La Vida Hiumana y el Espíritu Inmortal



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Pregunta: Nosotros pensamos que si todos los hombres fue­ran razonables y gozaran de la misma igualdad en su vida, serían muy felices. Mientras el trabajo sacrifica y esclaviza a los más ingenuos, divierte y enriquece a los más expertos. ¿Cuál es vuestro parecer?

Ramatís: La multiplicidad de aspectos, situaciones y posibi­lidades educativas que el mundo ofrece a sus habitantes, le permite a cada hombre o grupo, vivir según sea su propia experiencia y conforme a su entendimiento espiritual. No es la pobreza ni la riqueza las que aseguran la felicidad
5 Nota de Ramatís: De acuerdo a la gramática terrena, el hombre conjuga a las personas del verbo en forma egocéntrica; yo o ego, en primer lugar; tú o el prójimo en segundo lugar; El o Dios, en tercer lugar. Mien­tras tanto, la gramática angélica es exactamente lo opuesto; El o Dios, en primer lugar; tú o el prójimo, como segundo; y yo o ego, en tercer lugar.

6 Nota del Médium: En Estados Unidos, en 1945, J. F. se suicidó por tedio, a pesar de tener una fabulosa fortuna; B. H. M. se ahogó en su piscina, dejando expresa constancia que estaba harto y saturado de las emociones del mundo. Ambos, desgraciadamente, olvidaron vencer ese tedio o saturación emocional, ayudando al prójimo.
humana, puesto que existen los ricos infelices y los pobres venturosos, hombres sanos, y deses­perados, mientras que hay ciegos contentos y que tocan la guitarra. Ninguno es feliz por el solo hecho de recibir los mejores dones de la vida humana. Es necesario comprender conscientemente cuál es el mensaje que se oculta detrás de todos esos bienes. Así, mientras el adepto de la música sinfónica se extasía escuchando la sublime "Coral", de Beethoven, el salvaje sería muy infeliz bajo las mismas condiciones, recordando muy tristemente los redo­bles de su tambor primitivo.

El dolor y la pobreza son circunstancias provisorias, que funcionan un determinado tiempo para experiencia y necesidad del espíritu encarnado, como si fuera un curso de recuperación del tiempo perdido en el pasado. Bajo la Ley del Karma, el llagado mendigo de hoy, fue el hombre rico y sano de ayer que abusó de la fortuna y de su salud para cometer actos ignominiosos. Tuvo sus momentos de alegría y hartura, pero vivió exclusivamente para sí, sin dar nada para el prójimo. La fortuna, la salud o la alegría en exceso no resuelven las ecuaciones e incógnitas latentes en lo recóndito del alma ignorante, pues el espíritu del hombre sólo vive y dinamiza emociones, pensamientos y deseos, conforme sea su grado de conciencia despierta en la materia.

Buda, Francisco de Asís fueron felices después que renun­ciaron al confort y la riqueza. Gauguin consiguió imprimir la vivacidad de los colores en su pintura expresionista e iluminada, después que abandonó el epicureismo de su hogar europeo y co­menzó a vivir entre los parias y leprosos de Tahíti. El modelo más perfecto del hombre angélico plasmado en la tierra no tuvo origen en los palacios afortunados del mundo sino en el trabajo paciente, humilde y pobre como lo manifestó el Maestro Jesús.

Pregunta: En otras oportunidades, hicisteis mención al "tra­bajo redentor", lo que nos lleva a pensar que todo ello coincide con el sentido doctrinario o regenerativo del trabajo, ¿Estamos en lo cierto?

Ramatís: Nosotros consideramos el trabajo como actividad redentora, además de acción dinámica, puesto que despierta las cualidades laboriosas y latentes en el espíritu inmortal. La constante actividad en los diversos planos de la vida humana ajusta al hombre a las frecuencias sutiles y propias de los mundos angé­licos. El trabajo familiariza a la criatura con las virtudes de la perseverancia, la resignación, la paciencia y el estoicismo, las que se desarrollan por fuerza de la continuidad laboriosa. Quien se dedica a las tareas en un determinado tiempo y para cierto objetivo que le exige constancia, sumisión y disciplina, desenvuelve otros valores correlativos y meritorios. Además, en el caso de la escla­vitud dolorosa, que a veces conduce hasta el martirio, el trabajo ofrece características místicas.

El trabajo, como acción preliminar, activa el psiquismo pri­mario de los seres y opera compulsivamente en su transformación interior El placer, la ociosidad, el exceso de confort y la libertad de mando, atrofian fácilmente las virtudes divinas y latentes en el espíritu del hombre porque lo cristalizan en la despreocupación de centralizar sus fuerzas para fines provechosos. Por eso, el entrenamiento laborioso, aparta del espíritu las elucubraciones censurables y los desperdicios de la mente sin gobierno, mientras que convergen determinadas concentraciones de energías para fines útiles, sea en lo científico, técnico, artístico o religioso. El hombre de espíritu esclarecido no encara el trabajo como una cosa detestable y humillante; lo considera una acción noble que despierta su contenido espiritual superior, adormecido en lo íntimo de su ser.

