La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: Considerando que el hambre es un fenómeno difícil de vencer y, además, inherente a nuestra constitución orgánica, por tal causa, nosotros nos alimentamos con la carne por creer que es. lo más apropiado; a pesar de nuestra creencia y hábito, ¿debemos evitar la carne a todo trance, porque es censurable para los rectores del mundo espiritual?

Ramatís: Repetimos: el Mundo Espiritual no censura ni se ofende por los pecados humanos, porque es natural de su estado primario y propio de su ignorancia del hombre para retardar su felicidad. No es necesario ser un renombrado psicólogo, un expe­rimentado dietista ni un sabio yoga para distinguir cuanto más delicioso es el sabor de los vegetales y frutas en relación al gusto en el paladar con los asados de los cadáveres con salsa picante. También es cierto que es incoherente que el ciudadano fiel siglo XX transforme su barriga en un cementerio, cosa bastante justi­ficada entre los hombres de las cavernas, salvajes antropófagos y los bárbaros guerreros, ignorantes de su naturaleza espiritual.12

El fenómeno del hambre está en relación al dominio del linaje animal sobre el espíritu del hombre. En verdad, el organismo humano se acondiciona a cualquier dieta o excentricidad alimen­ticia, adaptándose a las comidas agradables, como a las más repe­lentes. En la Tierra existen pueblos que se deleitan comiendo carne podrida. El terrícola, en su tradicional incoherencia de paladar, desprecia los sabrosos caldos y jugos de frutas, para ingerir gorduras fétidas, músculos sangrientos, pastas de hígado o salsa con "bilis", o bien, riñones asados, vertiendo albúmina mal oliente. Desprecia la nutrición vitamínica de las frutas, que se deshacen en el sistema gástrico y digestivo sin causar alteraciones orgánicas y alérgicas, pero insiste en la ingestión de las carnes ácidas y albuminosas, tratadas con sustancias químicas para que no se pudran. En su estulticia, el hombre se transforma en un excelente reproductor de gusanos, parásitos, amebas, bacilos y gérmenes nocivos que le corroen las entrañas.

En consecuencia, el estímulo del hambre no está indicando que la nutrición sea de carne sino advirtiendo la falta de elemen­tos para el estómago, el que podrá ser grosero o delicado conforme sea su dueño. Es una vida extraña y perturbadora, en que el hombre compite con los animales en ese carnivorismo insensato, nivelándose en su nutrición al león, al chacal, al tigre o al lobo, y paradójicamente, ¡el elefante, el caballo y hasta el buey, son exclusivamente vegetarianos!

Pregunta: Según vuestras apreciaciones, ¿nos podéis escla­recer si la alimentación física influye en las reencarnaciones futuras?

Ramatís: Ciertas alergias inespecíficas, especie de "rompe­cabezas '' para la medicina moderna, tienen su origen patogénico en los procesos nutritivos, vicios y hasta pasiones desarrolladas en el pasado, que son transmitidas por el periespíritu inmortal.

Se trata de un verdadero campo de sustentación de la indivi­dualidad espiritual, puesto que el periespíritu es un vehículo ultrasensible que preexiste y sobrevive a las encarnaciones y trans­formaciones del hombre. Es la envoltura del Ego Espiritual, constituido por la energía mental del pensamiento y la astralidad de las emociones, y que se liga al cuerpo físico, a través de los centros etéricos o "chakras" sustentados por el éter físico terreno y situado en la delicada contextura del doble etérico. Por eso, en la contextura del periespíritu se imantan las cargas de mag­netismo de todas las encarnaciones físicas, que pueden ser densas o sucias debido a la alimentación preferencial del carnivorismo. Posteriormente, esas energías inferiores necesitan drenarse del periespíritu, en un proceso o vertencia dolorosa hacia el cuerpo carnal, que funciona cual verdadero cable a tierra, descargándola finalmente al seno de la tierra.


12 Párrafo extraído de la obra Cartas y Crónica», del espíritu del Hermano X por el médium Chico Xavier, capítulo "Entrenamiento para la Muerte", que dice así: "Comience por la renovación de sus costumbres en el plato de cada día. Disminuya gradualmente la voluptuosidad de comer carne de animales. El cementerio en la barriga es un tormento, después de todos los trastornos ocasionados para asimilar tan nefasto alimento. El lomo del cerdo o el bife de costilla, tratados con sal y pimienta, no nos colocas muy lejos de nuestros antepasados, los salvajes, que placenteramente se comían los unos a los otros".

La sepultura con su fauna micro­biana y voraz, conocida como "fauna de las tumbas", se encarga de desintegrar el cadáver y liberar nuevamente las energías infe­riores que el "fallecido" utilizó e imantó en sus imprudencias viciosas y exageraciones alimenticias.

Existen ciertos espíritus que, después de haber vivido muchas encarnaciones en Oriente a base de alimentación vegetariana, al reencarnar por primera vez en Occidente llegan a sufrir impactos convulsivos o síndromes epilépticos en su periespíritu muy sensi­bilizado, cuando toman contacto con los densos fluidos exudados por la alimentación carnívora.13

Los fluidos animales magnéticamente agresivos e inferiores, al disolverse en el periespíritu sublimado o sensible, le bajan la frecuencia vibratoria y le opacan la luminosidad, así como las lám­paras llenas de polvo no trasmiten con claridad el flujo de la luz eléctrica. El hombre no se libera fácilmente de los condiciona­mientos vividos por su periespíritu en el pasado, lo cual es seme­jante aun" video tape'', indestructible, que graba existencia tras existencia los cuadros y el magnetismo de las vidas anteriores. Se sabe que el calor sigue manifestándose en el lugar que hubo fuego, o el perfume fluctúa en el aire, aun después de cerrado el frasco. Por eso, los hechos vividos en el pasado por el periespíritu aunque no se reproduzcan nítidamente en el campo de la memoria física actual, prosiguen accionando en forma de estímulos extraños en la mente del hombre encarnado. Y en el caso de la alimentación excesivamente carnívora, puede surgir en lo íntimo del espíritu del "ex vegetariano" las reacciones extrañas que los médicos lla­man "alergias inespecíficas", por ignorar su exacta etiología.




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