto de apoyo para que las enti­dades inferiores interfieran maléficamente.

Pregunta: Acaso, ¿somos culpables porque todavía comamos carne? ¿No es la naturaleza quien nos acondicionó, desde la edad de piedra, a esa forma de alimentación?

Ramatís: Considerando que la Tierra no es una colonia de esparcimiento, sino una escuela de educación o alfabetización espi­ritual del hombre, la alimentación zoofágica es justificable cuando no es más que un alumno espiritualmente analfabeto. Sin embargo, es muy perjudicial a su graduación superior el comer carne de sus hermanos inferiores, pues, además de no reconocerse como una entidad inmortal participa de los movimientos o escuelas espiritualistas.


9 Prana, del sánscrito, de pra, para "afuera" y de na, respirar, vivir, que significa la energía cósmica, fuerza total y dinámica que vitaliza todas las cosas, así como también los planos de actividad del Espíritu Inmortal. Donde hay vida hay "prana", pero no como vitalidad sino como una energía que activa, insufla y aumenta la respiración de la propia vida. No es un efecto de la vida pero acciona en todas, las expresiones de vid» en el Universo.

10 Véase la obra Fuerzas Liberadoras, de A. E. Ranieri, cap. 46, "La Vuelta de Allan Kardec", pág. 248, donde confirma lo manifestado por Ramatís.

Es natural, que Dios no se ofende porque sus hijos espiritual­mente analfabetos se regocijan delante de un plato lleno de trozos sangrientos, proveniente de la masacre del infeliz animal. El hecho de que el hombre se libere o se encuentre a gusto con la vida infe­rior, en el mundo material, es una cuestión puramente personal. Pero nosotros no podemos dejar de advertir a quienes pretenden llevar una vida de salud espiritual, que sueñen con alcanzar la angelización devorando a los hermanos inferiores, que sería lo mis­mo que "encender una vela a Dios y otra al Diablo". El reino del Cristo es mansedumbre, amor, pureza y piedad, mientras que el mundo del César se sustenta por los vicios, pasiones, crueldad e impurezas humanas.




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