Aunque no se evidencie un sentido doctrinario en las sencillas funciones del trabajo, no deja de ser una acción disciplinadora, que proporciona ajuste, progreso y realización de las concepciones mentales del hombre. En el metabolismo evolutivo de la vida hu­mana, cada cosa actúa de una forma peculiar, pero siempre vinculada a las diversas manifestaciones de la vida. Lo importante es que ninguno interfiera en la vida ajena, ni perturbe el trabajo del prójimo. Ello nos recuerda a la armonía y sabiduría con que funciona el organismo humano, donde cada órgano ejerce su fun­ción laboriosa bajo la misma dirección cerebral, pero respetando el trabajo y el objetivo de los otros componentes orgánicos. El hígado no interviene en las funciones del corazón, ni éste pretende modificar la composición de la bilis, producida por la vesícula; el bazo purifica el "quantum sanguíneo", los riñones drenan las sustancias tóxicas, la médula compone la sangre, el páncreas produce la insulina y los fermentos necesarios. Cada órgano trabaja disciplinado y entrega su cuota de producción, comprometida con el organismo. Cada "plexo nervioso” funciona en su región familiar y aunque distribuya los estímulos de su competencia, no intenta influenciar o modificar los demás campos de sus hermanos ganglionares. El mínimo desliz, la más sutil negligencia, puede generar trastornos peligrosos para el equilibrio y la armonía del edificio celular del cuerpo humano, y dificultar la manifesta­ción del espíritu encarnado en la materia.

Por lo tanto, la armonía del cuerpo físico depende de la alegría y la armonía del espíritu, cuya voluntad, ánimo y disci­plina controlan y coordinan el trabajo de las células y de los órganos en un ritmo progresista, que también se conoce como "trabajo".



Pregunta: Qué nos podéis decir sobre los conceptos de "Capital" y "Trabajo", que influenciaron a las doctrinas del capitalismo y el comunismo, ya que ambas dividen a los hombres y causan enormes angustias a los pueblos, debido a la preocupación ante el dominio total de éste o aquel grupo. ¿Cuál es vuestra opinión?

Ramatís: ¿Qué importan los sistemas políticos, las doctrinas democráticas, comunistas, fascistas o nazistas, cuando la salud, el equilibrio y la armonía de tales sistemas dependen fundamen­talmente de la salud, del equilibrio y la armonía espiritual de cada hombre y de cada una de las piezas que lo componen? ¡Nadie mejora o modifica el contenido de una torta, por el solo hecho de hacerla artísticamente agradable y hornearla a gusto! El hecho de que el confitero aplique el dulce en determinado modelo de masita no quiere decir que todos los dulces sean buenos y agra­dables, puesto que todo dependerá, esencialmente, de los ingre­dientes que conformen el contenido, y no de la forma modelada.

Ninguna doctrina, partido o sistema político, social, capita­lista, democrático, nazista o fascista conseguirá solucionar la carencia de fraternidad en el seno de la humanidad, ni propor­cionar la paz del espíritu deseada, mientras el individuo padezca con sus problemas y aflicciones. El estado sano del cuerpo humano, por ejemplo, no es obra de un sistema ideado y creado desde afuera hacia adentro por un grupo de órganos con cierto gusto individual sino que es el resultado de la suma de todas las células sanas. Si en ese cuerpo hubiera una sola célula enferma, ya no tiene la armonía deseada. Así como el funcionamiento perfecto del reloj depende de la marcha armónica de todas sus piezas; es evidente que antes de tener amplio éxito la democracia, el comunismo, nazismo, fascismo o socialismo, es necesario perfec­cionar las "piezas-hombres" que deberán integrar el conjunto doctrinario. Una vez perfeccionado el hombre, obviamente poco importa más tarde cómo se rotule el movimiento, sistema político, religioso o social que él milite.

Mientras tanto, cada sistema, doctrina o institución política del mundo pretende imponer su manera de gobernar, pero muy poco le importa la idiosincrasia de los adeptos de otros movimien­tos. Los "istmos" separan a los hombres en grupos afines y ligados por los mismos intereses, que pasan a competir con otros grupos de hombres que portan rótulos de otras ideas. Pero cuando el ciudadano se da cuenta de su realidad espiritual y la consecuente conformación transitoria del mundo material y que está en condi­ciones de integrarse fraternalmente en el seno de toda la huma­nidad, jamás necesitará ninguna leyenda o dístico que lo vincule a una doctrina separativista y encuadrada bajo un determinado "istmo"...

Y como "sólo por el amor se salva el hombre", sigue siendo la doctrina del Cristo, el "Evangelismo", la única solución capaz de reunir a todos los nombres bajo un mismo ritmo de vida ventu­rosa y armónica.




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